Cuando tenía ocho años, en 1937, a su padre le liberaron de la cárcel los sublevados del bando Nacional tras su toma de Santander, en plena Guerra Civil. El día que el progenitor consiguió volver a casa, él fue a abrirle la puerta. No conocía de nada a aquel señor postrado en el umbral y que, cuando le vio, le cogió en brazos, le levantó y le gritó algo que sólo podía gritarle alguien como él: ¡¡¡Jesusín!!!
Ese es uno de los primeros recuerdos de una persona a quien, más tarde, nadie se atrevería a tratar con el diminutivo. Se convirtió en don Jesús. Pero la posteridad no ha quedado en el nombre, sino en el apellido que le dejó su padre y que el hijo llevó a lo más alto: Polanco.
Hablamos, evidentemente, de Jesús Polanco (1929-2007), el Ciudadano Kane español, el hombre que creó un imperio a través de la Editorial Santillana y el Grupo Prisa. El poder que amasó fue tal que, en 1997, el suplemento Crónica hablaba de un país imaginario llamado Polancolandia. Ahí, una persona podía nacer y morir sin salir de él.
Bastaba con estudiar de crío entre libros Santillana, acompañar la juventud con Los 40 Principales; leer en la madurez El País para la información nacional, Cinco Días para la económica, AS para la deportiva; pasar el rato con cualquiera de los libros de Alfaguara o de las películas de Canal+ en el ocio, gastarse la paga extra en unas vacaciones alojado en alguno de los hoteles de la Cadena Tropical y, ya de viejo, ver los días pasar bajo la sintonía de la Cadena Ser. Y todo ello se haría sin abandonar los vastos territorios del reino de Polanco.
La fuerza de su apellido no se estancó en su figura y ha acabado trascendiendo a gran parte de la familia, que ha estado hasta hace poco en la primera línea del imperio. En el árbol genealógico destacan sus hijos Ignacio Polanco (1954), Manuel Polanco (1961), Isabel Polanco (1957-2008) y María Jesús Polanco. También han ocupado puestos de responsabilidad en sus empresas sus sobrinos Javier Díez de Polanco (1955) y Jaime Polanco (1959). Entre todos, se convirtieron en una de las familias más poderosas de España, con un apellido que abría las puertas de medio planeta.
Su historia de riqueza e influencia es similar a la que ahora desgrana la serie Succession, que relata los azares de un gigante de la comunicación, Logan Roy, y su empresa familiar. Y de una forma similar a cuando Kendall Roy -el irredento primogénito- le pregunta a su padre que si algún día vio en él madera para heredar la empresa y el patriarca le responde que no, "porque no eres un killer", la muerte de Jesús Polanco en 2007 y que la empresa pasara a sus herederos marcó el primer paso de un declive que aún da coletazos hoy en día.
El apellido Polanco ahora se lo ha llevado el viento. Su influencia apenas pesa como antes, ni el dinero suma tantos ceros, y la empresa que un día fue suya ya pertenece a otros que han sabido jugar sus cartas mejor.
Aire desde el Santander
Riesgo de impago. La semana pasada se conoció que los herederos de Jesús Polanco y el Banco Santander andan ultimando un acuerdo para refinanciar la deuda de 45 millones que la familia tiene con el banco. Ya les han dado hasta cinco prorrogas y, si no cumplen, corren el riesgo de que la entidad presidida por Ana Botín se acabe quedando con su 7,6% de Prisa. Ello implicaría un duro golpe, ya que supondría la salida definitiva del imperio que un día levantó su padre.
Basta con mirar las cifras. En 2006, un año antes del fallecimiento de Jesús, la familia Polanco controlaba el 63% del Grupo Prisa. Eran los principales accionistas y ello se traducía en un capital de 1.825 millones de euros de una capitalización bursátil total de alrededor de 2.896 millones. Actualmente la familia controla sólo el 7,6% de las acciones. Nada. No hay influencia ya, sólo los restos de lo que un día fue. Además, la capitalización bursátil de la empresa ronda los 421 millones, lo que lastra el capital de los Polanco a 31,9 millones. Hoy en día solo queda un familiar en el consejo de administración, Manuel, hijo del fundador, sin ninguna influencia.
