Ábalos patito feo, Topuria campeón y reencuentro del Rey con su padre
José Luis Ábalos, Ilia Topuria, Juan Carlos I y Felipe VI; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
José Luis Ábalos
No va de mascarillas sino de máscaras. Cada uno la suya. La de Ábalos (septiembre 1959, Torrent, cinco hijos de tres mujeres distintas) es la máscara del patito feo, el que no quiere nadie. Un apestado con causa.
Ahora José Luis va solo por la vida gritando que sus mascarillas, las que fueron a parar a personal de su Ministerio de Fomento, eran mejores que las de la presidenta de Baleares, Francina Armengol. "Ahí si hubo estafa", dice sintiéndose en posesión de la verdad. Como si detrás de las unas y las otras no estuviera su amigo Koldo, el innombrable.
Ábalos fue el todopoderoso ministro de Fomento y brazo armado de Sánchez para pastorear al partido como secretario de Organización. Ahora, en cambio, lo tratan como a un desechable. Suspendido de militancia y en trance de ser expulsado del partido al que ha dedicado su vida desde que tenía veinte años, Ábalos decidió que la política le daría más juego que la enseñanza en una escuela. Ahora es un padre de la patria venido a menos. "Sin chofer ni, secretaria", musitaba el otro día en una entrevista, hablando por lo bajo.
Como en el famoso tango de Aute, se aferra al sillón de sus entretelas, su despachito oficial, por no quedarse a dos velas o arrojado al arrabal, qué puñalada trapera, me quieren quitar el cargo, pero yo no me largo, etcétera, etcétera.
Ábalos, el hijo del banderillero "Carbonerito" no se ganó la vida en los ruedos taurinos ni en la fabricación de muñecas, que era el negocio de la familia. Prefirió escalar entre las bambalinas de "la PSOE", como decían antes los andaluces.
Así llegó a controlar un inmenso poder, convertido en la mano derecha y la mano izquierda de aquel Pedro Sánchez que también fue un apestado cuando su partido le echó a patadas de Ferraz (2016). Luego le ganó las primarias a Susana Díaz (2017) con la ayuda de Ábalos, uno de los que volvieron a ponerle en órbita.
"Tú sí que puedes, Pedro", le decían a coro Adriana Lastra, Margarita Robles, Santos Cerdán y unos cuantos más dispuestos a sacar a Pedro del charco. Pero el tiempo pasa y ahora Sánchez le está haciendo a José Luis Ábalos lo que el PSOE le hizo a él, cuando lo echaron de la secretaria general con una patada en el culo.
Nadie hubiera dicho que Ábalos fue quien lanzó a Pedro Sánchez a la Moncloa presentándolo como el guerrero del antifaz contra la corrupción del PP. Fue a finales de junio de 2018, cuando defendió la candidatura de aquel en la moción de censura contra Rajoy. Hoy las cosas han cambiado; ahora es la corrupción la que acorrala a Ábalos y a Sánchez.
Miseria, porca miseria.
Ilia Topuria
Un día el boxeo dejó de existir, como otro día dejarán de existir los toros, la halterofilia o las peleas de gallos, suponiendo que a todo eso se le pueda llamar deporte, que lo dudo.
Lo más parecido a lo que antes era el boxeo es lo que ahora hace Ilia Topuria (1997, Halle, Alemania). Es de nacionalidad georgiana y vive en Alicante a la espera de nacionalizarse español. Se marchó del boxeo y de la lucha grecorromana para practicar otro tipo de lucha cuerpo a cuerpo. Las MMA, que dicen en América.
Para entendernos: artes marciales mixtas. No es lucha libre, ni leonesa, ni mexicana, ni canaria, aunque todas se parecen entre sí. En Brasil la lucha más popular es la llamada "Todo vale". Lo dice el propio nombre. Ahí está todo permitido, desde tirarse de los pelos a reventar el hígado ajeno a derechazos.
No llega a tanto esta "lucha" que practica Topuria (MMA, para entendernos), que se ha puesto de moda desde que este mozo se convirtió hace quince días en el campeón mundial del peso pluma (versión Ultimate Fighting Championship). Ahora hace saques de honor en los estadios de futbol y hasta los políticos quieren hacerse fotos con el georgiano, que ya es casi español.
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De hecho, hace unos días el presidente del Gobierno lo recibió en la Moncloa para felicitarle y, de paso, prometerle la nacionalidad. El luchador compareció con el macrocinturón de campeón que parecía el reloj de la Puerta del Sol.
