La generación Z acaba de descubrir que España sufre precariedad salarial crónica
Los políticos españoles están recurriendo a la solución rápida, que es abrir fronteras, en lugar de reestructurar la economía española.
Uno de los detalles que más sorprenden sobre España cuando hablo con ciudadanos de Turquía o de China, los dos países donde he pasado la mayor parte de las dos últimas décadas, es lo bajos que son los salarios españoles.
Como potenciales migrantes que se plantean huir de una economía en bancarrota con inflación asfixiante, como la turca, o con graves problemas de perspectivas de futuro para los jóvenes, como la china (a lo que hay que añadir la carencia de derechos civiles en ambos países), algunos creen que en cualquier país democrático europeo su vida será de riqueza y abundancia.
Sus caras se descomponen cuando les explico que solamente el 25% de los españoles cobra por encima de 2.000€ netos al mes, y a partir de 2.700€ solamente el 10%. Incluso sin desglosar, la media salarial española es una de las más bajas de Europa Occidental, sólo por encima por otros países mediterráneos y los del este, donde el nivel de vida es más barato.
No es un problema nuevo. Se ha ido cociendo desde hace décadas mientras la política se convertía en un espectáculo de futbolización ridículo o en derivas identitarias que prometen una vida mejor a los conversos de una independencia barataria, que luego van mendigando agua a la "puta Espanya".
Los ricos se ríen de que la plebe quiera ser funcionaria. ¡Con lo fácil que es hacerse autónomo y rico! El trabajo se ha uberizado hasta la podredumbre.
Por eso me ha sorprendido mucho leer a una portavoz de su generación, la Z, que se queja de ansiedad, depresión y burnouts por la falta de futuro. Me siento muy identificada con todo lo que cuenta, y soy veinte años mayor que ella. Hay que ser muy joven para creer que uno habla en nombre de su generación. Sólo está empezando a descubrir en qué país ha nacido.
En el año 1999, yo trabajaba como administrativa en empresas medianas en Barcelona para pagarme los estudios y la manutención. Me fui de casa muy joven. Al cambio con la peseta, cobraba unos 1.700€. Estaba bien remunerada porque hablaba varios idiomas.
Hoy, por ese mismo empleo, con mayor responsabilidad e incluso obligado a trabajar por dos, como esclavos, no se paga más de 1.300€. Por aquella época tuve un jefe repulsivo que presumía de que al empleado había que mantenerlo a raya con un nivel alto de paro. "El Seiscientos acabó con el proletariado", reía el baboso. Los sindicatos callaban.
"¿Para qué queremos a alguien de Columbia en una España donde se forran los Koldos analfabetos, pero 'de confianza'?"
En los 90, cuando tú, Z, naciste, un piso de 60 metros cuadrados en mi ciudad, El Prat de Llobregat, a las afueras de Barcelona, costaba unos 60.000€. Con el cambio al euro en el año 2000, ese mismo piso pasó a costar el doble, y pronto el triple. La crisis no empezó con los millennials.
Gracias a la promoción de políticas de pan para hoy, como el turismo y Airbnb, es prácticamente imposible que una persona con el salario más corriente, ese 75% que no llega a 2.000€, pueda alquilar un piso sin compartir, no ya comprarlo.
Incluso profesionales de mi entorno que han llegado a puestos directivos intermedios, con salarios más bien en el 25% (pero no en el 10%), no han podido comprarse una vivienda por su cuenta, y ya superan los 40.
Los que invirtieron en un máster en Columbia University están devolviendo el préstamo veinte años después de trabajar duro, muy duro. ¿Para qué queremos a alguien de Columbia en una España donde se forran los Koldos analfabetos, pero "de confianza"?
Como España, otros países desarrollados se enfrentan a lo que autores como Paul Morland definen como el "trilema" del decrecimiento demográfico: quedarse en el estancamiento económico, invertir en fecundidad o permitir la migración masiva.
