Lula gana las elecciones, el reto es gobernar
Lula tendrá que emplearse para superar los enormes desafíos internacionales y la fortísima oposición que se ha hecho su sitio en las instituciones del país.
Lula Da Silva vuelve a la Presidencia de Brasil, y aunque las encuestas presagiaban la victoria del candidato del Partido de los Trabajadores en esta segunda vuelta, nuevamente, Jair Bolsonaro superó las expectativas de voto.
La campaña electoral por la segunda vuelta se cerró con las terribles imágenes de Carla Zambelli, segunda diputada más votada en el Estado de San Pablo persiguiendo y apuntando con un arma a simpatizantes de Lula.
La imagen era el antecedente directo de lo que muchos analistas llevaban meses advirtiendo, la estrategia de Bolsonaro para conseguir mantenerse en el poder pasaba por el uso de medidas extraordinarias para favorecer su resultado.
Si bien, el golpe de Estado, en su vertiente clásica, promovido por las Fuerzas Armadas era poco probable, cada vez se hacía más claro que la estrategia pasaba por técnicas más difusas pero efectivas de lo que se conoce como "supresión del votante". Esto es imposibilitar por diferentes medios que los votos contrarios lleguen a las urnas.
Esto llevó a que la jornada electoral se convirtiera en una angustiosa espera en la que se sucedían las imágenes de la cancelación del transporte público o de la Policía Federal de Caminos desplegada en las carreteras impidiendo y retrasando el flujo de electores en las zonas del nordeste que votan masivamente a Lula, más de 500 intervenciones que levantan todas las sospechas sobre su intención.
También habitantes de territorios indígenas denunciaron dificultades para votar por la falta de transporte público. Un abuso sin precedentes de la maquinaria estatal y un claro desafío al Tribunal Supremo que había autorizado la gratuidad del transporte para la jornada electoral.
La documentada campaña de supresión del votante responde a una situación de intensión de voto muy ajustada en la que cada voto cuenta. El estrecho resultado lo confirma.
Bolsonaro es fuerte, ha perdido con más votos de los que recibió en 2018, lo cual indica un nulo desgaste a pesar de su gestión desastrosa de la pandemia y sus ataques a la democracia. Una capacidad de mantener su apoyo de base bastante sorprendente si se tiene en cuenta que la radicalidad de su proyecto político llevó a que parte de sus apoyos iniciales entre las elites políticas del país se decantaran en esta ocasión por Lula.
Además Bolsonaro, fortaleció su presencia en el legislativo en las elecciones del pasado septiembre y consolida a algunos pesos fuertes en la gobernación de estados muy relevantes como Sao Paulo. Esto da fuelle además a las elites bolsonaristas que encontrarán cobijo en los gobiernos regionales.
Lula, el experimentado gobernante que asume por tercera vez la presidencia tiene un reto sin precedentes antes sí. Lidiar con un Brasil mas que roto, en el que el odio al otro ya no se oculta, en el que las armas han tomado las calles, la destrucción del Amazonas alcanza máximos históricos y los problemas estructurales se han agudizado.
El nivel de ruptura y polarización de Brasil solo tiene comparación con el que se ha producido en Estados Unidos. La movilización de los sectores más extremos dispuestos a empuñar las armas para defender el proyecto de ultraderecha es una posibilidad plausible.
"El resultado electoral es bueno para la estabilidad del continente, pero hay que considerar los desafíos"
La facilidad para acceder a armas, promovida por Bolsonaro agudiza la peligrosidad de esta situación. En una sociedad agotada por la violencia del crimen organizado, el registro de personas que pueden contar con arma aumentó un 474% según algunas ONG, el país se ha convertido literalmente en un polvorín. De hecho, esto puede ser un factor de inestabilidad transnacional en una región marcada por la violencia.
Lula tendrá muy difícil su labor para cumplir las expectativas de su pueblo, a las que se suman las de una comunidad internacional necesitada de interlocutores a la altura de la coyuntura histórica que atravesamos.
América Latina esperaba el triunfo de Lula no solo para consolidar el sonado "giro a la izquierda", sino para que promueva la articulación regional de unos gobiernos atados por la dureza de la situación interna de los países. Incluso las derechas tradicionales recelaban de acercarse a Bolsonaro. El resultado electoral es bueno para la estabilidad del continente, pero hay que considerar los desafíos que limitan el campo de acción de la política regional e internacional.
Amazonas
Para los Estados Unidos y la Unión Europea el triunfo de Lula también era necesario, la creciente deforestación del Amazonas, se unía a la cercanía de Bolsonaro a Putin como dos de los principales riesgos hemisféricos.
Posiblemente la cooperación en estos temas mejore con la llegada de Lula, un interlocutor más fiable y cercano que traerá el final del aislamiento internacional del país. Aunque se garantiza la mejoría de la relación y la realización de eventos como la Cumbre UE-CELAC, también se espera una mayor cercanía a China, un reforzamiento de la búsqueda de autonomía del sur global y una actividad más intensa en el seno del complejo grupo de los BRICS.
Los presidentes europeos, el Alto Representante de la Unión Europea y Joe Biden se han apresurado a dar su felicitación al vencedor, incluso antes de que Bolsonaro reconociera su derrota. El amable gesto tenía como fin indicarle que la comunidad internacional no apoyaría ningún intento de desconocimiento del resultado.
Si bien las elecciones han terminado, la tensión y la definición de la situación del gigante suramericano aun es incierta. Lula tendrá que emplearse en su mejor versión para superar los enormes desafíos nacionales e internacionales y la fortísima oposición que se ha hecho su sitio en las instituciones del país.
*** Érika Rodríguez Pinzón es profesora de la Universidad Complutense, investigadora del ICEI y Special Advisor del Alto Representante de la Unión Europea.