Sobre la violencia bidireccional en la pareja
El estigma que acompaña a las víctimas masculinas de abuso lleva a subestimar la prevalencia real de este tipo de violencia.
Hace poco se desató una polémica entre PP y Vox a propósito de la violencia de género. En ella terció Patricia Reyes, diputada al frente de la Dirección General de Igualdad de la Comunidad de Madrid.
Reyes rechazó en un artículo el sintagma 'violencia intrafamiliar', defendido por Vox, y descartó también el de 'violencia de género' para elegir 'violencia machista' como el más adecuado para definir la ejercida por el hombre en una pareja heterosexual.
'Violencia de género' es una aberración. Cualquier término que tome el todo por la parte colgando un sambenito a un colectivo no debería aceptarse. En Estados Unidos los asesinatos son cometidos mayoritariamente por ciudadanos negros y nadie califica esos delitos como 'violencia de raza'.
Pero ¿corregimos la estigmatización decantándonos por el término 'violencia machista'? Violencia machista es la que practica un varón a causa del desprecio que siente hacia una mujer "por el mero hecho de serlo". Esa frase puede leerse, literalmente, en la legislación sobre violencia de género.
"El marido apalizado no es algo excepcional, a pesar de la tendencia a ignorarlo"
Dejando ahora de lado la posibilidad de que exista un primate que, sin mediar otros factores, desprecie innatamente a las hembras hasta llegar a la agresión mortal (un sinsentido biológico), diversos estudios señalan que en el seno de la pareja heterosexual la violencia es bidireccional aproximadamente al 50%.
Pero esto no queda reflejado en los datos procedentes del INE. Según esas cifras, en 2022 hubo 32.644 mujeres víctimas de violencia de género, 4.949 mujeres víctimas de violencia doméstica y 3.202 hombres víctimas de violencia doméstica.
En total, el 92% de víctimas fueron mujeres. 80% de ellas por violencia de género.
En 1977, Suzanne K. Steinmetz, de la universidad de Delawe, publicó un estudio sobre lo que ella denominó 'síndrome del marido apalizado' (battered husband syndrome) utilizando datos históricos y tiras cómicas como reflejo de los valores populares, y datos derivados de distintos estudios empíricos. Su conclusión fue que el marido apalizado no era algo excepcional, a pesar de la tendencia a ignorarlo, descartarlo o a tratarlo con lo que ella llamó "inatención selectiva".
Steinmetz postuló, basándose en su investigación, que los hombres también eran víctimas de abuso, pero que no lo denunciaban por miedo al estigma y la vergüenza.
Desde entonces se acumulan estudios y metanálisis que muestran que en el ámbito doméstico también hay víctimas masculinas y agresoras femeninas. Trabajos que se basan en encuestas confidenciales y anónimas suministradas por investigadores a diferentes grupos de la población. Se hacen así para paliar los sesgos de los datos sobre abusos procedentes exclusivamente de registros policiales y hospitalarios que, según los expertos, tienden a subestimar la victimización masculina.
"Desde luego, la diferencia de sexo en términos de lesiones perjudica más a las mujeres y, en el extremo letal de la agresión, hay claramente más mujeres que hombres asesinados por sus parejas"
Esta metodología, por supuesto, no carece de limitaciones. Pero algunas conclusiones básicas se refuerzan año tras año y década tras década. Estudios como el del 2010 Why Do Women Use Intimate Partner Violence? A Systematic Review of Women’s Motivations afirma que las mujeres usan tanta violencia física de pareja (IPV) como los hombres.
El Informe PASK (The Partner Abuse State of Knowledge Project), una revisión exhaustiva de la literatura de 48 estudios, determinó que la prevalencia de la violencia en todas las muestras fue del 47% y que el 59,6% fue bidireccional. El 40,4% restante fue violencia unidireccional. El 17,5%, de hombre a mujer y el 22,9%, de mujer a hombre.
Preocupada por el asunto, organicé un acto en Bruselas titulado Understanding Intimate Violence Partner Against Men. Este evento revisaba un trabajo sobre bidireccionalidad de los investigadores Joaquim Soares y Nicole Graham-Kevan. Un asistente (un diputado de la derecha flamenca) me dio las gracias por hablar en el Parlamento del tema de la victimización masculina. Para mi sorpresa, dijo públicamente que había sido durante años un hombre maltratado que ni siquiera era capaz de hablar de ello.
Desde luego, la diferencia de sexo en términos de lesiones perjudica más a las mujeres y, en el extremo letal de la agresión, hay claramente más mujeres que hombres asesinados por sus parejas. Pero ni siquiera ese porcentaje debería restarle atención a las víctimas masculinas.
Por desgracia, la ideología de género (o la machista, tanto da) y sus intereses asociados nos impiden ver que muchas personas no consideran su perpetración o su victimización como violencia doméstica, lo que conduce a una gran subestimación de la prevalencia. Instituciones como la Dirección General de Igualdad de la Comunidad de Madrid, como las otras miles que existen, deberían afinar mejor los instrumentos científicos y estadísticos para no seguir perpetuando esta injusticia.
*** Teresa Giménez Barbat es escritora y exeurodiputada.