El expresidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, junto al dictador Francisco Franco.

El expresidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, junto al dictador Francisco Franco.

LA TRIBUNA

Carrero y Movistar: la voladura de la historiografía académica

Es una pena que un documental de extraordinaria factura sobre el atentado de ETA se haya quedado en un cúmulo de preguntas hipotéticas y teorías conspirativas.

24 diciembre, 2023 21:18

Cuando vi la serie de Movistar+ El día de mañana, sobre una buena novela de Ignacio Martínez de Pisón, no me sorprendió encontrarme con frases y detalles que no salían en el libro, pero sí con su significado.

Por ejemplo, cuando los protagonistas hablan, en los años 60, de la futura caída de la dictadura, un personaje femenino se muestra sin esperanza y dice que todo cambiará para que no cambie nada, la conocida teoría lampedusiana. Ideas que no se expresan en la novela, pero que son bien conocidas en la impugnación al sistema democrático actual y la Constitución que hace la izquierda alternativa. En el libro no se decía nada de eso.

En la novela, es más, el personaje más entretenido, el comisario ultrafascista interpretado por Karra Elejalde, era navarro, de Pamplona. Pero en la serie era de Burgos, detalle que se subrayaba. En su primera intervención, decía gritando "¡Soy de Burgos!" En el libro ni siquiera gritaba "¡Soy de Pamplona!".

Cartel de 'Matar al Presidente'.

Cartel de 'Matar al Presidente'. Movistar Plus+

Aquí sospeché de la mentalidad actual que contrapone ser natural de Euskal Herria a ser un fascista español, como si nunca hubiera habido ejemplos de ambas condiciones a la vez. Pregunté por estos cambios de guion a una amiga que conoce muy bien la televisión y me dijo que la inercia en estos casos es darle al target lo que quiere oír. Confirmarle sus prejuicios.

No sé si será cierto o no, pero lo he tenido muy presente a la hora de enfrentarme a la serie documental Matar a un presidente de Movistar+, sobre el asesinato de Carrero Blanco, donde lo que se intenta satisfacer son los paladares no tanto de la izquierda alternativa como los de la extrema derecha.

Si unos creen que nuestro sistema democrático llegó por pactos de silencio para engañar al pueblo y que no gobernase una opción republicano-confederal con derecho a la secesión incorporado y socialismo autogestionario, para los neofranquistas la dictadura tampoco se desintegró por lo menguante de sus bases sociales, sino por una mano negra que tocó la pieza exacta para que todo se desmoronara.

No se trata tan sólo del fenómeno i want to believe. Ha habido fuentes activas que han regado este suceso de hipótesis conspirativas de manera deliberada. En su momento, se intentó implicar a la CIA tanto como al KGB.

[Especial: En el lugar del atentado que cambió la historia de España, 50 años después]

Si echamos la vista atrás, tenemos al espía falangista Ángel Alcázar de Velasco, que firmó un informe en el que hablaba del posible uso de minas antitanque estadounidenses que habían sido trasladadas a la base de Torrejón de Ardoz. Además, el atentado se habría realizado un 20 de diciembre porque ese día la órbita de un satélite de Estados Unidos pasaba por encima de España.

El espía Luis M. González-Mata, Cisne, autor de Yo fui espía de Franco, sostuvo que hubo una doble detonación. Un explosivo etarra y otro estadounidense por si acaso a los vascos, amateurs entonces, les salía mal. Pilar Urbano explica en el documental que entraron en la noche para colocar el explosivo bueno, el americano, el de los expertos.

Cuando España inició los trámites para incorporarse a la OTAN, a inicios de 1981, la agencia soviética TASS reseñó el libro de Cisne y difundió mundialmente la idea de que como Carrero no se plegaba a Washington, tras la entrevista con Kissinger se decidió eliminarlo.

"Si no hay prueba alguna que pueda vincular el atentado con la CIA, sólo queda pensar en el porqué de tanta teoría"

También el general abiertamente franquista, Manuel Fernández-Monzón Altolaguirre, solidario en su día con los implicados en el 23-F, ha sostenido en diversas conferencias, o en su colaboración con el famoso libro La CIA en España de Alfredo Grimaldos, que la inteligencia americana no sólo estuvo tras el atentado, sino que también fue la autora del diseño de la Transición.