Mientras, el resto de la familia pasa sus días en negocios menores y con la cuenta pendiente de devolver un crédito al Banco Santander de 45 millones de euros. Esta semana se ha conocido que los Polanco y la entidad presidida por Ana Botín están preparando un acuerdo a largo plazo para que no tengan que acabar vendiendo su ya escasa participación por no poder devolver el crédito, por el que ya les han concedido hasta cinco prórrogas.
"Su patrimonio y su prestigio se ha deteriorado muchísimo, evidentemente", comenta una fuente cercana a Prisa y que sintetiza a la perfección la situación. "Los Polanco estaban considerados como una de las mejores familias de España y parte de Latinoamérica, por Jesús y su apellido, y hoy ya sólo les queda el patrimonio personal de cada uno. Con un imperio como el que habían montado, con negocios importantes en América y fusiones con las grandes empresas, no nos habría vencido nadie. Seríamos actualmente el grupo de comunicación en español más importante de todo el globo. Pero la guerra la ganaron otros y la historia se reescribirá, como estás haciendo tú ahora".
De caligrafía a imperio
Jesús de Polanco -nació con 'de' en el apellido y luego se lo quitó- siempre se consideró un hijo de la guerra, tal y como relata él mismo en el libro Ciudadano Polanco, fruto de extensas entrevistas con el periodista Juan Cruz Ruiz. Criado en el seno de una familia de militares y profundamente franquista de Santillana del Mar (Cantabria) perdió a su padre en 1942 por los problemas cardíacos que había arrastrado desde su estancia en la cárcel. Entonces, Jesús tenía 12 años y era el menor de seis hermanos. Ahí fue cuando su madre entró a desempeñar un papel fundamental en su vida y se encargó de cuidar a los retoños y sacar adelante a la familia.
En su adolescencia, pasó por el Frente de Juventudes falangista e ingresó en la Milicia Aérea Universitaria en 1951, donde tuvo su primera experiencia dirigiendo una revista, aunque amateur, El Loro. La rama fascista, como él mismo la llamó, se le curó poco después tras su amistad con un Dionisio Ridruejo que ya renegaba del régimen. Se graduó en 1953 de sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, que se costeó trabajando, y empezó a desempeñarse en la Editorial Escelicer, vinculada a la Secretaría General del Movimiento. Aquello le dio la experiencia necesaria para fundar en 1958 la suya propia y cuyo nombre tomó del pueblo del que era originario: Editorial Santillana.
Los primeros años de Santillana fueron más bien modestos. Se dedicaba a vender cuadernos de caligrafía y cartillas de alfabetización. La empresa marchaba bien, la población española de entonces era profundamente inculta y analfabeta, pero la Editorial Santillana no trascendía de ser un pequeño negocio. Hasta 1970, cuando cambió todo. La Ley General de Educación de ese mismo año modificó los contenidos de los libros de texto y la de Jesús Polanco fue la única editorial que los tuvo listos a tiempo de comenzar el curso escolar.
Cuentan las malas lenguas, que han acompañado desde entonces a Polanco, que consiguió aquello gracias a una filtración desde el Ministerio. El caso es que la empresa despegó definitivamente y él no volvería a ser ese Jesusín al que su padre levantaba en brazos. Empezaba la historia de don Jesús Polanco. Jesús del Gran Poder le llamaban.
En 1972 fundó Timón, la sociedad que aglutina las participaciones de la familia aún hoy en día. Ese mismo año, entró a una recién fundada Prisa adquiriendo sólo el 2% y, en 1973, entró a formar parte del grupo fundador del diario El País, que se empezó a editar en 1976. Su entrada inicial en Prisa fue una cuestión casi de azar. Pero el tiempo fue pasando, los revuelos entre el accionariado fueron creciendo y, con el apoyo de algunos aliados, Jesús Polanco se acabó haciendo con un grupo que representaba más del 50% de la compañía. A partir de ahí el, poder de Jesús y los suyos empezó a crecer de manera desorbitada hasta que Prisa se convirtió en la joya de la corona de la familia Polanco y crearon ese país ficticio de Polancolandia, que tenía tantas ramificaciones que ni sus artífices eran capaces de decirlas de memoria.
