¿Será la guerra de Ucrania la última con carros de combate?
La vulnerabilidad de los tanques rusos en Ucrania suscita el debate: ¿prescindirán las guerras del futuro de los carros y los blindados en beneficio de los misiles y los drones?
Se cumplen dos meses de la invasión rusa de Ucrania y, ante los espectaculares resultados obtenidos por los militares ucranianos contra las a priori muy superiores tropas de Moscú, ha comenzado el debate entre los analistas acerca de las lecciones que este conflicto de gran intensidad nos aporta de cara a las guerras del futuro. El debate, como no podía ser de otra manera, nace ya encendido y con polémica.
Es mucho lo que está en juego. Ya no sólo en cuestiones de poder militar, sino también en materia de industria y política de defensa, que consume ingentes cantidades de recursos presupuestarios y son un pilar muy importante de generación de empleo en un Estado, tanto en cantidad como en calidad.
Una de las ideas más repetidas en las últimas semanas ha sido la de la defunción del carro de combate, del helicóptero de ataque y en general de las grandes plataformas tradicionales, tras los numerosos ejemplares de las mismas destruidas en Ucrania. La ecuación, en principio, la plantean sencilla: ¿por qué invertir en cientos de carros de combate que cuestan un mínimo de 10 millones de dólares si están siendo fácilmente destruidos por misiles como el estadounidense Javelin, de 175.000 dólares, o los 6.000 dólares del más modesto Carl Gustav sueco?
En el lado de los helicópteros, la idea es similar. Los 18 millones de dólares que cuesta un Mi-28 ruso o los 35 millones de un AH-64 Apache estadounidense representan cifras astronómicas comparadas con los 120.000 dólares de un misil antiaéreo Stinger.
Viendo la facilidad con la que son destruidos carros y helicópteros, algunos aducen que resulta mucho más económico y efectivo invertir en misiles que en plataformas más grandes y caras. La cosa se complica cuando a la ecuación le añadimos la presencia de drones armados y de los popularmente conocidos como "drones suicidas" y más técnicamente definidos como "municiones merodeadoras". Aun siendo más caros que los misiles, siguen manteniendo una enorme ventaja coste-beneficio respecto a los grandes sistemas de armas.
Ya en la Guerra Civil libia los drones turcos TB2 causaron tal grado de pérdidas al Ejército Nacional Libio (LNA) apoyado por Rusia que frenaron en seco el hasta entonces imparable avance de sus fuerzas. Hasta el Secretario de Defensa británico Ben Wallace llegó a afirmar que, aunque tan solo fuesen ciertas la mitad de las bajas infligidas al LNA por los TB2, los resultados deberían ser tenidos muy en cuenta en los procesos de modernización de las Fuerzas Armadas británicas.
"las nuevas tecnologías están cuestionando la supervivencia misma de las grandes, pesadas y caras plataformas militares tradicionales"
También han sido significativas las pérdidas de carros y blindados durante la reciente guerra entre Armenia y Azerbaiyán de 2020, donde se pudieron observar con claridad no sólo las ventajas de contar con drones armados, sino también de los drones suicidas, que conjuntamente supusieron un pilar crucial en la derrota armenia.
Si a ello le añadimos el ridículo protagonizado por Rusia con la pérdida de su buque insignia de la flota del Mar Negro, el crucero lanzamisiles Moscú, hundido casi con toda probabilidad por el impacto de un par de misiles antibuque ucranianos, y que en la operación parece que también participó algún dron TB2 en labores de localización y puntería, queda patente que las nuevas tecnologías de drones y misiles están poniendo en entredicho la supervivencia misma de las grandes, pesadas y caras plataformas militares tradicionales.
Pero cabe preguntarse si el mérito de estas bajas tan importantes debe ser atribuido exclusivamente a estos misiles y drones o entran más variables en juego, y cómo son de relevantes entonces en relación con los demás elementos. La realidad es mucho más compleja y, aunque nos hallamos inmersos en una revolución tecnológica que convierte a los pequeños y baratos sistemas de nueva generación en auténticos matagigantes, estamos aún lejos de poder asegurar con rotundidad que ha pasado la era de los blindados y que desaparecerán de los escenarios bélicos del futuro.
En primer lugar, recordemos que no es la primera vez que se plantea esta teoría de la vulnerabilidad de los grandes sistemas de armas. Especialmente en el caso de los carros, que llevan, desde su introducción en los combates de la I Guerra Mundial, en una lucha continua entre coraza y proyectil.
A medida que se ha mejorado la capacidad de penetración de los proyectiles lanzados contra los carros, estos han visto mejorada su protección con más gruesos blindajes. La última incorporación ha sido la de los conocidos como sistemas de defensa activa que, básicamente, al detectar un ataque al tanque, lanzan un pequeño proyectil que destruye la amenaza en forma de misil o cohete.
