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Hace ahora sesenta años se rodaba en España una de las más grandes películas de la historia del cine, Lawrence de Arabia (1962), de David Lean. La productora Columbia Pictures tenía su Departamento de Arte en la Plaza Nueva de Sevilla. Y allí estaba un dibujante español de 17 años. Era el más joven creador del filme, haciendo honor a su nombre: Benjamín. Es el hombre de la izquierda en la imagen que ilustra este reportaje. Junto a él, en el centro, el productor Steve Perry y, a la derecha, el director Tony Scott en un rodaje muchos años después.
Cuando Benjamín fue al cine a ver Lawrence de Arabia, se quedó boquiabierto y se dio cuenta de que había hecho bien en cambiar el fútbol profesional por el séptimo arte. "Yo era un mozalbete sin experiencia que de pronto se encuentra con la oportunidad de trabajar en una producción de tamaña envergadura. Dos años más tarde, cuando vi esa película en una sala, asombrado, me di cuenta de que ése era mi camino en el futuro", recuerda hoy, a sus 78 años cumplidos el 11 de enero.
Como el de los actores Penélope Cruz y Javier Bardem, nominados a los Oscar de este año, el destino de aquel chaval estaba en Hollywood. La diferencia es que pocos saben quién es este otro artista español con seis décadas de trabajo detrás de la cámara. A él no le piden autógrafos. Pero su firma vale oro.
Lo que vino después de Sevilla sería la carrera maravillosa del director de arte Benjamín Fernández, ganador de dos premios Goya a la mejor dirección artística por Los otros (Alejandro Amenábar, 2001) y Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006). Gracias a Lawrence iría a Hollywood y volvería a trabajar con David Lean en Doctor Zhivago y la frustrada Nostromo y con otros genios como Ridley Scott (en Alien o en Gladiator), Steven Spielberg (Indiana Jones y la última cruzada) o David Lynch (Dune). En la foto que abre este reportaje, lo vemos a la izquierda hablando con el director Tony Scott (con puro) y el productor Steve Perry en el rodaje en Estados Unidos de Amor a quemarropa (True romance, 1993).
Antes de la ceremonia de los Goya de este sábado 12 de febrero, EL ESPAÑOL | Porfolio se ha encontrado con él en su vivienda-estudio de San Sebastián de los Reyes (Madrid) para recordar sus trabajos y descubrir al público, por primera vez, su obra pictórica secreta: los cuadros al óleo que nunca hasta ahora ha expuesto y que son la continuación cinematográfica de sus dibujos y planos para la gran pantalla. Pasen y, como David, Lean: va a empezar la película.
El meritorio
Benjamín Fernández Cantador cuenta que nació en Madrid en 1944 en un hogar de artesanos de la fantasía: su madre, Gregoria, era peluquera y su padre, Alejandro, carpintero de cine en los estudios Sevilla Films, "con el gran constructor de decorados Francisco Prósper". A la vez que estudiaba Bachillerato y que entrenaba como futbolista (jugaba en el equipo del barrio de La Ventilla), Benjamín hacía un curso a distancia de delineante en construcción y mecánica, de la empresa CEAC. Un día, viendo los bocetos que su padre dibujaba para los carpinteros de su equipo, se dijo: "Esto lo puedo hacer también yo". Y le pidió trabajo.
Así, con 16 años, y con la mediación de Gil Parrondo (el legendario director de arte español ganador de dos oscar), empezó como meritorio (hoy diríamos becario) haciendo dibujos de elementos de los decorados de tres de las primeras producciones de Hollywood en España: Los viajes de Gulliver (Jack Sher, 1960), Rey de Reyes (Nicholas Ray, 1961) y El Cid (Anthony Mann, 1961). "No cobré un duro", aclara. "Mi primer sueldo fue con Lawrence de Arabia. Me pagaban 500 pesetas. ¡A la semana!". Una fortuna en la época para un chico de 17 años. "Es lo mínimo que he cobrado, y la primera vez que cobré".
