José Andrés el Grande, la alcaldesa de Marbella y el adiós a Pablo Milanés
José Andrés, Ángeles Muñoz, Pablo Milanés y Eugenia Martínez de Irujo; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
José Andrés
Días atrás se han concedido las estrellas del universo Michelín, que convierten en dioses a los chefs más célebres del mundo y brillan tanto como los Oscars de Hollywood. Los hombres más estrellados de España agotan sus reservas. De aquí a un año o dos no habrá forma de encontrar mesa en sus restaurantes.
Estos días hablamos tanto de la cocina como del mundial de Qatar. Los novísimos templos de tres estrellas (Atrio, en Cáceres, y la cocina de los hermanos Torres, en Barcelona), entran en las conversaciones, y no precisamente las del metro de Madrid.
Pero el cocinero más importante de España (y si me apuran, del mundo) se llama José Ramón Andrés Puerta y es Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Tiene dos estrellas Michelin (Minibar, Washington) y vive en un país estrellado (EEUU). Allí está considerado un fenómeno: posee buenos restaurantes y una ONG llamada World Central Kitchen que recorre el mundo dando de comer al hambriento.
Cuando Obama era presidente, José Andrés entraba en la Casa Blanca como Pedro por su casa y con delantal de cocinero hacía tortilla de patatas y calamares fritos para toda la familia. Obama admiraba a José Andrés. En cambio, Donald Trump no lo soportaba. Ambos se cruzaron demandas mutuamente. Trump pedía al asturiano nueve millones de euros. José Andrés, sin embargo, no le pedía nada. En todo caso, que respetara a los emigrantes, cosa que el mastuerzo de Trump no hizo nunca.
El chef José Andrés recorrió Europa para ayudar al éxodo de la guerra siria, una larga marcha de expatriados que traspasó fronteras y sembró el mar de cadáveres. Ahora, con la invasión de Ucrania por parte de Putin, el sátrapa, a punto ha estado el asturiano de subir a los altares. Hace unos días, el presidente Zelensky lo llevó al Paseo del Valor, en Kiev, y le puso una placa como homenaje a su entrega. José Andrés, agradecido, correspondió a Zelensky con un largo abrazo.
No era la primera vez que el chef se desplazaba al país en guerra para prestar su ayuda, pero el otro día llovieron sobre Kiev miles de estrellas michelin que hicieron de paraguas de las bombas. Hasta los santos de arriba echaron una mano.
Ángeles Muñoz
Le dicen Titi, pero decir Titi no es decir nada. Ella figura en los papeles oficiales como Ángeles Muñoz, alcaldesa de Marbella y senadora por la circunscripción de Málaga.
La política llama a la política. Cuentan que fue Javier Arenas, antaño alto cargo del PP en Madrid, hoy devuelto a Andalucía, quien convenció a Muñoz para entrar en política. No solo la convenció, sino que la condujo hasta las listas y allí se quedó todo el rato, excepto un paréntesis de dos años en el que estuvo excedente.
María Ángeles ha sido fiel al cargo. Llegó después de Julián Muñoz, quien a su vez sucedía a Marisol Yagüe, y a Jesús Gil. Cuando el PP le hizo sitio a la nueva candidata, ella ya tenía el gusanillo metido en el cuerpo, así que no lo pensó dos veces, se tiró en plancha a la piscina del poder y empezó a ganar elecciones.
[Respaldo del PP nacional a la alcaldesa de Marbella]
Hasta hoy María Ángeles Muñoz, fiel a su semblante amable y esa naturaleza dulce y obsequiosa que suele acompañar a las rubias de ojos claros, ha llegado ahora a los titulares de los periódicos, pero no está sola ante el peligro. A la senadora Muñoz la flanquea un marido escandinavo que llegó a Marbella con la intención de hacer unas obritas y al final las obritas han estado a punto de devorarlo (el éxito, hermanos, el éxito). La flanquea también un hijastro con Ferrari incorporado. Es la envidia del pueblo. Tanto el hijastro como el marido han sido procesados por supuesto blanqueo de dinero del narcotráfico. Y cinco minutos después, ella ha actualizado su declaración de bienes en el Senado, con un espectacular crecimiento patrimonial. Hoy tiene unos cuantos millones de euros más que ayer (declara un total de 12 millones).