Sólo por nombrar los más importantes, en 1997 Prisa controlaba la totalidad del diario El País y Cinco Días, tenía inversiones en periódicos internacionales de renombre como The Independent, el 75% del diario AS y la mitad de Antena 3 Radio. A través de la Ser, que controlaba en su totalidad, tenía Los 40 Principales, Cadena Dial, Radiolé y M-80, entre otros. Eso solo en prensa y radio. Seguimos. Tenía Canal+, el 25% de Sogecable, el 85% de Canal Satélite Digital, 200 pantallas en salas de cine y acuerdos con importantes productoras como Warner y un largo etcétera. Además, estaba Santillana, editorial bajo la que aglutinaba otras relevantes como Aguilar, Altea, Taurus o Alfaguara, y la famosa cadena de librerías Crisol. Y eso es sólo la punta de un iceberg plagado de negocios más pequeños que copaban todas las capas de la sociedad española del momento.
Por otro lado, Polanco también había logrado cruzar el charco para hacer las Américas. Gracias a su presencia en Latinoamérica, Santillana se consolidó como la gran editora de libros en español en el mundo. De hecho, en la actualidad, ya desposeídos de la parte española, Santillana en el continente americano representa una de las principales fuentes de ingresos de Prisa. Además, a principios de los años 2000 se intentó que el negocio de medios de comunicación funcionara en el extranjero tanto como en España y comenzaron las inversiones en Estados Unidos, la creación de cadenas de radio en distintos países, la fundación de periódicos y la edición de El País en México y Brasil.
Entra la familia
Como la intención de Jesús Polanco nunca fue la de abarcarlo todo él sino la de crear un paraguas bajo el que cabía toda su familia, empezó a dar cargos clave a sus hijos y sobrinos, que pronto empezaron a copar los consejos de administración de estas grandes empresas como si fuera, y un poco porque lo era, su casa. Aunque algunos fueron más Polanco que otros. A pesar de todos los hermanos, hijos y sobrinos de Jesús que han ocupado puestos relevantes en Santillana y Prisa, cuando se habla de Los Polanco es, en realidad, de un grupo reducido de elegidos.
La primera y más destacada, especialmente a ojos de su padre, era Isabel Polanco, hija al igual que sus tres hermanos del matrimonio entre Jesús e Isabel Moeno. Empezó su carrera, como los demás, en la gallina de los huevos de oro, en Santillana. Arrancó en Estados Unidos, pero acabó haciéndose con el control de partes importantes de la editorial en toda América. Fue directora de Recursos Humanos en Timón y Prisa y ascendió, en 1996, a directora general del Grupo Santillana tanto en España como América.
Isabel iba a ser, a todas luces, la heredera del imperio. Así lo quería Jesús, que la había preparado para serlo todo en Prisa igual que lo era él y ella había respondido demostrando tener las capacidades necesarias para asumir el reto. Pero todo se trastocó. Antes de morir Jesús, a Isabel le detectaron un cáncer terminal que obligó a cambiar todos los planes. Finalmente, Isabel falleció en 2008, un año después que su padre.
El siguiente en la lista a suceder a su padre fue Ignacio Polanco. Aprendió también en el Grupo Santillana hasta el año 2000, cuando Prisa salió a Bolsa, y él pasó a ser adjunto a la presidencia. Sin Isabel como posibilidad, su aura de heredero in péctore se materializó en 2006 cuando fue nombrado vicepresidente de Prisa y tras la muerte de su progenitor fue nombrado presidente. Sin embargo, no lo fue todo, como lo había sido su padre y lo habría sido Isabel, y su mando fue compartido con Juan Luis Cebrián, que había ido escalando posiciones en Prisa de la mano de Jesús.