"Mi primer sueldo fue con 'Lawrence de Arabia'. Me pagaban 500 pesetas. ¡A la semana! Es lo mínimo que he cobrado"
Así que los 60 años de la obra maestra de David Lean coinciden con el primer trabajo cinematográfico remunerado de Benjamín Fernández, el benjamín del personal detrás de las cámaras. La película se rodó en Jordania, Marruecos, Inglaterra y, sobre todo, España. El rodaje español empezó en Sevilla el 18 de diciembre de 1961 y, tras cuatro meses, continuó en Almería de marzo a julio de 1962. Benjamín y su padre fueron a ambas ciudades desde Madrid para trabajar en el equipo artístico que preparaba los decorados antes del rodaje. Sus trabajos contribuyeron a recrear El Cairo, Damasco, Áqaba o Jerusalén durante la revuelta árabe que el mítico oficial inglés T. E. Lawrence lideró contra los turcos en la Primera Guerra Mundial.
Pregunta.— ¿Qué recuerda de la producción de Lawrence de Arabia en Sevilla?
Respuesta.— En Sevilla vivía en una pensión de la calle Fernán Caballero, cerca de la Plaza Nueva, donde estaba la oficina del Departamento de Arte de los ingleses. Había una secretaria inglesa o irlandesa que quería que yo hiciera el café, y le dije: "Yo no he venido aquí a hacer café, he venido a dibujar". Hice decenas de dibujos. Hacía falta crear un decorado con azulejos árabes, y fui al Alcázar de Sevilla y copié a tamaño natural los que había allí. También hice dibujos para construir la mesa de herradura que colocaron en el Casino [de la Exposición Iberoamericana de 1929], donde se rodaría la escena que representa la reunión de los árabes en el Ayuntamiento de Damasco. La mesa a la que se sube de pie Anthony Quinn. Fuimos un día al Casino para tomar medidas, y Tony Remington, especialista en armas y barcos, que había perdido el dedo índice de una mano por la explosión de una granada, vio allí un piano y se puso a tocar El rock de la cárcel. Los empleados del restaurante asomaron la cabeza por todas las puertas. ¡Con una mano con cuatro dedos, y tocaba el piano!
P.— ¿Y de Almería?
R.— En Almería, el Departamento de Arte estaba arriba de la estación de autobuses. En Sevilla tenía una habitación para mí solo, pero en Almería la compartía con mi padre, en el hostal Comercio. En esos meses dibujé, por ejemplo, el tren turco que en la película descarrila en el desierto por una explosión de los árabes. Fui a Málaga a medir la locomotora que descarrila. Dibujé los detalles de las puertas y ventanas de los vagones, que había que construir. Son los vagones por los que Lawrence camina sobre el techo cuando ha descarrilado el tren. En las dunas del Cabo de Gata, antes del rodaje del descarrilamiento en el desierto, yo iba en un coche con chófer por los alrededores, y cada vez que localizaba un cortijo blanco, con un espejo le hacía una señal a Tony Remington, y, si entraba en el encuadre, él me respondía con otro espejo. Entonces hablaba con los dueños de esos cortijos blancos para que nos dejaran pintarlos de ocre, para camuflarlos con la arena y que no se vieran en la película. Tomaba notas, hacía fotos. Me compré un transistor y había cortijos donde los niños estaban escandalizados al verlo.
