Steven Pinker, psicólogo experimental.

Steven Pinker, psicólogo experimental. Harvard

LA TRIBUNA

Steven Pinker, explorador de fronteras

Pinker es un extraordinario Premio Fronteras porque no elude la polémica ni el debate en torno a los temas sociales más sensibles o el compromiso político.

10 marzo, 2023 02:33

Este año 2023, la Fundación Fronteras del Conocimiento del BBVA ha otorgado el premio en Humanidades y Ciencias Sociales a Steven Pinker y a Peter Singer “por haber realizado innovadoras contribuciones académicas en el ámbito de la racionalidad y en el dominio de lo moral, respectivamente, que han logrado un amplio impacto en la esfera pública”.

Ambos son intelectuales extraordinarios. De Steven Pinker (Montreal, 1954), psicólogo cognitivo de Harvard, el jurado, cuya presidenta es Carmen Iglesias, catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y ferviente pinkeriana, resaltó que “ha compaginado logros muy destacados en psicología cognitiva evolucionista con análisis sumamente perspicaces de las condiciones del progreso humano. Su visión de este progreso ofrece una perspectiva optimista anclada en la razón, la ciencia y el humanismo”.

No es la primera vez que se me encarga un artículo sobre un premio Fronteras del Conocimiento. Lo hice con gran placer con Lofti A. Zadeh o Marvin Minsky. Pero este año es especial. Este año se otorga este importantísimo galardón a una persona cuya erudición no le ha impedido ser un autor popular, que ha sido una gran inspiración y a quien he tenido el honor de conocer personalmente.

Steven Pinker es, desde hace décadas, uno de los intelectuales más destacados del mundo. Su labor no se limita al estricto campo científico sino que aborda con resolución las cuestiones sociales más candentes.

En un mundo con pulsiones recurrentes hacia lo irracional, su libro del 2002 La tabla rasa fue una verdadera revolución del pensamiento ilustrado y de la razón crítica. Si hay algo que se opone a unas corrientes políticas peligrosamente dadas al adoctrinamiento, y en ocasiones a la ingeniería social, es el evolucionismo, la idea de que no venimos al mundo como "pizarras en blanco", sino con el catálogo de predisposiciones que llamamos naturaleza humana.

Y las consecuencias políticas de todo ello son deslumbrantes. Eso sí, con algún caveat: si por un lado esta filosofía desactiva la arrogancia política del utopismo, también puede alimentar nostalgias conservadoras. Y nada más lejos del espíritu de un Steven Pinker que encarna los valores del liberalismo científico, ilustrado y humanista. De ahí su interés en hacer pedagogía del optimismo histórico y de los valores que lo sustentan.

"Pinker rechaza la idea pesimista de que los seres humanos somos inevitablemente irracionales"

Su libro En defensa de la Ilustración ha sido para mí tanto un ideario como un programa político. Por este motivo, cuando fui eurodiputada, le invité todas las veces que me fue posible, tanto para hablar de libertad e ilustración en Europa como para conocer su visión sobre la tan de actualidad Inteligencia Artificial.

Uno de los rasgos más osados de la obra de Steven Pinker es ese "optimismo" que tanto desagrada a los mercaderes de la involución y la desesperanza. Al contrario de estos, Pinker alude a la hipótesis empírica de que el progreso de la humanidad es mensurable. Aunque hayamos conocido recientemente grandes calamidades como una epidemia planetaria, cruentísimos conflictos locales o la amenaza potencialmente global que entraña la guerra de Ucrania, en términos generales, la humanidad no va a peor.

El éxito mundial de las campañas de vacunación, el alcance de la educación universal o la reducción de la pobreza extrema son la gran prueba de ello. Y a pesar de todo esto, la idea del avance del progreso no se impone en los medios ni en la opinión pública como debería.

Como nos cuenta el propio Pinker, aspectos de la cognición humana que predisponen al pesimismo unidos a una predilección por el drama en los medios de comunicación podrían ser parte de la explicación. Por desgracia, políticos sin escrúpulos se pueden aprovechar de ese "sesgo de negatividad" con una reivindicación oportunista de políticas sin base científica, y ser capaces de convertir, como estamos actualmente viendo en España, las malas ideas en legislación.

Pero, a pesar de esas olas de populismo y tribalismo iliberal que brotan de ese terreno oscuro de la psicología humana, la ciencia y la razón siguen siendo herramientas indispensables para hacerles frente. Incluso teniendo en cuenta que ciencia y razón también tienen sus limitaciones emocionales y un abigarrado conjunto de sesgos.

Pinker rechaza esa idea pesimista de que los seres humanos somos inevitablemente irracionales. Podríamos cultivar el pensamiento crítico igual que nos alfabetizamos y nos formamos en aritmética, proclama. Y una de sus ideas más brillantes es que la racionalidad es un bien público, “como las tierras de pastoreo o los caladeros marítimos”.

[El optimismo ilustrado y accesible de Steven Pinker]

Su denuncia de la “tragedia de los comunes” de la racionalidad, debida al razonamiento motivado en beneficio de uno mismo y del propio bando, es una nueva y apasionante área de reflexión que se abre en su último libro, Racionalidad. Nuestro mejor medio para acercarnos a la verdad objetiva, que existe por mucho que digan los relativistas profesionales, es la comprensión racional. Que no sólo es una virtud cognitiva, sino tal vez más importante, moral.

El orden liberal en el que se apoyan, a pesar de la invasión de Ucrania, la relativa pero aún larga paz, el bienestar y la seguridad de las últimas décadas es demasiado reciente, frágil y "anómalo" como para relajarse y que el mundo caiga en el caos o la tiranía. Pinker es un extraordinario Premio Fronteras del conocimiento porque no elude la polémica ni el debate en torno a los temas sociales más sensibles o el compromiso político.

Por eso, en recuerdo de nuestro encuentro en Bruselas, me hizo llegar estas palabras: "Los políticos democráticos liberales se han mostrado deseosos de una razón coherente en su filosofía frente al extremismo de izquierda y derecha, y En defensa de la Ilustración traté de hacer eso". Exactamente como yo lo entendí.

Con estas palabras me uno modestamente al reconocimiento de un intelectual excepcional y también, algo inestimable en los tiempos que corren, un ser humano accesible, cordial y amistoso. Ojalá muchos liberales puedan recoger su legado.

*** Teresa Giménez Barbat es escritora y exeurodiputada.

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