Buena parte de lo expresado en Matar al presidente viene de estas fuentes o de ligeras variaciones de sus teorías. Para la profesión periodística las preguntas hipotéticas pueden ser un género, pero para los historiadores académicos no es así. El hecho histórico tiene que estar contrastado, puede ser más o menos débil, pero tiene que tener algo que lo respalde.

En el atentado de Carrero, de la vinculación con la CIA no hay rastro posible. Ni siquiera en las posteriores filtraciones de Wikileaks. Es curioso porque su responsabilidad en un magnicidio mucho más grave, el de Allende, está desclasificada por Washington hace veinte años. La periodista Anna Grau se hinchó a buscar pruebas en el Archivo Nacional estadounidense y reconoció en su libro que lo único que encontró eran documentos que más bien probaban lo contrario.

Manuel Campo Vidal, en el libro que publicó en el lejano 1983 sobre todas estas cuestiones, ya desautorizaba uno por uno a la mayoría de los personajes relacionados con las cloacas franquistas que disparaban teorías. De modo que si no hay prueba alguna que pueda vincular el atentado con la CIA, sólo queda pensar en el porqué de tanta teoría. Tampoco tenemos pruebas, pero sí hipótesis, como nos gusta a los periodistas.

El controvertido Eliseo Bayo, en su trabajo sobre la guerra sucia contra ETA que fue realizado en estrecha colaboración con el Ministerio del Interior (el libro lo presentaron Barrionuevo y Vera), apuntaba en esta dirección:

"…Los sociales de Madrid, que no pudieron digerir nunca el absoluto fracaso de sus servicios, habían puesto precio a su cabeza. A ellos se debió el origen de una leyenda sobre la supuesta colaboración que el comando de Argala recibió nada menos que de la embajada norteamericana, situada a pocos metros del lugar del atentado. La Brigada Político-Social de Madrid, a cuyo frente se hallaban los comisarios más renombrados de la carrera y los inspectores tenidos por más eficaces –y también los más sanguinarios torturadores-, nunca pudo aceptar que el comando de ETA pasara varios meses en Madrid, construyendo un túnel desde los bajos de una vivienda alquilada…".

"Soltar bulos servía, sencillamente, para que los etarras se enfrentaran entre ellos"

Es una hipótesis, y podría también mencionarse junto a las demás, pues tienen la misma jerarquía. Sin embargo, en lo que no se mete a fondo el documental es en la otra bicha. En su día hubo la misma proporción de fuentes que relacionaron el atentado con el KGB. Quizá ahora, como ya no existe en su versión comunista, pierda brillo darle bombo.

Pero ahí incluso intervinieron historiadores, aunque fueran de calidad relativa. Ricardo de la Cierva se basó en las redes de apoyo a ETA en Madrid, que eran comunistas –no del PCE- captadas por Eva Forest, y los contactos de ETA con la agencia soviética en Argelia. Eso le llevaba a pensar, pero no a demostrar.

Aun así, esa línea argumental continuó. La siguiente colaboración de ETA y Eva Forest en Madrid no tuvo nada de la épica del asesinato de Carrero. Fue el atentado de la cafetería Rolando en el que únicamente murieron civiles (aunque dos años después falleció un inspector de policía por las heridas).

Está documentado cómo los servicios secretos de la dictadura trataron de intoxicar a la prensa relacionando, mediante la confesión o revelaciones de supuestos etarras, que ese atentado lo había financiado el PCE. Había once servicios secretos en la dictadura y el más importante era el SECED, dirigido por José Ignacio San Martín, luego implicado en el 23-F, sus unidades ocuparon RTVE aquella noche.

Lo más probable es que algunas de esas intoxicaciones buscaran simplemente profundizar en la división interna de ETA entre milis y polimilis. En la ecuación también aparecían, aparte del PCE, colaboraciones con el PENS, el Partido Español Nacional, un grupo barcelonés de extrema derecha. Soltar bulos servía, sencillamente, para que los etarras se enfrentaran entre ellos.

Uno de los que se dedicó a estas labores aparece en el documental de Movistar, Lobo. En su día, dio declaraciones a la prensa belga haciéndose pasar por etarra para vincular a la organización con el KGB y predisponer al gobierno de ese país contra los refugiados vascos. Lógicamente, en el documental no dice, antes de sumarse a las teorías conspirativas sobre el atentado de Carrero, que se ha dedicado profesionalmente a la intoxicación de la opinión pública.