Filmografía seleccionada
Benjamín Fernández ha trabajado, entre otras, en las siguientes películas, como dibujante en sus inicios y como director artístico y de producción en su madurez:
- Los viajes de Gulliver (1960)
- Rey de Reyes (1961)
- El Cid (1961)
- Lawrence de Arabia (1962)
- La caída del Imperio Romano (1964)
- Doctor Zhivago (1965)
- Nicolás y Alejandra (1971)
- Viajes con mi tía (1972)
- Los tres mosqueteros (1973)
- Alien (1979)
- Conan el bárbaro (1980)
- Dune (1984)
- Tai-Pan (1986)
- Indiana Jones y la última cruzada (1989)
- Días de trueno (1990)
- 1492: La conquista del paraíso (1992)
- Amor a quemarropa (True Romance) (1993)
- Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995)
- Pánico en el túnel (Daylight) (1996)
- Dragonheart (1996)
- Kull, el conquistador (1997)
- Enemigo público (1998)
- Gladiator (2001)
- Los otros (2001)
- Uprising (Rebelión en Polonia) (2001)
- Carmen (2003)
- Man on Fire (2004)
- Mar adentro (2004)
- Alatriste (2006)
- La carta esférica (2007)
- Exodus (2014)
- El hombre que mató a Don Quijote (2018)
No conserva ni un apunte de sus dibujos para Lawrence de Arabia, que entregaba a sus jefes, y no sabe si estarán en algún archivo de la productora. Guarda como único testimonio una foto en blanco y negro en la oficina de Sevilla, donde se le ve a él, con corbata y cara de niño, entre Tony Remington, Fernando González (que era ahí ayudante de decoración y se convirtió en otro experto de la dirección artística en España) y el bocetista Arthur Thompson.
Lo más importante, dice, es que en esos meses cimentó su oficio, que lo llevaría a escalar posiciones en el escalafón, desde dibujante (draftsman, sin salir en los créditos) hasta director de arte (art director) y diseñador de producción (production designer). Su jefe, "el hombre del que más he aprendido", era John Box, el brazo derecho de David Lean, quien ganaría con su equipo cuatro oscars a la mejor dirección artística, incluidos los de Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago, películas rodadas en España en las que trabajó Benjamín Fernández.
"Para 'Doctor Zhivago' hicimos dos mil y pico dibujos: las calles de Moscú, interiores. Fue un gran aprendizaje"
De Doctor Zhivago (1965), ambientada en la Revolución bolchevique de 1917, recuerda, por ejemplo, los dibujos (también perdidos) que hizo para los decorados de los interiores de las casas burguesas rusas. "Ahí ascendí a assistant art director. Estuve dos años y dibujé muchísimo, en los Estudios CEA, por debajo de José María Alarcón y Antonio Patón. Para Doctor Zhivago hicimos dos mil y pico dibujos, que iban numerados y firmados: todas las calles de Moscú, muchos interiores. Fue un gran aprendizaje".
Había aprendido inglés y ya era un maestro del color y del dibujo artístico y técnico. Su faceta de carpintero se nota además en la riqueza de los diseños de interiores. Él mismo ha hecho las estanterías que decoran la habitación donde hablamos. En altillos, armarios y carpetas guarda un tesoro, sus dibujos y planos. Memoria viva y tangible de la historia del cine.
En los años 60 y 70, el joven Benjamín se dedicó casi en exclusiva a trabajar en producciones extranjeras que se rodaban en España. En 1964, pone como ejemplo, participó en La caída del Imperio Romano, de Anthony Mann: "Dibujé el templo de Júpiter, a una escala de 1/100. El decorado tenía columnas de ocho metros de alto. Dibujaba los capiteles corintios, de 1,80 metros, a escala natural, para que luego los construyeran".
John Box, su jefe en Lawrence y Zhivago, lo llamó para trabajar con otro legendario director de Hollywood, George Cukor, en el rodaje español de Viajes con mi tía (1972), y con Franklin J. Schaffner (director de Patton) en Nicolás y Alejandra (1971), rodada también en parte en Almería, el gran decorado natural de muchas producciones de la época. En esos años sólo trabajó en tres películas españolas, como Los guardiamarinas, de 1967.
Al extranjero con Alien
Después de dos décadas creando decorados para películas estadounidenses rodadas en España, a finales de los 70 le llegó la oportunidad para ir a trabajar al extranjero en una producción de Hollywood. Fue en Alien (1979), el clásico de Ridley Scott sobre el terrorífico alienígena al que combate la astronauta Ripley, interpretada por Sigourney Weaver. Se produjo en Inglaterra en los estudios Shepperton.
