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"¿Vosotras respetáis la ley gitana?", les preguntó Jesús Quintero a las Azúcar Moreno allá en el plató de Los ratones coloraos, en 2004, entre confesiones y sombras rojizas. "La respetamos, claro, pero no la cumplimos", respondieron Toñi y Encarni, con cachondeíto. "Nos dijeron que nos teníamos que hacer la prueba del pañuelo y nosotras dijimos '¿cómo? ¿A mí me vas a meter un dedo con un pañuelo? Eso es muy desagradable'. Todo pa' sacarte la telilla esa… que a mí no me importa", guiñó con mucha soltura Toñi, en referencia al himen. El Loco se partía. "Ni pañuelo ni leches. A tomar viento. ¿Cómo me van a quitar a mí la tela con el dedo, y encima una mujer? Perdona, pero hay muchos hombres guapos por ahí como para hacer esa bobada". Y chimpún.
Ha llovido desde entonces y, afortunadamente, tanto la España gitana como la España paya han caminado a grandes zancadas hacia un país más feminista, por eso resulta sorprendentemente retrógrado que en pleno 2022 se sigan practicando himenoplastias, es decir, intervenciones quirúrgicas para restaurar la membrana perdida y así volver a parecer virgen -aunque los médicos dejan claro que el himen puede romperse sencillamente haciendo deporte o a raíz de cualquier pequeño accidente, y que, en cualquier caso, el 44 % de mujeres no sangran en el primer coito-.
No somos una excepción en Europa: en Reino Unido es tan frecuente que el ministro de Salud ya ha prometido que las himenoplastias serán prohibidas y penalizadas y ha asegurado que están buscando un acuerdo con otros cuatro países porque creen, como la propia OMS, que esta práctica es "una forma de violencia contra las mujeres y las niñas" y que es indecente que haya médicos -del sector privado, porque esta intervención no se ofrece en la pública- que se lucren de ello. Pero, ¿quién se reconstruye el himen en España? Los expertos cuentan que la mayoría de las pacientes -hasta un 80%- son gitanas o musulmanas, o incluso chinas, y que se intervienen en secreto para poder pasar el test de virginidad al que serán sometidas antes de su boda, tal y como exigen sus costumbres.
El 80% son gitanas o musulmanas, el 15% son mujeres prostituidas y el 5% son mujeres maduras que lo hacen por jugar con su pareja
El 15% son mujeres prostituidas: o bien scorts de lujo que van a satisfacer la fantasía de pureza de algún cliente o chicas muy jóvenes en manos de algún proxeneta atento al 'negocio de la virginidad', que procurará que esa 'nueva virginidad' cotice al alza en su mercado. El 5%, señalan los médicos, suelen ser mujeres maduras que, o han tenido malas experiencias amatorias -y quieren empezar de nuevo y borrar de sus cuerpos la huella de aquellos cafres- o quieren jugar con su pareja a que performan el primer amor.
Se estima que sólo en Madrid se lo practican unas 500 mujeres al año. La intervención es breve -no dura más de 20 minutos- y conlleva anestesia local. Es sencilla: en el caso de que la mujer tenga restos de himen, se le cosen -suelen quedar hasta muchos años después de su ruptura-, y si no es así, se toma una pequeña porción de la mucosa de la vagina y se sutura.
Médicos amenazados
La primera doctora con la que hablamos prefiere no dar su nombre. Empezamos bien, ¿por qué? "Llevo más de veinte años practicando himenoplastias y ya no hablo en ningún medio porque recibí amenazas por parte de la comunidad gitana: me dijeron que si se volvían a enterar de que le había reconstruido el himen a alguna gitana más, matarían a la gitana y a mi personal y a mí. Eso fue en 2008. Lo denuncié, claro. Pero también dejé de expresarme y ahora sólo hago publicaciones científicas", relata. "Las musulmanas siempre vienen solas a hacérselo y no se entera nadie. Las chicas gitanas vienen acompañadas de otras mujeres de su familia y si alguna se va de la lengua, viene el follón".
"Recibí amenazas por parte de la comunidad gitana: me dijeron que si volvía a reconstruir el himen de una gitana me matarían"
Dice la doctora que, aunque en los últimos años ha notado un ligero descenso de casos, hemos de tener en cuenta que "el 80% de las mujeres en el mundo aún tienen que ser vírgenes para casarse según sus culturas o religiones: mira todas las evangelistas, las musulmanas, las sionistas…": "Casi todas las religiones -la católica es una de las pocas que no, y bueno, de aquella manera...- obligan a casarse siendo vírgenes, y eso por no hablar de las tribus. La obsesión por la virginidad, la ablación, las amputaciones. Es terrible", resopla al teléfono.
