Una ola de calor interminable. Falta de lluvias en el centro, oeste y sur peninsular que derivan en sequías regionales. Explotaciones agrícolas que diezman los embalses y pantanos. Regadíos ilegales que roban cantidades de agua difícilmente cuantificables. 'Aguatenientes' que explotan los recursos hídricos. Aguas subterráneas de las que apenas se habla. Cortes de suministro en localidades que pertenecen a las demarcaciones hidrológicas más afectadas por la carestía. Y un cambio climático que, con los años, recrudecerá aún más los fenómenos meteorológicos extremos y que pone en peligro de desertificación un 75% de la Península Ibérica.
Ante la proximidad de un supuesto colapso hídrico surgen más preguntas que respuestas. ¿Cuánto puede aguantar España con el actual sistema de gestión del agua? ¿Qué diferencias hay entre la devastadora sequía de 1991-1995 y la que se está viviendo en 2022? ¿Se encuentra el país preparado frente a sus socios de la Unión Europea? ¿Es descabellado pensar que pueda existir tal carencia de recursos hídricos como para que algunas grandes ciudades sufran recortes de suministro? ¿Por qué no se contabilizan los acuíferos para medir los recursos reales? Y, lo más importante: ¿Qué se puede hacer para frenar la escasez?
Primero, los datos. Según la Dirección General del Agua del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), los embalses superficiales de España se encuentran a un 37,9% de su capacidad, un 1,28% menos que la semana pasada, un 7,85% menos que el mismo periodo en 2021 y 20 puntos por debajo del mismo periodo en 2011. Sólo hay 15 puntos de diferencia frente a la peor sequía de la historia de España, sufrida en el año hidrológico 1994-1995, cuando las reservas llegaron a rozar, en su peor momento, el 22%.
El embalse de El Pardo, en el norte de Madrid, se encuentra al 11,63% de su capacidad. El de Buendía, en Cuenca, al 18,83%. El de El Vicario, en Ciudad Real, roza ya el 3%, mientras que en el de Finisterre, en Toledo, una de las regiones más azotadas por las altas temperaturas, probablemente el agua haya desaparecido mientras se escriben estas líneas. La cuenca del Guadalquivir no supera el 23,94% del total, una cifra similar a la de Guadalete-Barbate, en el sur peninsular. La mayor parte de las cuencas hidrológicas de España, según el MITECO, están a un tercio de su capacidad, y las más afectadas se encuentran en Andalucía.
El debate, una vez más, oscila en torno a las causas de este desbarajuste con posibilidades de convertirse en colapso hídrico. 2022 no ha sido particularmente seco: en invierno ha llovido un 17% menos que otros años, pero la primavera ha sido bastante caudalosa y dejado un 12% más de precipitaciones de lo habitual. ¿Por qué, entonces, la situación hídrica española se encuentra al límite y se habla de sequía? Los científicos apuntan a que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos derivados, como las reiteradas olas de calor, tienen parte de culpa. La evapotranspiración de los embalses puede llegar a diezmarlos un 20%. Sin embargo, el principal problema, advierten, es la mala gestión del agua.
Los regadíos y la paradoja de Jevons
Antonio Aretxabala, geólogo e investigador, considera que gran parte de la responsabilidad la tienen las administraciones públicas, las cuales hacen una gestión "ineficiente" de los recursos hidrológicos. "El 82% del agua consumida en España va para regadíos, desde la agricultura hasta campos de golf o zonas 'alegales'" explica el científico. "La modernización del regadío español disparó doblemente el consumo de agua y energía", asegura. En el año 2000, el Ministerio de Agricultura prometió que la renovación supondría hasta un 30% del ahorro del consumo de agua. Se iba a sustituir el típico regadío de aspersión por el 'gota a gota'.
El plan era bueno, pero el resultado fue el opuesto al esperado, según el investigador: al ser más eficiente, en vez de reducir el consumo de agua para el regadío, este se disparó. "Es lo que se conoce como paradoja de Jevons o efecto rebote: cuanto más eficiente haces un recurso, más se consume" y, a la postre, acaba siendo menos sostenible. Un ejemplo: "Si antes se necesitaban 500 litros para regar cierto número de hectáreas, tras la modernización del regadío sólo se necesitaban 250 litros. Así que muchos aumentaron las hectáreas de terreno, de forma legal o ilegal, y se produjo el efecto opuesto: en vez de reducir un 30% el consumo, se aumentó hasta un 50%".