P.— ¿Cómo contactó con Ridley Scott?
R.— Con Garth Thomas, jefe de producción de Alien, y Les Dilley, el director de arte, había hecho en España dos películas de la trilogía de Los Tres Mosqueteros [1973-1974] que dirigió Richard Lester. Dilley y Thomas hablarían entre ellos y Thomas me llamó. Era la primera película en que salía fuera de España. Me pagaban 250 libras a la semana. Para mí era una burrada de dinero. Alien fue mi futuro, porque ahí en el estudio conocí a Tony Scott, el hermano de Ridley. Con Ridley he hecho cuatro películas y con Tony, siete.
En 'Alien', cada mañana se encontraba con que algún compañero celoso le había partido sus lápices. Cogía otros y seguía dibujando
En la producción de Alien tuvo que ganarse su sitio. Recuerda que cada mañana al llegar a su mesa de trabajo se encontraba con que algún compañero celoso le había partido sus dos lápices de madera. Él no decía nada, cogía otros dos y seguía dibujando. No averiguó quién era el saboteador, aunque sospecha de uno.
De la mano de "el español" salieron los diseños del salón octogonal en la nave Nostromo donde los siete tripulantes conviven después de despertar de su hibernación en una larga travesía. "Es el salón donde en la película le sale el alien del cuerpo a uno de ellos", dice para situarnos en el momento en que irrumpe en la película el octavo pasajero.
Inventó el ingenioso sistema hidráulico para que las tapas transparentes de plexiglás de las camas donde hibernan los tripulantes se abran a la vez en la escena en la que despiertan. E ideó la toma en que Ripley/Weaver sale disparada de la nave de emergencia Narcissus junto con el monstruo. "Se grabó con la cámara de lado, para que, cuando ella caía en vertical en el estudio hacia una colchoneta, pareciera que salía despedida", explica mientras enseña los dibujos que indicaban los ángulos de cámara necesarios para conseguir el efecto óptico. El diseño de esa parte de la Narcissus también fue obra suya.
Dice que su relación desde entonces con Ridley Scott, de formación arquitecto, es "de asombro". "Ridley, que es zurdo, dibuja como no te puedes imaginar. Es un genio. Con él trabajé luego en 1492: La conquista del paraíso (1992), sobre Colón; fuimos por toda España localizando escenarios".
Con Ridley Scott se encontró de nuevo en Gladiator (2001), la historia del gladiador hispano al que encarna Russell Crowe. En el rodaje en Marruecos de las escenas de lucha en un coliseo africano, en las montañas del Atlas, aprovechó la tierra extraída de una obra para hacer con los trabajadores locales 26.000 piezas de adobe tradicional que sirvieron para montar el decorado junto al pueblo-fortaleza o ksar de Ait Ben Haddou. Lo pone como ejemplo de la importancia en su oficio de usar el ingenio para no gastar más de la cuenta: "Yo tenía 700.000 dólares de presupuesto y les ahorré a los productores casi 200.000. Nunca me he pasado en ninguna película". Habla de su trabajo de forma apasionada, como si estuviera ahora mismo en medio de una superproducción. Sin esta energía, y sin su trato tan cordial, habría sido muy difícil levantar esos mundos imaginarios de cartón piedra.
Conan, Dune...
Alien, además de abrirle la puerta para trabajar con Ridley y Tony Scott, lo conduciría a unir su carrera con el gran productor italiano Dino de Laurentiis y su hija, Raffaella, con la que Benjamín aparece en una foto en una repisa junto a sus dos premios Goya y otras fotos de sus hijos y nietos. Explica que Ron Cobb, autor de los paisajes futuristas de Alien, era el responsable de la producción artística de Conan el bárbaro, el guerrero de cómic al que dio vida Arnold Schwarzenegger en la película del sello Di Laurentiis, rodada en Almería. Y en 1980 lo llamó para que se encargara de poner en pie los decorados.