En una segunda fila estaba Manuel Polanco, que inició su carrera también por Santillana, pero enfocado a América Latina. Dirigió la editorial en Chile y Perú, puso en marcha la edición mexicana de El País, asumió (en 1996) la dirección de toda Santillana en América, con sede en Miami, y volvió a España tres años después para presidir el área comercial de todo el grupo. Consejero de Prisa desde 2001, participó en los negocios del grupo en Portugal y en 2018 asumió la presidencia del Consejo de Administración de Prisa, tras la salida de Cebrian, en una época en la que los Polanco ya tenían los días contados.
Pero antes de entrar en el comienzo del fin, hubo otras dos personas que jugaron un papel clave. Javier Díez de Polanco, apodado cariñosamente Polanquín, sobrino de Jesús e hijo de su hermana María del Carmen, se impuso a algunos de los hermanos por su capacidad de gestión. Estuvo en Santillana en Argentina y Chile, saltó a la Cadena Ser, a director general de El País, entró en Prisa y Sogecable y lanzó la cadena Cuatro y el canal de toros. Entró en el consejo de Prisa y fue director general.
A su lado, otro sobrino, Jaime Polanco. Hijo de Enrique, el hermano militar de Jesús, Jaime desarrolló gran parte de su carrera en América del Norte, tras pasar por Santillana en Nueva York, y es nombrado en el año 2000 director general en Norteamérica y un año después presidente de Prisa Internacional. De manera más discreta, aparece también en el árbol genealógico María Jesús Polanco, hija de Jesús, y que no entró en la empresa familiar como consejera hasta la muerte del patriarca.
Todos los herederos se vieron un día, de una forma u otra, con el imperio en sus manos. Jesús ya se había encargado de erguirlo todo y ellos tenían la misión de aprender hasta que llegara el momento de tomar las riendas cuando él no estuviera. Ellos eran Los Polanco, todo lo que el apellido significaba. Pero muerto el rey… a los sucesores se les acabó haciendo muy difícil mantener el peso del apellido y del emporio empresarial y todos aquellos sueños se acabaron diluyendo en la situación actual: una realidad en la que Polanco suena como algo que fue pero ya no es.
Los otros Polanco
Aquellos que no salen en la foto. Los cuatro hijos de Jesús Polanco son descendientes de su matrimonio con Isabel Moreno Puncel. Pero se separaron en 1989 y se acabó casando con Mariluz Barreiros, unos años después, en 1992. Javier Díez de Polanco es hijo de María del Carmen Polanco, hermana de Jesús, y Jaime Polanco lo es de Enrique Polanco, el hermano de Jesús que siguió la tradición familiar y se convirtió en militar. Otro Polanco destacado es Juan Manuel, hermano de Jesús y que había estado dirigiendo las empresas del grupo en México hasta que falleció en 1986.
Una mala decisión
Para ver el declive de la familia, hay que apuntar a las cifras. En 2006, un año antes del fallecimiento de Jesús, los Polanco tenían el 63% del Grupo Prisa, lo que se traducía en un capital de 1.823 millones de euros. En la actualidad ya es sólo de 31,9 millones de euros gracias solamente al 7,6% que controlan. Pero esto no es un problema exclusivamente suyo, sino del grupo. Cuando salió a Bolsa en el año 2000, el valor de la acción en Prisa oscilaba entre 17,25 y 21,5 euros, según la Comisión Nacional del Mercado de Valores, y su capital bursátil estaba entre los 3.700 y 4.700 millones de euros. Hoy en día, la acción apenas vale 50 céntimos y su cotización bursátil está en los 421 millones. Nada que ver con la época dorada. Y hay razones para ello.
Muchas voces sitúan a Juan Luis Cebrián, director de El País en su fundación y luego mano derecha de Jesús Polanco en Prisa, como pieza clave y actor fundamental para el eventual descalabro de la empresa. Aunque hay quien piensa que podría ser un chivo expiatorio, ya que todo lo que pasó fue con el visto bueno de los Polanco que ahí quedaban, que confiaban en Cebrián más o menos de la misma forma que lo había hecho su padre.
