Cuando Hasán contesta al teléfono, un suspiro de alivio recorre entre sus conocidos. Llevaban varios días sin saber de él; los mensajes le llegaban, pero no contestaba, y las llamadas no daban tono. Era todo muy raro. Mientras, seguían circulando fotos de personas como él ejecutadas en plena calle bajo el yugo del terror talibán en Afganistán. Pero Hasán finalmente sale de la sombra y pide perdón. Dice que estaba viajando de vuelta, y que de ahí su ausencia.
Antes de seguir con su historia, hay que ubicarse. Hasán gasta 33 años y trabajó junto al Ejército español entre 2008 y 2012 en la base afgana de Qala-e-Naw. Ahora se ha convertido en uno de esos cientos de intérpretes y demás colaboradores que no han podido ser evacuados tras la espantada occidental del pasado agosto, hace ya ocho meses, y que han pasado a ser objetivos del nuevo régimen talibán mientras las denuncias de ejecuciones sumarias llegan a diario.
Toda esa gente, que se cuenta por cientos, tiene ahora que buscarse la vida. Tiene que conseguir un pasaporte, viajar a los países fronterizos por sus propios medios, pagar los visados y esperar a una entrevista con la embajada española de turno para obtener el carácter de refugiado. El problema es que las embajadas están actualmente colapsadas, según reconocen a EL ESPAÑOL | Porfolio fuentes diplomáticas, y no están siendo capaces de responder de manera rápida y efectiva.
Esto está provocando un cuello de botella burocrático que obliga a muchos de estos colaboradores a malvivir en el extranjero sin trabajo, sin dinero, esperando una entrevista que no saben cuándo llegará. A veces, incluso tienen que volver al Afganistán del que habían conseguido huir con tanto esfuerzo. Ese es el caso de Hasán. Mientras el mundo mira hacia otros refugiados, los ucranianos, la pesadilla continúa para ellos.
"Conseguí el visado para entrar en Irán el pasado mes de enero. Fui a la Embajada española en Teherán para una entrevista para poder ir a Madrid, pero me citan para el próximo 12 de julio. Así que he tenido que volverme a Afganistán. Me caducaba el visado iraní y no tenía dinero para estar ahí tanto tiempo", cuenta por vía telefónica desde la ciudad afgana de Herat, y enseña el correo de la citación con la Embajada española para demostrar que es verdad.
Su relato es una concatenación de miserias abonadas por trabas burocráticas, por visados que caducan, vuelos que no se puede permitir, entrevistas que no le conceden y demás, para acceder a algo a lo que a priori tiene derecho: viajar a España. Pero, sobre todo, su relato es el de otros tantos colaboradores que viven una situación similar. El Gobierno de España se comprometió a no dejar a nadie atrás y, a pesar del incesante esfuerzo que están llevando a cabo los diplomáticos españoles, la misión se atraganta a ratos.
"En Teherán a veces conseguía dormir en un hotel, pero la mayoría del tiempo acababa en albergues o durmiendo en la calle. No he podido optar a un alquiler porque no puedo sacar mi dinero de golpe y los iraníes no te lo alquilan porque saben que es temporal. Por todo eso he vuelto", explica Hasán. "Ahora estoy buscando dinero para pedir de nuevo el visado iraní y volver a viajar a Irán a tiempo para mi entrevista con la Embajada en julio", añade. Está atrapado en un círculo vicioso por el que teme acabar no teniendo tanta suerte como ha tenido hasta ahora. Teme que, antes o después, los talibanes le pillen y le maten.
20 años de presencia española
Los soldados españoles aterrizaron en Kabul por primera vez en 2002, como parte de una operación junto a Estados Unidos tras los ataques de las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Durante ese tiempo, muchas mujeres pudieron estudiar, los servicios sanitarios mejoraron, las carreteras también... pero el pasado mes de agosto todo el trabajo acabó en nada cuando los talibanes se hicieron de nuevo con el control del país.