En una vieja carpeta de cartón azul con gomillas guarda los planos de Conan. Despliega los del templo de la serpiente. Y el plano de los montículos, que formaron acumulando con camiones la tierra que habían dragado en la construcción del puerto de Almerimar, en El Ejido. El director de Conan era John Milius, guionista con Francis Ford Coppola de Apocalypse Now.
La fructífera relación con De Laurentiis continuó con Dune (1984), la epopeya espacial de David Lynch, para la que estuvo dos años trabajando en México como director de arte, junto a Tony Masters, bocetista de Lawrence de Arabia y diseñador de producción de 2001: Una odisea del espacio (1968). Su rodaje más complicado fue en China, donde, también con Masters, estuvo año y medio dibujando y creando los decorados y barcos de Tai-Pan (Daryl Duke, 1986), que recrea la guerra del Opio del siglo XIX.
Su rodaje más complicado fue en China. Estuvo año y medio recreando la guerra del Opio con el diseñador de '2001'
Con Spielberg en Indiana Jones
A finales de la década, en 1989, trabajó con Spielberg en la tercera entrega de la saga de Indiana Jones, rodada en buena parte en Almería y Guadix (Granada). En Indiana Jones y la última cruzada, Benjamín Fernández se encargó, entre otras cosas, de decorar la estación de trenes de Guadix con palmeras montadas sobre ruedas para convertirla en la de Iskenderun, en Turquía, o de colocar gaviotas de escayola en la playa de Mónsul, cuando fracasó el intento de atraer hasta allí gaviotas de verdad.
Otro día acompañó a Spielberg a hablar con la directora del palacio de La Alhambra en Granada. "Él quería meter caballos en el Patio de los Leones". No les dejaron. En el claustro de la Escuela de Arte de Almería, que decoró como un palacio oriental, metieron un enorme Rolls Royce con pasarelas desde la calle. "Del peso, partió varias losas de mármol". También construyeron el avión alemán Messerschmitt que persigue a los Jones padre e hijo (Sean Connery y Harrison Ford) y el coche Ford que sale disparado por el tanque. "El tanque lo trajeron en avión desde Inglaterra y había que barrer el suelo de las ramblas en el desierto de Almería, para que estuviera liso por donde pasaba, porque se atascaba con cualquier piedrecita".
Se sube a una silla y abre un altillo para sacar un gran póster con un montaje de fotos que muestran el rodaje en Cinecittà, los estudios míticos de Roma, de la película Pánico en el túnel (Daylight, 1996), dirigida por Rob Cohen, con Sylvester Stallone como protagonista de la odisea de unos conductores que quedan atrapados en el túnel submarino Holland de Nueva York.
Con Tony Scott ha hecho siete películas, una de ellas, 'Días de trueno', con Tom Cruise, Nicole Kidman y Robert Duvall
También en los años 90 trabajó de lleno con Tony Scott. Para él diseñó en Florida y otras localizaciones los escenarios de Días de trueno (Days of Thunder, 1990), la película sobre carreras de coches que interpretaron Tom Cruise, Nicole Kidman y Robert Duvall (de éste era vecino en Daytona Beach, Florida). Fernández apunta, divertido, que en Días de trueno nació la relación de los luego esposos y que él contribuyó en algo a ese amorío, uno de los más sonados de Hollywood, pues fue quien creó el decorado de la habitación de hotel "donde Tom Cruise y Nicole Kidman se acuestan en la película", antes de hacerlo en la vida real. En Los Ángeles rodó luego con Tony Scott Amor a quemarropa (1993) y Enemigo público (1998). Su vida allí, lejos de su familia, transcurría entre su apartamento en Marina del Rey y los estudios de la Paramount.
Regreso a España con Amenábar
Salvo tres películas en los 60 y 70, Benjamín Fernández no había trabajado para el cine español hasta que lo redescubrió Alejandro Amenábar al encargarle la dirección artística de Los otros (2001), con Nicole Kidman de protagonista y su entonces marido, Tom Cruise (ambos, conocidos de Fernández de Días de trueno), de productor ejecutivo.
