TikTok está por todas partes. En los móviles y en los ordenadores, claro, pero también en los medios de comunicación, en las conversaciones cotidianas y, sobre todo, en las casas de familias con niños y adolescentes. Ellos son la carne de cañón para ese bucle infinito de vídeos cortos del que cuesta apartar la mirada, como si fueran réplicas del protagonista de La naranja mecánica sometido al experimento Ludovico... pero por placer.
El crecimiento exponencial de esta aplicación, que se autodefine como plataforma de contenido de entretenimiento y no como red social, va más allá de los números, por otra parte apabullantes: más de 1.000 millones de usuarios activos y dos años consecutivos como la app más descargada a nivel mundial, con más de 3.500 millones de descargas, por delante de dos gigantes como WhatsApp e Instagram. Pero, ¿y si detrás de la aparente intrascendencia de los bailes y los memes virales hay un caballo de troya capaz de hacer tambalearse a las democracias occidentales?
Casi desde su nacimiento, allá por 2016 y sobre todo desde 2018, cuando se fusionó con Musical.ly, este fenómeno cultural y económico ha estado rodeado de polémicas. Su interfaz adictiva, los peligrosos retos virales, la opacidad de su algoritmo o las dudas sobre la privacidad de sus usuarios son sólo algunas de ellas. Pero lo que más preocupa, sobre todo en Estados Unidos, es su origen y sus estrechos lazos con la única potencia que puede amenazar su supremacía geopolítica: China.
TikTok pertenece a ByteDance, empresa fundada por el multimillonario de 38 años Zhang Yiming (el cuarto más rico de China, con una fortuna valorada en 49.500 millones de dólares según Forbes), con supuestos vínculos con el gobierno de Xi Jinping. Eso la convirtió en sospechosa a los ojos de congresistas y senadores estadounidenses, que siguen reclamando su prohibición o, al menos, una regulación más agresiva para hacer frente a su posible papel como agente desestabilizador.
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En 2020, cuando la progresión de TikTok parecía imparable y ya proyectaba cierta sombra sobre los gigantes tecnológicos estadounidenses, fue Donald Trump quien amenazó con prohibir la aplicación por motivos de seguridad nacional. Su derrota en las elecciones le impidió impulsar el plan que pretendía obligar a ByteDance a vender TikTok a una empresa estadounidense para poder seguir operando en EEUU, pero las reclamaciones de mayor escrutinio, sobre todo entre cargos y políticos republicanos, no han dejado de sucederse, alimentadas por nuevos escándalos y la cercanía de elecciones.
Audios filtrados
En junio, BuzzFeed News hizo públicos los detalles de audios filtrados de más de 80 reuniones internas de la compañía. En ellos quedaba claro que empleados de ByteDance con sede en China habían accedido en repetidas ocasiones a datos privados de usuarios estadounidenses de TikTok entre septiembre de 2021 y enero de 2022.
Ese mismo mes, Brendan Carr, directivo de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), pidió por carta a los directores generales de Apple y Google que eliminaran TikTok de sus tiendas de aplicaciones. "TikTok supone un riesgo inaceptable para la seguridad nacional debido a que su amplia recopilación de datos se combina con el acceso aparentemente incontrolado de Pekín a esos datos sensibles”, se lee en la misiva.
Tampoco ayudan a calmar los ánimos noticias como la obligación por parte de 30 compañías chinas, entre ellas ByteDance, de entregar sus algoritmos al regulador de Internet del gobierno chino. Si desde Pekín se ha vendido como un ejercicio de transparencia ejemplar, con la publicación de detalles sobre cómo funciona cada uno de ellos, en Washington este movimiento se entiende como la toma de control definitiva por parte del gobierno chino de sus tentáculos tecnológicos.