En otro momento de Matar a un presidente, Antonio Rubio habla de que Argala fue fotografiado por los servicios secretos mientras preparaba el atentado, pero de esa foto nada se sabe. También insiste en la persona que entregó un sobre a los etarras con la información de que Carrero iba a misa rutinariamente al mismo templo. El "hombre de la gabardina" era la red de Eva Forest, o ella misma, aunque los implicados crearan esta figura para no delatar a nadie. "¿Por qué en un sobre, por qué cerrado?", dice un periodista del documental hiperventilando.

Cuando luego se alude a que el Batallón Vasco-Español asesinó a Argala en casi la fecha exacta del quinto aniversario del atentado de Carrero en 1978 porque únicamente él conocía quién era "el hombre de la gabardina", la mesa cojea.

Y tampoco es razonable pensar que esas cloacas que volaron al terrorista, entrevistadas por el señor Rubio en –curiosísimo- otro aniversario del atentado, el 30 en 2003, no conocieran, como dicen en la entrevista, la existencia del "hombre de la gabardina", porque en Operación Ogro, de 1974, ya se habló de la red de informadores que tenía ETA en Madrid. ¿Estaban también las cloacas del tardofranquismo engañadas por la versión oficial?

"La información que se le pasó al comando era de dominio público. Los hábitos de Carrero se podían comprobar a plena luz del día en mitad de la calle"

La información que se le pasó al comando era de dominio público, no era obtenida por un profesional, no era reservada. Los hábitos de Carrero se podían comprobar a plena luz del día en mitad de la calle. Varias fuentes diferentes sostienen que, aparte de las penosas medidas de seguridad del régimen en aquel entonces, el propio almirante se negaba a colaborar con su escolta, particularmente en el asunto de las rutas e itinerarios. Sólo quería el camino más corto.

A pequeña escala, también había teorías que relacionaban a Eva Forest con la CIA. A mí me las contó un comunista detenido por el atentado de la cafetería Rolando. A una comitiva del PCE que fue a la sede la ONU en Nueva York le habrían hablado de un edificio sospechoso que habría visitado Forest en la ciudad, una oficina secreta de la CIA. Lo sabía la delegación cubana en Turtle Bay y les habría advertido. También hay quien la acusa de haber dado tantos nombres cuando fue detenida para crearle un macroproceso al régimen. Por ahora, sólo son palabras.

Porque aunque queramos ver que los crímenes fueron intencionados y que existía una mano negra, lo que más cuesta ver es cómo se pudo cambiar el rumbo de la historia. A Carrero lo sustituyó Arias, que fue igual de inmovilista que él, partidario de una apertura tímida, la que iba a ser denominada la democracia española, con partidos muy restringidos o asociaciones, como los definió la ley posterior.

[Opinión: El magnicidio de Carrero Blanco no influyó en el inicio de la Transición]

El general Manuel Díez-Alegría, jefe del alto Estado Mayor, posiblemente más abierto que Carrero y supuesto favorito de Kissinger para suceder a Franco, fue destituido por Arias. Sin embargo, la mano derecha del general, Gutiérrez Mellado, acaparó los cargos de jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa. Su trayectoria y compromiso con la democracia está constatado.

Sólo quedaría el misterio de Herrero Tejedor. Su muerte en accidente de tráfico se presta a más conjeturas que el atentado de Carrero. Campo Vidal afirmó que el accidente era "técnicamente similar al que acabó años después con el jefe de las Fuerzas Armadas Marroquíes, general Dlimi, exjefe de los servicios de Información del rey Hassan II".

Herrero Tejedor era próximo a Juan Carlos, aperturista y conocedor de los entresijos del poder de la dictadura, además de una rara avis, falangista del opus. Pero le sustituyó Suárez, que respondía exactamente al mismo perfil, lo cual no era fácil.

Es una pena que un documental de extraordinaria factura sobre este tema se haya quedado en un cúmulo de preguntas hipotéticas. Habría sido igual de interesante tratar las conspiraciones, porque están presentes en la opinión pública, pero contar con el testimonio de historiadores académicos que, desde el rigor, no pueden darle pábulo a ninguna.

Tampoco está bien decir que es la primera vez que se consulta entero el sumario del atentado de Carrero, cuando hay historiadores, entrevistados en el mismo documental, que pueden demostrar lo contrario. La guerra que libran con sordina periodistas e historiadores ha tenido aquí uno de sus más ejemplos más crudos. Próxima parada, el 23-F, en dos meses.

*** Álvaro Corazón Rural es periodista

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