¿Qué es Occidente? Occidente es, en esencia, su gran obra, la democracia liberal. Grosso modo, un sistema electoral con múltiples partidos, separación de poderes, imperio de la ley y respeto a los derechos humanos.
Ben Rhodes, exasesor de Barack Obama, cuenta en su libro The World As It Is lo que atormentaba al expresidente el día que dejó la Casa Blanca. "¿Y si nos equivocamos?” se preguntó Obama.
¿En qué? En dar por sentado que la democracia liberal había llegado para quedarse. En creer que los valores de una sociedad abierta convencerían por sí mismos a sus enemigos. En creer que el capitalismo no sólo traería progreso económico, sino también social y político.
Porque cayó el comunismo originario en China y se desmoronó la Unión Soviética. Pero eso no se tradujo en democracia.
Ya es casi una tradición que, año a año, el índice democrático de The Economist nos dibuje un mundo menos libre. Este año, sólo 23 países son considerados democracias plenas. El que debería estar a la vanguardia en estos temas, Estados Unidos, es una democracia deficiente. Lo mismo ocurre con Francia, otro estandarte.
El agotamiento de la democracia ha minado el mapamundi con puntos populistas diestros y zurdos
La Covid-19 no es la única pandemia que nos azota. El agotamiento de la democracia ha minado el mapamundi con puntos populistas. Diestros y zurdos. El populismo no discrimina, y eso lo hace aún más peligroso.
Bruselas y Washington deben entender esto. Si quieren parar a China y Rusia, los principales promotores de esta desestabilización, deben unirse. No más escuchar cantos de sirena cada vez que China abre la billetera. No más creer que los rusos son europeos y, por tanto, occidentales. Porque los rusos son rusos. Y ya.
El retorno de los Estados Unidos al multilateralismo será vital. Frenar el expansionismo chino y la desestabilización rusa pasa por poner orden en casa. Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bielorrusia son, según el índice de The Economist, los regímenes autoritarios en Occidente.
No es coincidencia que estos cuatro países se comporten, prácticamente, como satélites de Moscú y de Pekín. Desmontar esas dictaduras no será tarea de un solo día. Pero no es imposible con una visión pragmática.
Lo único que no deja dormir a la elite chavista son las sanciones individuales
Los regímenes de La Habana y de Minsk son los más difíciles de echar abajo. Por longevidad el primero, y por tratarse de un interés demasiado sensible para Rusia el segundo.
Sin embargo, hay un camino para los otros dos. Sobre todo en el caso de Venezuela, por lo ya recorrido. En este sentido, debemos tener en cuenta que las únicas que no dejan dormir a la elite chavista son las sanciones individuales.
Por eso, cuanto más coordinada entre Washington y Bruselas esté su estrategia, más efectiva será. La posibilidad de levantar esas sanciones es la única forma de negociar con esa elite la transición a la democracia. El nuevo mundo en el que el chavismo desea tener garantizada su posición.
Con Venezuela neutralizada será más fácil desactivar al castrismo en Cuba y al orteguismo en Nicaragua.
Nos equivocamos. Pero todavía estamos a tiempo de salvar la democracia liberal.
*** Francisco Poleo es analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.