¿Cuánto cobra ella por la himenoplastia? "Unos 2000 euros, porque no es una reconstrucción frágil, digamos, para que pase rápidamente una prueba de virginidad, sino que es a largo plazo: las chicas necesitan que les aguante hasta la boda. Y a veces pasa que tienen que aplazar la boda por lo que sea, por un accidente o la muerte de un familiar, y la verdad es que el himen puede romperse por cualquier cosa".
La experta cuentan que a ella le piden específicamente que la membrana sangre al romperse. "Como quieren sangre, hacemos una doble cirugía, una doble reconstrucción del himen, que es más fuerte que el himen normal, así que 'dura' más sin romperse y asegura más el sangrado. No al 100%, pero sí al 80-90%. Las gitanas tienen a las rejuntadas, que son las mujeres que miran que la entrada de la vagina esté cubierta por el himen. A la mayoría de las musulmanas las revisa un ginecólogo a petición de la familia para certificar que es virgen. En cualquier caso, hay muchos tipos de himen, más o menos flexibles, más o menos débiles. Si son muy débiles no sangran porque no están vascularizados", relata.
Más testimonios
¿Efectos secundarios? ¿Riesgos? "Si hay infección, antibiótico. Analgésico para las pequeñas molestias, si le tiran los puntos… y la recomendación de no hacer deporte hasta que esté curado. También se recomienda hacer la operación un tiempito antes de la boda, algo más de un mes, porque es al mes cuando desaparecen los restos de puntos y la cicatriz. Por si pudieran pillarlas por eso", suspira.
"Hay que penalizar a los hombres que exigen que su futura esposa sea virgen, no a los médicos"
¿Qué le parece a la doctora que en Reino Unido se estén planteando su prohibición: cómo vería que esa penalización llegase a España? "Me parecería bien si la penalización fuese para los hombres que exigen que su futura esposa sea virgen. Eso es lo que hay que penalizar, porque están ejerciendo violencia contra mujeres vulnerables y las amenazan, las queman, les echan ácido como venganza si no son vírgenes… hasta su propia familia las asesina. O las retiran de la sociedad por estar 'usadas'. No tiene sentido prohibir la práctica, porque a muchas, ahora mismo, les salva la vida", resopla. "Si por mí fuera, esos hombres estarían en la cárcel. Por machistas. La vida de sus mujeres no es suya. Quieren una criada".
Ahora hará unas 20 himenoplastias al año. En toda su carrera, habrá hecho más de 1.500. Para proteger a sus pacientes, recuerda que es muy estricta con la Ley de Protección de Datos. "Sólo se da información o se habla con la propia paciente, porque ya nos ha pasado que nos han llamado familiares o conocidos intentando enterarse de qué día iban a hacerse las chicas la himenoplastia para ir a por ellas…".
El doctor Pere Barri Soldevila, ginecólogo, cirujano y director del centro Dexeus Mujer, lleva practicando himenoplastias 15 años. Allí cobran alrededor de 1000 euros. Coincide con la doctora en que las pacientes que lo suelen solicitar "son musulmanas o de etnia gitana, y, además, están particularmente integradas en los valores de la sociedad occidental: lamentablemente solicitan la reconstrucción cuando deben regresar a su entorno para contraer matrimonio".
Relata el experto que le ha llamado la atención, en muchas ocasiones, el encontrarse "con mujeres muy modernas y abiertas": "He intentado convencerlas de no realizar la intervención, pero en función del entorno social en el que contraigan matrimonio he llegado a entender y respetar que en muchos casos es importante hacer la reconstrucción", expresa. Aunque subraya que cada vez son menos mujeres las que solicitan esta práctica, le preocupa la prohibición porque "en casos concretos, si no aceptamos realizarla, no sólo ponemos en riesgo de exclusión social a la paciente, sino a toda su familia".
¿Test de virginidad en farmacias?
Para el doctor Francisco Carmona -director Médico y de cirugía de la clínica Women's CD y jefe de Ginecología del Hospital Clinic de Barcelona- ya es una práctica residual, máximo dos o tres casos al año, "por suerte". El perfil de paciente es el mismo que describen sus colegas. "Nosotros no tenemos precio fijo. Solemos cobrar muy poco porque son mujeres en riesgo, con problemas serios y que no tienen mucha capacidad económica. Así que solemos hacer un precio simbólico", sostiene. "Atendemos a sus circunstancias y ponemos un precio que muchas mujeres pueden pagar".
