A medida que pasan los días y se acumulan los partes de guerra tras la invasión de Ucrania por la Rusia de Vladímir Putin el pasado 24 de febrero, a los observadores y analistas en cuestiones de Defensa les asalta cada día con más fuerza una pregunta. ¿Qué ocurre con la fuerza aérea de Rusia?
Disponemos sólo de una información muy parcial y sesgada de las operaciones militares en curso, algo especialmente aplicable a la cuestión aeronáutica. Por lo tanto, las estimaciones son, a estas alturas, muy preliminares.
A pesar de ello, sí es posible sacar algunas conclusiones a partir de las fotos y los vídeos hechos públicos y de los partes bélicos de ambos bandos.
Se estima que son unos trescientos cincuenta los aviones rusos de combate tácticos estacionados en bases a distancia de combate del frente ucraniano. Eso sin contar con las decenas de bombarderos medios y pesados a disposición de Moscú y que parece que también han sido escasamente utilizados en este conflicto, fundamentalmente para lanzar misiles de crucero de largo alcance durante las primeras horas de la invasión.
En un principio, Moscú creyó que la participación masiva de la aviación táctica en la invasión no iba a ser necesaria. La estimación inicial del alto mando ruso fue la de que el régimen de Zelenski caería en pocas horas o días, y que el pueblo ucraniano aceptaría en su mayoría la vuelta de los rusos, seguramente tras la huida del presidente del país.
"Las estimaciones iniciales rusas fallaron de forma estrepitosa. Ucrania luchó, y lucha, feroz y eficazmente para defender su país"
Esta tesis tiene sentido si se observan las principales operaciones militares llevadas a cabo durante las primeras horas de la invasión.
Entre ellas destaca el asalto helitransportado al aeródromo de Gostomel, propiedad de la famosa empresa de aviación ucraniana Antonov, y que se encuentra a unos diez kilómetros de Kiev, en los mismos suburbios de la capital. Su captura habría permitido a Rusia disponer de una cabeza de puente avanzada, a escasos kilómetros del centro de Kiev, y con una pista operativa para recibir suministros, nuevas tropas y material por vía aérea.
Pero las estimaciones iniciales rusas fallaron de forma estrepitosa. Ucrania luchó, y lucha, feroz y eficazmente para defender su país. Su presidente, lejos de huir, se encuentra al frente de la resistencia, demostrando sus dotes de liderazgo.
Los rusos esperaban también un avance rápido de sus columnas blindadas tras la caída de Kiev en las primeras horas de invasión. Y por ello, seguramente, no consideraron prioritario el uso masivo de la aviación de combate, más allá de misiones concretas de apoyo aéreo que, por otro lado, también efectuaban las unidades de helicópteros de combate con sus Mi-28 y Ka-52.
Pero esta tesis, aunque plausible, no explica por sí sola por qué tras las primeras 48 o 72 horas de combates la aviación rusa sigue aún tan ausente de los teatros de operaciones. Porque no existe una sola explicación para lo que ocurre.
Algunos factores que, seguro, han tenido un peso específico importante en la cuestión resultan ya clásicos para los estudiosos del poder militar ruso. Se heredan, incluso, de la era soviética.
"Los ejercicios de adiestramiento más exigentes del mundo son los Red Flag de Las Vegas, en los que los pilotos son sometidos a un estrés y una exigencia operativa muy similar a la más exigente de las guerras"
En primer lugar, los pilotos rusos no se entrenan (a diferencia de sus colegas occidentales) para llevar a cabo misiones aéreas complejas con la participación de decenas de aviones en una sola misión y en ambientes de alta amenaza enemiga. Muchos lectores neófitos recordarán la película Top Gun, en la que los pilotos de la Marina estadounidense son adiestrados en circunstancias límite.
Los ejercicios de adiestramiento más exigentes del mundo son los Red Flag de Las Vegas, organizados por la Fuerza Aérea estadounidense, y en los que los pilotos son sometidos a un estrés y una exigencia operativa muy similar a la más exigente de las guerras. De esta forma, se pretende que cuando tengan que enfrentarse a dicha guerra se encuentren preparados para actuar desde el primer minuto.
Se ha estudiado y documentado que la probabilidad de supervivencia de un piloto de combate se incrementa drásticamente cuando supera las primeras diez misiones de combate real. Pilotos aliados, incluidos los españoles, acuden regularmente a los ejercicios Red Flag para lograr esta experiencia que resultará vital para su supervivencia y su eficacia en combate.
Por el contrario, los pilotos rusos, que no suelen superar las cien horas efectivas de vuelo al año (la mitad que la media de los pilotos occidentales), suelen llevar a cabo ejercicios mucho más simples, con formaciones de dos o cuatro aviones a lo sumo y contra objetivos de menor complejidad táctica.
Por si fuera poco, y ahondando en la escasez de horas de vuelo, los pilotos rusos tampoco disponen de los avanzados simuladores occidentales que permiten adiestrar escenarios tácticamente complejos y con alta amenaza.
En definitiva, la aviación rusa no está preparada para llevar a cabo grandes operaciones aéreas complejas.
Otro factor determinante es la ausencia de municiones y misiles avanzados para destruir todo tipo de blancos. La industria rusa ha realizado un considerable esfuerzo en el diseño de estos ingenios. Pero, aunque se desconoce la cantidad que puedan tener en los arsenales, lo visto en combate en Siria y ahora en Ucrania parece indicar que Rusia no dispone de muchas unidades y que las quieren mantener como reserva estratégica.
El uso de municiones no guiadas, de caída libre, en un ambiente con la mala climatología que vemos en los cielos ucranianos hace que, para poder ver e identificar los blancos, e incrementar la precisión de los bombardeos, los pilotos se vean obligados a volar bajo, cayendo así dentro de la envolvente de uso de los letales SAM de corto alcance. SAM de corto alcance cuyos arsenales, precisamente, se ha encargado Occidente de reabastecer en las últimas fechas.
"Aunque a partir de la segunda semana se ha visto un incremento de las operaciones aéreas rusas, esta participación sigue estando muy lejos de lo que sería imaginable"
Un cuarto factor muy relevante sería la tradicional desconfianza de los mandos de la aviación rusa en sus colegas de las unidades de misiles antiaéreos, especialmente de los encuadrados en unidades de tierra. Existe un largo historial de descoordinación, falta de adiestramiento conjunto y casos de fuego amigo que justifican este temor y que hace que los mandos militares estén menos dispuestos a volar en esas condiciones.
La actuación en conjunto de las Fuerzas Armadas rusas durante esta guerra está siendo muy deficiente y se han visto cientos de fallos de todo tipo, dando la impresión de que se han desaprendido las duras lecciones de las guerras en Chechenia, Georgia y Siria, afectando seriamente al prestigio de los militares y de la industria militar rusa.
Aunque a partir de la segunda semana del conflicto se ha visto un incremento de las operaciones aéreas rusas efectuadas por la aviación de ala fija, esta participación sigue estando todavía muy lejos de lo que sería imaginable dada la envergadura de la campaña militar en curso.
Es previsible que, en adelante, se intenten imponer medidas correctoras de este desastre y que veamos un mayor uso de la aviación de combate rusa. Pero los elementos antes mencionados no se lo ponen en absoluto fácil al mando ruso, pues no son factores de fácil ni de rápida solución.
*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.
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