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Mientras buscan acomodo en la mesa de al lado, los dos turistas que acaban de entrar en el restaurante pegan la oreja a las palabras del alcalde. "Yo salgo, sí, soy el niño que está deprimido y que luego baila con el negro", comenta Juan Ángel Martínez, el munícipe por antonomasia. "Ah, él también sale", le dice un turista al otro, y los dos asienten con respeto. Mientras, Pedro les cuenta que les va a traer una ensalada, huevos fritos con patatas "a lo pobre" y la carne a la brasa que elijan. "Pedro también aparece, él es el borracho que se queda mirando a la cantante de ópera en la taberna y dice 'qué bien canta la jodía", sigue el regidor. Y los turistas miran como si ya no les sirviera un camarero, sino una estrella de cine. En Ayna (Albacete) todo gira en torno a que un señor, José Luis Cuerda, rodó una película, Amanece, que no es poco, y así sigue más de 30 años después.
Aunque ha pasado el tiempo y su personaje queda como un bonito recuerdo en la memoria, lo cierto es que Juan Ángel Martínez (PP) sigue un poco deprimido. Pero ya no es porque continúe dudando sobre si los conocimientos que adquirió en la escuela son de un rango inferior a los bienes espirituales que le fueron enseñados en la misa, como se recoge en una parte de la película, sino por los fondos europeos. Por esos Next Generation EU; esa "puta tonelada de pasta", como los llamó el pianista James Rhodes, que la Unión Europea ha dado a España para paliar la crisis de la Covid-19 y que el Gobierno reparte a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Son 140.000 millones de euros que empezaron a llegar el año pasado y se repartirán hasta 2027.
Esta nueva especie de Plan Marshall no sólo busca subsanar la catástrofe económica que ha supuesto la pandemia, sino aprovechar la inyección monetaria para mejorar el país, hacerlo más moderno, a través de proyectos concretos. Aquí juegan un papel fundamental los municipios más pequeños, porque los fondos buscan transformar las políticas públicas, igual que en los años 90 les sirvieron para construir infraestructuras. Sin embargo, los ayuntamientos que pueblan esa España vaciada están empezando a encontrar problemas muy serios. Ellos son los más vulnerables, los que manejan menos presupuesto, los que más ayudas necesitan para subsistir y seguir existiendo como pueblo. Ellos son los que más necesitan estos fondos y, sin embargo, son los que más difícil lo están teniendo para acceder a ellos.
Es algo que pasa en Ayna, donde hay un colegio con 11 alumnos repartidos en sólo dos clases y al que de los 3.500 habitantes que tenía en los años 50 del siglo pasado sólo le quedan 600, "y ni siquiera son reales, porque hay más gente censada de la que vive aquí". Pero su ejemplo es algo común a todos los municipios pequeños, y no tan pequeños, de todo el país. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, de los 8.131 municipios que hay en España, 4.997 tienen 1.000 o menos habitantes. Esto es un 61,46% de los ayuntamientos que actualmente están en una situación de vulnerabilidad absoluta para canalizar los fondos que tanto necesitan. Es buena parte de la España vaciada con problemas para acceder al maná que se supone la tiene que transformar.
Mientras pasea por las calles de su pueblo, adornadas con carteles que indican qué escena de la película se rodó en qué lugar y qué personaje vive en qué casa, Martínez enumera una serie de complicaciones infinitas para acceder a las ayudas. Para empezar, ya les cuesta mucho enterarse de qué se subvenciona. No tienen gente especializada en el asunto. Él se dedica al turismo rural y el Ayuntamiento cuenta con una secretaria de 65 años a punto de jubilarse y una ordenanza. Y ese es todo el personal que tiene para aspirar a los Next Generation EU.
Luego, está la complejidad para hacer una propuesta de proyecto, recurriendo a consultoras externas cuya contratación no está subvencionada y que no garantizan que el proyecto se acabe aprobando; la contrarreloj que supone hacer todo eso en plazos cortos que rondan un mes desde que se publican hasta que se otorgan; la dificultad de adelantar el dinero de la subvención y el copago del proyecto, con un presupuesto en Ayna de medio millón de euros anuales; y lo difícil que será dar continuidad al proyecto en el futuro y no acabar "como todos esos pueblos de España que tienen polideportivo y piscina cubierta, pero nadie que se encargue de su mantenimiento".
