El manuscrito secreto de Franco que facilitó la Transición
Poco antes de morir, Franco asumió el testamento político redactado por su cuenta por un miembro del régimen para impulsar al Rey como artífice de la evolución a la democracia.
Francisco Franco, el 17 de octubre de 1975, presidiendo el Consejo de Ministros, padeció un ataque al corazón. Aquella noche, a las tres de la madrugada, el arquitecto Javier Carvajal, secretario general de asociación política Unión del Pueblo Español (UDPE), no podía conciliar el sueño.
Por su relación con el almirante Nieto Antúnez, Javier Carvajal sabía que el final de Franco se precipitaba. Su mujer, Blanca García-Valdecasas, preocupada por la inquietud de su marido le pregunto qué le pasaba y Carvajal contestó: "No me puedo dormir. Este hombre se va a ir sin dejar nada escrito. No puede ser. Tenemos que hacer algo".
Acto seguido se levantó y acudió a su estudio. Allí tenía una pequeña máquina de escribir portátil marca Olivetti, y en un arranque, en unos minutos, hizo un esfuerzo, entre extravagante y genial, de ponerse en la cabeza del dictador y escribió una carta de apenas cinco párrafos.
En el texto, Franco, en primera persona, pedía perdón a "todos", incluso a sus enemigos y pedía a sus seguidores que tuvieran para el Rey de España "el mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado".
Javier Carvajal acababa de redactar el testamento político de Franco que iba a tener una importancia decisiva en el inicio de la Transición democrática.
Su esposa, filóloga y literata, hizo apenas dos correcciones. Lo leyeron y releyeron. Les pareció que la carta era adecuada y ponderada y el matrimonio, poco después, durmió de un tirón hasta las ocho de la mañana.
Al día siguiente por la noche, en la sede de la UDPE, calle Basílica 19 de Madrid, el arquitecto Carvajal consultó con sus dos amigos, su cuñado José Guillermo García-Valdecasas y Miguel Ángel Cifuentes, sobre el atrevimiento y pertinencia de un escrito que quizás había sido fruto de un trastorno nocturno.
Les leyó la carta que había redactado, poniéndose en la cabeza de Franco ante su inminente muerte y les preguntó qué les parecía, si creían que tenía sentido o era una alucinación nocturna, producto de un par de copas de coñac y múltiples cigarrillos.
García-Valdecasas y Cifuentes se sorprendieron por la calidad del escrito, oportunidad y conveniencia del testamento político. Y le dijeron a Javier Carvajal que intentara que Adolfo Suárez, presidente de la UDPE, entregara en el Palacio del Pardo la carta y quizás Franco la asumiera y fuera leída poco después de su fallecimiento.
Carvajal consideró que era un tema que debía decidir Suárez. Dijo que era Suárez el que tenía los contactos y la experiencia para valorar si algo tan atrevido como un testamento político premortem del caudillo era adecuado o era mejor olvidar el tema. Carvajal, animado por sus dos amigos, telefoneó a Adolfo Suárez a su casa a las dos horas de la madrugada del 18 de octubre:
—Adolfo, soy Javier Carvajal.
—¿Qué pasa Javier? Debe ser muy importante o grave para que me llames a esta hora.
—He redactado esta carta de despedida de Franco a los españoles y te propongo que, si la apruebas, la hagas llegar al Palacio del Pardo.
Carvajal leyó por teléfono el breve texto. Los dos amigos de Carvajal escucharon por el teléfono la respuesta de Adolfo Suárez:
—Nada, no estoy de acuerdo, no me parece una buena idea. No, ni pensarlo que lo apruebe y lo haga llegar a Franco o a su familia.
"El Rey, con el aval de la carta de Franco, inició una operación reformista que culminó con las elecciones de 1977 y la Constitución de 1978"
Carvajal consideró cerrado el tema, pero sus dos amigos le convencieron que buscara otra vía para hacer llegar la carta a la familia del caudillo. Al día siguiente se citaron con el político, secretario de Suárez, Eduardo Ameijide y le leyeron la carta, le pareció muy pertinente e importante y Ameijide acudió a un amigo cercano, Andrés Rodríguez Villa-Gil, a la sazón amigo próximo a José Antonio Girón de Velasco.
Villa-Gil entregó la carta a Girón de Velasco (líder del continuismo franquista) y este se dirigió al Palacio del Pardo, el 20 de octubre y se lo entregó en mano a Carmen Franco, hija del dictador.
La hija de Franco leyó detenidamente el texto: una suerte de testamento político. Le gustó y además procedía de Girón de Velasco, una persona de toda confianza.
Aquel mismo día se acercó al dormitorio de Franco, convaleciente, y le dijo:
—Papá, Girón de Velasco me ha dado esta carta. Léela detenidamente. Si te parece bien la firmas y se publicará como tu testamento político.
#Gracias, hija. Déjamela; la leeré detenidamente y ya te diré.
Cuatro horas después, Franco no sólo decide firmar la carta, sino que opta por transcribirla a mano para dar mayor fuerza al escrito como un último impulso de autoría personal en una muestra de su capacidad política.
Franco, con gran esfuerzo de un moribundo, se levantó acudió a su despacho privado y copió a mano el texto escrito a máquina por Carvajal. Llamó a su hija Carmen y le dijo:
—Una cosa más te pido: que guardes el secreto. No se lo digas a nadie, ni tan siquiera a tu madre. Llévalo contigo a todas partes y cuando muera se lo das a Arias Navarro.
—Papá, lo haré como dices. Tranquilo.
Al día siguiente, el 23 de octubre, Franco se agravó y perdió toda capacidad política y personal hasta su fallecimiento en la madrugada del 20 de noviembre de 1975. Carmen Franco, antes de dirigirse al Hospital La Paz donde yacía el cadáver de su padre, se dirigió al Palacio de la Zarzuela y entregó al príncipe don Juan Carlos una copia del testamento de Franco. Don Juan Carlos le dijo:
—Carmen, con este testamento me estás dando el salvoconducto que yo no podía ni imaginar, ni soñar.
Poco después, Arias Navarro, un compungido presidente del Gobierno, leyó a todos los españoles el testamento político de Franco en Televisión Española. El Rey, sin ataduras y con el aval de la carta de Franco, inició una operación reformista que culminó con las elecciones generales de 1977 y la Constitución de 1978.
*** Guillermo Gortázar es historiador, autor del libro El secreto de Franco. La Transición revisitada.