Elecciones europeas: el refugio de estabilidad y consenso está en riesgo
Nos jugamos una UE más protagonista en un mundo más polarizado, y no parece que abogar por el soberanismo y el aislacionismo económico y comercial sea la mejor solución.
Este domingo tendrán lugar las elecciones al Parlamento Europeo, una de las mayores citas electorales del mundo, con más de 350 millones de personas llamadas a las urnas. Se trata de unos comicios determinantes no sólo por los retos y desafíos mayúsculos que enfrentamos, sino porque constituyen una batalla por la resistencia de la propia democracia y la única forma de garantizar su supervivencia es protegiéndola y validándola a través del derecho al voto.
El escenario de la geopolítica mundial conoce en estos momentos un estado de crispación y tensión generalizada sin paragón en las décadas recientes: la brutal e injustificada invasión rusa de Ucrania, o la guerra abierta entre Israel y el grupo terrorista Hamás, con infinidad de palestinos inocentes (especialmente mujeres y niños) masacrados a diario, son dos ejemplos paradigmáticos del resurgir del fantasma de la guerra como condicionante y eje de dominación.
En el plano estrictamente europeo, la situación no es mejor. El deterioro democrático e institucional es innegable y la atmósfera política y social se contamina a pasos agigantados, lo que pone en riesgo real el proyecto de la UE como histórico referente y valor refugio de estabilidad, consenso y prosperidad. Violencia política, polarización extrema e incluso intentos de magnicidio han marcado la campaña electoral en estas últimas semanas.
Según las últimas proyecciones de intención de voto, las fuerzas políticas antieuropeas podrían rozar cerca del 25% de representación en la Eurocámara, lo que podría configurar una mayoría alternativa a la actualmente existente, que virase hacia una Europa más reaccionaria, proteccionista y con menos competencias.
En este sentido, si los comicios de 2019 marcaron un punto de inflexión por ser la primera vez que populares y socialistas perdieron la mayoría absoluta en el Parlamento desde 1979, las elecciones del próximo domingo podrían arrebatar el pulso de la agenda comunitaria a los partidos con principios y convicciones nítidamente europeístas, pues el auge de los ultraconservadores podría llevar aparejado, según apuntan las encuestas, un azote imponente para liberales y verdes, lo que podría poner en dispuesta la tercera plaza en el Parlamento Europeo.
A estos efectos, parece que el Partido Popular Europeo podría perfilarse como un actor clave en las negociaciones postelectorales. Bien para mantener una gran coalición (ajustada) con las cuatro grandes fuerzas proeuropeas (populares, socialistas, liberales y verdes), bien para ceder, por miedo a represalias de los electores en la arena nacional de los respectivos Estados Miembro, a un mayor acercamiento y colaboración estrecha con los partidos y líderes más reaccionarios del espectro comunitario.
A saber, Giorgia Meloni, la Agrupación Nacional de Jordan Bardella y Marine Le-Pen en Francia, Geert Wilders y su Partido por la Libertad (fuerza más votada en las elecciones generales del pasado noviembre en Países Bajos), Alice Weidel, líder de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), o incluso Vox en España, entre otros.
"El PPE ha sido la única formación proeuropeas que se ha negado a firmar una declaración política para blindar el cordón sanitario con los euroescépticos".
A este respecto, conviene recordar también que el Partido Popular Europeo ha sido la única formación de las cuatro referidas como "proeuropeas" que se ha negado a firmar una declaración política para blindar el cordón sanitario en cuanto a cualquier colaboración con posiciones marcadamente euroescépticas.
La propia Ursula von der Leyen, que aspira a la reelección como presidenta de la Comisión Europea, trata de hacer estos días de campaña un difícil y peligroso juego de equilibrios, no cerrando la puerta a los ultraconservadores, pero sí a los "amigos de Putin en Europa".
En este sentido, a fin de combatir ambigüedades, socialistas y liberales ya han anunciado que le retirarían su apoyo ante cualquier atisbo de acuerdo con fuerzas euroescépticas o partidarias de la desintegración.
De un modo u otro, conviene no llamarse a engaño. El fortalecimiento del populismo y de las fuerzas extremistas que, a izquierda y a derecha, sólo ofrecen soluciones simples a problemas altamente complejos, siempre acaba arrojando altas dosis de frustración.
No hay dicotomía posible entre la protección del campo y los agricultores y el abordaje de la crisis climática, pues sin planeta o con uno a la deriva, los intereses estratégicos del sector del campo serán los primeros en verse afectados.
Igualmente, no hay muro que pueda contener los flujos migratorios cuando se huye de la barbarie, la guerra o la miseria económica, sino colaboración estrecha con los países de origen y de tránsito que aúne la protección de nuestras fronteras y la defensa de los derechos humanos.
No se apuesta por reforzar la industria de la defensa para alimentar aún más los conflictos y la máquina de guerra, sino para proteger y ofrecer mayores garantías de paz, soberanía y colaboración con nuestros aliados en la defensa de nuestros propios valores.
No se es más libre o soberano cercenando derechos y libertades, sino ampliándolos, reivindicándolos y defendiéndolos. Para todo ello es necesario más Europa.
"La única forma de defender el proyecto comunitario es movilizándose y empleando el arma democrática: frente al extremismo, unidad y más integración europea"
Decía Robert Schumann, uno de los padres fundadores de las Comunidades Europeas (hoy Unión Europea), que "Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho".
Cuando vaya a votar, piénselo. Nos jugamos una Europa más protagonista en un mundo más polarizado. Y no parece que poner un candado a las fronteras, abogar por el aislacionismo económico y comercial o dar al traste con las políticas climáticas sea la mejor solución. Tejer pacientemente es un trabajo arduo y extenuante, pero incendiar y destruir es sencillo y reduccionista.
En los próximos cinco años se decide la forma en que seguimos mejorando y construyendo el futuro de una Unión Europea en un momento determinante de la Historia. Una Unión imperfecta, sí, pero inequívocamente necesaria (lo vimos con la pandemia y lo hemos visto con el escudo frente a las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania).
Los grandes retos exigen respuestas colectivas. La única forma de defender el proyecto comunitario es movilizándose y empleando el arma democrática con presteza y responsabilidad. Frente al extremismo, la mejor consigna es la unidad, más integración europea y más democracia.
Vota, y no dejes que otros decidan por ti.
*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.