"Es que la gente, luego, te para por la calle y te dice que ha visto en la prensa que se han ejecutado no sé cuántos millones de euros de los Next Generation y que dónde están", se desespera Martínez.
- ¿Le da miedo perder la oportunidad de conseguir un proyecto necesario para su pueblo por puro desconocimiento o no tener la capacidad técnica para responder?
- Sí, muchísimo. Pasarán unos años hasta que se vea en qué ha quedado todo, pero no conozco a ningún alcalde de la zona que esté ejecutando proyectos de los fondos.
- Alcalde, ¿estamos en la España vacía o en la España vaciada?
- Vaciada, siempre.
El tamaño importa
Los fondos Next Generation EU funcionan de una forma más o menos sencilla de entender. Se trasladan a España y, a través de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), se materializan en proyectos que sacan a concurso los distintos ministerios del Gobierno, las comunidades autónomas y las entidades locales. Cualquiera que cumpla los requisitos puede presentarse al concurso en un plazo de más o menos un mes y, si se otorga, voilà, ahí entran en forma de billetes la recuperación, la transformación y la resiliencia. Según analiza la consultora Deloitte, los PGE de 2021 incluyeron una partida procedente de estos fondos de 26.634 millones y en 2022 ha ascendido a 27.633 millones.
Sin embargo, en cuanto a los municipios, aquí el tamaño sí importa. Cuanto más grande, más capacidad se tiene para responder. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid (3,2 millones de habitantes), presentó el año pasado a través de la entidad Madrid Futuro 60 proyectos con los que captar 8.000 millones de euros de los fondos Next Generation. En Sevilla (688.000 habitantes) el Ayuntamiento ya está materializando 15 proyectos. Campo de Criptana (Ciudad Real, 13.500 habitantes) ha conseguido presentar dos. En Ayna (600), sin embargo, están peleando para presentar uno que aún no saben si les concederán.
Y es algo que está pasando por toda España. "Los municipios pequeños tienen un problema porque los concursos se convocan con rapidez y no tienen los recursos técnicos para estar pendientes de las convocatorias, primero, y después siguen teniendo problemas para redactar los proyectos. Hay muchos que, por ejemplo, no saben cómo encontrar la viabilidad de un proyecto medioambiental o de obras públicas, y es lógico", explica vía telefónica Guillermo Hita, presidente de la Federación de Municipios de Madrid y alcalde de Arganda del Rey. La Federación ha creado una oficina para informar de todo ello que manda boletines cada dos semanas y así van tirando. "Pedimos a las autoridades que se facilite la información previamente para no trabajar de forma tan acelerada", insiste.
El 61,46% de los ayuntamientos
Según el INE. De los 8.131 municipios que hay en España, el 61,46% tienen 1.000 habitantes o menos. Esto hace que haya miles de ayuntamientos pequeños en situaciones similares a las que relata Juan Ángel Martínez. La España vaciada, sin embargo, se ve en que todos esos municipios representan al 3,06% de la población. Los 45,9 millones de habitantes españoles restantes se reparten en el 38,54% de las localidades.
Juan Ángel Martínez avanza por las escarpadas callejuelas de Ayna señalando los lugares emblemáticos. Es una tarde soleada, se para en el rincón del beso, se asoma a la cueva del moro y, mientras, van pasando personajes de Amanece, que no es poco. "Este es el asesor político de la película, el que le dice al alcalde cuando convoca elecciones que habrá que hacer campaña y pegar carteles". El señor, muy envejecido, se detiene a charlar con el regidor y recuerda que en los últimos dos años ha cogido la Covid dos veces, que en la primera ola se llevó a su mujer, y que también ha sufrido un infarto. Y sigue andando a duras penas sobre su bastón, sosteniendo un cubo, camino a la huerta, invencible.
