La esperanza de cambio que abre el diálogo en Venezuela
El regreso una democracia fuerte a Venezuela es difícil, pero la vía de diálogo que se ha abierto invita a mantener viva la esperanza.
El pasado agosto se instaló en México, bajo los neutrales oficios de Noruega, la mesa de negociación entre el régimen y la oposición venezolana, un nuevo intento por conseguir un retorno al curso democrático en Venezuela a través de siete puntos: derechos políticos para todos; garantías y cronograma electoral para elecciones observables; levantamiento de sanciones y restauración de derecho a activos; respeto al Estado Constitucional de Derecho; convivencia política y social, renuncia a la violencia y reparación de las víctimas de la violencia; protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano; y garantías de implementación, seguimiento y verificación de lo acordado”
Hoy, sólo una negociación puede conducir a unas elecciones libres en las cuales los venezolanos escojan con todas las garantías su gobierno y en las que se garantice la obediencia a los principios del Estado de derecho. Parece obvio, pero hasta hace relativamente poco las tentaciones de una intervención extranjera o un levantamiento militar, vías expeditas hacia el cambio, relegaban la opción de la negociación.
La oposición venezolana enfrenta, además de la creciente fractura y la represión brutal por parte del régimen, tres graves problemas. El primero, la perdida de fuelle y legitimidad del proyecto de un gobierno interino liderado por Juan Guaidó. La segunda, el cierre de todas las demás opciones, siendo la negociación el único camino. La tercera, el distanciamiento de unos ciudadanos cada vez más resignados.
La situación es difícil, pero hay motivos para la esperanza
Apaciguados los halcones, los sectores moderados y los movimientos de la sociedad civil han ganado terreno para avanzar en el planteamiento del diálogo y conseguir la convergencia de distintos sectores, incluido el partido Voluntad Popular al que pertenece Guaidó, que es ahora uno más en la mesa.
El régimen conoce bien la situación de la oposición e intenta aprovecharla mientras capea sus propios demonios. Sólo así puede entenderse el anunció de integrar en la mesa de negociación a Álex Saab. El que fuera un discreto empresario colombiano, afín al régimen, ha sido presentado como representante diplomático, justo en medio de su proceso de extradición a Estados Unidos por lavado de activos. De este modo, Maduro pone un tema más sobre la mesa, y Saab puede ser moneda de cambio.
El régimen ha llegado a la mesa de negociación arrastrando dolencias y Saab es una más. Las sanciones de Estados Unidos han hecho mella en sus dirigentes y sus finanzas. China, por su parte, ha establecido impuestos para el tipo de petróleo que le vende Venezuela, lo cual endurece sus tribulaciones económicas. Finalmente, el aislamiento diplomático, más costoso aún en tiempos de pandemia, le ha dejado claro a Maduro que, para los suyos, la negociación es también la única opción.
La situación es difícil, si es que acaso existe alguna negociación sencilla. Pero hay motivos para la esperanza.
El primero, los avances, relevantes en el contexto. De forma previa, se produjo la renovación del Consejo Nacional Electoral, en el que hay dos representantes de la oposición. Se ha establecido una agenda de diálogos con siete puntos. En la primera ronda se consiguieron avances para facilitar el acceso a las vacunas y atención de la pandemia a través de la ayuda multilateral, un paso necesario que facilita la labor de la mesa técnica de vacunas. Y se acordó la defensa de la posición de Venezuela en el conflicto territorial con Guyana por la Guayana Esequiba.
El segundo, la participación de la oposición en las elecciones locales y regionales del próximo 21 de noviembre. Aunque como proceso dista del ideal de los estándares democráticos, puede reavivar la movilización ciudadana y la presión social sobre el régimen, una carta que la oposición tendrá que jugar con precaución e inteligencia.
Para la Unión Europea es una oportunidad para fortalecer su pretendida política exterior de autonomía estratégica
La negociación, que tendrá una nueva ronda a finales de septiembre, podría conseguir pequeños éxitos. Pero el gran acuerdo requerirá de tiempo y apoyos externos para mantener a todos los negociadores en la mesa y evitar que sea utilizada, tal como pretende hacerse con el caso Saab.
La situación venezolana es una piedra en el zapato para toda América latina por su dimensión humanitaria, por la expulsión de migrantes y por su peso en la fractura regional. Un punto de choque del que se sirven todos los extremos, pero para el que nadie aporta soluciones. Es el momento de comprometerse, por lo menos, con el diálogo.
Los intereses en la mesa van más allá y atienden al tablero geopolítico. Para Estados Unidos, es un problema más de los que comprometen a un Gobierno decidido a dar prioridad a su agenda interna, pero que tiene la llave de las sanciones y la responsabilidad de su impacto sobre los ciudadanos venezolanos. Para la Unión Europea, una oportunidad para fortalecer su pretendida política exterior de autonomía estratégica en un escenario en el que tiene influencia y eco. Para China, un área de influencia problemática si no puede saldar sus deudas. Y, para Rusia, un escenario para escenificar influencia global y apuntalar la propaganda de su propio régimen.
No es fácil apostar por un feliz y pronto retorno de la democracia fuerte en Venezuela, pero tampoco hay otras apuestas viables. Así que solo queda transitar por el camino que se ha abierto.
*** Erika Rodríguez Pinzón es doctora en Relaciones Internacionales, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas.