En la política alemana se dice que si quieres eliminar a un adversario dentro de tu partido, mándalo al Ministerio de Defensa. "Un nido de serpientes", lo definió un exresponsable caído en desgracia como tantos otros ministros en este ramo. Muchos pensaron que exactamente era eso lo que estaba haciendo Angela Merkel, en 2013, con Ursula Von der Leyen (63 años) cuando la nombró la primera mujer en hacerse cargo del Ejército alemán. Sin embargo, para hablar de Rosita (Röschen en alemán), como la llamaban de pequeña en casa, los tópicos y las frases hechas no valen.
Esta mujer de 1,61 de altura y 49 kilos no sólo puede contar que fue la comandante civil que salió más airosa del Ministerio alemán, sino que consiguió subir un peldaño más (con ruptura de techo de cristal incluida) al convertirse, en 2019, en la primera presidenta de la Comisión Europea.
Ahora, por sus manos pasan decisiones clave para evitar una III Guerra Mundial o cambiar el paradigma energético que tiene sometido a Europa. Y ha sido una figura clave, aunque no aparezca en todas las fotos, en la triple cumbre celebrada este pasado jueves en Bruselas.
Clave para Ucrania
Por eso no ha sido una sorpresa ver cómo Von der Leyen ha asumido el estandarte de Europa en la invasión de Ucrania, por encima de otros dirigentes, y ha liderado las medidas de presión contra Rusia.
"Ucrania es uno de nosotros y los queremos con nosotros", aseguró al principio de la invasión, junto con el anuncio del cierre del espacio aéreo a compañías rusas, la paralización de transacciones del Banco Central de Rusia, la salida de los bancos rusos del sistema SWIFT o la entrega de armamento a la resistencia ucraniana.
Y eso que, en 2015, en la Conferencia de Munich, el llamado Davos de Defensa, la misma Ursula, como ministra alemana, abogó en contra de dar armas a Ucrania para evitar la militarización de la zona. Habían pasado pocos meses desde la invasión de Crimea en 2014 y el gobierno ucraniano pedía la ayuda de los países de la OTAN contra el Kremlin.
En ese momento, Ursula defendió públicamente que los estados deberían de permanecer unidos y que las conversaciones con Moscú aún eran posibles para evitar resultados fatídicos debido al gran armamento ruso. Finalmente, la OTAN no hizo nada y de esos polvos... estos lodos.
Más gasto militar
Dentro de su gestión, con luces y sombras, los expertos destacan que Von der Leyen fue capaz de elevar el espíritu militar [y el presupuesto] en un país cuya aportación a Europa y a la OTAN en materia de Defensa era casi nula desde el final de la II Guerra Mundial. No sólo incrementó la plantilla de soldados, sino que compró material bélico y modernizó los estamentos donde, a su llegada, sólo había una mujer entre 200 mandos de la cúpula.
Concretamente, esta ginecóloga de profesión (aunque antes estudió algunos años de arqueología y económicas) consiguió multiplicar por cinco el gasto militar de Berlín y hasta incubar en sus países vecinos la necesidad de crear un Ejército Militar europeo: una idea que en 2015 sonaba a ciencia ficción pero que con la invasión rusa de Ucrania está en la mesa de todos los presidentes y primeros ministros de la Unión como una de las prioridades a tener en cuenta en estos días.
En 2015, como ministra de Defensa en Alemania, ya hablaba de la necesidad de crear un Ejército europeo
Al contrario de la imagen que tenemos de un militar gritón y malcarado, la comandante Von der Leyen ha ido sumando éxitos en Defensa para su país y para la política común europea sin arrugar el ceño ni levantar la voz.
Y eso que ha tenido que aguantar que la ninguneen, visiblemente fuera de Europa y más sibilinamente en las instituciones del continente; y que la infravaloren por ser mujer y mayor de 60 años, dos ingredientes que aumentan la invisibilidad de las directivas (en España sólo hay un 16% de féminas en puestos de dirección pasada ya la sexta década).
"He aprendido a no dejarme intimidar por las voces fuertes, el lenguaje corporal agresivo y otros comportamientos masculinos. Al principio me gritaron, para ponerte contra la pared en discusiones acaloradas.", aseguró en una entrevista en la revista alemana Stern.
No elude ningún debate y lo mismo habla de soldados y tanques que de liberar a la Unión Europa del gas y el carbón ruso y así no ser rehenes de Putin en esta guerra, consciente de que lo importante "no es tanto el peinado" (su cambio de estilo cuando se cortó su rubia melena causó revuelo en Alemania hace unos años), "sino lo que está debajo del peinado", tal y como dejó claro para cerrar un debate estéril que muchas veces persigue a las mujeres con poder de mando.