En Ayna, lo difícil que es para los municipios pequeños acceder a los fondos europeos se puede traducir en el proyecto para instalar contenedores marrones para basura orgánica. Es el único de los Next Generation al que están aspirando de momento, y puede venir bien la subvención ya que sí o sí la normativa les obligará a tenerlos antes de que acabe 2023. Por lo del ecologismo y esas cosas. "No sé cuándo se publicó, pero hasta que nos enteramos y averiguamos qué se financia, qué no, qué puntúa bien para que te la concedan, etcétera… tuvimos la primera reunión el pasado lunes 31 de enero y tenemos que entregar el proyecto antes del 16 de febrero", explica.
Para llegar a tiempo en poco más de dos semanas y con un proyecto sólido han tenido que contratar a una consultora externa que haga ese trabajo, por 5.000 euros que no están subvencionados, y luego ya se verá si se lo conceden o no. Pero es que, sin ayuda externa, sería imposible. "Tienes que explicar cuántos contenedores necesitas, donde los vas a colocar, qué modelo de camión vas a usar, cómo se va a rotular… Además, dan puntos extra si los camiones son eléctricos, ¿pero aquí dónde vas a cargar un camión eléctrico?", se pregunta Martínez mirando la orografía, sacando fotografías para las redes sociales de la casa rural que regenta, y uno hasta duda de que un camión de basura pueda acceder al pueblo sin dejarse la chapa en las fachadas de las viviendas.
"Aún no hemos llegado a la parte de la justificación de los gastos. Pero aunque ya sepas qué empresa te lo va a acabar haciendo, tienes que sacarlo a concurso y presentar hasta tres presupuestos para todo lo que haya que comprar. Luego las licencias de obras, los visados, la titularidad de los terrenos… y como hagas una factura que no esté bien o una adjudicación mal hecha, no te lo pagan y te tienes que comer lo que ya has hecho", dice. De hecho, el dinero no está asegurado y, si se comete algún error en el procedimiento, se queda en la entidad gestora, ya sea el Gobierno o las comunidades.
- ¿Y Ayna no necesita otras cosas más importantes, por ejemplo, para parar la despoblación?
- El proyecto de los contenedores está bien porque hay que adaptarse a la normativa y no podemos hacerlo. Pero si la idea es transformar España a través de los Next Generation, no creo que se vaya a conseguir subvencionando contenedores marrones.
Un problema común
A 176 kilómetros de Ayna, Santiago Lázaro (PSOE) espera en su despacho de alcalde de Campo de Criptana (Ciudad Real). Su secretaria, en la antesala, habla por teléfono y, cuando cuelga, pica en la puerta del regidor para dejar pasar a los periodistas. Se ve que se trata de un municipio mucho mayor, de 13.597 habitantes y con un centenar de funcionarios, no sólo en la formalidad que engloba la visita, sino en que el alcalde va con el tiempo pegado entre reuniones. "Vamos a la sierra y charlamos por el camino". La sierra de la que habla es una de las más famosas estampas de España, la de los molinos del Quijote, en la que hasta los superhéroes de X-Men llegan para pelear en un cómic de Marvel.
A pesar de la aparente bonanza, y de que manejan un presupuesto de 12 millones de euros, 24 veces mayor que el de Ayna, aquí en Campo de Criptana también se están atragantando los fondos europeos Next Generation EU. Esto no hace sino demostrar que, en realidad, el acceso a los fondos europeos es un problema común a todos aquellos municipios que no representen grandes capitales como pueden ser Madrid o Barcelona.
"No somos capaces de absorber los fondos de forma eficiente", se lamenta Santiago Lázaro. "Estamos intentando aumentar el personal, pero no tenemos técnicos específicos que se puedan dedicar a ello. Y, con los plazos tan cortos, hay mucha presión en los departamentos que se van encargando de estas tareas", explica. Cuenta que, muchas veces, cuando llega un proyecto nuevo, ni siquiera se lo comenta a los que lo van a tener que acabar desarrollando para no estresarles en ese momento. "Es que llegan oleadas y, para no saturar, las vamos tratando poco a poco. La política es priorizar y no les puedo decir que hay cinco cosas que son igual de urgentes a la vez".
