A David Broncano lo odian con un entusiasmo encomiable, con organización y con disciplina, con un afán imperioso e inabarcable que, bien conducido, llevaría a alguna parte. Pero no se da el caso.
A Broncano querrían apartarlo de las radios y las televisiones, cerrarle las cuentas en las redes y en los bancos y arrancar con las uñas sus fotos de las carpetas y los pósteres, de los memes que saltan, sin remedio, de un grupo a otro. Querrían arrastrarlo hasta la plaza, a la vista de cualquiera. Subirlo al cadalso y que cunda el ejemplo.
A David Broncano lo odian con sus motivos, pero innegociablemente sin gracia, que es lo mínimo a exigir. Le han armado muchos Maines en estos años, pero ninguno como el último.
Los ceos de corazones verdes han tratado de cancelar a Broncano por reírse en La resistencia de una broma que no fue, y por hacerlo (esto es, por no hacerlo) a costa de una niña de seis años que sí murió.
"A Broncano le han armado tantas campañas que uno se pregunta si será una, la misma, sólo que dividida por temporadas"
La cosa vino así.
Jorge Ponce hizo chistes más o menos divertidos y con más verdad que menos sobre el sistema educativo muy nueva izquierda de Montessori, que el que lo sufre sabe que a los seis años enseña a leer y a los nueve a balbucir.
Ponce dijo cosas del estilo “cada clase es un poco MasterChef Celebrity” y “no hay exámenes porque es un foco de ansiedad para el niño”, y dio paso a Olmo (Lalo Tenorio), hijo-alumno de Montessori, que hizo lo que hace un ser humano por civilizar. Caminó con dificultad, le arrancó la americana a Ponce, zarandeó a Broncano y se llevó a cuestas a Sergio Bezos, primero, para arrastrarlo al inframundo después. En gloria descanse.
Al final de la escena, un anuncio por megafonía. Colegio El Hayedo de Montealto: educación, creatividad, libertad.
A los ceos les asaltó la duda. ¿No se llamaba así el colegio de la niña de seis años que murió trágicamente en Madrid, hace unos días, atropellada por una madre que confundió la primera marcha con la marcha atrás?
Sí, se dijeron. Con la verosimilitud bastó (Broncano es capaz), porque la verdad la sirven ellos.
Así, pues, otro Maine.
A Broncano le han armado tantas campañas que uno se pregunta si será una, la misma, sólo que dividida por temporadas. También por las razones de un ataque tan desproporcionado.
Hay una tesis posible. No odian a Broncano por ser cargante o aburrido, que parece la única razón para detestar a un cómico. Lo odian por rojo. Por ser de izquierdas. De izquierdas, pero a sueldo de una multinacional. De izquierdas, pero con trajes de algodón fino. De izquierdas, pero no de la izquierda admisible (que es la izquierda conservadora y desfasada, es decir, la izquierda derrotada). De izquierdas, sí: de la izquierda Movistar.
"¿Qué hay peor que un odio no correspondido?"
Y, sin embargo, algo se les pasa por alto. ¿Desde cuándo el humor de Broncano es humor político, marcado seminalmente por ser de izquierdas? ¿Cuándo lo aplica y cuándo no? ¿Cuando bromea sobre la rodilla en la nuca de George Floyd? ¿Cuando invoca al pachacho? ¿Cuando hace saltar la literalidad por los aires?
¿Por qué están tan seguros de que es un activista de la izquierda, y no sólo un cómico exitoso anecdóticamente de izquierdas?
Hay otra tesis aparejada. Los replicantes de la derecha reaccionaria no odian a Broncano. Odian su propia idea de Broncano.
El Broncano que responde por la izquierda globalista y antiobrera, que sintoniza los intereses del mercado (Telefónica) con los intereses de la agenda progresista (la dictadura eco-queer).
El Broncano que ellos desearían que fuera. El Broncano, en fin, que da sentido a su lucha. No hay Real Madrid sin Barcelona o ERC sin España.
A David Broncano lo odian con un entusiasmo encomiable, con organización y con disciplina, con un afán imperioso e inabarcable que, bien conducido, llevaría a alguna parte. Pero Broncano no es Wyoming, que perdió el repertorio cuando José María Aznar salió de la Moncloa. Y es muy probable que nada de esto le importe menos. ¿Qué hay peor que un odio no correspondido?
*** Jorge Raya Pons es periodista.