A ver qué juez se atreve ahora a investigar después de la carta de Sánchez
Con su insólita carta a la ciudadanía, Pedro Sánchez pretende sin duda poner a prueba, una vez más, su acreditada capacidad taumatúrgica.
Carta a la ciudadanía. pic.twitter.com/c2nFxTXQTK
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) April 24, 2024
Y lo hace indisimuladamente, al apelar en la misma a otros momentos previos en que, ciertamente, su destino parecía distanciarle del poder que siempre ha anhelado y al que (también sin duda) consideraba tener derecho.
Reconozcámoslo, sólo esa fe inquebrantable en sí mismo y en su vocación de alcanzar el poder permiten explicar que, cual ave fénix, Sánchez fuera capaz de sobreponerse de entrada a la crisis del PSOE de 2016, que le obligaría a dimitir como secretario general, tras perder por dos veces las elecciones generales de diciembre de 2015 y junio de 2016, con los peores resultados de la historia para los socialistas.
Ya entonces apuntó las maneras que luego ha perfeccionado tan exitosamente.
Primero, maniobrando cuanto pudo (y de maneras cuya regularidad nunca ha sido del todo aclarada) para mantenerse en el cargo y, cuando vio que era imposible, presentando su salida como sacrificio que se le imponía desde fuera por oscuros (y por ello, inidentificables) poderes que se negaban a reconocer la voluntad de la mayoría del sentir socialista (de la que sólo Sánchez era legítimo representante, claro).
"Lo que entonces parecía el reconocimiento de su derrota, no era sino el penúltimo quiebro de cintura para mantenerse en el sitio que por destino le correspondía"
Hace menos de un año, de nuevo, Sánchez volvió a tirar de varita y chistera.
Cuando, tras los malísimos resultados de las autonómicas y locales de mayo de 2023, anunció inesperadamente que convocaba elecciones generales, todo el mundo se apresuró a darle por finiquitado.
Todos menos él.
Sánchez sabía que presentando su decisión como ejemplo de responsabilidad política y agitando a continuación al país con llamadas a frenar a la derecha, podría transformar su debilidad en fortaleza. Y que, aunque no fuera capaz de ganar las elecciones, su maniobra podía evitar que el PP pudiera formar gobierno.
Y lo hizo igual que en 2016, presentándose como víctima propiciatoria de las oscuras fuerzas que estaban llevando a millones de españoles a votar a la derecha.
Y por segunda vez le funcionó. Lo que entonces parecía el reconocimiento de su derrota, no era sino el penúltimo quiebro de cintura para mantenerse en el sitio que por destino le correspondía. Salir para volver a entrar. Lamentarse para poder volver a ser aclamado. Aparentar ceder para aglutinar la pasión de quienes le iban a ver, de nuevo, como víctima y salvador al mismo tiempo.
La imagen triunfal de Sánchez, la misma noche del 23 de julio, en el escenario de Ferraz, demostró que había acertado otra vez y confundió a quienes creyeron ingenuos que su retirada de mayo era para dejar paso a esa nueva mayoría votada por los españoles.
La mayoría iba a ser, otra vez, la que Sánchez, desde esa misma noche, iba a hacer surgir de su necesidad, con cuantas concesiones fueran igualmente necesarias.
Pues aunque ya en la moción de censura contra Rajoy en 2018, Sánchez había sido capaz de recabar los apoyos de una amplia panoplia de partidos cuyas propuestas políticas distaban mucho de las socialistas, en aquel momento lo presentó como mal menor para obtener la confianza coyuntural para la moción y mantuvo (ahora sabemos que sólo en apariencia) la negativa a pactar con los hijos políticos (algunos más bien hermanos) de ETA.
Por eso suena a déjà vu esta última sobrerreacción de Pedro Sánchez. Por eso cabe considerar que, bajo la superficie que apela al amor a su esposa y a su país, como si sólo en él pudieran entenderse depositadas las llaves de tales afectos, pero, al tiempo, invocando la simpatía de todos quienes también sentimos lo propio, subyacen otros objetivos menos elevados.
Desde luego, el tono y el contenido (con un maniqueísmo que ni Maquiavelo, señalando por sí y ante sí a quienes debemos demonizar y a quienes, como él mismo, nunca podremos reconocer lo suficiente) ya apuntan bien claro.
Se sigue tratando de poder, sólo de eso, y de marcar las reglas del juego para mantenerlo o, si no queda otra, abandonarlo sólo momentáneamente para recuperarlo cuanto antes.
Y en eso, Sánchez, como ya ha demostrado, es un gran maestro.
Así que, haga lo que haga el lunes, ya verán Vds. cómo acierta.
"Agitando todos los manoseados fantasmas que concita en su carta, Sánchez estaría trasladando por anticipado una indebida presión sobre los jueces que investigan los dos casos que le afectan"
Pero el problema es que, carta, afectación y sobreactuación al margen, puede que sí haya algo que, además de mantenerse en el poder, preocupe al actual presidente. Algo que, puede, verdaderamente intente evitar a toda costa. Algo por lo que sí podría valorar ponerse a un lado.
Y, en tal caso, la misiva que ayer colgó en su cuenta de X también tendría utilidad. Pues, agitando todos los manoseados fantasmas que en ella concita, estaría trasladando por anticipado una indebida presión sobre los jueces que investigan los dos casos que le afectan: el de su esposa, pero también el reabierto en la Audiencia Nacional por el caso Pegasus, que podría deparar algunas sorpresas.
Porque, tras la pléyade de voces que responderán a la llamada de Sánchez (el inefable Patxi el primero, con su anacrónico pero clarividente "no pasarán"), a ver quién es el guapo, por mucho juez que se sea, que se atreve a seguir haciéndole el juego a la ultraderecha y el resto de las fuerzas del mal y no cierra cuanto antes esos expedientes.
Así que, ya lo ven. Sea como sea, Sánchez ya lo tiene todo previsto y preparadas cuantas vías de escape precisa para, una vez más, demostrar sus habilidades como el gran druida que siempre ha sido, pues sólo él tiene el secreto de los ingredientes de la poción mágica que permite a esa irreductible aldea que es él mismo resistir frente a las todopoderosas fuerzas del malvado César.
*** Alfonso Trallero es abogado.