A su pesar, la Alcaldía de Lázaro está profundamente ligada a la Covid. Llegó al frente del consistorio en las elecciones de mayo de 2019 y unos meses después ya estalló todo. Una de las primeras gestiones que recuerda es la de tener que ampliar el cementerio a toda prisa para poder enterrar a los muertos. Eso le marcó profundamente. Ahora, gestiona la llegada de parte de los 140.000 millones de euros a su municipio, algo mucho más dulce. Pero todo son trabas y trabas.
- ¿En qué se diferencian de los fondos europeos de toda la vida?
- Los Next Generation tienen muchísima complejidad a la hora de justificar las cosas. Son unos requisitos muy estrictos. Tienes un proceso mucho más largo y si no justificas bien los criterios que te marcan, toca devolverlo.
A cuenta de la saturación de trabajo y, a pesar de las marchas forzadas, el equipo del Ayuntamiento de Campo de Criptana, más numeroso que el de Ayna, ha conseguido aspirar a un par de proyectos que, ya solicitados. Andan esperando a ver si se los conceden. Hace dos semanas consiguieron cerrar uno para modernizar las instalaciones lumínicas del teatro municipal y, antes, otro para la renovación de redes de agua. Además, de manera paralela, con los fondos europeos de toda la vida, no los Next Generation, les han concedido la mejora del centro que alberga los Servicios Sociales.
Cuando se los aprueben, si es que lo hacen, llegará la parte de cofinanciar el proyecto y de adelantar el dinero de la subvención. En ese ámbito, pueblos como Campo de Criptana, que cuenta con un presupuesto anual de 12 millones, tiene una ventaja competitiva. Sin embargo, los estudios que están empezando a salir al respecto mientras los fondos empiezan a llegar, apuntan a que esas localidades medianas también se muestran vulnerables para acudir a los Next Generation EU.
El Instituto de Estudios Económicos de Alicante ha hecho un informe recientemente, encargado por la Diputación alicantina, en el que se asegura que son los municipios medianos los que menos fondos reciben. Aunque se refiere a la provincia, es extrapolable a todo el país. ¿Por qué? Porque los grandes ayuntamientos cuentan con concejales y departamentos enteros dedicados exclusivamente a sacarles provecho y las localidades más pequeñas cuentan con la ayuda de las diputaciones y entidades locales, que aportan el personal y conocimiento que no existe en esa España vaciada. Los medianos, como podría serlo Campo de Criptana, sin embargo, ni tienen capacidad para gestionarlo ellos mismos ni son tan dependientes de las instituciones locales y, desanimados por la complejidad de las solicitudes, aprovechan menos las oportunidades de la financiación europea.
Polémico reparto
Premiar a los propios. El Partido Popular ha criticado al Gobierno por asegurar que el Ejecutivo está favoreciendo que los fondos europeos vayan a parar a las administraciones gobernadas por el PSOE en detrimento de las conservadoras. Según Juan Ángel Martínez, eso puede ser cierto en ayuntamientos más grandes, pero él no ve que en la comarca haya alcaldes ejecutando proyectos, independientemente de sus siglas.
"Creo que el estudio que mencionas se ajusta a la realidad de lo que vemos aquí", reflexiona Lázaro. "De todas formas, los municipios medianos estamos intentando dotar de personal a esos departamentos para que se dediquen a los fondos de manera especial y no sería justo para los más pequeños pedirle más a la Diputación, son ellos los que más necesitan esa colaboración", apuntala. "A fin de cuentas, los proyectos van bien orientados, nadie lo duda. Todos los detalles técnicos tienen sentido porque evitan la especulación. El problema es que, al final, estamos teniendo problemas para digerirlos y aprovecharlos bien", subraya.
¿Y cómo se mejora?
