EFE

EFE

LA TRIBUNA / 125 AÑOS DEL PNV (XI)

Sabino Arana contra los Sánchez y los Gómez

La fobia que el fundador del PNV sentía hacia todo lo español llegaba a la chifladura de abominar de los apellidos terminados en "–ez", tal y como muestra el autor en la undécima entrega de esta serie. 

16 julio, 2020 01:39

“Pues señor, es cosa de llamarse Gómez y de dedicarse a copiar estadísticas. Ordenarlo todo y presentarlo al Ayuntamiento firmando Gómez, Sánchez o Bartólez y se tiene ganada la vida y algo más”. Sabino Arana se burla así de un autor apellidado Gómez que había pedido al Ayuntamiento una ayuda para editar un libro titulado Cómo se vive y cómo se muere en Bilbao.

Todos los apellidos con la terminación “–ez”, tan inconfundiblemente españoles, le provocaban la misma reacción. De un artículo antinacionalista firmado por M. S. y A. decía: “¿Cuánto va a que es algún Sánchez y Antolínez o cosa así?”. Estamos ante una muestra más de lo injusto e inapropiado que es considerar al fundador del PNV como la consecuencia y culminación de la cultura política vasca precedente, otorgándole así al nacionalismo vasco una pátina de legitimidad histórica que ni le corresponde ni se merece en absoluto.

El principal representante vizcaíno, cuando Arana vivía, de la cultura política dominante en el País Vasco durante todo el siglo XIX era Fidel de Sagarmínaga. Pues bien, si el fundador del PNV hubiera representado para la política vasca la consecuencia y culminación de todo lo anterior, ¿cómo se explica que machacara sin tregua al líder histórico del liberal-fuerismo?

Sabino Arana comenzó su campaña contra Sagarmínaga en 1893 y, tras la muerte de este, en 1894 la incrementó hasta niveles obsesivos: “D. Fidel de Sagarmínaga es, entre todos los escritores españolistas de nuestra Patria, el que menos defensa tiene. Amigo particular de Cánovas y partidario acérrimo de la dominación española. Alma y nervio del fuerismo liberal y portaestandarte de aquellos bizkainos que ya habían renegado de su independencia, y se contentaban con las exenciones militar y pecuniaria, y que confirmaban de nuevo la extranjera ley del 39 y solo aspiraban a armonizar la constitución bizkaina con la española, acatando y obedeciendo al Poder español como a suyo legítimo y verdadero”.

La propuesta liberal-fuerista de Sagarmínaga se sustanciaba en el concepto de doble patriotismo vasco y español, en la armonización de los Fueros con la Constitución a partir de la ley de 1839 y en la consideración del País Vasco como una parte irrenunciable de España. Los liberal-fueristas vascos nunca habrían tratado a España desde la bilateralidad, como propone ahora el nacionalismo, por el contrario, defendían una patria chica vasca integrada en una patria grande española.

Pero como el fundador del PNV no podía soportar estos principios, su ataque contra Sagarmínaga fue inmisericorde: “Manifiesta que o no conoce nuestra independencia e instituciones tradicionales, o reniega de la primera, y no quiere las segundas más que en cuanto puedan ser compatibles con la constitución de su querida patria España y ventajosas para la prosperidad y ventura de la misma. Sagarmínaga, el maketófilo escritor bizkaino, el más falso tal vez de cuantos escritores que se han llamado fueristas han aparecido en nuestro país para secundar los planes del dominador. Era o muy corto de inteligencia o radical enemigo de nuestra tradición patria. Fue un traidor a Bizkaya y no tiene defensa”.

