El periodismo es una guerra constante contra las miserias del político, contra Villarejos, Lolas y demás desmanes del poder, pero sobre todo contra el oficio. El periodismo ha pasado de ser el cuarto poder a ser un segundo ombligo, porque casi todo periodista tiene el que le hizo el médico presente al nacer y un titulillo con el que se recrea lascivamente pensando que, por el mero hecho de tenerlo, está salvando el mundo. El periodismo, para gran parte de la profesión, ha terminado por ser como salvar ballenas, algo más enfocado a ligar en Instagram que a mejorar la sociedad.
Los mejores periodistas que conozco no han necesitado nunca un certificado administrativo para batirse el cobre contra las mentiras y el establishment, para ir a cubrir el despegue del Apolo a Cabo Cañaveral o para narrar la noche del 23-F aupado a un coche junto al Congreso. Y ahí coloco a Raúl del Pozo, José María García y tantos otros. ¡Ay, garganta de seda, eso sí es una exclusiva y no el clickbait de ahora!
No es que no queden periodistas de raza, tengo una lista de amigos imberbes que aspiran a comerse el mundo, a “desfacer agravios y enderezar entuertos” cada día en los principales periódicos de España. Lo que digo es que son los menos. Una especie rara en las redacciones que cada vez se parecen más a una oficina de funcionarios donde el periodista va a ofenderse a sueldo fijo en vez de a trabajar.
Y todo porque hay otros tipos sin título que escriben mejor, que logran entrevistar a gente a la que a ellos deberían estar entrevistando para sacarles una noticia o porque piensan sencillamente que el mundo es injusto y que ellos serían el próximo Norman Mailer de no existir Ibai Llanos.
El piriodista es un ofendidito al que le han regalado la vocación en cuatro años
Porque la prueba de todo lo que digo es Ibai (lo lea usted cuando lo lea). A Ibai Llanos, que para el lector que no lo sepa es una estrella fulgurante a los 26 años, lo lapidaría la mitad del periodismo español en la Plaza Mayor de su egocentrismo sólo porque ha sabido moverse mejor, trabajar más y tener más visión que todos estos funcionarios de su propia envidia.
Ibai Llanos, youtuber, creador de contenido, comentarista y tipo simpaticón, es la prueba actual de que Camba hacía bien su trabajo en el periódico cuando afirmó que “la envidia de los españoles no es aspirar al coche de su vecino, sino a que el vecino se quede sin coche”. Algo así ocurre en este oficio con tipos que van miccionando en cada esquina, no porque estén mayores (que los hay muy jóvenes también entre los dados a estas prácticas) sino para marcar terreno en una actualidad que ellos consideran de dominio exclusivo y que de paso les viene grande. Y es que el piriodista, como dice Hughes, es un ofendidito al que le han regalado la vocación en cuatro años, pero que no quiere contar el mundo, ni dar exclusivas, ni escribir mejor que los demás. Únicamente ha estudiado para aspirar a que a Ibai le cierren su cuenta de Twitch y si fuese posible le manden a Chafarinas.
Aún recuerdo en alta defección la última charla que di en una facultad de periodismo. Al preguntar entre los alumnos qué periódicos leían por la mañana hubo un silencio general. Pensando que a lo mejor había un exceso de vergüenza o de pudor insistí y salí de allí trasquilado con la certidumbre de que ninguno leía el periódico. “Leemos las noticias por Twitter” me respondió uno con honestidad. “¿Y entonces para qué queréis ser periodistas?”. “¡Yo es que quiero dar los deportes en La Sexta!” me respondió una estudiantina guapa y sincera.
Envidiar a Ibai alegando que hace pseudoperiodismo es como desesperar porque exista 'El chiringuito'
Ahí reside la prueba de que una parte importante de los periodistas que paren nuestras facultades patrias no quieren ser periodistas. Lo que quieren es ser famosos, que es en definitiva el mal de nuestro siglo. Les daría lo mismo lograrlo en un medio de comunicación o un grupo de rock. En verdad se harían sexadores de pollos si eso les granjease cinco minutos de fama.
Y ahí reside todo el problema occidental, toda la decadencia de nuestra civilización. Los periodistas dejaron de creer en el periodismo como vocación de servicio público. Ya sólo creen en la profesión como un medio para hacerse famosos. Y ojalá esta decadencia terminara en el periodismo, pero vivimos en una sociedad sin ninguna vocación de servir a los demás donde casi todo el mundo aspira a la fama (cuanto más tonta y naif mejor) y sobre todo a que los demás le sirvan a él.
Después está Ibai, un tipo con la cabeza bien amueblada del que calculo que entre sus prioridades nunca estuvo la de ser famoso o codearse con Messi, como esta semana en su presentación en París. Y precisamente por eso han despotricado tanto, porque existe Ibai, y su producto tiene éxito, y a ellos se les escapa la fama (y Messi) y se la lleva un tipo que eligió un camino más propicio.
A fin de cuentas, envidiar a Ibai alegando que hace pseudoperiodismo es como desesperar porque exista El chiringuito. Ninguno de los dos son productos periodísticos. La única diferencia es que Ibai Llanos es un tipo honesto que no tiene ninguna intención de hacerlo pasar por tal y luego está Pedrerol.
*** Guillermo Garabito es periodista.