Actualmente la mayor parte del agua extraída de los embalses y los pantanos se destina a regadíos relacionados con la agricultura. El problema es que España es como una gran esponja estrujada y la Unión Europea el recipiente en el que se vierte el líquido. Gran parte de los recursos producidos en territorio nacional ni siquiera se quedan en el país, sino que se exportan. "Somos la huerta de Europa", añade Aretxabala. "El país más seco de todo el continente, el más expuesto a la sequía y el que más 'agua' exporta a Europa en forma de lechugas, pepinos o aguacates que acaban en Helsinki. 3 de cada 4 alimentos producidos acaban fuera, y cada una de esas unidades hortofrutícolas lleva una huella hídrica detrás".
En España también existe una brecha hídrica. No es lo mismo comprobar el estado de los embalses y pantanos de las cuencas internas del País Vasco, que se encuentran a un 80%, o las del Júcar, casi a un 60%, que las del Guadiana (25%). Andalucía es la comunidad autónoma que cuenta con más superficie de regadíos de toda España, con 1 millón de hectáreas dedicadas a cultivos, y esa es una de las razones por las que sus cuencas tienen el menor número de hectómetros cúbicos en embalses. Es el caso de la cuenca del Guadalquivir, actualmente con 1942 hectómetros cúbicos, el 23% de su capacidad total, la menor de España.
Las soluciones políticas, por el momento, "son pura cosmética", denuncia Aretxabala, como establecer limitaciones al consumo de agua en poblaciones cercanas a las zonas que sufren mayor estrés hídrico. Es el caso de Ribadavia, en Ourense, zona especialmente castigada por la sequía, donde se han iniciado cortes de suministro ante la falta de recursos hídricos en el depósito municipal, o Vilar de Barrio, en la misma provincia, donde el ayuntamiento utiliza drones para comprobar si las piscinas de los vecinos cumplen con las limitaciones de rellenado. En El Espinar, Segovia, se ha prohibido regar jardines entre las 10:00 y las 20:00. En Miranda del Mar, Salamanca, es imposible encontrar agua en un grifo entre las 3:00 y las 10:00.
"Se está poniendo la lupa en las familias, que representan entre el 12% y el 15% del consumo total de agua, pero en regiones como Andalucía los campos de golf están verdes mientras las huertas se secan. La gestión está siendo excluyente, partidista y elitista. El agua, al fin y al cabo, es un derecho humano". Y recuerda que la Asamblea General de las Naciones Unidas lo aprobó como tal el 28 de julio de 2010 a través de la Resolución 64/292. Allí reconoció que el acceso a agua potable y saneada debía ser universal y que ninguna corporación o interés político podía interponerse entre el ciudadano y ese derecho.
No obstante, siempre según el experto, "algunas de las eléctricas más conocidas", sumadas a varios fondos de inversión, están jugando a dos bandas. "Los embalses, que se han pagado por todos los españoles, se encuentran en manos de personas que se lucran haciendo el kilovatio hora muy barato y vendiéndolo caro, al precio del gas. Se han vaciado embalses en verano y ahora se dice que hay carestía. Son auténticos 'aguatenientes'", denuncia, y recuerda que, en respuesta, administraciones como la Xunta de Galicia han emprendido acciones legales que se han saldado con multas de hasta 50.000 euros por vaciar antes de verano recursos dedicados al agua no consuntiva, es decir, destinada a la producción hidroeléctrica.
A pesar de la complejidad de la situación, Aretxabala ve altamente improbable un colapso hídrico total por culpa de la mala gestión y el desperdicio. En su lugar, considera que lo que ya se está viviendo es un "colapso por zonas", como ocurre en el Mar Menor u otros acuíferos como los de Doñana, Daimiel o Guadalentín. Lo contrario, señala, "no sería culpa ni del clima, ni de la naturaleza, ni siquiera de la Tierra, sino de unos gestores ineptos".