Su experiencia le dice que a las mujeres que ha tratado "no les piden tampoco una hemorragia muy abundante, menos mal": "Yo he sido testigo de alguna… basta con que el flujo salga un poco oscuro. En muchos casos, la prueba de virginidad la practican mujeres de la familia e intentan ser laxas". ¿Qué opina él de la posible prohibición? "Mira, estamos en Occidente y estamos en Europa, y aunque Reino Unido se haya salido de Europa, yo hoy en día creo que las mujeres que lo hacen, lo hacen desde su libertad. Yo no he visto presiones. Pero sin duda debemos establecer un debate sobre la 'necesidad del himen', sobre su presunta integridad, especialmente en los lugares donde esta práctica está más arraigada: pero ahí no se discute, siempre lo discutimos nosotros", esboza.
"No sé si eso se escapa a mi competencia profesional. Hay que educar en la diversidad y en la libertad. A mi juicio, es absurdo e injusto exigir que una mujer llegue virgen al matrimonio. Pero prohibirlo desde las instituciones también me preocupa: siempre nosotros, desde nuestra supremacía, opinando y debatiendo mientras condenamos a estas pobres mujeres a tener un problema con su familia, con su grupo o con su clan", lanza.
"En Inglaterra hay farmacias de pakistaníes o árabes que hacen negocio con test de virginidad de forma no regulada"
En España no existen -como sí sucede en Reino Unido, aunque de forma clandestina- las pruebas de virginidad a la venta en farmacias. Lo explica la farmacéutica Carmen Torres: "Esto es propio de grupos de inmigrantes no adaptados. En España es impensable. En Inglaterra hay farmacias de pakistaníes o árabes que quieren hacer negocio y saben que en sus culturas es algo que se pide, por eso comercian con ello de forma ilegal, o, mejor dicho, no regulada: no cumplen el llamado 'principio de reciprocidad', que es el de 'vive aquí como nosotros, yo iré a tu país y haré lo mismo'. Es ofensivo que aún se practiquen esas barbaridades, y es absolutamente residual", indica.
Himenoplastia para prostitutas
Ya que los doctores sostienen que un porcentaje razonable de sus pacientes son prostitutas, contactamos con Conxa Borrell, secretaria general del sindicato OTRAS -que asegura representar a más de 600 trabajadoras sexuales-, para que nos cuente en qué casos sucede esto. Se parte de risa al teléfono. "En mi vida lo he oído. En 16 años, jamás. Nunca he tenido una compañera que se haya practicado una himenoplastia… ¿para hacerse pasar por virgen? Qué estupidez. Sí que he visto anuncios de compañeras que venden su virginidad, muy pocos, claro. Pero una trabajadora sexual no se paga una himenoplastia: yo misma podría fingirla fácilmente y sacarle 20.000 euros al imbécil que se crea que soy virgen", ríe.
"Y lo de prohibir la himenoplastia… prohibir, prohibir. Que se acuerden de los sesenta: prohibido prohibir. Qué coñazo de gente. ¿Y si yo quiero tener la experiencia de nuevo de ser virgen a mis 56 años? ¿Y si tengo esa fantasía con mi marido, y si nos apetece a los dos: no puedo? O sea, me puedo poner tetas aunque me duela la espalda, me puedo poner una 180 de pecho y eso no les causa problema, pero mi vagina sí. Es una tontería y una hipocresía", clausura.
Esclavas sexuales
Sin embargo, hay otra cara de la moneda y la cuentan las activistas feministas Towanda Rebels, Zúa Méndez y Teresa Lozano, que están entrenadas en trabajar con mujeres prostituidas y en ayudarlas a salir de su situación de explotación y abuso. Su labor de divulgación es fundamental para concienciar a las más jóvenes. "Más que los puteros, son los proxenetas los que pagan este tipo de intervenciones. Sucede en casos muy concretos de mujeres muy jóvenes: la mayoría de veces, menores de edad. Los casos que conocemos -o de los que nos han informado compañeras de ONG- remiten a niñas a las que se somete a este proceso para sacar beneficio económico, y ojo, no una sola vez, sino repetidas veces. Se les paga la himenoplastia sucesivamente… porque hay hombres que pagan mucho dinero, mucho más de lo que pagan por tener una relación sexual estándar, dentro de la prostitución, dentro del abuso que ya ejercen", resopla Zúa Méndez, con amargura.
