El museo castrista de Galicia o la Memoria Histórica selectiva
La inauguración en Láncara de la casa museo dedicada a los Castro constituye un indignante homenaje a una saga de criminales y contradice el espíritu de la nueva Ley de Memoria Democrática.
La Ley de Memoria Democrática, todavía en trámite parlamentario, prevé elementos simbólicos, a mi juicio relevantes, en el contexto de una joven democracia urgida de saber de dónde viene y hacia dónde va. Esto, sin perjuicio de constatar su compleja ejecución en aspectos vinculados con las libertades de expresión y asociación.
Ni siquiera en consensos globales ya asentados —como la consideración delictiva de la apología al nazismo, y el antisemitismo— ha sido fácil lidiar con el asunto, jurídicamente hablando. Una democracia fuerte quizás atine a enfrentarlo ecuánimemente, pero la politización de la Justicia española y el sectarismo gubernamental no auguran un proceso satisfactorio en España.
Penalizar la apología del franquismo resulta, en mi opinión, un imprescindible ajuste de cuentas con un pasado ignominioso que no debería olvidarse nunca. Sin embargo, esta pretensión naufraga cuando se trabaja para enterrar la memoria más reciente, con idéntico gozo: los crímenes de la banda terrorista ETA, maniobras del fiscal incluidas.
[Opinión: Hay que equiparar el comunismo al nazismo]
A nadie parece importarle que, cada 1 de Mayo, en las calles de Madrid, la imagen de Stalin y la bandera roja de la hoz y el martillo, símbolo de los 100 millones de muertos provocados por el comunismo, encabecen algunos desfiles.
En 2019, el Parlamento Europeo marcó la pauta más decente posible, que el Congreso español se ha negado a imitar, con la venia de PSOE, Unidas Podemos y nacionalistas: la equiparación de los crímenes del nazismo y el comunismo. “Los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad”, acordó entonces la Eurocámara.
"Es el museo de la vergüenza, en la casa de una familia que ha provocado la ruina de millones de personas"
La más reciente contradicción se ha exteriorizado recientemente en la localidad lucense de Láncara, donde PSOE, PP y BNG se confabularon para inaugurar la casa museo de Ángel Castro, como “centro de interpretación de la emigración gallega”. Visto el caso, los promotores no hallaron un emigrante gallego menos polémico que el padre de Fidel y Raúl Castro, dos tiranos cuya catastrófica obra es memoria histórica, pero también rabiosa actualidad.
Diferentes grupos del exilio cubano en España han reaccionado con indignación a la apertura de la institución: “Es el museo de la vergüenza, en la casa de una familia que ha provocado la ruina de millones de personas”, denunció el Movimiento de Acciones por la Democracia. La Unión Liberal Cubana dijo no entender “cómo es posible que la residencia de Ángel Castro, que dio a este mundo personajes como Fidel o Raúl Castro, sea el referente de la emigración gallega en el exterior”. O “el museo está absolutamente fuera de lugar. La emigración gallega, personas trabajadoras y responsables, nada tiene que ver con la familia Castro”, respondió la Federación Española de Asociaciones Cubanas.
Los familiares de los dictadores fueron invitados al acto, entre ellos Mariela Castro Espín, hija de Raúl, y Emma Castro Ruz, hermana del dúo que ha mantenido a Cuba en un puño durante más de 60 años. Castro Espín leyó una carta de agradecimiento de su padre, quien además es “hijo adoptivo” de Láncara. ¡Un ayuntamiento democrático!
Al castrismo siempre le han fascinado los homenajes de los tontos útiles, a quienes al mismo tiempo desprecian. El exjefe de Estado también había sido invitado al suceso, quizás como premio por encarcelar al menos a 59 menores de edad durante las históricas protestas del 11 de julio de 2021; por provocar que cerca de 150.000 cubanos llegasen a la frontera sur de Estados Unidos, en doce meses, después de atravesar las selvas centroamericanas. Un éxodo silencioso ya superior al del Mariel (1980), cuando huyeron de la isla 125.000 personas.
"Después de cuestionar insistentemente al PSOE por sus complicidades con el régimen de La Habana, al principal partido de la oposición debe exigírsele coherencia y rigor democrático"
Hacia España también han escapado cientos de artistas, activistas y ciudadanos sin perfil político, algunos con visados concedidos por el mismo gobierno que aúpa a sus victimarios en Láncara. O con pasaportes españoles derivados de ascendientes gallegos, canarios, asturianos…
Toda Cuba se prepara para la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática, aunque no en lo concerniente a la apología del franquismo. A fin de cuentas, la familia Castro decretó tres días de luto oficial al morir Franco, y el propio Fidel elogió al caudillo, en los años noventa, para descalificar a José María Aznar. La expectativa radica en el apartado que reconocerá (acertadamente) la nacionalidad a descendientes de españoles. Los expertos cifran los aspirantes, potencialmente, en unos cinco millones.
Pedro Sánchez, cuya reacción a la represión de las protestas en Cuba se ha limitado a un par de comunicados en más de un año, funciona en su área de influencia como Emmanuel Macron con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán: sin escrúpulos. Dinero y hoteles mandan. De ahí que no resulten creíbles determinadas pretensiones memoriosas.
[El galleguismo y el dominó unieron a Fidel y Fraga]
Isabel Rodríguez, la subdelegada del Gobierno en Lugo, aseguró en Láncara que Ángel Castro fundó en Cuba “una familia que ha llegado a formar parte de los libros de Historia”. Su sonrojante argumento serviría para dedicar museos laudatorios a los progenitores de Franco, Mussolini, Stalin y Pol Pot, quienes, sin dudas, también aparecen en los manuales de Historia. Como criminales.
Vistas las intenciones de voto, de cara al otoño de 2023, la gran pregunta del exilio cubano en España gira en torno a la posible “política hacia Cuba” de Alberto Núñez Feijóo. En 2016, el entonces presidente de la Xunta se reunió en La Habana con Raúl Castro y le invitó a hacer negocios con Galicia, entre risas y aplausos.
La presencia del Partido Popular en el aquelarre de Láncara enciende una señal de alarma que Feijóo debería explicar. Después de cuestionar insistentemente al PSOE por sus complicidades con el régimen de La Habana, al principal partido de la oposición debe exigírsele coherencia y rigor democrático. Miles de gallegos perdieron sus propiedades en Cuba tras la llegada al poder del castrismo, y sus descendientes sufren hoy en la isla la más larga dictadura del hemisferio occidental. La galleguidad ejemplar no puede medirse en términos sanguíneos, sino de valores.
*** Michel D. Suárez es periodista y editor.