A la luz de las estadísticas, y con independencia de la ideología del partido en el gobierno, España optó por el tercero. Desde la década de 1990, la migración creció entre el 2% y el 15% anual, hasta batir récords los últimos meses.
Los migrantes extranjeros constituyen un 14% de la población española. Sin embargo, el mercado laboral no ha mejorado, los salarios son más bajos que en el año 2000 y el país continúa teniendo un crecimiento demográfico negativo.
Somos demasiado pobres para procrear.
Mientras esto sucede, tengo amigas de más de 50 años con experiencia, separadas y con hijos a su cargo, a las que nadie contrata en España. ¿Se imaginan los de la generación Z lo que es llegar a esta situación? No son casos aislados.
Diría que los políticos recurren a la solución rápida, que es abrir fronteras, en lugar de tener una visión de futuro que se traduzca en una muy necesaria reestructuración de la economía española, un aumento de la productividad y, por tanto, de los salarios.
El desarrollo ya no depende de la geografía, el clima, ni siquiera de los recursos. Depende de instituciones saneadas y proactivas que favorezcan la inversión en determinados sectores estratégicos, como el educativo y el tecnológico. No hay excusas. El economista Daron Acemoglu ha demostrado que los países que fracasan son los que mantienen su riqueza en manos de una élite. Los migrantes que huyen de estos estados fallidos aportan mucho al sistema de la Seguridad Social. Pero también tienen una incidencia negativa en los salarios más bajos, y hay que pagarles servicios médicos, subsidios y pensiones.
En Dinamarca, una de las sociedades más socialdemócratas de Europa, hicieron números y el país salía perdiendo: han cerrado fronteras. Tampoco hay migrantes en otros países ricos, como Catar, Arabia Saudí, Emiratos o China, dictaduras a las que los ideólogos identitarios y anticolonialistas no critican.
Solucionar estas incongruencias demográficas y económicas, que son existenciales, cuesta más de una legislatura y requiere exponer los problemas y las soluciones ante la población como adultos.
Como sabemos, no existe esa visión a largo plazo. Tampoco nos ven como adultos.
"Ya no vale decir 'esto no es Suecia'. La información está ahí, pero nadie lee. Demasiado TikTok"
Es más, el trilema demográfico acaba de ser desmontado. Leo con interés todo lo que publica Jesús Fernández-Villaverde, profesor de Economía de la Universidad de Pensilvania, que también dedica muchas horas a compartir gratis sus recetas lúcidas para la mejora de la economía española.
En su última publicación académica, Fernández-Villaverde ha comparado los PIB per cápita "por trabajador", no el PIB per cápita general, y ha llegado a conclusiones sorprendentes.
"Los países cuyo crecimiento del PIB per cápita ha sido mediocre, como Japón, lo han hecho sorprendentemente bien en términos de crecimiento del PIB por adulto en edad de trabajar. (…) Nuestro análisis no se pronuncia sobre el impacto económico de la inmigración, salvo en un punto. A primera vista, parece haber poca correlación entre la inmigración y el crecimiento de la producción por adulto en edad de trabajar, con Japón, un país de baja inmigración, superando a Canadá, un país de alta inmigración", señala el artículo.
Cuando estoy en España lo que más me sorprende es que no existe un debate público sobre estos problemas, que no sólo afectan a los jóvenes. No hay una sociedad civil fuerte que ejerza presión sobre los políticos o los sindicatos, que no sabemos a qué han dedicado su tiempo en los últimos veinte años.
No se estudia economía comparativa en las escuelas, no se analizan con la cabeza fría soluciones aplicadas en otros países. Ya no vale decir "esto no es Suecia". La información está ahí, pero nadie lee. Demasiado TikTok.
Así que, querida amiga Z, siento decepcionarte. No sé si representas a tu generación, pero de lo que estoy segura es de que perteneces a una clase social, la de los pobres, que es la misma que la mía.
Bienvenida a la broma de la economía española. Tus mayores llevamos décadas sufriendo ansiedad y burnouts a pelo, sin terapia. Y menos mal que no tengo hijos.
*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.