¿Y qué necesita un municipio como Ayna para mejorar la situación? le preguntamos a su alcalde, Juan Ángel Martínez. "Nuestro principal problema es la despoblación. Necesitamos herramientas y asesoramiento, saber cómo transformar el municipio para frenarla, porque hay algo que no estamos haciendo bien. Los vecinos te demandan mantenimiento, pero teniendo las calles bien no haces que la gente venga. Además, no creo que todo el mundo viva mejor en Madrid o en Parla que en un pueblo como éste. En cuanto a los fondos, específicamente, necesitamos que la Diputación, los Grupos de Acción Local, la Junta de Comunidades… que todos los que nos ayudan tengan medios y presupuesto para hacerlo mejor. Porque el personal que tienen es escaso y es imposible que se pongan a elaborar proyectos concretos".
¿Y qué necesita un municipio como Campo de Criptana para mejorar la situación? le preguntamos a su alcalde, Santiago Lázaro. "Las trabas no las pone la comunidad autónoma de turno ni el ministerio, sino que están en el trámite en sí de los fondos. Lo que nos falta a todos, ayuntamientos y comunidades, es personal profesional para gestionarlos. Ahora mismo somos muy lentos y no podemos digerir estos fondos con tantos trámites".
Esperando a que ocurra, o no, Carles Arques, asesor para fondos europeos de la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana, da algunos consejos. "Los municipios tienen que estar informados y dedicar tiempo de formación a personal. Tienen que decidir que van a invertir una parte de sus recursos, por pequeños que sean, en algo que en el largo recorrido va a tener un efecto multiplicador. Hay que abrir una partida en sus presupuestos para la contratación externa de un técnico y ver qué necesidades tienen para priorizar en base a sus programas", comenta.
Además, subraya que las ayudas a los municipios pequeños son uno de los principales objetivos de los Next Generation EU porque "van enfocados a interiorizar esa metodología de gestión de políticas públicas que busca transformar los servicios públicos". "Para los municipios es muy importante porque, por ejemplo, un ayuntamiento de 500 personas no tiene la capacidad de desarrollar una carta online de comercio local. Es como cuando en el 92 sirvió para traer muchas carreteras y las famosas rotondas", añade. De hecho, las federaciones de municipios piden que el 13% de los fondos Next Generation EU vayan a parar a las localidades.
Mientras tanto, este problema común a toda España se lucha de manera fragmentada e individual. No hay una solución estatal conjunta, porque los requisitos son los que son, y cada entidad e institución intenta hacerlo lo mejor que puede. En esa línea, van apareciendo iniciativas como la aprobada el pasado octubre por la Diputación de Sevilla. Tras una moción presentada por Ciudadanos, el pleno acordó prestar asistencia técnica a los municipios de menos de 20.000 habitantes para el desarrollo y ejecución de los proyectos que resulten agraciados con fondos europeos. El plan se puso en funcionamiento el pasado mes de enero.
"Solemos salir a trabajar en aquellos municipios en los que tenemos representación y hemos visto que los más pequeños acusan una carencia de recursos, especialmente en cuanto al personal", reconoce por teléfono Carmen Santa María, portavoz naranja en la Diputación hispalense y quien presentó la moción. "Celebramos los fondos porque van a ser una inyección de capital tras la pandemia, pero hay que adelantarse a lo que pueda pasar y hay que prestar un servicio a los técnicos de los ayuntamientos pequeños, que son los que más necesitan estas ayudas y los que más desamparados se encuentran", añade.
De vuelta en Ayna, Juan Ángel Martínez pasea al lado de un bloque de cemento en el que hay una inscripción grabada. "Alfonso, Juan y Ángel, 1965", se puede leer. "Fíjate cuánto tiempo lleva eso ahí", subraya. Y sigue hablando del saber popular de su municipio. Habla de esos dulces que se elaboran únicamente en domingo porque hace falta que los hornos estén fríos, de las fiestas que se convirtieron en atracción turística desde que José Luis Cuerda ubicó ahí parte de su película, del pedazo de muralla musulmana que aún les queda… "Lo que más pena me da de la despoblación es la cantidad de cultura popular que va a desaparecer, todas esas tradiciones que llevan siglos haciéndose y que van a quedar en nada. Aquí, y en todo el país".