Sobria en sus formas y en su estilo, su apuesta firme es por la diplomática media sonrisa incluso cuando tuvo que aguantar el desplante del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en una visita a Estambul de los máximos dirigentes europeos, en la que sólo había dos sillas preparadas y ninguna parecía estar destinada a Ursula.
Fue en abril de 2021 y, junto a ella, se encontraba el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, de igual rango diplomático que ella, y que fue el que se sentó junto a Erdogan mientras que la comandante lo hacía en un sofá lateral, apartada de los hombres.
Muchos criticaron la cobardía de Michel accediendo a ese apartheid de género a Von der Leyen y el belga tuvo que pedir perdón tras escuchar cómo la presidenta aseguraba haberse sentido herida "como mujer y como europea". "¿Habría pasado si hubiera llevado traje y corbata?", insistió ya en Bruselas.
Sin embargo, parece que Michel no aprendió mucho del ridículo en el que quedó al dar de lado a la presidenta de la Comisión con su inacción, porque el pasado 18 de febrero volvió a pasar de nuevo. Von der Leyen supo mantener el tipo frente al ministro de Asuntos Exteriores de Uganda, Haji Abubaker Jeje Odongo, durante la Cumbre entre la Unión Africana y la Unión Europea, cuando pasó de largo por delante suyo sin ni siquiera mirarla y eso que, de nuevo, ostentaba el mayor cargo diplomático junto a Michel.
Sofagate llamaron al primer caso. Desprecio machista, directamente, al segundo y eso que tuvo la suerte de que Emmanuel Macron, el presidente de Francia, estuviera presente en la cita y reaccionara rápido para indicar el buen camino al ministro ugandés. No hubo manera. El representante africano la miró, le habló, le sonrió incluso, pero no le dio la mano como hubiera hecho con cualquier dirigente hombre pese a las insistencias del galo.
Ésta no es la primera vez que Macron valora el poder y la formación de Ursula Von der Leyen. De hecho, fue el presidente francés el que la propuso para ocupar la Presidencia de la Comisión Europea justo después de encontrarse con ella en el Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio de París-Le Bourget.
A Macron le bastó una simple conversación sobre la OTAN y cuestiones de política de seguridad y defensa para llegar al Elíseo impresionado con esa mujer políglota, preparada y de exquisitas formas que podría ser, sin duda, la comandante en jefe de Europa, quieran mirarla o quieran ignorarla.
En política a los 43
Y es que Rosita, como le gustaba llamarla a su padre, Ernst Albrecht, un prominente político de la CDU, sabe perfectamente lo que es lidiar en un mundo de hombres y mandar a formar filas sin perder la compostura desde niña. Tiene cinco hermanos (todos chicos porque su hermana pequeña murió a los 11 años de cáncer) y siete hijos (cinco niñas y dos niños) que ocupan la otra parte de su tiempo, la que no está trabajando.
Tuvo que vivir en Londres bajo un nombre falso y protección de Scotland Yard para huir del terrorismo de la Fracción del Ejército Rojo, que sembraba el terror en la Alemania de esos años, y acabó sacándose la carrera de Medicina siendo ya madre de dos criaturas.
Sabe, y no le apena decirlo, lo que es dejar aparcada su carrera profesional para cuidar de sus hijos. Lo hizo cuando trasladaron a su marido, Heiko Von der Leyen, a la Universidad de Standford y ella acababa de tener a sus mellizas. Y reconoce, cuando se le pregunta por esos años de madre y esposa, que tuvo miedo de que supusieran un agujero negro en su carrera.
Pero volvieron a Alemania, a la clínica, a la universidad... y a una entrada a la política "tarde", (con 43 años) como le criticaban el resto de sus compañeros hombres, pero "fulgurante" para todos los analistas. Llegó con la madurez perfecta para saber que no quería perder el tiempo en esas cervezas después de la jornada laboral en la que muchos políticos encuentran los trampolines perfectos para ascender como la espuma de sus bebidas.
"Me profetizaron que iba a fracasar. Hoy puedo decir que hay otro camino. Por eso quiero animar a muchas mujeres a que también es posible tener éxito sin dedicar permanentemente las tardes a la política", aseguraba a un medio alemán.
En la casa donde se hospedó Napoleón
Baronesa. Ursula Von der Leyen es baronesa por su marido, Heiko, que es miembro de una familia aristocrática que se dedicaba a la producción de tejidos en Bremen. La hoy presidenta de la Comisión Europea lo conoció en el coro de la Universidad de Göttingen donde ambos estudiaban medicina. Ella era hija de un político conservador y él estaba afiliado al SPD (los socialdemócratas alemanes).
