Si la profundidad de las rías de Pontevedra oscila entre los 16 y los 70 metros, la distancia de afectos entre Felipe VI y Juan Carlos I se encuentra en este momento en el punto más alejado posible. El sonado regreso del emérito a España para pasar un larguísimo fin de semana en Sanxenxo, tras casi dos años de destierro en Abu Dabi, ha roto casi todos los puentes de relación que aún quedaban en pie entre padre e hijo.
Salvo cambios de última hora, Felipe VI recibirá este lunes en Zarzuela, en visita privada, ¡no oficial!, a su padre y predecesor en la Jefatura de Estado de España. El ambiente en Palacio está aún más caliente que la climatología. Podría decirse, por momentos, que es infernal.
El Rey titular –lo de titular no es baladí tras los episodios en Sanxenxo- y su equipo, con el realista Jaime Alfonsín al frente, pensaron en diferentes escenarios negativos al aventurar cómo podría resultar el regreso de Juan Carlos I. Pero se quedaron cortos. Calibraron mal. Lean, si no: El rey abdicado aterrizó en Vigo (el jueves pasado, a las 19.15) en un superjet privado de casi 40 millones; fue recibido con genuflexión por la infanta Elena, como sólo se le hace a los reyes; también estaba en la escalerilla una apuesta mujer rubia –la esposa de Pedro Campos, el amigo y hospedero de Juan Carlos-, que un tertuliano confundió con Corinna; y al entrar en Sanxenxo se oyeron vítores dando la bienvenida al ilustre visitante: "Viva Juan Carlos"; "Viva el Rey Juan Carlos I".
"¿Cómo quieres que se encuentre el Rey? Pues enfadado", señalaba a EL ESPAÑOL | Porfolio una persona próxima al círculo de Felipe VI. El interlocutor dijo enfadado, pero también podría haber dicho enfangado, porque ha sido el hijo quien, de manera respetuosa con su papel constitucional, ha limado resistencias del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, empeñado en que para volver a España Juan Carlos antes tenía que dar una explicación sobre sus actuaciones millonarias y fiscales.
Felipe VI está enfadado, está que trina, está que echa las muelas, fuma en pipa, jura en arameo..., y todas las frases hechas imaginables que presumen decepción: la que el padre, con su exhibicionismo vacacional por todo lo alto, ha causado a su hijo. Justo lo contrario de lo que el rey Felipe quería: discreción, decoro, sordina, bálsamo para facilitar futuras visitas.
La contribución de su hermana Elena, echando carbón al fuego del espectáculo, también ha debido dolerle. "Hay más periodistas que en mi boda", dijo la mayor y que por edad debería ser la Reina.
No habrá fotos
Por todo esto, la reunión prevista hoy lunes en Zarzuela entre Felipe VI y su padre será más tensa de lo imaginado. Se da por hecho que Letizia no aparecerá – la animadversión que la reina sentía por su suegro ha pasado a ser cainita tras el circo en plena ría-. También se da por hecho que no habrá foto pública que perpetúe y registre tan dolorosa visita. El reinado de Felipe VI –insisten personas de su equipo- está en las antípodas de la pérdida de valores que Juan Carlos I representa en sus últimos años, con desmanes de todo tipo.
Una persona próxima al actual Rey invitaba a este periodista a que leyera con detenimiento el comunicado emitido por Zarzuela el 3 de agosto del 2020, en el que el emérito explicaba por qué había tomado la decisión de irse. "La meditada decisión de trasladarme en estos momentos fuera de España", decía.
Lo hacía por lo siguiente, según afirmaba Juan Carlos en aquellas fechas: "Para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y sosiego que requiere tu alta responsabilidad".
Tranquilidad, sosiego y responsabilidad no parece que sean los atributos del viaje antiimserso de Juan Carlos. O, al menos, así lo han visto desde el palacio de La Zarzuela. El pasado jueves, recogía Porfolio las cinco preguntas que el padre debía contestar al hijo en la reunión de este lunes para que Felipe VI pudiera dormir tranquilo.
