El acuerdo UE-Mercosur está amenazado por el proteccionismo
Para conseguir su autonomía estratégica Europa necesita una buena relación con el sur global y demostrar su capacidad para liderar acuerdos al margen de China y EEUU.
Hace más de dos décadas la Unión Europea y el Mercosur plantearon la posibilidad de conseguir un acuerdo de asociación entre las dos regiones. Una alianza estratégica con un mercado de más de 500 millones de personas, que traería grandes ventajas a las empresas y al sector agroindustrial europeo, pero también en materia social y ambiental. En 2019, se consiguió un pacto que revitalizó la vieja idea y dio nuevas esperanzas de conseguir una pronta ratificación.
2023 se antojaba como el año indicado. La presidencia española de la UE, la cita de los mandatarios de América Latina y Europa en Bruselas en el marco de la Cumbre UE-CELAC y la convergencia de gobiernos de corte progresista en varios países de América Latina y Europa parecían augurar un buen momento para la ratificación.
La realidad es otra. La posibilidad del acuerdo parece alejarse nuevamente.
En estas dos décadas el mundo ha cambiado radicalmente. La creciente rivalidad entre Estados Unidos y China plantea un nuevo escenario geoestratégico. Uno en el que los demás países se ven obligados a fortalecer alianzas regionales que les den margen de maniobra, visibilidad y capacidad para defender un sistema multilateral que garantice el cumplimiento de las normas que modulan el poder. Y la toma de decisiones sobre unos problemas globales cada vez más acuciantes.
La guerra es otro factor inesperado. Europa, con una invasión a sus puertas, se ha llevado la sorpresa de que sus preocupaciones le resultan demasiado lejanas a un sur global que ya tiene bastante con lo suyo. Una mala fusión de antiimperialismo anacrónico, heridas coloniales y el desinterés reciente de los europeos frente a una Rusia que se empeñó en hacer amigos en otros confines se traducen en la dificultad de obtener consensos para condenar la agresión rusa con la vehemencia que los europeos desearían.
En el cono sur latinoamericano, la condena en los foros de Naciones Unidas se matiza en un discurso político interno de peligrosa neutralidad. A esto se suma la levedad de la propuesta de solución pacífica brasileña que iguala a Ucrania y Rusia en su responsabilidad sobre la guerra.
La democracia y el derecho internacional son una prioridad para Europa. Por eso mismo, una visión estratégica de sus alianzas globales no puede quedarse encallada en su visión de la guerra. Por mucho que moleste (y con razón), no va a ser asumida por los países del sur global.
"Como en muchos otros temas en los que se construye el enfrentamiento geopolítico, Occidente y el sur global se empantanan en sus propias debilidades"
La respuesta a la invasión rusa no puede ser la vara inflexible de medir a los socios. De ser así, Europa se vería sola y aislada enfrentada a las incoherencias de su historia. El pragmatismo es un mejor camino para construir alianzas.
El acuerdo con el Mercosur es justamente una de esas alianzas en las que una visión pragmática puede generar la plataforma para una convergencia más allá de lo económico, con la mirada puesta en el futuro del sistema multilateral.
Sin embargo, el camino está lleno de obstáculos, paradójicamente impuestos por los propios interesados. Lejos de involucrarse en tensionar la relación China, no tienen que hacer nada. Como en muchos otros temas en los que se construye el enfrentamiento geopolítico, Occidente y el sur global sencillamente se empantanan en sus propias debilidades e inconsistencias.
Entre otras dificultades del lado latinoamericano está el kirchnerismo argentino, que ha incluido el acuerdo en su ininteligible diatriba ideológica, acusándolo de desequilibrio. Por otra parte, Lula da Silva, de regreso a su papel de actor internacional estratégico, pone el foco en las cláusulas ambientales europeas mientras busca convertirse en adalid de la defensa del Amazonas. Aunque es cierto que el debate sobre el coste del modelo de desarrollo sostenible para los países pobres y de renta media es un tema escasamente abordado en Europa y el norte global.
Por otra parte, están las tensiones propias del Mercosur. Uruguay, cuya estabilidad (y pequeño tamaño) distan de la situación de sus socios regionales, pretende la flexibilización del Acuerdo. Quizás así podría plantear un acuerdo bilateral con China que se antoja imposible en el marco del Mercosur, por el reconocimiento de Paraguay a Taiwán (el único país de América Latina que lo reconoce).
"Los 'altos estándares' de la UE sirven para modelar el desarrollo sostenible, pero también para excusar las pulsiones proteccionistas de sus miembros"
Sin embargo, el acuerdo podría ser una gran oportunidad para superar las debilidades históricas del área Mercosur, la fragilidad de los encadenamientos productivos y del comercio intrarregional y la reprimarización. La inversión europea, la calidad de las relaciones, la mejora de la tecnología y el impacto en el empleo a nivel regional deberían ser consideradas con mayor atención.
La Unión Europea, por su lado, se enreda en sus "altos estándares", que sirven para modelar el desarrollo social y ambientalmente sostenible, pero también para excusar las pulsiones proteccionistas de sus miembros. En este caso, el mayor escollo para la firma del Acuerdo ha sido Francia. Y, en menor medida, Austria.
No es un secreto que Macron enfrenta un mal momento en un país especialmente dividido. Las protestas en las barriadas periféricas de las ciudades cada tiempo vuelven a agitarse sobre las profundas desigualdades y exclusión sobre la que se sostiene la república. Los chalecos amarillos están ahora silenciados, pero su malestar no está resuelto, mientras la ultraderecha se erige como salvadora de la patria.
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Pocas ganas tiene Macron de darle motivos de enfado a sus ganaderos, temerosos del potencial lácteo y cárnico de las grandes llanuras suramericanas. Un bloqueo que, sin embargo, podría superarse. Europa tiene capacidad de sobra para compensar los costes y priorizar las ganancias esperadas en muchas dimensiones. Entre ellas, el fortalecimiento de su industria. Una prioridad estratégica que, entre otras cosas, facilitaría la disminución de las tensiones sociales.
Este juego de proteccionismos pone en peligro todo el esquema de representación global de la UE. En primer lugar, porque refuerza un mensaje negativo para el sur global. El de "la arrogante Europa que impone muchos estándares, pero al final juega igual que todos, priorizando sus intereses extractivos y su proteccionismo". Esto apunta en dirección contraria a su apuesta por la autonomía estratégica, que supone apuntalar su presencia global para permitirse proteger y priorizar sus intereses en medio de la presión de las dos potencias.
Para conseguir su autonomía Europa necesita una buena relación con el sur global. Y demostrar su capacidad para liderar acuerdos al margen de China y EEUU. Pifiarla con el acuerdo de Mercosur sería un fracaso histórico.
*** Erika Rodríguez Pinzón es profesora de la Universidad Complutense, investigadora del ICEI y Special Advisor del Alto Representante de la Unión Europea.