La dinámica de fluidos, que estudia los líquidos y gases en movimiento, es según parece una de las ramas más complejas de la mecánica. Son tantas las variables que influyen en los movimientos de líquidos y gases en un momento dado que resulta tremendamente complicado reducirlas en forma de ecuación clara, que permita explicar o anticipar esos desplazamientos.
La cosa se complica todavía más cuando se combinan fluidos de distinta densidad que circulan a través de las mismas estructuras; cuando la temperatura exterior afecta de forma distinta a uno u otro de los fluidos en movimiento; o cuando se pueden producir formas de presión externa que alteren sustancialmente lo que de otro modo hubiera sido una línea de flujo natural o regular.
El análisis de la política catalana no tiene nada que envidiar a la fluidodinámica en cuanto a complejidad. E incluso es posible que pueda ser útil incorporar algunos parámetros de esa ciencia.
Si alguno de los lectores tuvo la santa paciencia de seguir los debates televisados de la reciente campaña electoral catalana, ya pudo comprobar, con solo contar el número de voces o de atriles, que aquella ecuación tenía más variables políticas que las de ninguna otra elección en España.
El espectador atento también pudo visualizar cómo fluían ahí, en los intercambios entre candidatos, complicidades y repudios siguiendo unas leyes de la física política que no son las mismas que rigen en la inmensa mayoría de los parlamentos de Europa, donde lo normal es ver un flujo de posiciones que va de la izquierda a la derecha. Quizá a veces con variables como la agenda ecológica, que pueden llegar a alterar un poco la dirección de las corrientes.
En Cataluña la mecánica de los fluidos políticos está alterada por la cuestión identitaria, nacional o territorial
En Cataluña no. Ahí la mecánica de los fluidos políticos está profundamente alterada por la cuestión identitaria, nacional o territorial. Es una realidad que, a su vez, viene condicionada por variables que no se pueden medir con los instrumentos habituales de cálculo de la ciencia política.
En el espectro político catalán, junto a lo que correspondería a un debate político racional (sobre un programa económico o un modelo de ordenación social), intervienen e influyen fuertemente otros factores: miedos y fobias que no se ven en líderes políticos de otros lugares, o emociones irracionales basadas en utopías, en liderazgos y en mesianismos que se estudiarían mejor con parámetros propios de la religión.
También influyen en la ecuación catalana una serie de componentes escasamente democráticos (del todo ajenos a la realidad parlamentaria), pero con la capacidad de alterar profundamente la temperatura política y de ejercer seria presión externa sobre sus dirigentes. Y con ello, de empujarles a acciones y a decisiones que ninguno habría tomado libremente por sí solo.
Durante la reciente campaña vimos un buen ejemplo de esa presión ejercida ya sin pudor con motivo de ese panfleto-muralla contra el PSC. Nadie se atrevió a quedar fuera de la foto que había sido ordenada por una plataforma independentista.
Es necesario tener en cuenta ese complejo equilibrio de fuerzas y corrientes para anticipar los escenarios y movimientos tras los resultados del 14 de febrero. Estas elecciones han dibujado una clara mayoría independentista en el Parlament. Y tan solo esa mayoría, y ninguna otra, es una opción real de gobierno.
Sí, se odian; sí, se temen; sí, se desprecian. Pero los independentistas van a gobernar juntos
Lo demás, en mi discutible opinión, por supuesto, son solo cábalas que ignoran las leyes de la física. Sí, se odian entre ellos. Sí, se temen. Sí, en algún caso se desprecian. Y sí, en algunos aspectos defienden modelos socioeconómicos antitéticos.
Pero los independentistas van a gobernar juntos, y ERC sabe que ese escenario no tiene alternativa. Ahora bien, eso no significa que todo va a ser “más de lo mismo”. En absoluto.
Veremos otros flujos y nuevas dinámicas, bajo la presidencia de un partido que aspira a posicionarse con fuerza como eje central, estable y duradero del independentismo. Sin olvidar que ERC, más allá de lo que uno piense de su proyecto, es un partido digno de ese nombre, mientras que el club de seguidores de Carles Puigdemont no lo es.
Y la realidad tampoco será más de lo mismo, por supuesto, porque el 14-F también ha alterado mucho las corrientes y los flujos en la otra mitad del hemiciclo catalán. Pese a su victoria, no veremos a Salvador Illa en el balcón de la plaza de Sant Jaume. Pero sus escaños y sus votos van a tener un peso que nunca pudieron tener los de Ciudadanos, en posición aparentemente similar.
El PSC no se va a plantar frente a ERC como un sagrado muro infranqueable de contención constitucional
No se trata sólo del talante de gobierno y de compromiso con el que Illa afronta la situación, bien distinto de la espantada de Arrimadas, aunque eso también pesa. Se trata de entender las consecuencias que derivarán de que el PSC es el partido del Gobierno de la Nación. O de que el PSC tiene poder municipal.
Y, también, lo que me parece aún más importante, del hecho que el PSC no se va a plantar frente a ERC y la mayoría independentista como un sagrado muro infranqueable de contención constitucional frente al enemigo exterior. No.
Por convicción (creo yo), o por aritmética parlamentaria interesada con la mirada en Madrid (le acusarán otros), veremos puentes de diálogo e incluso votaciones legislativas compartidas en las que Illa intentará mostrar su capacidad de nuevos consensos, y ERC (junto a los comunes de Podemos) podrá satisfacer su agenda más social.
Si Illa y el PSC saben gestionar esta situación de forma inteligente y continuada, con una acción política serena, constructiva y dialogante prolongada en el tiempo, se puede consolidar entre muchos votantes catalanes como la única alternativa real al independentismo. Con posibilidades reales de llevar a Cataluña, con un amplio apoyo, el cambio que ahora no ha podido ser.
Vox no alterará leyes, ni cambiará mayorías de gobierno, pero obligará a todos a retratarse, poniendo a votación su agenda destructiva
Pero, last but not least, no se puede comentar la fluidodinámica política catalana sin valorar los efectos que producirá la entrada en el circuito institucional de un nuevo producto denso y corrosivo, con once escaños.
El grupo parlamentario de Vox no alterará leyes ni cambiará mayorías de gobierno. Pero obligará a todos a retratarse, poniendo a votación su agenda destructiva en materia de valores constitucionales y de desprecio al Estatut, a sus instituciones y a la lengua y cultura catalanas.
Y cuando eso llegue, lo que queda del PP y de Ciudadanos deberá decidir de qué lado quiere estar. Ambos, a su manera, sufrirán ante cada una de esas votaciones impulsadas por Vox una grave tensión interna entre quienes entiendan y respeten la realidad catalana y su marco estatutario y constitucional, y quienes crean que es mejor compartir voto con la ultraderecha a mostrar cualquier complicidad o debilidad con rojos o con separatistas.
Y de lo que hagan dependerá tanto su papel en el futuro inmediato de Cataluña, como su servicio a la convivencia y al progreso de las catalanas y los catalanes.
En Cataluña hay un escenario político nuevo. Y eso, por las mismas leyes físicas, tendrá un impacto directo en la política española. Pero de esa comunicación entre flujos habrá que ocuparse otro día.
*** Ignasi Guardans es doctor en Derecho y analista en políticas públicas.