En Euskadi gana el nacionalismo; en el País Vasco francés, Le Pen
Lo que ocurre en la parte francesa es lo que podría haber ocurrido en España de no haber existido nacionalismo: valorar lo vasco como algo propio pero no diferencial.
Emmanuel Macron convocó elecciones legislativas en Francia para finales de este mes de junio, ante el auge imparable de la extrema derecha en aquel país. Los resultados de las recientes elecciones europeas así lo confirman. Unos resultados que también han tenido su reflejo en el País Vasco francés.
Lo cual nos lleva a hacer una reflexión sobre lo testimonial que es el nacionalismo vasco en Francia. Y, en consecuencia, a tratar al nacionalismo vasco español como un simple antiespañolismo desde su mismo origen, contra su pretensión de que hay una nación vasca a ambos lados de los Pirineos que lucha por su independencia.
El partido de Marine Le Pen, aliado de Vox en Europa, ha ganado las elecciones europeas en toda Francia, incluido el departamento de Pirineos Atlánticos, donde se encuentra el País Vasco francés.
Se trata de 158 municipios, de los cuales, si vamos a los 41 municipios de más de 1000 habitantes (83% en población), tenemos que en todos ha ganado el partido de Le Pen, salvo en cinco. Y donde no ha ganado ha quedado segundo o tercero.
Por ejemplo, Biarritz, tercera localidad por población del País Vasco francés, donde el partido de Le Pen ha quedado segundo, a centésimas del ganador, el partido del presidente Macron. En Saint Pée sur Nivelle, que se llama Senpere en euskera y que es donde se celebra todos los años la fiesta de las ikastolas (centros escolares donde se enseña en euskera), subvencionadas fuertemente desde el País Vasco español, también ha ganado Le Pen por mucha diferencia sobre el resto.
Y de los partidos nacionalistas que actúan en el País Vasco francés, el equivalente a EH Bildu, que se llama Euskal Herria Bai, ha optado por no presentarse. Y el equivalente del PNV, que allí es PNB, se ha presentado integrado en una coalición llamada Ecología Positiva y Territorio, que no ha conseguido sacar ni un solo representante en toda Francia y que ha quedado en el puesto 14 dentro del departamento de Pirineos Atlánticos, con 2.145 votos, frente a los más de 70.000 obtenidos por el partido de Le Pen, o los más de 15.000 obtenidos por el ultraconservador Zemmour.
Ver la parte francesa del País Vasco como integrante de un futuro Estado vasco independiente es un clásico del nacionalismo desde su mismo origen. Pero no es más que una perversión ideológica de un hecho cultural bien simple, según el cual, tanto al norte como al sur de los Pirineos se habla vascuence en distintos dialectos, pero sin que eso tenga una traslación política paralela a ambos lados de la frontera.
En realidad, salvo las ocurrencias de Sabino Arana (el nombre de Euskadi y la ikurriña, básicamente), todo el acervo ideológico-cultural nacionalista es una apropiación y tergiversación de la llamada cultura foral, que reivindicaba la singularidad vasca dentro de las patrias española y francesa, que eran para los fueristas las patrias grandes, respecto a la patria chica vasca.
Y lo que ocurre en el País Vasco francés hoy en día es lo que podría haber ocurrido en España de no haber existido nacionalismo: valorar lo vasco como algo propio, distinto, cultural y folclórico (en el sentido más noble del término), pero sin convertir eso nunca en excusa para la independencia.
El llamado País Vasco francés ocupa el 38% de la superficie del departamento francés de Pirineos Atlánticos. Y, con poco más de 300.000 habitantes, representa el 46% de su población. Que el nacionalismo vasco no haya tenido nunca hacia Francia ni remotamente la beligerancia que ha tenido contra España, los nacionalistas –los pocos que intentan dar alguna coherencia a su proyecto– lo explican con la idea de que el nacionalismo vasco, el real, el español, siempre quiso preservar aquel territorio como retaguardia para la lucha en España. el español, siempre quiso preservar aquel territorio como retaguardia para la lucha en España. el español, siempre quiso preservar aquel territorio como retaguardia para la lucha en España.
Pero esta explicación oculta interesadamente que, en la parte francesa, los vascos (salvo contadas excepciones influidas por los nacionalistas del sur) siempre se han sentido ante todo franceses y no tienen ni el más mínimo interés en ser otra cosa.
"En la parte francesa, los vascos siempre se han sentido ante todo franceses y no tienen ni el más mínimo interés en ser otra cosa"
Para apreciar mejor todavía lo anecdótica que resulta la presencia del nacionalismo al norte de los Pirineos, tenemos a la vista las legislativas convocadas por el presidente Macron para finales de junio.
Dichas elecciones en Francia se realizan por circunscripciones a doble vuelta. Las circunscripciones o distritos electorales dividen en Francia cada departamento en función de criterios estrictos de población. Pues bien, en el departamento de Pirineos Atlánticos hay seis circunscripciones y ninguna, ni por separado ni junto a otras, coincide con los territorios que integran el País Vasco francés, como se puede apreciar en el mapa adjunto.
Para hacer una traslación de resultados a lo que sería el País Vasco francés tendríamos que ir entresacando de las circunscripciones 4.ª, 5.ª y 6.ª cada uno de los 158 municipios que integran las tres provincias vascas históricas. Es lo mismo que ocurre, solo que de otra manera, en las elecciones departamentales, donde se utiliza otra división territorial distinta, en cantones.
Hay 27 cantones en el departamento y tampoco respetan la división en provincias vascas históricas. Todo lo cual evidencia la nula influencia que tienen en Francia las reclamaciones nacionalistas y lo poco que le interesan las mismas a su población.
En cambio, en España, tras las recientes elecciones europeas, y a la vista de los discretos resultados obtenidos por el nacionalismo vasco (en particular por el PNV, que ha sacado por los pelos a su única candidata), ya han salido voces desde dentro del partido que piden como próxima exigencia a Pedro Sánchez la de acabar con la circunscripción única. Incluso se extrañan de no haberlo exigido ya desde antes.
Es ese desahogo con el que actúa el nacionalismo vasco en España el que contrasta tan poderosamente con la insignificancia del mismo en Francia. Lo que nos lleva a concluir que el nacionalismo vasco es ante todo y sobre todo un antiespañolismo vasco, que ha tenido la suerte de poder medrar dentro del Estado español, que lo legitima y empodera.
La mayoría de la población vasca actual ha convertido la fidelidad, cuando no abierto clientelismo, respecto de los partidos nacionalistas, en su seña de identidad única, independientemente de su origen autóctono o inmigrado. Y los partidos nacionalistas basan su poder en una presencia abrumadora en las instituciones, con acceso directo a unos sustanciosos presupuestos públicos que manejan en beneficio exclusivo de su proyecto secesionista.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.