"La virginidad es un constructo cultural: no hay nada que perder, no hay nada que romper, ninguna mujer queda mancillada después de tener su primera relación sexual. Esto es sólo cuestión de una misoginia y un machismo brutal. Es el negocio de la virginidad". Teresa Lozano lo corrobora: "La solución en ningún caso es que el personal sanitario se pliegue a esta práctica machista alegando el 'pobrecitas, las estamos salvando'. No. Entendemos, por supuesto, que son mujeres que están en riesgo, pero tenemos que ir a la raíz y esa jamás será la solución a largo plazo. Si se sigue practicando a nivel médico, es hacerle el juego al machismo".
"Más que los puteros, son los proxenetas los que pagan este tipo de intervenciones a mujeres muy jóvenes para revender su virginidad"
¿Cuál es la solución entonces? "Necesitamos una legislación que contemple este tipo de prácticas como violencia, necesitamos que estos casos se pongan en conocimiento de las autoridades. Necesitamos que se active un protocolo que proteja a estas mujeres, pero no se hace, y ¿sabes por qué? Porque esto parte un poco del relativismo cultural, que es muy peligroso [en referencia a los casos de mujeres gitanas o musulmanas]: parece que desde el progresismo se acepta que hay que bailarle el agua a ciertas culturas, cuando se trata de culturas que perpetúan la violencia sexual contra las mujeres. Esto no tiene ninguna justificación".
Zúa remata: "Si ahora mismo no hay un protocolo concreto, como hace años no lo había con respecto a la mutilación genital, hay que pedir y exigirlo, no permitir que los médicos lo sigan haciendo de 'tapadillo'". Hablando de legislación: ¿qué dice el Gobierno de esta problemática? El Ministerio de Igualdad ha preferido no atendernos. Remite el asunto al ministerio de Salud, que evidentemente no lo contempla porque la himenoplastia no se oferta en la sanidad pública. Así en un bucle infinito.
Sin embargo, Andrea Fernández, secretaria de Igualdad del PSOE, sí ha respondido a la llamada de EL ESPAÑOL | Porfolio. "Nosotros pensamos que cualquier práctica que asocie la sexualidad de las mujeres con su dignidad y con su valor como seres humanos, desde luego es rechazaba y despreciable. Si en España esta práctica supone en algún momento un problema que se pueda plantear en términos de violencia contra las mujeres lo estudiaremos y trabajaremos contra ello", ha asegurado. La Asociación de Mujeres Gitanas Feministas por la Diversidad, por su parte, tampoco ha deseado conversar con este periódico sobre su posición al respecto.
De regalo, una himenoplastia
¿Qué sucede con los casos en los que una mujer se practica una himenoplastia por placer? Es el caso de la archiconocida Leticia Sabater, que hace unos pocos años contó a este periódico que se había reconstruido el himen por 6000 euros y que lo había hecho "porque la primera vez que tuve sexo no acabé de enterarme de lo que pasaba". Decía Sabater que está convencida de que los hombres -a pesar de la era de liberación sexual en la que presuntamente vivimos- "siguen deseando ser los primeros".
Liberación sexual
Loola Pérez, filósofa, sexóloga, educadora sexual y autora del libro Maldita feminista (Seix Barral), opina que "debemos tener mayor conciencia sobre la cirugía estética, porque se ha convertido en una forma de empoderamiento y nos tenemos que empoderar desde otra perspectiva".
"El himen puede romperse por muchas razones, y claro, pensar aún que la virginidad depende de si hay una parte del cuerpo que tiene más o menos restos… es una forma de relegar las relaciones sexuales a lo coital, a lo coitocéntrico, cuando el placer de las mujeres no depende de la penetración, sino de la estimulación del clítoris", explica. "Es una visión tradicional y perversa del placer donde no se reconoce de una forma coherente y rigurosa la fisiología femenina".
Pérez se reconoce como "liberal" y no tiende a prohibir, sino "a concienciar": "La virginidad no es algo sagrado. Debemos centrarnos en la educación sexual a todas las edades, adaptada siempre a la edad madurativa de esas personas: hay que dejar claro que el hecho de que una mujer con el himen roto no se pueda casar o sea la desgracia de su familia -en comunidades religiosas islámicas o en la etnia gitana- obviamente es absurdo y no es ninguna deshonra. La educación sexual tiene que ser científica", esboza. "Para luchar contra las tradiciones machistas tenemos la educación", clausura.