El Tribunal Supremo (TS) ha anulado esta semana los permisos penitenciarios del 100.2 otorgados por la Generalidad a Carme Forcadell y ha recordado que esos permisos deben estar orientados a la rehabilitación del delincuente. Dicho de otra manera: no vale sacar a los presos a la calle con cualquier excusa.
A la anulación del permiso concedido a la expresidenta del Parlamento catalán seguirá con total seguridad la del resto de permisos concedidos a los otros presos del procés.
El problema es obvio. Así como existen programas de rehabilitación para otro tipo de delincuentes –violadores, ladrones o traficantes– no los hay destinados a la recuperación de reos sediciosos. Agrava el problema el hecho de que, salvedad hecha de Tejero, Armada y el resto del golpistas del 23-F, nadie haya sido condenado por este tipo de delito en España hasta el golpe catalanista de 2017.
Fuentes de los servicios penitenciarios de la Generalidad afirman no tener duda alguna de que el gobierno regional no tardará en "inventarse" algún tipo de programa ad hoc para los presos del procés que les permita regatear de nuevo la sentencia judicial que les condenó a décadas de prisión.
Lo que sigue es una especulación sobre el tipo de programas de resocialización que podrían seguir los presos del procés para evitar un nuevo revés en el Supremo.
Los programas citados a continuación no existen, con la excepción del primero de ellos. Pero pocos en Cataluña dudan de que la solución que pergeñará la Generalidad para sacar a los presos a la calle superará con creces cualquier absurdo sicalíptico que pueda imaginar TS.
1. Tratamiento psicoterapéutico para delitos de odio
La ventaja de este programa de reinserción para delincuentes condenados por delitos de odio es que ya existe. Se puso en marcha en octubre de 2018, es obra de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y se llama Programa Diversidad: por la igualdad de trato y no discriminación y frente a los delitos de odio.
En el programa participan, de forma voluntaria, reos condenados por delitos "vinculados con el odio, la hostilidad, la discriminación o la violencia". Algo que, como es obvio, encaja al 100% con los presos del procés, cuyos delitos engloban tanto el odio como la hostilidad, la discriminación y la violencia.
El programa consta de cuatro fases. La primera de ellas consiste en una evaluación del paciente. La segunda fase es la terapéutica, y pretende atajar los brotes autoritarios e intolerantes de los presos, así como revertir su baja autoestima y domesticar sus prejuicios ideológicos. En la tercera fase, se evalúan los resultados.
En la cuarta fase del programa, se reúne al delincuente con sus víctimas. Esta es una fase especialmente interesante en la que el reo debe demostrar no sólo que se arrepiente de sus delitos, sino que reconoce estos como tales. También debe demostrar ser capaz de empatizar con la víctima y verla como un ser humano.
2. Programas destinados a sacar al villano que hay en ti
La entrevista a Oriol Junqueras en TV3 hace sólo una semana demostró que el líder de ERC parece tener un serio problema de autopercepción. No es un problema que haya generado su estancia en la cárcel. Los vídeos de Junqueras anteriores a 2017 muestran síntomas claros de esa afección.
Durante la entrevista Junqueras repitió en varias ocasiones que él es "una buena persona" y que "el junquerismo es amor" a pesar de haber sido condenado por un golpe contra el orden constitucional propulsado por una ideología supremacista como el nacionalismo.
Si ese es el problema, quizá Junqueras debiera pasar primero por un programa de psicología inversa que le libere del peso de tanta bondad, que le permita verse tal y como es en realidad y que le conduzca a hacer eso que, de acuerdo a tan peculiar visión de la realidad, hacen los villanos españolistas: obedecer la ley, tolerar a sus vecinos y abstenerse de utilizar el poder para imponer un régimen racista a sus ciudadanos.
3. Curso de escritura creativa constitucional
Los presos del procés parecen no haber leído la Constitución a pesar de haberse alzado contra ella. La opción obvia que les permitiría acceder a los beneficios penitenciarios del 100.2 o incluso del tercer grado sería asistir a un curso de derecho constitucional. Pero su resocialización no debería limitarse a escuchar, pasivamente, los sermones de un catedrático de Derecho Constitucional.
Dado el proverbial amor del nacionalismo catalán por el arte, la música, la literatura y la belleza en general, prueba de lo cual son las columnas de Pilar Rahola y la tradición del caganer, quizá sería conveniente en este caso en concreto intentar una aproximación transversal al problema.
Como por ejemplo, la de un taller de escritura creativa destinado a que los presos aprehendan la letra y el espíritu de la Constitución del 78 mediante ejercicios que estimulen su creatividad. Imaginen a los presos convirtiendo el Título Preeliminar de la Carta Magna en haikus de breve digestión, frágiles como un colibrí constitucional:
La soberanía nacional
el pueblo español
unidad indisoluble
4. Talleres de control de la ira
El nacionalismo catalán, que si algo domina es el arte de la propaganda, ha pretendido tradicionalmente maquillar sus defectos como virtudes y convertir la obcecación, la irracionalidad y la hipocresía en algo no sólo positivo, sino incluso entrañable: es el mito del seny y la rauxa.
Como es obvio para cualquier observador imparcial, el estado por defecto del nacionalista es el odio –la rauxa– y lo que este llama la sensatez –el seny– es sólo el típico carácter pasivo-agresivo regional. Ejemplo de ello es aquel famoso "los catalanes sólo queremos votar" pronunciado mientras hordas de fanáticos quemaban las calles catalanas y sus líderes políticos daban un golpe contra la democracia en 2017.
Un taller de control de la ira destinado a reconocer, primero, y aprender a controlar, después, esa agresividad que ha conducido a los catalanes hasta la situación actual sería no sólo beneficioso para los propios presos, sino también para esa sociedad sobre la que todavía ejercen una absurda capacidad de influencia.
5. Reparación a las víctimas
El aprendizaje de las reglas de convivencia en democracia es importante para los delincuentes del procés de cara a su posterior resocialización, pero no serviría de nada sin la reparación de los delitos cometidos y la compensación a las víctimas, que son todos los ciudadanos catalanes demócratas.
Las opciones son muchas. Trabajos comunitarios como el montaje y desmontaje de los coches de choque de la Feria de Abril organizada por la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña, por ejemplo. O el bordado a mano, hilo a hilo, de banderas españolas que los ciudadanos podrían luego colgar del balcón de su casa.
Sabido es que las funciones de un político catalán consisten, en un 99%, en el reparto del presupuesto público entre los partidos, asociaciones y periodistas afines al régimen. Y sabido es también que eso deja mucho tiempo libre que el político nacionalista suele emplear en urdir teorías conspiranoicas y golpes contra el orden constitucional.
Darles a los presos del procés un trabajo que hacer reduciría de forma sensible, en fin, el peligro de reincidencia.