Cantos de sirena hicieron plantearse a Feijóo dar un paso al frente y presentarse para liderar el PP en Madrid, pero finalmente terminó optando por continuar su carrera en Galicia, sin desechar en un futuro dar el salto a la política nacional.
Luego volvió a desoír aquellos dirigentes de su partido que le presionaban para construir una candidatura conjunta con Ciudadanos al estilo de Navarra Suma o la alianza en el País Vasco. Además, rechazó apoyarse en las siglas de su partido y convirtió su segundo apellido en marca electoral.
Núñez Feijoo ha apostado muy fuerte en estas elecciones, y no solo ha salido airoso si no que ha acertado plenamente. Sólo hay que ver los resultados del 12-J: una cuarta mayoría absoluta consecutiva en la que ha conseguido anular a sus rivales, Ciudadanos y Vox, que siguen fuera del Parlamento gallego. Un triunfo histórico en un panorama electoral que, en los últimos años, ha convertido a las mayorías absolutas en cosa del pasado.
El PSOE ha mantenido su representación en el Parlamento gallego, aunque ha perdido algo de apoyo electoral respecto a las elecciones autonómicas de 2016. No obstante, la candidatura de Gonzalo Caballero no ha sabido capitalizar el hundimiento de Podemos, que ha dejado de tener representación en la Cámara gallega, cuando antes su marca En Marea tenía 14 diputados.
Por otra parte, el BNG ha sido, junto a Fejióo, el gran ganador de estos comicios, al pasar de 6 a 19 escaños, atraer a los antiguos votantes de Podemos y convertirse en la segunda fuerza del Parlamento autonómico.
Extrapolar los resultados de esta doble cita electoral al panorama nacional es muy arriesgado
El panorama en el País Vasco ha sido bien diferente. Es cierto que el PNV ha sido la primera fuerza política, pero depende de la socialista Idoia Mendia para garantizar la gobernabilidad de la comunidad. Hoy en día, casi nadie duda, a la vista de los resultados, que los socialistas volverán a repetir coalición con el PNV. Aunque durante la campaña, una parte del PSOE se mostró partidaria de explorar otras vías con Podemos y EH-Bildu, ni siquiera los números hacen viable esta posibilidad.
El experimento PP-Cs, la gran novedad, ha fracasado rotundamente, dejando en evidencia la estrategia impulsada por Pablo Casado. El PP ha obtenido un número de escaños sensiblemente menor que cuando se presentó en solitario en las elecciones vascas de 2016, al dejarse por el camino 4 diputados.
No obviemos, que, además, Casado apostó por colocar al frente de la candidatura a Carlos Iturgaiz, un hombre vinculado a José María Aznar, y algo alejado tanto de los principios y valores de Alfonso Alonso, el anterior presidente del PP vasco, como del propio Feijóo. El objetivo era escorar más el partido para anular al partido de Abascal, y ni siquiera ha conseguido tal fin.
EH-Bildu se ha alzado como la segunda fuerza política más votada, pasando de 18 a 22 escaños, al aprovecharse del descenso electoral que ha experimentado Podemos. El partido de Iglesias, al igual que en Galicia, ha sufrido un fuerte batacazo electoral, aunque al menos ha logrado mantener 6 de sus 11 escaños.
Algunos han intentado utilizar esta doble cita electoral como un barómetro para medir la valoración ciudadana sobre la gestión de la crisis y el estado de alarma, sin tener en cuenta que el panorama electoral de Galicia y País Vasco viene marcado por su propia idiosincrasia. Extrapolar lo que aquí ocurre al panorama nacional es muy arriesgado, cuando las fuerzas nacionalistas obtienen un mayor apoyo electoral que en unas elecciones nacionales.
El peor parado ha sido Podemos: no ha sabido rentabilizar estar en el Gobierno de la nación
En todo caso, el peor parado ha sido Podemos. Esta fuerza política no ha sabido rentabilizar estar en el Gobierno de la nación, y su estrategia para extender a Galicia y el País Vasco gobiernos de coalición progresista, actuando como puente entre socialistas e independentistas ha quedado frustrada en las urnas. El partido de Pablo Iglesias parece estar desangrándose elección tras elección: ni siquiera sus iniciativas sociales impulsadas desde el Gobierno han conseguido frenar esa sangría.
El PSOE, su socio de coalición, ha logrado resistir, aunque se presentaba en estas elecciones tras un ciclo electoral favorable de las generales, autonómicas y municipales de 2019. De ahí, el dilema ahora de los socialistas, de continuar por la misma línea o hacer reajustes, más aún cuando los especialistas pronostican, tras la pandemia, una grave crisis económica y social.
Está claro que Ciudadanos tiene que reorientar su estrategia porque no ha conseguido mejorar sus resultados en estas dos comunidades autónomas ni con un nuevo liderazgo en el partido.
El PP acudía a estos comicios en liza entre las dos alas del partido, las más ideologizada, la aznarista, personificada en Carlos Iturgaiz, en el País Vasco, y las más moderada, representada en Núñez Feijóo. Y estos resultados han terminado dando la razón a aquel sector del partido que apostaba precisamente por la moderación, lo que coloca a Casado en una situación complicada si vuelve a tener un tropiezo electoral.
*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.