Pues parece que este año la política está dispuesta a sustituir a esas Fallas que, tristemente, no se pueden celebrar. Para ello, se han comenzado a lanzar todo tipo de cohetes y petardos, con quema de figuras y pirotecnia al mas alto nivel. En distintas plazas y ciudades, los aspirantes despliegan sus mejores trucos y efectos, cada vez más sorprendentes.
Hay quien cree que la gente normal no entiende de política porque no está al tanto de las relaciones más o menos teatrales entre quienes se dedican a ella en las instituciones.
Discrepo. La gente sencilla entiende, y mucho, de política cuando esta entiende de los problemas que preocupan a la gente. Claro que todo el mundo quiere saber adónde van sus impuestos, si hay o no políticas reales de creación de empleo, de alternativas ciertas y evaluables para otro modelo energético o de cómo mejorar la sanidad pública o el sistema educativo.
¿Cómo no va a haber interés en que la Administración funcione mejor y en que España sea un país donde el Estado garantice derechos, solidaridad y equilibrio entre todas sus administraciones autónomas y locales?
Cuando les quede tiempo, quizá los gladiadores puedan mostrar su respeto al público y dejar de hacer monerías. No quiero yo estropearles la verbena por el simple impulso de molestarles. Pero creo que estoy en sincronía con alguna gente si les desvelo que buena parte del respetable muestra interés nulo por sus desplantes, bravuconadas y diversas formas en las que expresan su impotencia política.
¿Será muy aventurado decir que más del 90% de las personas que habitamos España no somos ni comunistas ni fascistas? Aclaro: me estoy refiriendo a lo que las cabezas candidatas entienden por esos términos.
Comprendo que, a falta de proyectos que generen ilusión, a la llamada izquierda le venga bien el discurso del 'no pasarán'
Pablo Iglesias tiene que ver con el comunismo lo que el Papa con Casanova y doña Isabel Díaz Ayuso, que es muy de derechas, no es fascista. Es muy de derechas. Fascistas ha habido en la historia, pero no tan ultraliberales.
Yo comprendo que, a falta de proyectos que generen ilusión y ganas de trabajar para mejorar España, que hacen mucha falta, a la llamada izquierda le venga bien el discurso del no pasarán y el antifascismo de salón.
También, que a la derecha que todo lo privatiza en nombre de la libertad le rote decir que quién quiere sector público mas allá de la Justicia, las fuerzas de seguridad y el Ejército. Quizá ignoren que Bolívar nada tiene que ver con el comunismo.
En estas faltas de respeto estamos cuando, en la semana del Día del Padre, se descuelga el patriarca para auxiliar a la desvalida izquierda madrileña, convencido de que su sola presencia altera los pulsos de la población lugareña. Se baja del caballo y en una rápida ojeada evalúa la situación.
Los furiosos contra Isabel, que voten a Ángel Gabilondo (solvente, educado y respetuoso, rara avis en este circo). Los demás, que se coloquen detrás de él para así poder dirigir la izquierda toda contra el fascismo que él diseña para poder dotarse de un discurso con el que satisfacer sus sueños.
En el otro rincón, doña Isabel se apresta para la simpar batalla contra ese enemigo comunista que ni lo es, ni está, ni se le espera de momento. Teje su discurso sobre la libertad y procura no detenerse en pequeñeces tales como los recursos y opciones reales de cada quien para ejercitar las libertades.
Su reflexión sería solvente si en la Comunidad de Madrid todas las personas pudieran elegir entre lo público y lo privado en ámbitos como la educación, la salud o la vivienda desde una suficiencia de recursos que, obviamente, no es real.
¿Sería un gobierno de supuesta izquierda proclive al derecho de autodeterminación?
La economía tiene mucho que ver con la libertad. De ahí a entender que las administraciones del Estado tienen un papel reequilibrador, incluso en su amado capitalismo, sólo hay un paso que requiere un poco de esfuerzo y algo de voluntad.
Tampoco sabemos en qué consistirían los programas de coalición que, según las candidaturas, serían necesarios al no apuntarse ningún partido la mayoría absoluta.
¿Para qué acción de gobierno nos piden el voto? ¿Hasta dónde llegaría el PP en sus cesiones a Vox? ¿Sería un gobierno de supuesta izquierda proclive al derecho de autodeterminación? ¿Cuánto tiempo dedicarían a la bronca soez e inútil sobre todo aquello que no compete a la Comunidad de Madrid?
Quisiera suponer que la concentración del voto del centroderecha y de la izquierda encierran contenidos en relación con la vida de las personas.
Ahora bien, si el núcleo de las estrategias es confrontar libertad con comunismo, o bien la lucha antifascista, con toda sinceridad les digo que el personal está algo harto de sus artificiales gestos, así como de falsas y sonoras consignas.
Dicho lo cual, les hago llegar mi respeto. Exactamente el que ellos y ellas nos tienen a los demás.
*** Ángel Pérez es exdiputado de IU y fue candidato a la alcaldía de Madrid en 2007.