La muerte de Jesús propició que sus hijos y Cebrián acapararan un mayor protagonismo dentro de la empresa. Ello terminó debilitando la presencia de Javier Díez y Jaime Polanco, los sobrinos que se acabaron marchando -o los acabaron echando- en 2009, con sólo unos meses de diferencia. Pero después le tocó dejar la primera línea al propio Ignacio, en 2012, situándose Cebrián como presidente, y el único Polanco que quedaba realmente en la empresa, Manuel, terminó relegado a un puesto menor.
Para entender el descalabro, hay que ubicarse unos años antes, en 2007, cuando todavía no había fallecido Jesús Polanco. Prisa controlaba entonces una parte de Sogecable, aunque no la caja, y decidió lanzar una OPA por el 100% de la compañía. Esto, aunque era algo que Jesús odiaba, obligó a Prisa a endeudarse. Según cuenta una fuente conocedora de la familia, la idea inicial de Polanco era hacerse con el capital de Sogecable y después venderle Canal+ a Telefónica, quedarse con Cuatro, y solventar la deuda. Eso les habría dejado con una muy buena cartera como grupo de comunicación.
Pero el patriarca murió y los nuevos al mando, donde tenía especial poder Juan Luis Cebrián y con un Ignacio Polanco consintiendo sus actos, tomaron una decisión que acabaría siendo fatal. En contra de la estrategia que había pensado su padre, decidieron no vender Canal+. Fue una decisión que se tomó de manera rápida, sin parar a pensar en las consecuencias. Y, entonces, llegó la crisis económica.
Lo cuenta alguien que estuvo dentro de la operación: "Nosotros ya controlábamos Sogecable, pero hubo un afán por ir a más. Acabaron calculando mal y hubo que hacer una OPA por el 100%. Estamos hablando del año 2008 y, de repente, el mundo tal y como lo conocemos desaparece con la caída de Lehman Brothers, la mayor quiebra de la historia en Estados Unidos. Entonces, las acciones de Sogecable se desploman en Bolsa. Cebrián pensaba que, al precio que ponía, no iba a ir nadie; pero cayó y fue todo el mundo. Fue hasta Telefónica, porque no les vendían Canal+. Así, Prisa tuvo que pedir un crédito a un banco y, a la vez, todos los bancos acaban reduciendo sus posiciones en los créditos. No pudieron devolver el dinero y se ponen a renegociar. Se sigue renegociando aún hoy, fíjate cuántos años".
Durante aquella etapa, la deuda del grupo se disparó por encima de los 6.000 millones de euros, lo que obligó a refinanciarla y a vender activos. Acabaron vendiendo la parte española de Santillana y se tuvieron que deshacer de una de las principales cadenas de Portugal, y también de Canal+ a favor de Telefónica por mucho menos dinero del que le habrían podido sacar antes del descalabro. Además, se llevaron a cabo ampliaciones de capital que dejaron a los accionistas tradicionales absolutamente diluidos frente a los nuevos que querían una parte del pastel. Entre esos accionistas de antaño, estaban los herederos de Jesús Polanco.
Lo que un día fue
Lo que tenía en 1997. En prensa: la totalidad de El País, el 75% de AS, la compañía Progresa que editaba Cinemanía, el diario Cinco Días e inversiones en el diario Publico portugués y en The Independent. En radio: el holding Union Radio, Antena 3 Radio, la Ser y, a través de ella, Radiolé, 40 Principales, Cadena Dial, M-80 y Sinfo Radio. En televisión: el 25% de Sogecable, con Canal+, y el 85% de Canal Satélite Digital, que difundía los canales Cineclassics, Sprotmanía, Minimax, Documanía y Cinemanía. Tenía también la editorial Edipaís. También poseía empresas de sondeos, de márketing y varios negocios relacionados con el cine. Todo lo anterior, dentro de Prisa. En Timón, su holding editorial, tenía: Eductrade, Cúspide, Lanza, Distribuidora Aguliar, Tropical Hoteles, Gerencia de Medios, Mateu Cromo y el Centro Comercial Egido. A través de Santillana tenía: Ítaca, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, Santillana del Pacífico, Canal de Editoriales (donde estaba la cadena Crisol) y más. De todo aquello, apenas queda el recuerdo.
