Sánchez no está pacificando el "conflicto", sino avivándolo
Con su política lingüística y la próxima ley de amnistía, Sánchez ha vuelto a echar gasolina sobre unos rescoldos de discordia en Cataluña que ya se estaban apagando.
He sido militante de dos partidos, Ciudadanos y de UPyD. Y, si teníamos claro un lema, ese era "Lo que nos une". De hecho, fue el eslogan de campaña del segundo en las elecciones generales del 2008.
No albergábamos la menor duda de que ningún país progresaba si sus ciudadanos no eran conscientes de formar parte de un colectivo que trascendiera sus peculiaridades individuales o su identidad local. Ahora, hasta la complicidad tan instintiva que provoca una lengua común es dinamitada con el absurdo y caro tinglado de las interpretación en el Congreso de los Diputados. Todo para que Pedro Sánchez disfrute de la presidencia unos años más.
Este mes de septiembre se cumplen cinco años su visita oficial en Canadá. Allí les dio mucha coba, asegurando que eran un ejemplo de "soluciones". Como otros, había caído en la patraña de ver en Quebec alguna fórmula de "curación" de lo que él creía y cree que es un "conflicto entre Cataluña y España".
Pero el conflicto, aquí y en Canadá, se ha tenido siempre con los independentistas. Y, en ambos lugares, las secuelas son permanentes.
Cuando estuve en el 2018 aún resonaba la controversia desatada en 2017, cuando un temporal de nieve dejó atrapados a cerca de 300 vehículos en una autopista de Quebec, cerca de Montreal. Los conductores y sus acompañantes pasaron más de doce horas sin recibir ayuda. Lo que devino en un caos social que obligó a Phillipe Couillard, a la sazón primer ministro, a rendir cuentas.
Al entonces director del instituto de Estudios de Canadá en la Universidad McGill le costó el puesto señalar que la falta de confianza social de la región, unida al déficit de coordinación de las autoridades, estuvo detrás del desastre.
Y eso que sus comentarios se apoyaban en evidencias. Quebec es realmente una sociedad que los expertos denominan de "baja confianza". Pues, en comparación con el resto del país, su población confía mucho menos en el prójimo, lo que incluye a vecinos, compañeros de trabajo, personas que hablan un idioma diferente y aun su propia familia.
"El miedo a la amnistía entre los catalanes no independentistas nos provoca desazón, inquietud y erosiona nuestra calidad de vida"
¿En que términos está la confianza, el capital social, en Cataluña? Los catalanes experimentamos una degradación de la convivencia que va más allá de las famosas cenas de Navidad y de todo lo que no se puede hablar entre amigos de toda la vida.
Quizá durante un tiempo pareció que íbamos mejorando. Pero, qué duda cabe, nuestro presidente en funciones ha vuelto a echar gasolina. Banderas que ondean de nuevo y rescoldos que se avivan. ¿Qué será de nosotros?
Sabemos por estudios serios que en los ciudadanos de Quebec décadas de estrés político han dejado una profunda huella psicológica. Además de deteriorar la convivencia y menoscabar la economía. Los sobresaltos provocados por dos referéndums fallidos, unidos a las leyes sobre el uso de la lengua —muy en particular la Charte de la Langue Française de 1977, que consagraba el francés como idioma público oficial— provocaron un genuino éxodo de ciudadanos angloparlantes. 200.000, nada menos, entre 1976 y 1995.
Una amiga quebequense vivió el trauma del terrorismo a principios de los setenta. Luego vinieron la irritación, la tensión y los malos sentimientos. Por suerte no fue a más. "Mi generación se marchó. Yo fui al colegio en Montreal y nuestra reunión de exalumnos fue en Toronto". Pero las empresas huyeron en masa. Aún hoy, ciudades con un tercio de la población de Montreal, como Calgary, poseen más oficinas comerciales.
[Opinión: La argamasa social de España se está debilitando]
Cataluña perdió el año pasado 181 empresas, mientras que la Comunidad de Madrid ganó 191, una tendencia que se observa en los últimos cuatro años según la estadística mercantil de Registradores de España. En el conjunto del país, Cataluña también es, al menos desde 2019, la región con mayor saldo negativo en traslados de sede social de empresas. Y Madrid la que obtuvo mayores ganancias netas.
Entre el cuarto trimestre de 2017 hasta y el de 2018 salieron de Cataluña 7.007 empresas- 935 lo hicieron en 2021 y 811 en 2022. De este modo, desde 1 de octubre de 2017, fecha en la que tuvo lugar el referéndum ilegal en el marco del procés, han abandonado la región 8.753 compañías.
Hay desánimo entre los catalanes no independentistas. El miedo a la amnistía nos provoca desazón, inquietud y erosiona nuestra calidad de vida. En el resto de España nos ven cada vez más como una molestia. Indudablemente, Sánchez ataca la salud pública de su país.
Lo del Congreso y los pinganillos no es una broma. Lo menos caro es el dinero que cuesta. En Abierto: la historia del progreso humano, de Johan Norberg, puede leerse: "Toda la evidencia disponible indica que exponer la diferencia, hablar de la diferencia y aplaudir la diferencia [...] son formas más seguras de agravar a quienes son intolerantes de forma innata y de garantizar una mayor expresión de tales predisposiciones a través de actitudes y comportamientos manifiestamente intolerantes".
¿Hasta cuándo?
*** Teresa Giménez Barbat es escritora y exeurodiputada.