El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

LA TRIBUNA

La batalla de Sánchez contra su propio ocaso

La decisión de Sánchez de convocar elecciones tras un indiscutible varapalo es tratar de burlar un ocaso que a él se le antoja precipitado, inmerecido, casi irreal. 

23 junio, 2023 03:03

El ejercicio de la política se parece a la vida personal, sobre todo, en que siempre acaba mal. Hasta los mejores, como Churchill, terminan derrotados. Hay pocas dudas de que la decisión de Sánchez al anunciar una inmediata convocatoria electoral tras un indiscutible varapalo es tratar de burlar un ocaso que a él se le antoja precipitado, inmerecido, casi irreal.

Como dice con frecuencia Guillermo Gortázar, la política consiste en no saber lo que va a pasar mañana, de manera que pecarían de soberbia los que den por muerto a quien ha decidido plantar batalla de modo tan imprevisto.

Para empezar, no faltan los antecedentes, puesto que una derrota socialista frente al PP de Rajoy, muy similar a la reciente, en las elecciones municipales y autonómicas de 2007, fue seguida no mucho después de una victoria bastante cómoda del PSOE de Rodríguez Zapatero en las parlamentarias de 2008.

José Luis Rodríguez Zapatero junto a Felipe González y el rey.

José Luis Rodríguez Zapatero junto a Felipe González y el rey. EFE

Si esa puede ser una semejanza, no es lógico olvidar las diferencias entre aquella ocasión y la presente. Rodríguez Zapatero nunca fue santo de devoción para el electorado conservador, pero su figura gozaba de una popularidad indiscutible en la izquierda, y aunque Solbes fuese vapuleado por Pizarro en el debate económico de 2008, todavía no se había borrado del todo la estela de un bienestar económico que hizo que muchos electores apostasen por la continuidad del Gobierno en lugar de creer las profecías de Pizarro. Profecías que, a la postre, resultaron muy ciertas.

Por otro lado, Rodríguez Zapatero gobernaba en solitario y, aunque sus ideas no se compartiesen, podía tener fama de iluso y contador de nubes, pero no de mentiroso, una cualidad que en el caso de Sánchez es bastante más que una caricatura. De hecho, la campaña de 2008 del PSOE (la de la Z y la ceja) fue planteada para contraponer a un presidente optimista, progresista y de talante contra una imagen elitista, ceñuda y amenazante de Rajoy.

"En estos dos meses asistiremos con bastante probabilidad a un exceso de optimismo en las encuestas favorables al ocaso de Sánchez"

Ahora es posible que se intente algo similar, Sánchez parece estar buscando el brujo adecuado, aunque sea dudoso que pueda tener un éxito semejante.

Sánchez se ha presentado a sí mismo, y no sin motivos, como un luchador contra toda clase de adversidades. Pero su propensión a decir lo que le conviene, sin el menor respeto a verdades fáciles de comprobar por cualquiera, le ha granjeado una fama que recuerda a la del pastorcillo mentiroso que alertaba falsamente sobre la llegada del lobo.

No sabemos, sin embargo, si Sánchez acabará trágicamente o si será capaz de hacer creer a los suyos y a algunos más que el lobo podría comerse el Estado de bienestar y la democracia, amén de condenar a las mujeres progresistas a una reeducación medievalizante.

En estos dos meses asistiremos con bastante probabilidad a un exceso de optimismo en las encuestas favorables al ocaso de Sánchez mientras que cabe esperar que el CIS de Tezanos y los medios al servicio de la causa afirmen con rotundidad lo contrario.

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Mientras no se cierre el recuento a finales de julio habrá ocasiones para todo, pero hay que suponer que Sánchez haya aprendido de los errores cometidos en la reciente campaña y ataque al adversario de maneras distintas.

Seguro como está de ser mejor que Feijóo, tratará de que los debates entre ellos le sean memorablemente favorables, aunque, si el voto está ya muy decidido no parece que vayan a ser muchos los electores que acepten esa clase de estímulos de última hora. No será fácil hacerles olvidar que la cosa no va de figuras, sino de políticas, y que el flanco más débil de Sánchez está precisamente en ese punto.