Rusia dispone de estos sistemas y los ha desplegado en sus carros en Ucrania. Pero no están demostrando una gran eficacia en combate. Parece ser que los sistemas activos de defensa no funcionan bien contra los misiles Javelin y NLAW entregados por miles a los ucranianos, y que tienen por característica principal atacar a los carros por su parte superior, la menos blindada y protegida. Los sistemas contracarro más tradicionales atacaban a este en el frontal, la zona más protegida, la trasera, donde se suele situar el motor, una protección natural, e incluso en los trenes de rodaje para inmovilizarlo primero y rematarlo después.
Por ello se puede deducir que nos encontramos en un momento de la ya larga historia de lucha entre blindaje y proyectil en el que estos últimos, o al menos los modernos ingenios que atacan a los carros desde arriba, como los Javelin, los drones suicidas y los de ataque, disponen de una clara ventaja táctica sobre los carros.
Como ya antes ha sucedido en la historia los militares trabajarán ahora para encontrar la solución o contramedida que anule o reduzca de forma significativa esta nueva amenaza. Esta solución no pasaría solamente por una tecnología adecuada que pueda defender mejor al carro, helicóptero o buque amenazado, sino también por una mejora en las tácticas utilizadas que logren mitigar los daños provocados.
"Nunca se había alcanzado un grado tal de intercambio de información de inteligencia con un Estado en guerra"
Por otra parte, hemos visto un desempeño táctico muy pobre de los militares rusos en la guerra, donde han cometido prácticamente casi cualquier error que se podía cometer. Esto nos indica su pésimo nivel de adiestramiento. Los rusos están demostrando una incapacidad manifiesta de llevar a cabo operaciones combinadas de una mínima envergadura, en la que se coordinen actuando simultáneamente carros, blindados, infantería, artillería, defensa aérea y aviación de combate.
También han demostrado inmensas carencias logísticas que han provocado la pérdida de centenares de vehículos por mal mantenimiento o por no poder recuperarlos y llevarlos a retaguardia a reparar.
Asimismo, los carros rusos son tristemente famosos por carecer de mamparos de protección en los compartimentos de almacenamiento de munición, que hace que veamos vídeos en redes sociales en los que las torretas de los carros salen despedidas volando, incluso a decenas de metros, tras detonar la munición que carga el vehículo. Algo que resulta mucho más difícil que ocurra en los carros de diseño occidental.
Por último, hay que recordar otro aspecto crucial y que ha mejorado el desempeño ucraniano. Según reconocían altos mandos del Pentágono, nunca antes se había alcanzado un grado tal de intercambio de información de inteligencia con un Estado en guerra.
Tanto los Estados Unidos como la OTAN le entregan una ingente cantidad de información de calidad a Kiev para que pueda atacar con mayor éxito a las tropas invasoras rusas. La importancia de este punto es tal que se podría entender que Occidente pone los ojos, oídos e incluso el cerebro para que Ucrania ponga los brazos con los que disparar las armas. Esas que, en muchos casos, el propio Occidente ha entregado a Kiev para su defensa.
En consecuencia, lo que en principio parecía una sencilla ecuación matemática se ha complicado. Y, aunque nadie duda de que en las guerras del futuro tendrán cada vez más protagonismo las nuevas tecnologías, en los resultados de la guerra de Ucrania tienen un alto porcentaje de influencia aspectos que nada tienen que ver con la capacidad de misiles modernos o drones de todo tipo. Por tanto, no se deben sacar conclusiones precipitadas. Menos cuando somos conscientes del alto grado de intoxicación informativa existente en ambos bandos.
Con el tiempo será necesario llevar a cabo un análisis más pausado y completo que nos ofrezca conclusiones relevantes para el futuro. Lo que sí podemos ya afirmar es que los grandes sistemas de armas tradicionales se tendrán que adaptar a las nuevas amenazas existentes, con el desarrollo de nuevas contramedidas y nuevas tácticas que mitiguen sus vulnerabilidades actuales.
Siguiendo con el ejemplo de los carros, con toda probabilidad seguirá siendo necesario disponer de medios motrices que permitan la conquista física de un territorio. Y el uso de medios no acorazados no parece una solución válida, al ser estos mucho más vulnerables que los carros.
Así que la solución bien puede venir por dar una nueva vuelta de tuerca a la protección de los mismos, y de los grandes medios tradicionales en general. Además, si todas las fuerzas armadas terminasen descartando el uso de carros de combate, helicópteros de ataque o buques de guerra, ¿contra quién se usarían los repletos arsenales de misiles?
No parece que los sistemas de armas tradicionales hayan dicho aún su última palabra. En su evolución a partir de ahora estará la clave.
*** Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.