En menos de cuatro días en Sanxenxo, Juan Carlos las ha contestado, una tras otra, con el mismo adverbio: "NO". 1: ¿Pedirá perdón por lo que hizo? (La explicación que ha pedido reiteradamente el presidente del Gobierno y sus ministros). Contestación: No. 2: ¿Actuará por fin con responsabilidad? No. 3: ¿Aclarará la fortuna real que tiene, para no llevarnos más sorpresas? No. 4: ¿Se sabrá dónde vivirá? No. 5. ¿Se conocerán los detalles de sus viajes y quién los paga? No. Cinco noes por obra u omisión, al menos a la hora de cerrar esta edición.
Tendrá consecuencias
Aunque es pronto para saberlo, el desarrollo de este viaje probablemente acabará teniendo consecuencias legales. Parece indiscutible que Felipe VI facilitó el deseo de su padre para poder asistir a las regatas de este fin de semana en Sanxenxo. Padre e hijo querían que la saludable temperatura de la ría pontevedresa actuara, en cierto modo, como un nebulizador en sus relaciones, que mejorara a su vez la respiración familiar (la reina Sofía también ha presionado a su hijo, el Rey) con la primera visita del exiliado a España.
El resultado será justamente el contrario: la visita a Sanxenxo más que actuar como un broncodilatador con antibióticos para curar la afección entre los dos reyes parece haber resultado ser el gas letal Zyklon-B suministrado en Auschwitz a los judíos.
¿Dos reyes? En Sanxenxo se ha gritado estos días "Viva al Rey". ¿A qué rey se referían? Dicho así, parecería que los dos reyes representan lo mismo. Esta conclusión resulta letal para el reinado de Felipe VI y para la institución monárquica. ¿Son un dueto? La secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstringe, no tardó en decir: "Hay dos reyes y ninguno de los dos rinde cuentas".
Tras la experiencia de Sanxenxo y ante próximas visitas de Juan Carlos –el 10 de junio tiene previsto volver a su pequeño reino gallego so pretexto de más navegación en la ría- podría activarse el cambio del Real Decreto del 19 de junio de 2014, que corregía otro de 1987, firmado al abdicar Juan Carlos I, según el cual: "Don Juan Carlos de Borbón, padre del Rey Felipe VI, continuará vitaliciamente en el uso con carácter honorífico del título de Rey, con el tratamiento de Majestad y con honores análogos a los establecidos para la heredera de la corona".
Tanto en Zarzuela como en Moncloa, en círculos próximos a Felipe VI y a Pedro Sánchez, admiten que: 1) En este viaje iniciático a España tras su largo exilio Juan Carlos ha hecho lo que le ha dado la gana –prefirió ir primero a Sanxenxo, el jueves, que a Zarzuela, al no poder dormir en Palacio-; 2) Está en su pleno derecho de venir a su país tantas veces como quiera e instalarse España si lo deseara, donde reinó durante 39 años; 3) Nadie puede controlarlo; 4) Si sigue así, se mire por donde se mire, es un verdadero quebradero de cabeza para la Casa Real y, por ende, para el jefe del Estado.
Ergo... Con otro Real Decreto, al menos, podría perder, de fuero, el carácter de Rey, Majestad y sus honores. Depende solo de que Pedro Sánchez se lo presente al Rey titular y éste lo firme. Los paseos por Sanxenxo de Juan Carlos también pueden activar el recorte a la inviolabilidad del Rey marcada en el artículo 56 de la Constitución que tanto perjudica, en este momento, a Felipe VI, ejemplar en su comportamiento durante sus ocho años de reinado. La inviolabilidad total es utilizada contra Felipe como un bumerán que siempre le impacta, sin comerlo ni beberlo.
Ha creado división
Felipe VI también está muy enfadado con su padre por entender que su reaparición en España, de la manera que lo ha hecho, ha contribuido a generar un debate pernicioso sobre la institución monárquica y la división de opiniones, cuando el primer principio de su reinado ha sido contribuir a la unidad, evitar sobresaltos así como controversias estériles.
Juan Carlos I, el rey abdicado, será despedido este lunes con vivas de numerosos gallegos. Faltó uno muy principal, Julio Iglesias. Una de sus canciones más emblemáticas tiene el título que más se ajusta al rey de avanzada edad del que aún no se sabe ni dónde vivirá ni cómo morirá ni qué tratamiento recibirá en sus momentos finales: Soy un truhán, soy un señor.
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