Contra las revistas 'Euskal-Erria' y 'Euskara', el fundador del PNV desplegó todos sus aberrantes tópicos

A Carmelo Echegaray, otro insigne liberal-fuerista, Sabino Arana tampoco le soportaba porque quien fue cronista oficial del País Vasco no hacía distinción racial entre los vascos que moraban sobre un mismo territorio: “Es de lamentar en quien pretende ser escritor este atraso de creer que la tierra es elemento esencial y constante de la Patria. Estas integridades patrias quédense para los españoles: nosotros, los euskerianos, debemos saber que la Patria se mide por la raza, la historia, las leyes, las costumbres, el carácter y la lengua, y que esta Euskeria nuestra podría ser tan Euskeria, asentada en las estribaciones occidentales del Pirineo y en el Golfo de Bizkaya, como trasladada a una isla del Pacífico o a las costas de los Grandes Lagos africanos”.

El hermano de Carmelo Echegaray, Bonifacio, jurista de prestigio y escritor, también recibió su correspondiente andanada, aprovechando el fundador del nacionalismo vasco, de paso, para despreciar a Juan Iturralde y Suit, director de la revista Euskara de Pamplona, también de la órbita liberal-fuerista, junto con la Euskal-Erria de San Sebastián: “Nos declara [viene de referirse a Bonifacio Echegaray] que la distinción entre patria grande y patria chica la entiende como la estableció el insigne, bondadoso y modestísimo escritor navarro don Juan Iturralde y Suit, de cuyo patriotismo euskaro no cabe dudar. ¡Vamos! Luego ya tiene un maestro, ya tiene un oráculo, siquiera sea insigne, bondadoso (raro requisito para ser oráculo) y modestísimo (otra propiedad sine qua non) y de cuyo patriotismo euskaro no cabe dudar... ¿a juicio de quién? A juicio del mismo que le toma por maestro y oráculo, esto es, del que piensa como él. Pero no todo han de ser dislates y faltas de sentido común”.

Será la crítica acerba del fundador del PNV a la revista Euskal-Erria de San Sebastián, que representó la esencia del liberal-fuerismo vasco durante treinta y ocho años seguidos, entre 1880 y 1918, la que resumirá a la perfección todo lo dicho hasta aquí: “Tengo en la mano un cuaderno que dice: Euskal-Erria. Revista Bascongada, Órgano del Consistorio de Juegos Florales Euskaros de San Sebastián, de la Comisión de monumentos de Guipúzcoa, de la Sociedad de Bellas Artes, de la Asociación Euskara de Nabarra y del Folklore Basco-Nabarro, órgano, en fin, de todo aquello que trasciende a euskaro, éuskaro o eúskaro; a fuerismo, a autonomía, a regionalismo; a euskera sin raza; a gigantescas montañas y sombríos bosques y risueños valles y cristalinas fuentes y pintorescas caserías sin patria; a patria sin fronteras meridionales ni orientales ni occidentales; a poetas que solo cantan a la poesía; a aurresku bailado por un Gómez, y txistu tocado por un Pérez, y santso lanzado por un Rodríguez, a euskera aprendido y hablado por los Gómez y los Pérez y los Rodríguez, a Gernika cantado por los Rodríguez y los Pérez y los Gómez, y a patria chica, en fin, con patria grande”.

Con lo que detestaba Sabino Arana de la revista Euskal-Erria de San Sebastián podríamos construir un paraíso de tolerancia y de integración cultural, que es lo que representó esa revista antes de la nefasta irrupción y primera expansión del nacionalismo, que nunca tuvo cabida en sus páginas.

Contra las revistas Euskal-Erria de San Sebastián y Euskara de Pamplona –consideradas hoy todavía por algunos, erróneamente, como precursoras del nacionalismo vasco– el fundador del PNV desplegó todos sus aberrantes tópicos, que para una mayoría de vascos y de españoles constituyen, lamentablemente, la única representación actual de lo vasco: el apellidismo, la aversión a España, la soberbia política y, en fin, una pesadilla completa y acabada de discriminación y sectarismo.

*** Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.

El trance más amargo (y necesario) para Felipe VI

Anterior
.

Pongámonos en marcha

Siguiente