Y el Verbo se hizo Carne. Y el rapero se hizo poeta, pues tal es el milagro de la trena que inspira a Quevedo, a Cervantes (donde toda soledad tuvo su asiento), a Miguel Hernández con las nanas tuberculosas de la cebolla, y Marcos Ana y demás hasta que hemos llegado a Pablo, Pablito, Pablete Hasél, mártir asonante como ya se ha escrito. En la cárcel piensa el preso en su miseria entre que llega el rancho y el tabaco, y entonces aparece el susodicho Hasél con un poema a medio camino entre la pintada naif y Gloria Fuertes. Dejando aparte que queden mutilados y tuertos mossos y maderos por seguidores ágrafos de Hasél en no sé qué libertad, lo sustancial es que nuestro ripioso, limpio y preso ejemplar según cuentan, haya sido inspirado por las musas de la prisión de Ponent. Cruce entre C/ Victoria Kent y C/ Periodista Trapa. Ubicación inmejorable y cerca de un colegio.
La exégesis es fundamental a la hora de entender los tiempos que vivimos. El día después de que la épica de la democracia sepultara al golpismo, un 24-F, nos salía el poema incendiario del creador. La cuestión es que la musa que decíamos antes le susurraba a Hasél frases como navajillas romas de Albacete, tiernas en esta vocación de nuestro autor de erigirse en algo entre Nelson Mandela y Pilar Rahola.
Dice el poeta, en su Fuego en las calles, que "arden las calles porque antes nos quemaron". Nadie duda que el pájaro sigue las leyes de la retórica y empieza 'in media res', o sea, en el cogollo. Lo vemos quemado así, en el inicio. Que su rap era pura combustión lo sabíamos, pero que de repente se sienta Pau en la "Unidad de quemados" es algo que le mete narrativa y victimismo al asunto. Es lo que quieren. Y lo tienen.
Pero la barbacoa mental del amado rapero va más allá y no hemos pasado de las primeras líneas: "lujosos despachos", "cielo negro", como en una evocación apócrifa del Baudelaire más borracho. Diríamos que la chamusquina cerebral va a más y mezcla la "gasolina" con la Inquisición, que meter al Santo Oficio en el ¿poema? es ya producto de la generación de la LOGSE que le quema las calles y que le mola. De Historia, justito. Pero el inquisidor Torquemada -no el de Galdós- tenía que salir en el texto, brutalmente propagado por las redes, en ese submundo donde compran sus libros que se publican los de siempre. O ni eso.
Luego, sí, hay "contenedores", "trabajadores sociales", porque la poesía es un arma cargada de futuro y Hasél no se olvida de lo que el podemismo, el vago podemismo, llama "su gente". Pero lo fundamental es cuando dice que ha interrumpido la "violenta calma" y Hasél se mete en la Historia así, a tenazón, como Pedro Sánchez cuando habla de "mi persona". "El Estado soy yo", diría uno; pues las calles son suyas, advierte nuestro Fraga de Lérida al que le falta una mili y nociones básicas de Gramática. Perdonémosle al autor que rime "futuro" con "futuro", que la redundancia es voluntaria o símbolo de limitación de eso que llaman la inmersión lingüística.
En general, aquí Hasél podría haberse marcado un Ana Frank y nos sale con esto. Si la mala literatura mereciera cárcel, nuestro lírico montapollos merecería la perpetua. Se le recomienda que, con tanto fuego dialéctico y poético, tenga a mano el orinal. Bajo la litera.
Con esto se gana hoy el Parnaso al que el arribafirmante le pone la tilde do más pecado hubiera...
N. del A.: Lo acentuamos según le venga. Su nombre es Pablo Rivadulla Duró. El cronista desconoce más.