El mito de la "peor sequía"
Los datos de los embalses son malos, pero no es cierto que 2022 esté siendo el peor año de sequía de la historia. "El nivel de los embalses está más bajo que en los últimos diez años", asegura Javier Benayas, catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid y concejal del municipio madrileño de Soto del Real. "Pero ha habido sequías peores, como la de los años 40, en la que se secó el Manzanares y el caudal del Ebro bajó de forma considerable". El dato, por tanto, es malo, el peor del siglo, pero ni de lejos se acerca a las peores sequías históricas sufridas por España.
El docente recuerda la terrorífica sequía del ciclo hidrológico 1991-1995, la peor desde que hay registros históricos, cuando ocho millones de españoles sufrieron restricciones de agua y hasta se planteó la posibilidad de evacuar Sevilla ante el desabastecimiento. Benayas no ve posible que este tipo de situaciones puedan volver a ocurrir a corto plazo, ya que España cuenta con una de las mejores infraestructuras de embalsado del continente europeo y "ha aprendido lo suficiente" de los errores del pasado.
De hecho, España es el país de la Unión Europea con mayor número de embalses. Según Fundación Aquae, cuenta con más de 350 que suman una capacidad total de almacenamiento de 54.000 hm³ de agua. Extremadura es la comunidad autónoma que mayor capacidad embalsada tiene (14.225 hm³), seguida de Andalucía (11.385 hm³) y Castilla y León (8.305 hm³).
Según el Inventario de Presas y Embalses, el país figura como el décimo del mundo en cuanto a este tipo de construcciones –1.225 grandes presas– y es el vigesimotercer país con mayor capacidad para embalsar agua superficial. En Europa, sólo la supera Ucrania. Por eso, sugiere el catedrático, está mucho mejor preparada para una gran sequía que otros países comunitarios, los cuales no tienen "tanta capacidad de resiliencia ante situaciones extremas".
A pesar de todo, Benayas recuerda que existen serias deficiencias en la gestión hídrica y que hace falta actuar con celeridad para paliar las posibles carencias hidrológicas que pueda generar, a corto y medio plazo, una hipotética subida de temperaturas derivada del cambio climático que puede causar, en el peor de los casos, entre un 20% y un 25% de la evaporación del agua de los embalses. "Esto es como un cáncer: si lo pillas en fase previa, tienes capacidad de reacción. Si la enfermedad va rápido y no se hace nada, no hay posibilidad de obtener soluciones. Aquí estamos en una situación parecida: ¿cuánto va a ir de rápido el cambio climático?", se pregunta.
Aunque Benayas asegura que también se debe "tener en cuenta otra lectura". A más calor, mayor evaporación de agua en mares y océanos, por lo que "hay más agua en el ciclo hidrológico, en las nubes, lo que puede producir tormentas extraordinarias". Puede que esas tormentas sean "extraordinarias", como dice el profesor de la UAM, pero también corren el riesgo de concentrarse por regiones y no servir de nada para llenar el resto de recursos hídricos del país. Que la pluviometría del cantábrico sea excelente poco afecta a que los embalses del Guadiana se llenen.
Un ejemplo de este tipo lo ha sufrido recientemente Francia. Tras varias semanas con inéditas temperaturas disparadas en los termómetros e incendios descontrolados en los alrededores de la capital, París, amenazada de sequía, acabó inundada tras una serie de fuertes tormentas de verano. Toscana y Piamonte, en Italia, también han sufrido los efectos de vientos huracanados y las lluvias torrenciales. La fina línea que separa una fuerte ola de calor de fenómenos meteorológicos extremos es muy frágil.
Esa meteorología adversa, desigual e imprevisible es la que debe poner en guardia a las instituciones para prevenir las posibles consecuencias de futuras sequías y aprovechar todo lo posible el agua resultante de unas lluvias que serán cada vez más concentradas y extremas pero generalmente escasas.
Pero aún hay un factor que ni siquiera ha entrado en el juego del agua y que, en caso de necesidad, podría ser una tabla de salvación si la mala gestión de los embalses, sumada a un periodo de sequía extrema, llevase a España a un escenario de hipotético colapso hídrico: las aguas subterráneas.
Si no se ven, no existen
Al hablar de la mala situación de los embalses, los medios de comunicación y el propio MITECO se refieren siempre a los datos de las construcciones superficiales, aquellas que están a la vista, sobre el terreno. Sin embargo, a los mallorquines esa dialéctica ni siquiera les suena. "Si trabajaras en Mallorca, escucharás que la situación hídrica se encuentra al 80%. ¿Por qué? Porque se tienen en cuenta los acuíferos, los embalses subterráneos".
