El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, a su salida de un pleno en el Congreso de los Diputados, a 13 de junio de 2024, en Madrid (España)

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, a su salida de un pleno en el Congreso de los Diputados, a 13 de junio de 2024, en Madrid (España) Gabriel Luengas Europa Press

LA TRIBUNA

Por qué España fue la excepción europea el 9-J

Mientras en los demás países europeos han surgido fuerzas opuestas sin complejos a los dogmas de la izquierda, la oposición española sufre una ausencia congénita de discurso.

24 junio, 2024 01:54

La portavoz del Partido Socialista declaró el día siguiente de que se celebraran las elecciones europeas que "Feijóo ha de tomar nota de otros partidos de derechas en Europa que han sido fagocitados por la ultraderecha". Pues bien, hemos de reconocer que, por una vez y sin que sirva de precedente, hemos oído algo sensato desde las filas socialistas.

Claro está que si nuestra portavoz mirara un poco menos las barbas del vecino y un poco más las de sus propios congéneres ideológicos en Europa, se vería obligada a reconocer que lo que el futuro le depara a los autodenominados progresistas españoles es mucho más oscuro que el que ella le vaticina a los conservadores tradicionales.

En cualquier caso, y por más que la prensa de derechas de nuestro país se haya empeñado en presentar los resultados de Sánchez como un clamoroso fracaso, no es difícil ver que, al menos comparados con los que han obtenido sus hermanos continentales, los suyos no han sido del todo malos.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su mujer, Begoña Gómez, en un mitin de la campaña de las europeas, el pasado 5 de junio en Benalmádena (Málaga).

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su mujer, Begoña Gómez, en un mitin de la campaña de las europeas, el pasado 5 de junio en Benalmádena (Málaga). Europa Press

De hecho, y habida cuenta de la cantidad de frentes más o menos purulentos que tiene abiertos el presidente, podría afirmarse que son incluso decentes (siempre y cuando esta palabra pueda aplicarse al sujeto que nos gobierna). Hasta el punto de conseguir que España se constituya en una inequívoca excepción europea, tanto con respecto al predominio asfixiante de las derechas como en lo que se refiere la debacle (desaparición de facto en algunos casos) del socialismo en muchos países.

¿A qué puede deberse esto?

Para explicarlo existe una serie de factores, por así llamarlos, inmediatos y otros que operarían de modo más profundo y a largo plazo. O dicho al modo de los clásicos: factores de carácter coyuntural y otros de índole más estructural.

Entre los primeros, tal vez el principal sea la presencia en el panorama político de un líder, el propio Pedro Sánchez, que, más allá del desprecio moral que le puedan profesar la mayoría de los analistas, lleva demostrando desde antes de su llegada a la secretaría general del PSOE que es un animal político con un instinto estratégico casi infalible.

Cada uno de sus movimientos, por más que escandalicen a sus enemigos (lo cual forma parte también del juego) se han demostrado certeros golpes de mano que, no sólo han descolocado a sus adversarios, sino que han sido capaces de convertir en ventaja lo que parecían adversidades insalvables.

La convocatoria inmediata, por ejemplo, de elecciones tras perder las autonómicas y municipales, que ahora le ha copiado Macron, fue una genialidad que le habría aplaudido el mismísimo Maquiavelo.

Lo mismo puede decirse de la decisión de presentarse con Begoña en el mitin central de la campaña europea: como nos dice el pensador florentino, a nadie favorece más la fortuna que a aquel que se muestra resoluto y decidido. "Como mujer que es, -afirma Maquiavelo –la fortuna es amiga de los jóvenes, porque son menos prudentes y más fogosos y se imponen con más audacia".

"Plantear el 9-J como un plebiscito significó otorgarle a Sánchez la mejor baza para movilizar a un electorado siempre sensible a las pulsiones del victimismo"

Frente a estas demostraciones constantes de atrevimiento político, nos encontramos en el otro lado del ring con un líder de la oposición que, ya sea por inercia, ya por carácter, continúa aplicando miméticamente el principio gallego-budista de no intervención. Y que no deja pasar, además, la menor oportunidad de arrojarse todas las piedras posibles en el propio tejado.