Como gran casualidad, los productores eligieron para alojar a la pareja en Madrid una mansión en Puerta de Hierro cuyos fastuosos interiores había diseñado el propio Benjamín Fernández décadas atrás para los dueños, la gastrónoma Clara María González de Amezúa y el empresario Lino Llamas. "Estuve año y medio trabajando en esa casa durante la construcción. Yo les hice la decoración de todas las habitaciones. Lino Llamas había comprado la cubierta del barco Almirante Cervera, que era de madera de teca de Siam, y la usamos para hacer puertas y empanelar habitaciones".
Para Los otros, cuenta que se reunió con Amenábar y el productor José Luis Cuerda en el Palacio de los Hornillos, elegido para los exteriores en Cantabria, y que luego le presentó un primer boceto de su interior, de aspecto victoriano, tenebroso, de colores oscuros. Pero el joven director no lo aceptó. "Me dijo, 'no es eso lo que yo veo'. Y ¿qué ves?, le pregunté. 'Tiene que ser una película de terror, pero terror blanco, psicológico, sin sangre'. Te hago otro para que lo veas. Y a ése me dijo: 'Esto es lo que yo quiero'".
Ideó los decorados de Los otros en 11 bocetos. "Yo ya veía a través de su pensamiento, porque lo que no quiero es discutir con los directores", se ríe. Explica el veterano director de arte que su trabajo consiste en interpretar la mente de los responsables de las películas "para ver el mundo como lo ven ellos" y plasmarlo así en sus dibujos. Poner su imaginación al servicio de los otros.
Dice de Alejandro Amenábar: "De todos los directores con los que he trabajado, es el que tiene las ideas más claras"
De Amenábar dice: "De los directores con los que he trabajado, es el que tiene las ideas más claras". El resultado de la colaboración le valió a Fernández su primer Goya. Volvieron a trabajar juntos en Mar adentro (2004), el drama sobre la eutanasia del tetrapléjico Ramón Sampedro a quien encarna Javier Bardem. Cinco años después del Goya de Los otros ganó otro por Alatriste (2006), la historia de la España imperial del siglo XVII basada en las novelas de Arturo Pérez-Reverte que dirigió Agustín Díaz Yanes (con quien ya había trabajado en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, de 1995). También en el siglo XXI hizo películas en España con Vicente Aranda (Carmen, 2003) e Imanol Uribe (La carta esférica, 2007). Caso aparte es su película con Terry Gilliam, El hombre que mató a Don Quijote, que se estrenó en 2018 tras casi dos décadas de producción. Esta última película, Carmen y Mar Adentro le valieron sus otras tres nominaciones al Goya a la mejor dirección artística.
Su último trabajo fue en 2018 para la serie El Cid, en la que colaboró con su hijo mayor, Alejandro Fernández, también director de arte. El otro hijo, Benjamín, trabaja en una fábrica de camiones. Tiene tres nietos: un niño del mayor y dos niñas del pequeño.
Sus cuadros inéditos
En su jubilación, dedica sus energías todo el día, desde que se levanta a las cinco de la mañana, a pintar cuadros al óleo en tablones de madera prensada. Parecen fotogramas que continúan como una segunda parte su vida de cine. Aparte de algunos amigos y familiares, esta obra suya de más de 200 cuadros permanece inédita y oculta entre estas paredes, y por primera vez, a través de este reportaje, ve la luz pública.
Tiene una serie sobre pueblos de España, reales o imaginados, que serían decorados perfectos para una película histórica. Vistas ensoñadas de Venecia. Interiores holandeses al estilo de Vermeer en los que juega con la perspectiva. Salones palaciegos con caballos, que recuerdan a escenografía de película de Kubrick. Bosques con reflejos celestiales o lacustres. Como uno con un aura verde. "Es el 'destello verde', que le gustaba mucho a David Lean".