Así lo sentencia, tajante, el hidrogeólogo Francisco Turrión, el mismo hombre que fue expedientado por el Gobierno de Mariano Rajoy por preparar junto a Greenpeace el informe La trama del agua de la cuenca del Segura, diez años después para que, posteriormente, un juez dictaminase que se había violado su libertad de expresión. Fue indemnizado con 12.000 euros por daños morales. Hoy es uno de los mayores divulgadores sobre aguas subterráneas de España.
"En Baleares, los recursos hídricos se miden teniendo en cuenta las aguas subterráneas, mientras que en la Península ese 37,9% que señala el boletín hidrográfico peninsular se refiere sólo al agua que hay en pantanos superficiales", afirma Turrión. "No se tiene en cuenta que hay 400.000 hm³ de agua subterránea embalsada en los acuíferos, siete veces más que en los pantanos, y un flujo subterráneo que va de los acuíferos al mar de 2.000 hm³".
Así lo recoge también el Libro Blanco del Agua en España del año 2000, el informe más reciente –y han pasado 22 años– que se tiene de este tipo de reservas subterráneas, elaborado cuando el popular José María Aznar era aún presidente e Isabel Tocino la ministra de Medio Ambiente.
Para reafirmar su postura, Turrión recuerda que el último Día Mundial del Agua, celebrado el 22 de marzo, la ONU se lo dedicó a la importancia de conocer mejor los usos potenciales de abastecimiento de aguas subterráneas, cuya existencia es prácticamente ignorada por la mayoría de la población. Hasta existe una directiva del Parlamento Europeo y el Consejo Europeo, la 2006/118/CE, que recuerda que "las aguas subterráneas son el recurso hídrico más sensible e importante de la Unión Europea y, en particular, son la fuente principal del suministro público de agua potable".
Si al hablar de sequía se contabilizaran tanto las aguas superficiales como subterráneas, no se estaría hablando de estrés hídrico. Por eso Turrión niega que nos encontremos en una situación de carestía. "No nos estamos quedando sin agua; a los ciudadanos se les está ocultando información. Se da pie a creer que existe una situación de tensión y de miedo a la pérdida de recursos".
"Pienso, y esta es sólo mi opinión, que hay una serie de 'lobbies de la escasez' que ganan mucho cuando la opinión pública tiene la sensación de que puede faltar agua. Se dice que el único agua que hay es el de los pantanos, pero eso es una gran irresponsabilidad. Y lo que más me preocupa es que los grupos ecologistas entren en ese juego", advierte.
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"Recuerda lo que costó que pudiéramos tener autosuficiencia energética a través de placas solares. Incluso se nos puso un impuesto al sol. Si se ha hecho eso con el sol, que es algo que vemos, imagínate con el agua, que no vemos", reflexiona el científico, anticipando una posible privatización de los recursos hídricos y denunciando que el Estado parece no mostrar interés en construir las infraestructuras necesarias para aprovechar más y mejor los recursos subterráneos. "¿Por qué?", se pregunta, pero no tiene una respuesta.
Lo que sí tiene claro es que el subterránea está a salvo de la contaminación y el deterioro, circula por un medio oscuro no sujeto a inclemencias meteorológicas y, además, los propios granos de arena sirven para filtrarla de forma natural. Y, lo más importante: es tremendamente abundante y no está sujeta a los efectos del cambio climático. España, además de una esponja drenada para exportar productos agrícolas, es también una esponja porosa dividida en zonas permeables –en el levante calizo es especialmente abundante– en las que se generan grandes depósitos de agua subterránea.
Ese agua no está aprovechada. Si acaso, en zonas muy concretas, está expoliada por algunos agricultores que se aprovechan de ella mediante el uso de pozos ilegales. En otras, lamentablemente, el vertido de fertilizantes para la agricultura intensiva ha contaminado los acuíferos y dificultado el acceso al agua limpia y potable. Pero es algo anecdótico y "muy localizado", ya que el resto de España se erige sobre grandes bolsas de agua embalsada de forma natural.