“En realidad, el gobierno chino siempre ha tenido las puertas abiertas a los datos de todas sus empresas”, señala por teléfono Enrique Dans, profesor de Innovación y Tecnología en IE Business School y autor de libros como Viviendo en el futuro. “Es verdad que la legislación de privacidad que tienen las empresas chinas en su país es bastante fuerte, pero también es cierto que el gobierno puede hacer y deshacer a su antojo. En el momento en el que el Partido Comunista chino quiere saber a través de qué influencers entrar en determinados círculos para difundir determinado mensaje, puede hacerlo sin mayores trabas”.
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A esto se une, por si faltara leña, fuego y gasolina, los vientos de guerra que soplan en el Estrecho de Formosa. Entre la provocadora visita de Nancy Pelosi y las maniobras militares chinas sine die, casi se pierde de vista el bosque: el mercado de los chips, dominado por Taiwán, como lucrativo trasfondo.
Pero la ya masiva y creciente influencia de TikTok es algo que no sólo inquieta a los políticos estadounidenses. La aplicación fue prohibida en países como India o Hong Kong, preocupados por la posible influencia china en sus ciudadanos. Este mismo mes, el Parlamento del Reino Unido cerró su cuenta de TikTok por temor a filtraciones de datos. "La perspectiva de que el gobierno de Xi Jinping tenga acceso a los datos personales de los teléfonos móviles de nuestros hijos debería ser motivo de grave preocupación", advertían los diputados británicos.
Este año, TikTok ha ejercido también como fuente constante de actualizaciones en tiempo real de lo que sucedía en la guerra en Ucrania, con su conscuente cuota de desinformación y propaganda de ambos bandos. De hecho, llegó a ocupar una posición tan prominente en el ecosistema informativo que la Casa Blanca decidió informar a un puñado de influencers sobre el conflicto para que no cayeran en las supuestas trampas de la propaganda rusa.
La desinformación como campo de batalla
Fuentes de la compañía china aseguran que no hay de qué preocuparse. Recuerdan que TikTok es una aplicación que ni siquiera está operativa en China (en su lugar está su ‘hermana gemela’, Douyin), y que todos los datos de los usuarios occidentales se almacenan en Estados Unidos, con una copia de seguridad en Singapur. Además, está previsto que finalmente se ponga en marcha un centro de datos en Dublín a principios del próximo año, donde presumiblemente se almacenarán todos los registros de los usuarios europeos.
Oracle, la compañía estadounidense que estuvo a punto de comprar TikTok tras las amenazas de Trump, es ahora la encargada de auditar con lupa el algoritmo de la plataforma y sus modelos de moderación de contenido, para asegurarse de que no hay manipulación por parte de las autoridades chinas en el contenido que se destaca a los usuarios y que podría influir en procesos electorales como las próximas midterms.
Como TikTok es una aplicación centrada exclusivamente en el vídeo y no tiene texto, a diferencia de plataformas como Facebook o Twitter, es muy difícil rastrear la desinformación, que puede ser un arma tan efectiva o más que el control de los datos. Además, su sistema de clasificación, que impulsa algunos vídeos y desprecia otros, sin importar aparentemente cuántos seguidores tenga el tiktoker de marras, sigue siendo un misterio… salvo para el gobierno chino, claro.
Lo que produce cierta alarma es que, cada vez más, los usuarios recurren a TikTok no ya para reírse con un meme o ver la última genialidad de Rosalía, sino para informarse. Una reciente investigación del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford concluía que el 40% de los jóvenes de 18 a 24 años utiliza TikTok cada semana y el 15% lo hace para leer, comentar o compartir noticias.
“En las redes sociales tú sigues a quien más te apetece y, si eres terraplanista o antivacunas, seguirás a perfiles que estén de acuerdo contigo. Eso supone la creación de burbujas y cajas de resonancia: sólo te informas a través de gente que piensa de manera similar y, por tanto, eso hace aumentar la polarización”, advierte Carlos Elías, profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III que ostenta la cátedra Jean Monnet de Unión Europea, desinformación y fake news.
