Colombia celebró sus elecciones parlamentarias el pasado 13 de marzo. Junto con la elección de los senadores y representantes del Congreso colombiano se realizaron las consultas de tres de las coaliciones que presentarán candidatos a las elecciones presidenciales cuya primera vuelta tendrá lugar el próximo 19 de mayo.
Mas allá de los resultados, que confirman la fortaleza del candidato de la izquierda Gustavo Petro, la verdadera sorpresa ha sido el resultado electoral de la candidata que le disputaba la candidatura a este dentro del Pacto Histórico, su coalición. Se trata de Francia Márquez, una mujer afrodescendiente, estudiante de Derecho y campesina, que no ha ocupado cargos institucionales, pero que ha hecho política desde el activismo social y, especialmente, desde el ambiental.
En 2018, Márquez recibió el prestigioso galardón Goldman Environmental, considerado el Nobel del ecologismo, por su lucha contra la minería ilegal. Algo que supone enfrentarse a poderosas empresas y sanguinarias mafias, pero también al Gobierno colombiano, que ha promovido un modelo extractivista. Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para los líderes sociales y ambientales.
La campaña de Márquez recibió casi 800.000 votos, lo que la convirtió en la tercera más votada de todas las coaliciones, tras Petro y Federico Gutiérrez (candidato de una coalición de la derecha). Márquez superó incluso al candidato ganador de la coalición Centro Esperanza, Sergio Fajardo.
Su campaña ha destacado por su efectividad, con un lema que, a pesar de su sencillez, recoge la más clara demanda de los habitantes de los territorios excluidos del desarrollo social. El derecho a vivir sabroso.
"Las fórmulas para representar a la Colombia históricamente relegada al olvido (la de los negros, los indígenas y los colonos) han estado desterradas de las campañas políticas"
"Vivir sabroso" significa que uno pueda vivir en su territorio, sin miedo al hambre, a la violencia, a la coerción y a la exclusión. Sin ser prisionero de la incertidumbre diaria. Un concepto que conecta con una idea concreta de comunidad y que podría superar la disputa política ideológica si admitimos que el fin de toda política ética es que todas las personas vivan dignamente.
Sin embargo, esta idea y sus implicaciones han estado desterradas de la actual y de anteriores campañas políticas en Colombia. De hecho, dentro de la propia propuesta de Petro, la necesidad de pensar una Colombia construida en y desde los márgenes es débil. El Centro Esperanza y la derecha tampoco son especialmente fuertes en sus fórmulas para representar a la Colombia que ha sido históricamente relegada al olvido: la de los negros, los indígenas y los colonos. La que ha vivido la guerra más intensamente.
Bien es cierto que, con su elección como fórmula vicepresidencial de Petro, Márquez aúna el proyecto de aquella con el suyo. Pero la apuesta parece arriesgada. En primer lugar, porque Petro ha tenido numerosas tensiones con Márquez. De no ser por sus casi 800.000 votos en la consulta, no habría sido seleccionada como candidata a vicepresidenta. Más aún, Petro incumplió su compromiso de incluir a un afrocolombiano por cada cinco candidatos en su lista al Congreso. El candidato tampoco tiene una relación fuerte con la agenda de las mujeres.
En segundo lugar, porque bajo la sombra de Petro, y por la desconfianza con que ha sido recibida su candidatura en sectores tradicionales, Márquez tiene más posibilidades de desgaste político.
La presencia de Francia Márquez en la campaña electoral ha expuesto la inconsistencia de unas elites blancas y masculinas que ven la diversidad del país como una singularidad y como objeto de retórica, pero no como ciudadanos cuyas demandas requieren representación digna, suficiente y eficaz (y no sólo en tiempo de elecciones).
"No deja de ser llamativa la electoralista respuesta de emergencia a la acuciante falta de representación de la diversidad étnica y social colombiana en su sistema político"
Tras conocer el resultado electoral de Márquez, cinco candidatos presidenciales, hombres y blancos, han elegido candidatos a la vicepresidencia negros, todos legítimos representantes de la voluntad de los colombianos.
Sin embargo, no deja de ser llamativa esta respuesta de emergencia, electoralista, a la acuciante falta de propuestas y de representación de la diversidad étnica y social colombiana en su sistema político.
Más aún. Es la primera vez que hay candidatos o candidatas negras a la vicepresidencia del país. Tampoco ha habido nunca candidatos indígenas a ese cargo dentro de las opciones mayoritarias. En la actualidad, sólo una mujer, Ingrid Betancourt, aspira a la presidencia entre diez candidatos.
La elección de los candidatos a vicepresidente afro también ha encendido otro debate a raíz de los numerosos comentarios racistas, más y menos directos, que han recibido estos, incluso en los medios de comunicación más prestigiosos. Su presencia en la campaña ha desenmascarado el racismo social e institucional nacional, un debate pendiente que se hace posible e indispensable en la Colombia del postconflicto.
La política colombiana se ha construido desde el centro por unas elites que se vanagloriaban de una supuesta idea de mestizaje. Ha llegado el momento de que el espectro político se mire ante el espejo de su escasa capacidad de representación en un país cuya Constitución Política fue pionera en el reconocimiento y la protección de la diversidad social.
Treinta y un años después, solamente el 12% de los indígenas y el 22% de los afrodescendientes pertenecen a la clase media. Todos los demás siguen siendo pobres o vulnerables.
*** Érika Rodríguez Pinzón es doctora en Relaciones Internacionales, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas.
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