Vladimir Putin y Xi Jinping durante la visita del presidente ruso a Pekín, el pasado mayo.

Vladimir Putin y Xi Jinping durante la visita del presidente ruso a Pekín, el pasado mayo. Reuters

Tribunas

Europa está atrapada entre el viejo y el nuevo orden

¿Qué queda del poder transformador del liberalismo si la gente puede ahora disfrutar de los beneficios materiales de Occidente sin adoptar sus principios democráticos?

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Los líderes políticos de la Europa actual rara vez comparten reflexiones profundas sobre la naturaleza fundamental de los sistemas políticos contemporáneos. Pero es de agradecer que lo hagan.

A diferencia de los académicos, cuyo compromiso con el mundo de la política sigue siendo en gran medida teórico, los líderes políticos tienen experiencia de primera mano de sus crudas realidades. Cuando combinan sus conocimientos prácticos con observaciones analíticas, nos incitan a contemplar la evolución política más allá de nuestras preocupaciones inmediatas.

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, junto a su homólogo estadounidense Donald Trump, en 2018 en la Casa Blanca.

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, junto a su homólogo estadounidense Donald Trump, en 2018 en la Casa Blanca. Reuters

Tal vez fuera éste precisamente el objetivo del discurso del presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, en el Encuentro Nacional de la Juventud a principios de septiembre de este año.

Dirigiéndose a los jóvenes de los que se espera que den forma a la política portuguesa y europea del futuro, el presidente dijo:

Estamos al final de un ciclo histórico y al principio de otro, en el mundo, en Europa y en Portugal. [...] Hay, de hecho, una sensación de transformación, y las guerras aumentan en estos periodos de incertidumbre e impresionabilidad [...].

Los sistemas políticos europeos están en profunda crisis, porque fueron diseñados para otra época y por inercia han perdurado. [...] Y la alternativa a lo viejo es lo viejo, viejo en ideas, viejo en estructuras, viejo en organización, viejo en personas, y eso es un problema en Europa.

Hay, en efecto, una sensación de interregno en el aire, una sensación de estar atrapado entre dos órdenes: uno viejo y que se desvanece, el otro nuevo pero aún no plenamente imaginado.

En este sentido, las actuales guerras en Ucrania y Oriente Próximo, junto con la amenaza inminente de conflicto por Taiwán, no son meras perturbaciones geopolíticas. Son las luchas del viejo orden aferrado a su poder sociocultural basado en realidades familiares y reconocibles.

El interregno actual es un punto de inflexión en lo que el sociólogo Zygmunt Bauman denominó"modernidad líquida", en la que las relaciones son fluidas, las identidades flexibles y las estructuras tradicionales se debilitan o disuelven.

Los gobernantes autocráticos que impulsan las convulsiones geopolíticas contemporáneas pretenden poner fin al actual estado de incertidumbre intensificándolo. Y así empujar a los supuestos campeones de la "liquidez" hasta el punto del pánico, obligándoles en última instancia a exigir el retorno al antiguo orden estable.

"La cuestión clave para la democracia liberal no es si gana el tira y afloja del miedo contra la extrema derecha, sino si puede ser el fundamento político del nuevo ciclo histórico"

Si estos autócratas tuvieran un eslogan honesto, podría ser "volver a hacer sólida la modernidad".

No son los únicos. Los partidos de extrema derecha, que obtienen victoria tras victoria en todo Occidente, promueven la idea de que las identidades nacionales homogéneas ofrecen un refugio a quienes luchan contra las ansiedades vinculadas al multiculturalismo y achacadas a la democracia liberal.

Se aprovechan de una tendencia humana natural a temer la incertidumbre: cuando nos enfrentamos a realidades que cambian rápidamente, nuestro instinto nos lleva a gravitar hacia entornos e identidades familiares.

Los demócratas liberales ofrecen su propia política del miedo. El miedo a que los autócratas de derechas/izquierdas lleguen al poder en las sociedades occidentales.

Pero la cuestión clave para la democracia liberal no es si gana el tira y afloja del miedo contra la extrema derecha. Sino más bien si puede sortear con éxito el interregno actual y ser un fundamento político del nuevo ciclo histórico, al menos en Europa.

Hay pocas dudas de que las alternativas autoritarias-autocráticas de derecha/izquierda a las incertidumbres del futuro son conceptualmente viejas. Aunque pueden causar trastornos temporales (suponiendo que no nos destruyan a todos en el proceso), no pueden invertir el curso inexorable de la historia humana, impulsada por los avances tecnológicos más que por las decisiones políticas.

Pero aunque la democracia liberal pueda ayudar a que el periodo de transición a una nueva era sea más pacífico, también parece ser una respuesta anticuada a los retos del futuro. Y carece fundamentalmente de pathos para sentar las bases ideológicas de un nuevo orden.

El liberalismo fue originalmente una ideología revolucionaria. Surgió en oposición a las monarquías absolutas, el feudalismo y la dominación eclesiástica, que finalmente desmanteló.

"Una alternativa verdaderamente nueva a los sistemas políticos actuales (autoritarios o liberal-democráticos) surgirá en oposición directa a ellos"

La ola de democratización liberal que siguió en Europa puso fin a los imperios y dio origen a los Estados nación modernos. Tras la Segunda Guerra Mundial, ayudó a reconstruir Europa Occidental.

A finales de los años ochenta y principios de los noventa, muchas naciones de Europa Central y Oriental abrazaron la democracia liberal, motivadas por el deseo de libertad política y la esperanza de alcanzar la prosperidad material vista en el Occidente liberal-democrático.

En las regiones postsocialistas de Europa, las elecciones libres fueron tan importantes para impulsar la democratización como la apertura de McDonald's y la disponibilidad legal de los vaqueros americanos de moda.

Pero ¿qué queda del poder transformador del liberalismo si la gente, incluso en el Afganistán gobernado por los talibanes, puede ahora disfrutar de los beneficios materiales de Occidente sin adoptar sus principios democráticos?

¿Recuerdan un viejo sketch de Rowan Atkinson en el que parodiaba a un político conservador británico hablando de inmigración? "¡Me gusta el curry, de verdad! Pero ahora que tenemos la receta, ¿hay realmente alguna necesidad de que [indios y pakistaníes] se queden?".

Ocurre demasiado a menudo hoy en día que la democracia liberal son esos "inmigrantes indios y pakistaníes" que algunos no quieren que se queden.

Rebelo de Sousa no sugirió ninguna solución radical a los retos del ciclo histórico aún inexplorado. Pero lo que parece deducirse de sus argumentos es que una alternativa verdaderamente nueva a los sistemas políticos actuales (ya sean autoritarios o liberal-democráticos) surgirá en oposición directa a ellos.

Una alternativa genuina puede basarse en el ecologismo neopagano o en el transhumanismo asistido por la IA, pero sólo el tiempo dirá qué forma y qué figura adoptará.

*** Anton Shekhovtsov es profesor visitante en la Universidad Centroeuropea de Austria y autor del libro Los nuevos partidos de derecha radical en las democracias europeas (2011).