En Bruselas, la alemana ha elegido un pequeño estudio de 25 metros junto a su despacho para pasar de lunes a viernes. Muy lejos de la magnitud del castillo Von der Leyen en Krefeld (Renania) que, según cuentan las crónicas, fue el lugar donde se hospedó Napoleón cuando visitó los territorios que anexionó a su imperio. De hecho, fue ahí cuando, agradecido por la hospitalidad, le concedió al antepasado de Heiko, en 1813, el título de barón.
Lejos de apostar por el negocio textil de la familia, el marido de Ursula es profesor en la facultad de Medicina y fundador de una empresa de estudios clínicos e investigación en biotecnología, células madre y órganos artificiales.
Cuántos oráculos equivocados. Ursula Von der Leyen consiguió ser elegida en su primer intento diputada en el Parlamento de Baja Sajonia en 2003 con 45 años y asumió la responsabilidad de Asuntos Sociales y Salud de ese estado. Pero inmediatamente, la mujer más importante de Alemania y de parte del extranjero, Angela Merkel, la nombró ministra federal de Familia donde tuvo claro que la política de natalidad que buscaba el Gobierno sólo podría venir de la mano de la conciliación: así que empezó a hablar y a trabajar por bajas por paternidad ("un padre no es una madre de segunda; es un padre de primera", repetía una y otra vez); o el derecho de todos los niños a una plaza de guardería.
Cuatro años más tarde, en el segundo Gobierno de Merkel, Von der Leyer seguiría revolucionando la mentalidad alemana y a su partido, esta vez como responsable de Trabajo. Su lucha, en esos momentos, volvía a tener rostro de mujer: la subida del salario mínimo interprofesional y la imposición de cuotas de directivas en los consejos de supervisión de las empresas alemanas, que ahora mismo están en un 30% por ley.
Era una política mediática, que no temía salir en su casa rodeada de niños y de caballos y que reconocía que a las 7.30 horas, cuando sus hijos se iban al colegio, empezaba a llamar uno a uno a sus directores generales. Eran tiempos del Gobierno de la gran coalición, de los grandes acuerdos, y ella se colaba una y otra vez en la lista de los políticos mejor valorados con medidas que gustaban muchas veces más al SPD que a la CDU, algo que no siempre remó en su favor.
De hecho, el periódico conservador alemán Die Welt dijo de ella que era una mezcla entre la actriz Pamela Anderson y Magdalena Webbels, la mujer del líder nazi que asesinó a sus cinco hijos antes de la caída del Tercer Reigh. Una broma de mal gusto que se repetía en programas de salseo político en radios y televisión.
"Sólo te daña lo que tú dejas", contestaba entonces. Y siguió subiendo políticamente. En el tercer mandato de Merkel ya era ministra de Defensa, la única que había estado en los tres ejecutivos de Angela, con una mezcla de férreo programa político, medidas de cambio y fotografías de su día a día.
Pese a no acabar de romper la imagen de frialdad germánica, Ursula Von der Leyen maneja como nadie las reglas básicas del mundo del espectáculo político y lo ha sabido utilizar justo en los momentos oportunos. Se han publicado fotos suyas corriendo, con sus hijos, con sus caballos, en su casa e incluso con su primera nieta, que nació en mayo de 2021, y que la ha convertido en toda una abuela comandante y, de nuevo, en un ejemplo de feminismo, una palabra que sabe conjugar bien en su día a día pero que no siempre la hace sentir cómoda.
Muchos tienden a hablar con paternalismo de Merkel como la abuela de Europa (aunque la excanciller no tiene hijos), simplemente por su edad, pero ha sido Ursula Von der Leyer, en mitad de una pandemia y de una crisis política y económica, la que ha sumado un título más a su currículo, demostrando de nuevo que el rol familiar no está reñido con una carrera de altura y llenas de decisiones importantes, incluso después de los 60.
Aficionada a las camisas, las chaquetas y las botas de tacón bajo, esta exitosa jinete de doma asegura que corre para soltar adrenalina y seguir sonriendo a medias, sin perder la compostura. Muchos alaban, precisamente, su capacidad para manejar ese lenguaje de las buenas formas y sus colaboradores recuerdan que creció siendo protagonista de las fotografías en campañas de su padre o mientras tocaba el piano para los periodistas que seguían al entonces líder de la CDU.
Entre las críticas a la forma de trabajar a quien ahora es la cabeza de Europa, muchos aseguran que es dada a dejarse aconsejar sólo por un pequeño grupo y que todo pasa por sus manos, las decisiones importantes y cualquier detalle tonto.
Hoy mismo tendrá que volver a echar mano de esa media sonrisa diplomática para seguir avanzando en su política de asfixia a Putin, pues está previsto que se reúna en Bruselas con el presidente de EEUU, Joe Biden, uno de los mayores aliados de la Unión Europea en estos momentos para evitar una III Guerra Mundial.
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