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Elías lo hace extensivo a todas las redes sociales y señala su preocupación, por lo que tiene de sintomático, ante la proliferación de mensajes xenófobos y teorías pseudocientíficas. Sin embargo, lo que más ha detectado en TikTok son las campañas de profecías autocumplidas.
“Si miles de perfiles empiezan a decir que la economía va mal, aunque lo afirmen sin datos verificados, la gente empieza a tomar decisiones. Y eso hace que, probablemente, al final sí ocurra. Otro ejemplo: muchos perfiles, sobre todo del entorno de la ultraderecha, están propagando el bulo de que la Unión Europea va a desaparecer en 2030. Eso va generando un clima de opinión que puede ser desastroso. Estas campañas tienen éxito porque la gente no recurre a los medios, sino que se informa en las redes”, afirma.
Moderación y verificación
Para combatir la desinformación y el contenido inapropiado, un problema que efectivamente afecta a todas las redes sociales, TikTok asegura contar con herramientas de Inteligencia Artificial así como miles de moderadores, aunque se desconoce su número exacto. Ellos son los encargados de vigilar que se cumplan las normas de la comunidad, que son las que delimitan lo que se puede hacer y lo que no en la aplicación.
Su papel, tras revisar horas y horas de contenidos, es eliminar los perfiles y vídeos que no están permitidos, como los que incitan al odio, al suicidio o las autolesiones, y a raíz de sus actuaciones se elabora un informe trimestral. También señalan desde TikTok que, para evitar la propagación de bulos y fake news, cuentan con verificadores independientes, un papel que en el caso de España recae en Newtral.
Como se ha podido comprobar, tanto en TikTok como en otras redes sociales, en la práctica estas medidas son insuficientes y el contenido inapropiado y la desinformación campan a sus anchas, entre otras cosas por el desmesurado volumen de vídeos subidos a la plataforma cada minuto.
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“Una herramienta de desinformación”, apunta Enrique Dans, “es más eficiente cuanto mayor es la calidad de los datos que tienes. Puedes dedicarte a lanzar contenidos que desinforman a ciegas, pero si lo quieres hacer bien, primero consigues el mapa, es decir, sabes quién llega a quién, quién tiene influencia y en qué sectores demográficos, y son esos datos los que utilizas para lanzar las campañas de desinformación como si fueras un francotirador, eligiendo muy bien los medios y los objetivos”.
Así, a la inmensa mayoría de los mil millones de usuarios de TikTok no se les pasa por la cabeza que están siendo objeto de una operación de propaganda del gobierno chino, porque están demasiado ocupados viendo tutoriales de maquillaje, recetas y bailes divertidos, los contenidos más populares de la plataforma. Pero eso, en el fondo, la convierte potencialmente en un medio de propaganda aún más poderoso, siempre en el caso de que China pudiera desplegarlo como arma. Como cada feed de TikTok es diferente, no existe una forma de saber lo que la gente está viendo, por lo que sería muy fácil utilizarlo para moldear la opinión pública.
Parafraseando un antiguo adagio que se apropió Stan Lee a través de Spiderman, Dans sostiene que “una herramienta de este tipo genera un gran poder y por tanto conlleva una gran responsabilidad. Y no tengo nada claro que ByteDance pueda ejercerla. Desde luego Facebook ha sido un desastre en términos de seguridad, y de momento la empresa china no ha demostrado ser mejor. Mientras esté en esas manos y con esa potencia de organización de ataques de desinformación, como mínimo habrá que atarlas en corto y, en el caso de TikTok, pensar qué tipo de restricciones habría que aplicarles”.
De fondo, más allá de los peligros en torno a los datos y la desinformación, lo que está teniendo lugar es una encarnizada batalla por el dominio y la influencia en Internet, en la que TikTok ha cogido la delantera y tiene a Instagram, YouTube y Facebook copiando sus funciones más características. Aún no se sabe quién triunfará en el largo plazo, pero sí que una herramienta con semejante dominio puede servir para desequilibrar la balanza geopolítica mientras todos estamos mirando el móvil.