De políticas, claro. Pero también del estado de ánimo entre los electores que, respecto a Sánchez mismo, podría resumirse del siguiente modo: si empezamos por la derecha, es obvio que lo que se conoce como antisanchismo está muy arraigado y que, aunque la fecha de la votación resulte muy incómoda, las ganas de jubilar a Sánchez van a ser todavía mayores que en el 28M, y ya fueron grandes.

En el sector que podría llamarse de centro liberal pasa bastante de lo mismo, aunque entre esos electores una campaña mejor diseñada que la que acabamos de padecer podría enfriar algunos ánimos.  

Lo más interesante está en lo que vaya a ocurrir con el voto de centroizquierda y el de izquierda radical. La izquierda más moderada ha dado muestras evidentes de disconformidad con muchas de las cosas que ha hecho Sánchez, algo que no había sucedido, y menos con la intensidad de ahora, con anteriores gobiernos del PSOE.

Hay, además, una irritación muy comprensible entre los dirigentes locales y autonómicos que han perdido las elecciones y que le echan a Sánchez, con razón o sin ella, la culpa de sus derrotas. Va a ser muy difícil que ni Ferraz ni Moncloa sean capaces de reverdecer el ardor guerrero en estas huestes, lo que podría hacer que la campaña se les haga un poco cuesta arriba.

"Cabe sospechar que Pablo Iglesias, que no es ningún expolítico, pueda preferir el triunfo de la derecha para empezar otra vez desde la calle"

Lo de Yolanda Díaz, que es una especie de renovado eurocomunismo que ya no lee Mundo Obrero sino Vogue, le plantea a Sánchez dos problemas distintos. En primer lugar, que no va a tener otro remedio que tratar de arrebatarles parte de sus votos cuando es verosímil que su proyecto hubiese podido consistir en una especie de acuerdo entre Sumar y Sánchez que se ha vuelto imposible

Por otro lado, cabe sospechar que Pablo Iglesias, que no es ningún expolítico, pueda preferir el triunfo de la derecha para empezar otra vez desde la calle, aunque no sea fácil calibrar hasta qué punto esa intención podría traducirse en una retracción efectiva de voto. Es fácil que una parte del voto no profesional, por así decir, que tuvo Podemos vaya a parar al PSOE. La incógnita en este punto está en si Sumar logrará cotas parecidas a las de los mejores momentos de Iglesias o se quedará en el reducido espacio propio del PCE/IU.

No está nada claro hasta qué punto puede recibir Sánchez apoyo entre votantes de izquierda burguesa/nacionalista, que es mucho más anti-PP que cualquier otra cosa, y no digamos si logra encarnarse la convicción de que el PP de Feijóo acabaría estando sometido al control de Vox, un poco a la manera en que lo estuvo Sánchez con Podemos.

El trasvase separatista de votos a Pedro Sánchez, lo que Miguel Ángel Quintanilla denomina el ejército de reserva del PSOE, operó en 2008 de manera muy evidente en Cataluña.

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Es obvio que la situación política en 2023 no es la misma que en 2008. Han pasado demasiadas cosas en estos quince años como para suponer que el fenómeno se vaya a repetir de manera mecánica, y lo mismo cabe decir de otras circunscripciones donde abundan los nacionalismos y los recelos frente a Madrid, por decirlo de manera geográfica. 

El problema para Feijóo puede estar en el quilombo que se monte en relación con los pactos/no pactos con Vox, un asunto en el que se enfrentan dos tendencias telúricas en el seno del PP, la de no meterse en líos y la de no dejar que se escape ninguno de los sillones en disputa.

La base casi inconmovible del PSOE tampoco es nada despreciable porque acaba de sacar bastante más de seis millones de votos hace unos días y tampoco parece fácil que desaparezcan del mapa todos los votantes de las izquierdas más radicales. El problema para Sánchez es que si no consigue que todos estos factores se movilicen de manera inteligente y sin estridencias a su favor el 23 de julio, su ocaso ya no estará en el horizonte, sino en el pasado.

De momento, lo único que sabemos con plena certeza sobre este asunto es que si se verifica el muy deseable ocaso de Sánchez no se deberá a falta de determinación por su parte o a su falta de imaginación para inventar historias, sino al hecho de que el voto no depende de los líderes, sino de que aquellos que los levantan también pueden forzar su declinación hasta el ocaso.

*** José Luis González Quirós es filósofo y analista político. Su último libro es La virtud de la política.

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