Le encantaría hacer una gran exposición con los cuadros cinematográficos que pinta ahora en su casa
Los cuadros cubren las paredes de su acogedora vivienda y, los que ya no caben, se apilan unos contra otros en el suelo. Dice que no los vende y que le encantaría hacer una gran exposición en los que reuniera estos cuadros y los bocetos de sus películas, para que se viera su conexión. En 2009 la Filmoteca Española le dedicó una exposición con sus trabajos de cine entre 1982 y 2007, titulada Benjamín Fernández, director artístico. Pero insiste en que los cuadros nuevos a los que dedica hoy su vida siguen siendo unos desconocidos.
Además de los que se ven aquí, tiene otros cuadros, dice, en la planta de abajo del dúplex, donde está su mujer. Él pasa el tiempo en la de arriba, trabajando a solas. "Estoy muy orgulloso de mi carrera. He sido toda la vida un currante. En lo que he fracasado es que he sido un mal marido y un mal padre, porque estaba mucho tiempo fuera", dice en alusión a las superproducciones que lo alejaron de su familia.
Nostromo, la película frustrada de David Lean
El proyecto al que Benjamín Fernández más tiempo le ha dedicado fue Nostromo, la película que David Lean iba a realizar sobre la novela de Joseph Conrad ambientada en un país de Centroamérica y que se frustró por la muerte del director en 1991. Lo llamó su antiguo jefe John Box, el diseñador de producción de Lean en Lawrence y sus otras películas. En un lapso de cinco años intentaron varias veces preparar los escenarios de Nostromo. "Nos reunimos con David Lean en su casa de Niza, en Francia. Estuvimos buscando localizaciones, primero en México y luego en varios lugares de España", Almería entre ellos.
Se implicó tanto, que Box le pidió que firmaran los dos juntos la dirección artística de la película. De la superproducción que no fue habla el documental Nostromo: el sueño imposible de David Lean, de Pedro González Bermúdez, en el que interviene Fernández.
Enseña en su vivienda los dibujos preparatorios para Nostromo y los cuadros al óleo en los que ha seguido imaginando ese mundo inconcluso. Aníbal fue otro proyecto que no se materializó.
Usa el ordenador, un Macbook Pro, pero no para dibujar. Tiene Netflix pero las series lo cansan, le dan la impresión de que estiran demasiado la historia. El cine de hoy con paisajes y multitudes generados por ordenador le parece carente de la magia de las películas de su juventud en las que él ayudaba a crear decorados por donde se movían miles de extras de carne y hueso. Y una bella anécdota le sirve para demostrarlo y acabar con final feliz esta historia.
El mayor reconocimiento de su vida se lo dio un superviviente judío en el decorado que recreaba el gueto de Varsovia
De un rincón saca los dibujos y fotografías del decorado que creó a orillas del Danubio en Bratislava (Eslovaquia) para representar la Varsovia ocupada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, para la película Uprising (Rebelión en Polonia, de Jon Avnet, 2001), que narra la sublevación de los judíos en el gueto de la capital polaca. Fue uno de sus mayores y mejores decorados. Construyeron varias calles con fachadas de falsos edificios a tamaño natural, tan verosímiles, que le granjearon el mayor elogio de su carrera.
"Una mañana me llamó al hotel el director, ordenándome que fuera inmediatamente al decorado. Fui corriendo, bajo la lluvia. Pensaba que había pasado algo. Cuando llegué, empapado, me esperaban en medio de la plaza el director y un hombre, un judío superviviente de la revuelta del gueto de Varsovia, Kazik [Simcha Kazik Rotem]. Al verme, el director se dirigió a él: 'Dile, dile lo que me has dicho a mí'. Y, apuntando a una ventana del decorado, dijo: 'Yo vivía allí'. Se me pusieron los pelos de punta". Benjamín Fernández, artista total del cine, había convertido la recreación del pasado en algo más auténtico que la realidad.