Con la sonrisa de vencedor en los labios. Ilia ha aprovechado sus entrevistas en medios de comunicación para anunciar el desafío que le ha propuesto a MacGregor, también campeón del mundo mundial, pero de un peso mayor. El irlandés ha aceptado el reto encantadísimo, aunque antes ha de quitarse algunos kilos. Hasta que llegue el momento de enfrentarse en un ring (en el estadio Santiago Bernabéu, dice que le gustaría hacerlo), el hispano-georgiano vuelve a Alicante, donde reside, para seguir haciendo la ruta diaria, de casa al gimnasio y del gimnasio a casa.
Mientras llega y no llega el momento deseado, Ilia continuará el curso de una vida que le sonríe. Hace unos días en la tele dio muestras de una felicidad que le ha acompañado desde que llegó al mundo. Nacido en Alemania y criado en Georgia, Topuria se siente feliz en España.
Ahora ya puede decir con orgullo que ha alcanzado su sueño. "Gracias por darnos un hogar y por dejarnos ser parte de vosotros", dijo en nombre de su familia.
Juan Carlos de Borbón
Doblete de funerales en Londres para honrar la memoria del hermano de doña Sofía, el destronado rey heleno, Constantino, un año después de ser enterrado en Tatoi.
En una pequeña capilla de la ciudad (todo lo pequeña y coqueta que permite el caso), se concentran los familiares y amigos del monarca fallecido: su viuda, Ana María de Grecia; el heredero, Pablo, acompañado de su esposa Marie Chantal Miller, y el resto del grueso familiar. A saber: Alexia y su marido, el arquitecto Carlos Morales, que viven una existencia apacible en Lanzarote, más los parientes y subparientes políticos del universo ortodoxo como Tatiana Blanik, esposa de Philippo; Irene de Grecia, hermanísima de la reina Sofía, o Teodora de Grecia, la artista de la familia, que vive en Los Ángeles y cualquier día la veremos de protagonista en una película de Spielberg.
Y de la capilla ortodoxa al Castillo de Windsor. Hasta ahí llegan en peregrinación los royals de media Europa: los Borbones, los Windsor, los Bulgaria, y naturalmente, los Grecia, familia numerosa donde las haya, con Ana María de Dinamarca al frente: "El dulce luto de la última reina helena", rezaban al día siguiente los titulares. A falta del rey Carlos III, que causa baja por enfermedad, encabeza la comitiva la reina Camila, que cumple su papel a rajatabla.
Felipe VI de España
Todos se van concentrando a la entrada del castillo, cuya húmeda belleza cubre las tardes de verde. El rey Felipe sujeta con fuerza el brazo de su padre, Juan Carlos. La imagen emociona a quienes están cerca, quizás porque la han visto pocas veces. Junto a ellos se perfilan la "emérita" reina Sofía y la reina Letizia. Ninguna de las dos se cuela en la escena para no perturbarla.
El rey Juan Carlos y el rey Felipe VI se miran mutuamente con desmayada ternura. Todos les contemplan. Se diría que la emoción está a punto de asomarse a los ojos de los más cercanos.
La secuencia parece nueva. No sólo lo parece. Lo es. El rey emérito no aparta la mirada de su hijo. Ambos se han cogido mutuamente las manos y caminan poco a poco hacia la capilla de San Jorge siguiendo el ritmo de la reina Camila, que minutos antes llegaba a bordo de un imponente coche negro, brillante como el charol.
Ya falta menos. Las infantas llegan juntas. Elena viste de riguroso negro, con pantalones a cuadros para hacer frente al frío. La infanta Cristina luce un conjunto Dior, protegido a buen seguro con una camiseta térmica. A la altura de las infantas va Juan Valentín, el mayor de los Urdangarin, que estudia en Londres y no se pierde los eventos familiares.
En las fotografías de prensa, la reina Noor de Jordania va en compañía de Kiryl de Bulgaria La que fuera esposa de Hussein de Jordania se cubría la cabeza con una mantilla blanca y bordada. Por su parte, la reina Sofía vestía un abrigo azul grisáceo y llevaba la cabeza descubierta. Costumbres de los distintos países. En cuanto a la reina Letizia, lleva un vestido a media pierna del color que llaman azul navy (abundan esta clase de azules).
A diario, las mujeres de las casas reales europeas suelen vestir raritas. En cambio, cuando se trata de bodas, bautizos, funerales y demás, siempre lucen espléndidas, con elegancia y luto exquisito.
El día de autos, Felipe VI, Rey de España, tuvo a bien sujetar el brazo de su padre y no soltarlo hasta el final de los servicios religiosos. Lo mismo hizo al salir de la capilla de San Jorge. Los dos se sujetaban con intensa necesidad. Era la primera vez que el rey pequeño y el rey grande nos daban una alegría semejante.