Hay gente que cree en los milagros. Preguntado el presidente de Andalucía sobre la naturaleza del milagroso enriquecimiento de la alcaldesa de Marbella, Moreno Bonilla se ha quedado de pasta de boniato, sin saber qué contestar. Algo parecido le ha ocurrido al número dos de Feijóo, que ante la misma pregunta se encogió de hombros y dijo: “ella dice que todo está en orden”. Ahora falta creérselo.
Pablo Milanés
Agonizando el presente mes, que diría Patxi Andión, ha muerto Pablo Milanés en Madrid, donde estableció su residencia los últimos cinco años. La noticia conmueve a quienes fuimos sus contemporáneos y aprendimos con él las cosas del amor, la vida que vivimos y la utopía que soñamos.
Eran otros tiempos y hasta los sueños llevaban letra de canción. Una de estas canciones, compuesta por Carlos Puebla, se llamaba Hasta siempre, comandante y fue una de las más conocidas. “Aprendimos a quererte, desde la histórica altura / donde el sol de la bravura / le puso cerco a la muerte”. Letras así hacían vibrar al público congregado en la calle y el estribillo se convertía en un grito unánime: “Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia, de tu querida presencia, comandante Che Guevara”.
Las canciones de la revolución tuvieron una presencia continuada en festejos y romerías. Hasta que un día empezaron a difuminarse los comandantes, y llegó Milanés con su guitarra para presentarnos a “Yolanda”. Se trataba de Yolanda Benet, su segunda esposa y madre de sus hijas. Con esta canción cambió todo. Los cantautores aparcaron la revolución para dedicarse al amor en todas sus versiones.
Yolanda era la expresión máxima de romanticismo, en competencia con El breve espacio en que no estás, una balada inspirada en el amor físico. Puro fuego. Pablo, militante del amor, hacía de sus conciertos una pirotecnia de sentimientos que derretía al público, aunque el primer derretido siempre era él, Pablo Milanés. Los que asistieron a su último concierto, en Madrid, todavía están con la lágrima puesta. Pablo, enfermo de cáncer y tristeza, no se reconocía a sí mismo. El dolor se había apoderado del cambio.
De joven le llamaban el hombre del pelo frito en honor de esa pelambrera abundante que lo emparentaba con los Jackson Brothers. Al final su cabeza se convirtió en una bola de billar. El público, desde el silencio, comprobó cómo su voz se rompía al estallar contra el aire, pero ni por un minuto dejaba de ser la voz cantante de su pueblo. Igual en Cuba que en el exilio. La “Nova trova cubana”, de la que Pablo formó parte junto con Silvio Rodríguez, no desaparecerá nunca. Lo más que puede ocurrirle es que se haga eterna en el proceso de envejecimiento.
Siempre nos quedará “Yolanda”, la canción del pueblo de Madrid en la fría mañana del adiós.
Eugenia Martínez de Irujo
O duquesa de Montero, que tanto monta, monta tanto. Se da un aire a su madre, la duquesa de Alba, quizás porque las dos, con sus respectivas diferencias de edad, han demostrado necesitar muy poco para ser felices. A Eugenia esto se le nota bastante desde que se casó con Narcís Rebollo, preboste de Universal Music sección España y Portugal.
Hace años, cuando la duquesita ya estaba casada, pero con otros, arrastraba siempre una sonrisa medio tristona poco compatible con la felicidad. Por eso su matrimonio con Fran Rivera duró lo que duró.
Hace cinco años, ennoviada ya con Narcís tras un flechazo fulminante, ambos tomaron la firme decisión cruzar el charco y casarse lejos de las miradas curiosas. Eligieron la ciudad de Nevada, quizás porque ellos ven mucho cine americano y querían aprovechar la ocasión de montar el número. No iban vestidos de novios, sino disfrazados de los personajes que aman. En su caso eran Marilyn Monroe y Elvis Presley. Tras cinco años de luna de miel intermitente (de vez en cuando Narcís trabajaba en lo suyo y Eugenia le le daba al pincel, que también viene a ser lo suyo), la pareja, en un acto de firmeza sin precedentes en los matrimonios jóvenes, decidieron regresar al lugar del crimen (metáfora) y renovar los votos. Lo acaban de hacer, de nuevo en Las Vegas, con Rosario Flores ejerciendo de madrina. Esta vez se disfrazaron de Olivia Newton-Jhon y John Travolta en Grease.
La pareja ya está de regreso en España. Espero que no tarden en repetir su próximo matrimonio. Ellos sí pueden.