Los "adictos" al agua subterránea
Uno de los reclamos de Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad, es que dejemos de ser "adictos al agua". "Hemos tenido una primavera y un otoño relativamente normales a nivel meteorológico, pero aún así falta agua. Consumimos demasiado". El experto señala, de nuevo, a los regadíos como culpables, y específicamente a los ilegales, como los que diezman el acuífero 23 de La Mancha Occidental, en Daimiel, Ciudad Real, que se encuentra en una situación catastrófica.
"Hay mapas oficiales de pozos ilegales en torno a Las Tablas de Daimiel que extraen agua hasta a 150 metros de profundidad. También ocurre en Doñana. La administración los tiene inventariados, pero se sigue extrayendo agua destinada a negocios privados de agricultores o empresas", considera Fernando Prieto.
Y evoca el caso denunciado por WWF del cultivo de la fresa en los entornos de Doñana, donde más de 1.000 pozos ilegales y cultivos bajo plástico han puesto en peligro de muerte el espacio natural protegido. Según la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, 12 de los 16 sectores en los que se divide el acuífero están en mínimos.
"Los parques nacionales como el de Daimiel tendrían que tener asegurada agua de calidad para mantener sus ecosistemas, pero los regadíos ilegales, que son un 10% del total, lo hacen imposible. Habría que cerrar los pozos ilegales uno detrás de otro, y no amnistiarlos como pretende hacer el Partido Popular en Andalucía con Doñana", denuncia Prieto. "Es absolutamente perverso. Ahí van todas las aves de Europa y de África. Si expolias los recursos hídricos, acabas con la vida".
Escenarios para el futuro
Uno de los reclamos de todos los entrevistados consiste en que las administraciones públicas garanticen el derecho universal al agua. Para eso, reclama Francisco Turrión, debe haber expertos en las instituciones correspondientes que conozcan bien el funcionamiento del ciclo hídrico natural. "Cuando en el año 86 el Gobierno del socialista Felipe González publica la Ley de Aguas y declara que todas las aguas formen parte del ciclo hídrico y sean del estado, el ministerio de Obras Públicas asume la competencia", explica.
Pero lo que no hace es dotar a las confederaciones de los profesionales que sí tenía el ministerio de Industria, los hidrogeólogos. Han pasado 40 años –con una aprobación de una Directiva marco del agua (DMA) de por medio– y la situación apenas ha variado. "Faltan expertos", reclama el profesional. Personal que conozca bien el funcionamiento subterráneo del agua.
Antonio Aretxabala incide en que todos los ciudadanos deben tener siempre acceso a recursos hídricos, pase lo que pase. Pero, para lograrlo, los políticos juegan un papel esencial. "No se puede favorecer los derechos individuales o de las grandes empresas a costa de quitarle el agua a otras personas, como hacen algunos dueños de la agricultura intensiva", considera el geólogo, y añade que la expansión de los regadíos es absolutamente insostenible a medio plazo y acabará generando, "nos guste o no, un decrecimiento" y una apuesta por "los cultivos de proximidad, de cercanía, que son más eficientes".
Finalmente, Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad, coincide con Aretxabala en que lo primero que habría que hacer es reducir los regadíos. "Algo que no está sucediendo. Estamos en un escenario de cambio climático, con carencia de agua en los embalses, pero seguimos incrementando la producción. No tiene ningún sentido".
Además, el gran problema de España es que cada vez hay menos agua circulante en los ríos y ecosistemas y se está produciendo un aumento de la irregularidad de las precipitaciones como consecuencia del cambio climático. Los periodos de sequía, que suelen ser cíclicos, serán cada vez más comunes e intensos cuando la subida generalizada de temperaturas –julio ha sido el 2022 más caluroso de la historia– provoque desequilibrios en la meteorología.
"Ahora hablamos de una sequía, pero en octubre a lo mejor tenemos inundaciones por gota fría o danas", advierte Prieto. Ante el escenario de emergencia climática, urge adaptar a tiempo el sistema, mejorar la gestión de los recursos, informar (sin alarmar) a los ciudadanos de la capacidad real de la que disponen las naciones y, sobre todo, garantizar el acceso al agua, un derecho humano incontestable. En resumen: estar preparados para lo que pueda ocurrir en el futuro mirando siempre por el beneficio de la población.