La geopolítica de las casualidades

Llega la primavera y, con ella, se acerca la reactivación de la guerra. El Gobierno de Zelenski ha ordenado la evacuación de varias regiones del este. Y no porque se tema un ataque ruso, sino porque prepara una nueva ofensiva, ahora que llegan los tanques y las municiones de Europa y Estados Unidos. 

El mismo día, el presidente ucraniano viajaba a Varsovia. Elegir Polonia como primer destino (más allá de Washington y Bruselas) no es casual. El otrora hermano díscolo de la UE se ha convertido en el ariete de Occidente. El país que era acusado de retrocesos democráticos es ahora la punta de lanza de la defensa de nuestros principios y valores. 

Al mismo tiempo, los países de la Unión tratan de "relanzar relaciones comerciales" con China. Pero Xi Jinping no es sólo el "amigo especial" de Vladímir Putin; también acaba de comprometer su plan de "revitalización" a la "reunificación de la madre patria". Es decir, tomar Taiwán y "hablarle al enemigo en un lenguaje de victoria que pueda entender", ahora que inaugura sus próximos cinco años de mandato. 

Estamos avisados, queramos o no. 

Esta semana, he leído un artículo de investigación sobre la crisis de los misiles en Cuba, de hace ahora 61 años. Es curioso cómo el régimen de Putin ha dejado que se desclasifiquen unos documentos secretos en los que se puede adivinar un paralelismo histórico clarísimo entre aquel fracaso de la URSS de Kruschev y su pretendida invasión rápida de Ucrania. 

A la vista de esos documentos secretos y de la información de inteligencia desvelada por los topos que tienen infiltrados en el Kremlin actual, ambos casos son paradigmáticos faroles de un tahúr que responde con agresividad a una situación de desventaja. Y tanto entonces como ahora, los generales tenían todas las dudas sobre la jugada, pero ninguno se atrevió a llevar la contraria al líder. El secretismo con el que se diseñaron las dos operaciones tampoco ayudó. 

Pero tampoco le faltaba información a Roosevelt cuando Pearl Harbor le pilló desprevenido. Y, leyendo la historia, toda Europa puede respirar aliviada, ya que el ataque japonés provocó que los yanquis se convencieran de que la II Guerra Mundial era verdad, no un problema de los europeos. 

Europa dice que quiere tener un papel propio. Y ahora señala a China, exigiéndole claridad, y olvidando la razón que le hizo caerse del guindo: que fue la "falta de fiabilidad" del amigo americano, cuando lo gobernó Donald Trump. Pero ojo, que estos días se da la casualidad de que una posible condena lo está acercando a regresar a la Casa Blanca.

¿Y qué haremos entonces?

Macron se reunía este miércoles dos veces con Xi en el mismo día: una, para sus temas bilaterales; y otra, de la mano de Ursula von der Leyen, para lo de que presione a Putin. No podemos seguir confiando en casualidades o errores de cálculo de otros. ¿Qué acabará pesando más? ¿Nuestras necesidades urgentes de salir de esta multicrisis con dinero chino o los principios que nos mantengan fuertes y unidos para defender nuestro modo de vida? Eso definirá nuestra autonomía estratégica. En concreto, definirá si somos autónomos alguna vez.