Se le amontona el trabajo al storytelling de Moncloa, la fábrica de cuentos del publicista Iván Redondo, a la hora de banalizar la alianza del PSOE con quienes declaran cada día que su objetivo es derribar el Estado. Entiéndase “banalizar” como hacerse el tonto, según traducción de Hanna Arendt. De qué otra forma se puede digerir que el vicepresidente de un gobierno declare por la mañana que su objetivo es derrocar la Jefatura del Estado, mientras por la tarde el presidente del mismo gobierno nos dice que quiere defenderla.
No sería posible mantener en pie este tinglado sin una red de voceros dedicados a construir, minuto a minuto, historias sobre cómo Sánchez, en la defensa de la España constitucional, se enfrenta heroicamente a aquellos con los que ha formado un sólido bloque de gobierno. Es ahí donde se sitúa el mérito de Inés Arrimadas al desenmascarar una tramoya utilizada para poner a siete millones de electores socialistas al servicio de la construcción de un Estado plurinacional que les repugna.
Muchos confían en que con el PSOE en el gobierno la legalidad constitucional esté garantizada. Pasan por alto que esos 188 votos de los Presupuestos Generales forman un bloque decidido a permanecer en la “dirección del Estado”, que representan un proyecto político asumido por todos sus componentes, una alianza sagrada para asegurarse la mayoría. Para entender la trampa, nada más útil que fijarse en lo que PNV y Bildu denominan “desbordamiento de la Constitución”. Lo definen y lo practican, en la política lingüística, en la fiscal y en todas las demás orientadas a “poner fin al régimen”.
Quienes intentan normalizar la degradación de la España constitucional saben que deben armar una narrativa que haga creer que la participación del PSOE sanchista en tripartitos plurinacionales es una situación forzada, no deseada. Como si Chivite en Navarra, Mencia en el País Vasco, Armengol en Baleares, Puig en Valencia, o el propio Sánchez, participaran forzados en esas mayorías de gobierno con independentistas. “Me obligan”, vendría a decir Sánchez.
Cuando Sánchez ha convertido al PSOE en un PSC, el desafío de Cs es ofrecer una alternativa a esos electores
Para hacerles frente, y desenmascararles, no sirven los instrumentos políticos del bipartidismo agotado. El premio Nobel de economía Douglas North denominaba “modelo mental” al medio que utilizan las sociedades para comprender la realidad. El problema surge al insistir en mantener un modelo cuando la realidad a la que responde ha desaparecido. Es lo que ocurre hoy en la política española al intentar hacer frente a la coalición plurinacional desde el modelo mental del viejo turnismo PP-PSOE.
La estrategia alternativa que está siguiendo Ciudadanos tiene antecedentes. En 2017, Arrimadas ganó las elecciones desplegando en Cataluña un trabajo orientado a desenmascarar la política tramposa con la que el PSC traicionaba a los electores constitucionalistas. Desde entonces, el partido de Miquel Iceta y Nuria Marín -presidenta de la diputación de Barcelona por un pacto con Puigdemont- se ha dedicado a recomponer el tinglado para utilizar votos antisoberanistas al servicio del secesionismo. Un fraude electoral que intentarán repetir en las próximas elecciones autonómicas.
Durante décadas el PSOE consideró la necesidad de romper con el PSC desleal y presentarse con sus propias siglas a las elecciones. No lo hizo, y fue Arrimadas quien puso fin en Cataluña a cuarenta años de “voto dual”, con electores constitucionalistas que optaban por Felipe González en las generales y se desentendían de las autonómicas. Hoy, cuando Sánchez ha convertido al Partido Socialista en un PSC, el desafío de Cs es ofrecer una alternativa a esos electores en toda España. No se lo pondrán fácil, pero ya conocen el camino.
Deberán demostrar que el centro político que reclaman es una oferta con lógica política propia. Que no es un simple cálculo aritmético, un anzuelo para pescar a uno y otro lado, a izquierda y derecha. Están llamados a aportar ideas distintivas, y no una mezcla con sabor a nada. Se espera de ellos, con más o menos diputados, que sean la alternativa a una polarización insoportable, que Inés Arrimadas demuestre capacidad para unir en un país en el que casi toda la escena está ocupada por tribus en pie de guerra. Como demostró con los PGE, donde ella ganó y quien perdió fue Sánchez.
Si utilizamos el método para detectar populismos de Pierre Rosanvallon en El siglo del populismo (agosto, 2020), todas esas fuerzas asociadas en el bloque plurinacional, incluidos los nacionalismos separatistas –a los que dedica un análisis específico– lo son “de libro”. De hecho, se podría decir que, cuando pase este tiempo crítico, los líderes europeos actuales serán evaluados por su capacidad para derrotar la amenaza populista en sus países. Anguela Merkel aprobará, como Pedro Sánchez suspenderá, pero lo que importa en este momento es construir en España “el espíritu de una alternativa”, con palabras de Rosanvallon.
Si nadie lo remedia, no nos libramos de ganar el título de “enfermo de Europa” en la apertura del nuevo ciclo
A quienes hayan seguido con atención la última comparecencia parlamentaria del gobernador del Banco de España, les quedarán pocas dudas sobre la amenaza cierta de colapso en la economía española. Los riesgos se agrandan con la insolvencia que demuestra este gobierno. Qué se puede esperar de quienes creen en la falacia de la cantidad fija de trabajo, al estilo soviético, a la hora de considerar jubilaciones anticipadas o la jornada de 32 horas. Nada que ver con las socialdemocracias nórdicas, con los menores índices mundiales en desigualdad por tener los de mayor libertad económica.
La OCDE en uno de sus informes sobre la crisis advierte: “Proyectamos que la recuperación será desigual entre países, lo que podría conducir a cambios duraderos en la economía mundial”. Si nos fijamos en los datos de evolución de PIB y empleo, hay pocas dudas: Argentina y España tienen todos las de perder en esos “cambios duraderos”.
Si nadie lo remedia, no nos libramos de ganar en solitario el título de “enfermo de Europa” en la apertura del nuevo ciclo. Y servirá de poco la tesis absurda de gobierno malo y gobierno bueno en la coalición, cuando lo que vemos diariamente es un único gobierno caótico.
El 15-M marcó un momento de máxima indignación de los españoles y dio lugar a un nuevo mapa político. Los partidos que hoy forman el bloque de gobierno interpretaron que aquella sociedad demandaba derribar la casa –el régimen–, pero lo que querían los españoles es que se la arreglaran, que se hicieran las reformas necesarias. El reto para Inés Arrimadas será volver a conectar con aquella voluntad de cambio traicionada.
*** Jesús Cuadrado Bausela es geógrafo y ha sido diputado nacional del PSOE en tres legislaturas.