¿A qué político con un mínimo sentido táctico se le habría ocurrido plantear estas último elecciones en términos de plebiscito ("Esta es tu respuesta"), frente a una izquierda que se mueve como pez en el agua en ese escenario? Ello significaba, ya de partida, otorgarle a Sánchez la mejor baza para movilizar, con Begoña como mascarón de proa, a un electorado siempre presto a responder a las pulsiones del victimismo ("Free Begoña") y el aliento de lo identitario.

El resultado no es otro que el que hemos visto: lo que hubiera debido ser un paseo militar para el PP se ha convertido en un balón de oxígeno para un líder que estaba virtualmente acabado.

No obstante, hay razones más profundas para esta excepción continental en la que nos estamos convirtiendo.

En primer lugar, el excelente trabajo de lenta pero implacable infiltración ideológica en la sociedad que, no ya sin oposición, sino con la colaboración de la derecha, ha ido realizado la izquierda en la sociedad en las últimas décadas. Cabe decir que en ella, con diferentes grados de entusiasmo, han participado el sistema educativo en su totalidad, la mayor parte de los medios de comunicación, instituciones de todo tipo y, ya últimamente, hasta el mundo de la empresa.

Para muestra un botón: la Junta de Andalucía, gobernada desde hace seis años por el Partido Popular, acaba de promover el llamado I Plan de Igualdad de la Administración General de la Junta de Andalucía. Pueden buscarlo en internet y echarle un vistazo. Si son capaces de encontrar alguna diferencia con algún documento del mismo tipo redactado por el Partido Socialista o, incluso, por Podemos, habrán resuelto el famoso principio de identidad de los indiscernibles leibniciano.

"Si el PP quiere subsistir a largo plazo, no le queda más remedio que romper definitivamente con ese galleguismo congénito en que se ha enquistado"

Ello nos lleva a la que, en mi opinión, es la razón más importante que explicaría nuestra excepción: el discurso único enarbolado por la izquierda, por más delirante, irreal y maniqueo que pueda ser en sus contenidos, no encuentra enfrente ningún discurso alternativo.

Mientras que en el resto de los países de nuestro entorno han emergido desde hace años fuerzas políticas que se oponen sin complejos a los dogmas de la izquierda, el llamado principal partido de la oposición de nuestro país ha asumido una ausencia congénita de discurso que lo apuesta todo a la espera de que su adversario político sucumba a causa sus propios errores.

Ahora bien, como estamos viendo con el caso de la mujer del César, los errores de una ideología se pueden convertir en aciertos si los maneja alguien hábil en el arte de las triquiñuelas. Y si, por ende, los ciudadanos no encuentran un cuerpo de ideas definido y preciso que se les proporcionen las certezas que necesitan.

Tal es el papel de las ideologías. Como estamos empezando a ver en Cataluña, el monopolio mental del nacionalismo ha comenzado a resquebrajarse en cuanto se le ha puesto delante un muro de convicciones al menos igual de firmes y dominantes. ¿No podría ocurrir lo mismo en el resto de España?

Si volvemos a las declaraciones de la portavoz socialista con las que comenzábamos este artículo, habremos de admitir que a partir de ahora la izquierda va a vender de forma aún más contumaz su eterno guerracivilismo (España como epítome del "No pasarán"). Pero si se analizan los resultados, no en su conjunto, sino por circunscripciones, se comprobará que el socialismo se encuentra seriamente tocado. Es más, que allí donde pierde, como es el caso de Andalucía, ya no se recupera.

No obstante, lo único que salva al PP por el momento de la ola arrolladora de la derecha más conservadora (evitemos el término bobo y a menudo confuso de ultraderecha) es la impericia contrastada de Vox, incapaz de soltar lastre de un tradicionalismo que tiene efectos letales en términos estéticos (y la estética en política es fundamental).

De hecho, el rocambolesco fenómeno Alvise es un aldabonazo tanto para el PP como para Vox. Lo que sí está claro es que si el PP quiere subsistir a largo plazo, no le queda más remedio que romper definitivamente con ese galleguismo congénito en el que se ha enquistado.

De hecho, puede que la solución no se encuentre tan todos los caminos que vienen al caso no llevan a Roma esta vez, sino directamente al centro de Madrid.

*** Manuel Ruiz Zamora es filósofo.

Arnaldo Otegi junto a Aitor Servier, el líder del equivalente de EH Bildu en el País Vasco francés, EH Bai.

En Euskadi gana el nacionalismo; en el País Vasco francés, Le Pen

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