Quo Vadis, Almeida?
Almeida puede mirarse en el espejo del legendario y despeñado general Coriolano, que de haberse limitado a unas breves apariciones públicas habría mantenido su imagen poderosa y ultimado su ambición política.
El fútbol virtual que se juega en las redes a golpe de improperio está ya en la fase de balonazo guarro contra un alcalde de Madrid solo en mitad del campo, recibiendo por la diestra y la siniestra lo que él llama “una catarata de insultos”.
“¡ALMUDENA GRANDE, ALMEIDA PEQUEÑO!” tuitean desaforados sus haters en las redes, acompañando los mensajes con fotos de las portadas de los libros de la finada autora madrileña Almudena Grandes, que nos dejaba este pasado 27 de noviembre, habiendo dado a conocer meses antes el cáncer que padecía.
Recordemos que cientos de sus lectores se arremolinaban dos días después en el entierro del Cementerio Civil, blandiendo ejemplares de sus libros y lanzando al aire flores rojas, ante las cámaras de los medios presentes en la ceremonia, a la que asistieron Pedro Sánchez, la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz y la ministra María Jesús Montero.
Del tándem pepero formado por Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, muchos apostaban por la técnica perfilbajera del alcalde, instalado en un cómodo segundo plano mientras la presidenta de la Comunidad de Madrid se chamuscaba en el centro del escenario político.
"Todo se ha complicado desde que la regeneración iniciada en 2015 se convirtió en un desdoblamiento hacia un segundo bipartidismo: el de la ultraizquierda y la ultraderecha"
La máscara sonriente de Almeida se antojaba el embozo del taimado arribista que espera paciente en la retaguardia mientras sus conmilitones se van quemando cual polillas en la luz de la llama. No en vano las lides del poder las gana con frecuencia quien mejor oculta sus propósitos.
Cuál no sería nuestro desconcierto cuando el alcalde salía de su zona de confort, como dicen los blogs de autoayuda y, tras asegurar que Almudena Grandes no merecía una distinción municipal ni una calle, se retractaba después al saber que la izquierda con la que estaba negociando (cuatro ediles escindidos de Más Madrid y conocidos como “los excarmenistas”) le exigía para aprobar los presupuestos declarar Hija Predilecta de Madrid a la autora de Las edades de Lulú.
“¿Y qué tienen que ver los cojones con comer trigo?”, dirán aquí algunos con sensatez, pregunta que harían sin duda con igual tino cuando el partido separatista ERC condicionó la aprobación de los presupuestos nacionales a que las plataformas estadounidenses Netflix y HBO doblaran sus contenidos al catalán.
Es cierto que todo se ha complicado hasta el surrealismo dadaísta desde que la regeneración iniciada en 2015 se convirtió en un desdoblamiento del bipartidismo español en un segundo bipartidismo, el de la ultraizquierda y la ultraderecha. Si esto es Toni Dos, decía un amigo mío al entrar en el piano-bar madrileño de la calle Almirante, cómo será Toni Uno.
Esta mañana, Àngels Barceló proclamaba a primera hora en La Ser que “se constata que Almeida es poco leído, poco formado literariamente, nada empático con los madrileños que no piensan como él, o que no piensan como la ultraderecha le dice que tiene que pensar él”.
"Si Coriolano se hubiera limitado a hacer unas breves apariciones públicas, como eran las de Almeida, habría mantenido su imagen poderosa"
Todavía escasa de cafeína, una se planteaba cuál será el método empírico que le permite a Barceló saber de primera mano las lecturas del alcalde y, otrosí, qué relación habrá entre ese input literario y la empatía, por no hablar de la percepción extrasensorial que permitirá a la periodista barcelonesa saber a estas alturas del loco partido quién susurra a los oídos del alcalde, si la ultraizquierda con la que pacta o la ultraderecha que le insulta con el mismo ahínco que los podemitas, llamándole “felón de la derechita cobarde” y demás grandilocuencias marca de la casa.
Podría venir al caso el general Coriolano, reconocido en el Imperio romano por sus victorias militares. Año tras año, su nombre lucía una aureola de patriota heroico sobre quien rulaban en los salones de Roma historias de batallas cruentas y actos memorables, no todas ellas ciertas, pero todas halagüeñas.
Un buen día, Coriolano decidió visibilizarse y empezó a dar discursos sobre esto, sobre aquello y lo de más allá, provocando al principio cierto resquemor en el pueblo romano y, al cabo de un tiempo, un hondo cabreo, que culminó en lo alto de la roca Tarpeya, desde la que le arrojaron. Si Coriolano se hubiera limitado a hacer unas breves apariciones públicas, algo crípticas, como eran las de Almeida, habría mantenido su imagen poderosa y sin demasiado esfuerzo hubiera ultimado su ambición política.
[El partido continúa. Sale Ayuso con el dorsal Puerta del Sol 7. Entra Almeida con el dorsal Montalbán 1]
*** Gabriela Bustelo es escritora y periodista.