Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a una idea en mi mente, que hasta hace pocas fechas no pude cristalizar en forma de texto. Esa idea hace referencia a un mundo donde sus protagonistas están embebidos de virtudes tan poco recomendables como el victimismo, la egolatría, la vanidad… Ese mundo no es ningún mundo imaginario, ni lejano, es el nuestro, en el que vivimos, en el que nos ha tocado vivir.
Donde la casi única inquietud de los más jóvenes, y no tan jóvenes, es mitigar el tedio y su narcisismo a base de likes, existen todavía personas que salen a la calle sin máscara y sin avatar. Sin nada que pueda ocultar cómo son y lo que son, personas con acondroplasia, para el 99,9% de la población simplemente enanos.
La acondroplasia va más allá de una talla baja, muchas veces implica problemas óseos, de movilidad y/o psicológicos que siempre quedan en un segundo, o incluso tercer plano. Asuntos tan importantes para la estabilidad del individuo como son la sexualidad y la afectividad de pareja casi siempre nos están vetados y/o permanecen ajenos a nosotros, siendo estas realidades exclusivas de la gente normal.
Si el ciego es invidente, si el maricón es gay, si el negro es persona racializada, si el inmigrante ilegal es migrante, si el gordo es obeso, si el tarado es persona con problemas psicomotrices... y así podría seguir con una infinidad más de ejemplos de palabras que lo único que buscan es complacer a una sociedad débil e infantilizada.
Esa ausencia de dolor y de sufrimiento lo único que provoca es que se convierta en efeméride cualquier gilipollez, que se tome como referente a cualquier iletrado que te completa una carrera de cinco kilómetros o a cualquier persona insustancial que termina un máster universitario tres años después de lo que le hubiese correspondido.
No sé dónde leí una vez una frase cuyo autor me es desconocido, pero que me resulta muy evocadora: "Tiempos duros forjan hombres fuertes. Hombres fuertes crean buenos tiempos. Buenos tiempos crean hombre débiles. Hombres débiles crean tiempos duros". Parece que caminamos triste e inexorablemente hacia la última parte de esta máxima, espero sinceramente equivocarme.
Las personas con acondroplasia no buscamos que se nos trate mejor que al resto con carácter retroactivo, es decir, porque lo merezcamos debido a lo injustamente que hemos sido tratados a lo largo de la historia, como hace este neofeminismo del siglo XXI. Feminismo a mi juicio mal entendido, donde se busca subsanar los errores del pasado mediante cuotas y/o sentencias claramente discriminatorias. Un error no se debe revertir con otro.
No quiero caer en el victimismo que critiqué al principio, y por tanto, que usted como lector me tache de hipócrita y me encasille en lo que estoy criticando. Por otro lado, algo totalmente lícito y comprensible. Simplemente lanzo a través de este medio un grito sordo, que es el siguiente: con lo único que yo me conformaría después de todas mis experiencias y de que usted haya leído mis sencillas palabras es que la sociedad interiorizase definitivamente el término acondroplasia. Porque sólo cuando hay sensibilidad, hay comprensión, y cuando hay comprensión hay empatía.
*** Mario García González es técnico de proyectos.