No lo voy a negar, sonreí aliviado al leer las nuevas medidas adoptadas por la Comunidad de Madrid: mascarilla obligatoria en los espacios públicos, restricción de la cantidad de personas alrededor de una mesa en las terrazas, cierre de los locales nocturnos a una hora prudencial, registro de quienes entren en los establecimientos para facilitar su localización en caso necesario, duplicación de los rastreadores… una lista que perfectamente pudo haber escrito un científico.
Sin embargo, la estupefacción llegó con la “cartilla”, el “pasaporte”, el “salvoconducto” que te puede permitir un “fácil acceso” a gimnasios, museos o cines entre otras cosas que el devenir establecería. Es decir, poner nombres y apellidos a quienes supuestamente están protegidos e identificar a quienes no.
No hay que ser muy hábil para prever los millones de bytes que se emplearán en criticar, con plena razón, una medida tan controvertida. Seguro estoy que en cada línea de la potencial disposición se incumplen un número importante de derechos y leyes que dejo a los leguleyos doctos en temas, profesionalmente, ajenos a mi persona. Simplemente me centraré en la oportunidad y base científica que no tiene.
De las pruebas serológicas se determinará si la persona tiene anticuerpos, pero no sabremos por cuánto tiempo
Empezamos por una idealización casi imposible: todos los habitantes de la Comunidad tendremos acceso a pruebas serológicas y PCR para determinar nuestro estatus frente al SARS-CoV-2. Una vez dada esta condición que recuerdo es poco realista, ¿sería efectivo el pasaporte? Mi respuesta es no. Mas expliquemos las razones.
De las pruebas serológicas se determinará si la persona en cuestión tiene anticuerpos protectores, pero no sabremos por cuánto tiempo. Esto a día de hoy la ciencia no lo sabe, ergo tampoco los gestores y gobernantes. A ello hay que añadir la fiabilidad de algunos de estos test. En más de una ocasión se ha evidenciado una cantidad estadísticamente significativa de falsos positivos. Y hay algo más, muchos somos los que estamos estudiando un fenómeno llamado inmunidad celular, algo que puede proteger al paciente infectado en ausencia de anticuerpos. Pero ellos, aunque estén defendidos, no gozarán del privilegiado pasaporte.
La medida no tiene sentido científico. Tampoco se puede comparar con una certificación internacional de vacunación
El otro escenario que se contempla es la realización de PCR. Aquellos que no tienen anticuerpos se les podría hacer este test para asegurar la ausencia del virus en sus vías respiratorias. El resultado de esta prueba te asegura que la persona no está infectada en el momento en que se realizó. Si dos minutos después se contagia por una imprudencia no quedará reflejado en la flameante PCR negativa y el pasaporte tampoco tendrá sentido porque, en el caso de implantarse, sería para hacer constar que su portador no infecta, ni se contagia.
La medida no tiene sentido científico. Tampoco se puede comparar con una certificación internacional de vacunación. En esta última se atestigua que estás protegido porque se te ha inyectado un compuesto que, contrastadamente, eleva tus defensas contra una enfermedad. No es, ni remotamente, el caso de la presencia de anticuerpos que ni conocemos su efectividad, ni hemos calculado con precisión su duración.
Es una auténtica pena que un conjunto de medidas, claramente encaminadas a evitar una nueva catástrofe sanitaria con las pérdidas económicas asociadas, se oscurezcan por una propuesta poco atinada e incluso peligrosa. Pero, errar es de humano y rectificar, en cambio, es de sabios.
*** Eduardo López-Collazo es director científico del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ), de Madrid.