Cientos en esa situación
No hace ni un año desde que la situación en Afganistán y la caótica retirada de las fuerzas occidentales del aeropuerto de Kabul ocuparon los titulares más prominentes de las portadas de los medios de todo el mundo. Sin embargo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha acaparado el debate internacional, desviando la atención de Oriente Medio. Ahora los refugiados que acoge España tienen otros rostros y otras problemáticas, mientras cientos de afganos siguen viendo cómo necesitan una ayuda que no termina de llegar y que ya nadie les hace demasiado caso.
Este lunes el Gobierno ha explicado a través de una respuesta parlamentaria que la evacuación de los colaboradores de España se desarrolló en varias fases. La primera, desde el aeropuerto de Kabul esos fatídicos días de agosto de 2021, que se saldó con 1.926 rescatados. La segunda la protagonizó el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que viajó a Pakistán en septiembre para abrir una vía de evacuación a través de Islamabad, y ello permitió rescatar a otros 244.
Desde entonces, la única vía que queda abierta es la de las embajadas. Los afganos que no pudieron ser evacuados en ninguna de las fases anteriores tienen que viajar, por sus propios medios, a un país fronterizo; ahí tienen que pedir una cita con la embajada española para una entrevista en la que se valora la idoneidad de convertirse en refugiado y, después, de nuevo por sus propios medios, viajar a España una vez el visado haya sido concedido. Para todo esto, además, hace falta un pasaporte, algo que no es fácil de conseguir y que también cuesta dinero.
Según recoge Europa Press, a través de esta última vía se habría evacuado a otros 470 afganos, la mayoría mujeres y niños, en los últimos cinco meses y a través principalmente de las embajadas en Islamabad, Ankara, Teherán, Nueva Deli y Nur-Sultán. "La operación de ayuda a los colaboradores que deseen salir de Afganistán no se ha cerrado en ningún momento y quienes lo deseen pueden acogerse a la misma", explican desde el Gobierno.
Sin embargo, lo que no se sabe a ciencia cierta es cuántas personas quedan por evacuar, y esta revista tampoco ha obtenido respuesta a las preguntas sobre cuántas entrevistas han tramitado las embajadas españolas. Lo único que está claro es que, aunque se trata de un camino en teoría simple, está plagado de obstáculos pese a los esfuerzos de las autoridades desde Madrid.
Fichados por los talibanes
Hasán entró a colaborar con los españoles en 2008. Un amigo suyo trabajaba en la base de Qala-e-Naw y le ofreció una oportunidad que decidió aceptar. Ahí realizó labores de asistencia tecnológica, configurando ordenadores, móviles, ajustando el internet, etcétera. Recuerda aquellos años como un tiempo feliz que le permitió tener un trabajo estable. Pero a su vez se convirtió en su condena, porque los talibanes fichaban a aquellos que entraban y salían de la base, y sabe que le están persiguiendo.
En cuanto la situación en Afganistán se puso complicada, a mediados del año pasado, Hasán entró en las listas españolas para ser evacuado. Sin embargo, el caos le impidió subirse a ese avión que le traería a España, y ha tenido que acabar optando por la vía de la Embajada española en Irán.
Tomó la decisión de ir a Teherán, a 1.200 kilómetros de la Herat en la que vive, a finales del año pasado. Juntó el dinero que pudo, aunque de aquella manera por la situación económica del país, y partió. Durante el viaje, que hizo por tierra, tuvo que pasar por numerosos controles talibanes en los que se la jugaba a todo o nada. Por suerte, por así decirlo, no llevaba ningún documento consigo que demostrara que había trabajado para las fuerzas de la OTAN, aunque eso también le preocupa para poder demostrar su labor de cara a la entrevista.