Qué ha sido de Polanco
Tal y como se ha relatado, los primeros Polanco en salir de Prisa fueron los sobrinos de Jesús, Javier y Jaime, con unos meses de diferencia en 2009. Ambos tenían puestos de dirección y acabaron fuera. Javier Díez de Polanco está en la actualidad como consejero de varias empresas, entre las que destacan Timón, Iberdrola México, Mediaset y Tropical, la cadena hotelera que sigue bajo control de la familia. Jaime, por su parte, decidió quedarse en América, afincado principalmente en Bogotá, y se dedica al negocio de los medios de comunicación tras haber fundado varios periódicos.
La marcha de Ignacio Polanco se produjo de forma más dilatada. Aguantó en la presidencia tras la muerte de su padre hasta 2012, cuando ocupó su puesto Juan Luis Cebrián. A pesar de que su padre le había nombrado sucesor para "garantizar el futuro de la estabilidad patrimonial de la sociedad, representada por mi familia", según las propias palabras de Jesús, cuando Ignacio abandonó el frente lo hizo hablando ya de su presidencia como una etapa de transición vivida por una empresa familiar que buscaba profesionalizarse.
Le nombraron presidente de honor en Prisa, una mera formalidad para guardar las apariencias, y su dimisión de ese cargo el pasado noviembre de 2021 ha sido la visibilización de la pérdida total de poder del clan de los Polanco. Fue el cierre aciago de un viaje que empezó en 1976, cuando se pusieron en marcha por primera vez las rotativas que imprimían El País.
En la actualidad, según los datos del Registro Mercantil, Ignacio sigue en Timón y Rucandio, sociedades que agrupan las participaciones de la familia ya desdibujadas en Prisa; continúa en Tropical Hoteles y se dedica también al sector del vino. De hecho, es administrador de la empresa Nataraja SL que comercializa la producción de la bodega Sota Els Angels, un vino ecológico con sede en Girona y donde le acompaña su hermana María Jesús Polanco, quien actualmente vive principalmente de las rentas y tiene un envidiable piso en Manhattan. A fin de cuentas, ella se salió de la empresa antes que los demás y su patrimonio sería mayor.
El único Polanco que queda en Prisa en la actualidad es Manuel, baluarte él solo de lo que significó un día el apellido. Cuando su hermano Ignacio dejó la primera línea en 2012, Manuel pasó a ser vicepresidente con Cebrián al frente. Es el único vocal de la familia en la empresa porque su participación es tan baja que sólo pueden tener uno y lo cierto es que su poder ejecutivo es nulo. Tampoco tiene capacidad societaria para ejercer influencia.
En la actualidad, el poder en Prisa está repartido entre Amber Capital (con un 29,7%), Vivendi (9,9%) y Telefónica (9,4%). La lucha por el poder dentro de la empresa acabó con el cese de Javier Monzón como presidente y el nombramiento de Joseph Oughourlian, quien ha relevado a la mayoría del equipo directivo próximo a los Polanco, entre ellos a nombres conocidos como los de Augusto Delkáder y Pedro García Guillén. También cambió al presidente de Santillana -cargo que actualmente ocupa Francisco Cuadrado- y los Polanco ahora dan por totalmente perdida su influencia en el grupo.
Esta historia tampoco acaba del todo mal para la familia. Con el dinero que tienen y el que hacen en sus negocios ya no aspiran a salir en las listas de los más ricos del país, pero les sobra para vivir de manera holgada en un país como España, más aún con el carácter austero que les había impregnado su padre. Sin embargo, es todo lo que simboliza. Es la caída de ese reino que un día fue suyo. Ahora están negociando con el Banco Santander por prorrogar la devolución del préstamo de 45 millones, que pidieron para esas batallas de poder. Es difícil, especialmente porque Prisa sigue sin repartir dividendo. Pero si no cumplen, el banco se podría quedar con su participación y ese sería el último momento en el que un Polanco esté en Prisa. Adiós al imperio que levantó su padre y que ya se han quedado otros.
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