"El siguiente problema fue el dinero", explica. "La situación económica es muy complicada en Afganistán, así que me costó muchísimo juntar 500 dólares. Pero todo se me fue en el viaje y en el visado, y me quedé sin nada. Un amigo español me dio 50 euros que me sirvieron para vivir unos días y para comer, pero todo se fue luego", añade. Al principio podía pagarse un hotel, pero el proceso se alargaba. De la habitación propia pasó al albergue y, de ahí, a dormir directamente en la calle. Así que decidió volver a Afganistán.
Lo más duro de su relato es que todo ese periplo por el que ha pasado no le ha valido para más que para conseguir una entrevista en julio. Eso ni siquiera le asegura que vaya a acabar siendo refugiado, significa que lo evaluarán, después de que demuestre que trabajó para los españoles. "Estuve muchas semanas ahí y le contaba a los de la Embajada que me iba a caducar el visado iraní, pero no me pudieron atender antes y la del 12 de julio fue la cita más próxima que me dieron", cuenta.
"Tenemos muchos problemas porque el Gobierno iraní no colabora para nada"
Esta revista se ha puesto en contacto con la Embajada española en Teherán y dan credibilidad al relato de Hasán. Aseguran que, tanto ellos como otras misiones diplomáticas en los países fronterizos con Afganistán, están recibiendo decenas de solicitudes a diario y que tienen que analizar caso por caso. Aunque intentan responder con la máxima brevedad posible, reconocen que muchas veces no llegan y que el proceso se alarga por encima de la vigencia de los visados.
El problema del visado
La situación de Said es muy parecida a la de Hasán. De 43 años de edad e ingeniero civil de profesión, colaboró con los españoles en Qala-e-Now entre 2009 y 2011. "Vivo en Herat", explica, "y cuando empezó a pasar todo, la embajada española en Kabul nos explicó que era mejor que me quedara en casa y que no intentara ir al aeropuerto, que la situación era caótica. Esos días recibí un mensaje del Ministerio de Defensa español que me comunicó que estaba en la lista de evacuación y que esperara a noticias suyas. Las noticias nunca llegaron", añade en conversación telefónica desde Teherán.
Fue entonces cuando decidió ir a Irán con su familia. Según relata, no levantó sospechas entre los talibanes porque se hicieron pasar por unos más de los migrantes que está dejando la difícil situación económica en el país. Sin embargo, pensó que al llegar a Teherán el camino iba a ser más fácil. Pero no, ahora está intentando conseguir una entrevista que no termina de llegar, mientras teme que su visado iraní caduque.
"Tenemos muchos problemas porque el Gobierno iraní no colabora para nada", asegura. "Pagamos 80 euros por cada visado, más 15 obligatorios de seguro. Pero el visado es de un mes y para extenderlo te piden muchísimo dinero. Si no lo pagas, no puedes dejar Irán. Es decir, que si me quedo de manera irregular aquí y España me acaba concediendo el viaje, es posible que las autoridades iraníes no me dejen salir por no tener los papeles en orden", explica.
"Pensé que todo el asunto de la Embajada terminaría pronto, pero ahora veo que va a llevar mucho tiempo, porque todo va muy lento por falta de personal en la Embajada", cuenta. Y recuerda que la Embajada española en Pakistán ha recibido un refuerzo de personal, pero la de Teherán no. "No sé qué hacer. Mi dinero está en Afganistán porque sólo nos dejan sacar 200 dólares a la semana. Esto está tardando mucho, los costes aquí son muy elevados y no consigo trabajo. Ten en cuenta, además, que necesito guardar dinero para poder pagar el billete de mi familia, de Teherán a Madrid", apuntala.
Las historias de Hasán y de Said se parecen entre sí, pero también son el drama de un número incierto de colaboradores que, tras ayudar a España y sus aliados en el terreno, ven como tienen todos los caminos torcidos. Es cuestión de tiempo, eso lo saben. O sale bien o sale mal, es un todo o nada que esperan a ver cuándo se decanta.
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