Amado Granell fue un oficial republicano nacido en Burriana (Castellón). Su arrojo le caracterizó durante las tres guerras en las que combatió. Estados Unidos se quería limitar a 'embolsar' París para seguir a la caza de Adolf Hitler, pero Francia temía que los nazis devastaran la urbe y activó, por su cuenta y riesgo, un plan para liberarla con sus mejores hombres.
La misión fue encomendada a La Nueve, la compañía que ejercía de punta de lanza de la 2.ª División Blindada del ejército de la Francia Libre. El grueso de sus soldados eran españoles, republicanos derrotados en la Guerra Civil Española. Y fue un grupo de estos hombres, liderado por Granell, el primero en sortear las barricadas hasta llegar, guiados por una guía Michelín, a la Plaza del Ayuntamiento para recuperar la capital de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Pero París es también la capital del chovinismo, y la gesta de aquellos militares el 24 de agosto de 1944 se ha convertido en una de las más invisibilizadas de la Segunda Guerra Mundial. La portada del día siguiente del diario Libération da buena cuenta de ello: "Ils sont arrivés! (¡Han llegado!)". Así proclamaba la primera plana del rotativo. Granell es el único militar que aparece en la fotografía junto a el Prefecto del Sena, el máximo responsable de la resistencia gaullista, que fue quien lo recibió a su llegada a la plaza.
El español luce a la derecha de la imagen, la única recuperada de aquella tarde. Sin embargo, el texto habla del primer soldado "francés" llegado a París y atribuye el mérito al "capitán Bronne", que realmente se llamaba Dronne y había llegado después de Amado Granell.
El propio Charles de Gaulle empezó a reescribir la historia el 26 de agosto de aquel 1944. Ese día se produjo el gran desfile de la Victoria, y en su discurso no hizo mención alguna a la heroicidad de los republicanos españoles. El general, que llegaría a ser presidente de la República Francesa por sus méritos militares, atribuyó en esta ocasión todos los honores a los soldados franceses. El franquismo vigente, por supuesto, tampoco tuvo interés alguno en ensalzar la figura de unos republicanos como Amado Granell y los suyos.
La profusa bibliografía que ha permitido recopilar esta historia tardó más de 60 años en llegar. Rafael Torres abrió el camino en 2007 con El Hombre que liberó París (Ed. Temas de Hoy). En 2008 se publicó el minucioso ensayo de Evelyn Mesquida La Nueve, los españoles que liberaron París (Ediciones B). En 2009 vio la luz la extensa crónica novelada de Basilio Trilles El español de la foto de París (Inédita Ediciones). Y, ya en 2016, el francés Cyril García alumbró su ensayo específico: Amado Granell: Libérateur de Paris (Editions L'Harmattan).
Mesquida es periodista. Fue durante años corresponsal en París de la revista Tiempo, y su trabajo ha contribuido a que, "70 años después, el Gobierno francés reconociera oficialmente la participación de los republicanos españoles en la Segunda Guerra Mundial y la liberación de Francia". Así lo señala en su propio libro.
Tal reconocimiento se produjo durante los actos del 70 aniversario de la liberación de la ciudad en 2014. "Los republicanos españoles de La Nueve fueron los primeros en penetrar en París", afirmó en su discurso el entonces presidente francés, François Hollande. Mesquida repite la frase de memoria y se emociona. "Fue una gran satisfacción, trabajamos mucho para lograr ese reconocimiento", explica por teléfono a EL ESPAÑOL | Porfolio desde la capital francesa.
Allí se encuentra para asistir el próximo 24 de agosto al humilde homenaje que Francia celebra antes de los grandes alardes que tienen lugar el 25 y el 26 para conmemorar la liberación de París. "Es muy curioso, la entrada en la ciudad fue el 24, y así se comunicó a todo el mundo. Pero aquí prefieren celebrar el desfile posterior", subraya.
Borrado deliberado
¿Lo minimizan por chovinismo? "Desde luego que sí. Esta historia molesta mucho en determinados estamentos del ejército francés. Pero la París ocupada por Hitler fue simbólicamente liberada por españoles republicanos. Fue así, como suena, por mucho que les duela", manifiesta la autora.
El periodista y escritor Basilio Trilles también reflexiona sobre la memoria del héroe valenciano. Su diagnóstico coincide con el de Mesquida. "Se oculta de forma deliberada el papel de Granell y La Nueve. A mí me llamó mucho la atención que no había mención alguna a los españoles en el Museo del General Leclerc del barrio de Montparnasse (también llamado Museo de la Liberación de París) cuando fui a documentarme para realizar el libro", reseña el autor.
Tal ausencia contrasta con el homenaje que sí rindió el mencionado Leclerc a Amado Granell y a sus hombres tras su gesta. El francés era el general al frente de la 2.ª División Blindada, también conocida por ello como "División Leclerc". Y fue suya la decisión de rendir los máximos honores a la compañía que había hecho posible la liberación de París en el desfile de la victoria que tuvo lugar el 26 de agosto de 1944.
Consistió en una marcha a pie por los Campos Elíseos tras honrar De Gaulle a las tropas en el Arco del Triunfo. La Nueve, además de recibir los honores junto al resto del Ejército Aliado, fue premiada con el encargo de garantizar la seguridad durante el desfile.
Por ello, el coche blindado alemán que portaba Amado Granell, el mismo vehículo incautado al enemigo que dos días antes había sido el primero en entrar a París, fue el que encabezó la comitiva. Aquel maltrecho descapotable de faros rotos fue lo primero que vieron las decenas de miles de franceses que acudieron a ver la marcha triunfal. Lucía pintada en la carrocería la Cruz de Lorena de la Francia Libre. Pero portaba una única bandera: la tricolor de la Segunda República Española.
Granell terminó la contienda condecorado con tres menciones y la Cruz de Guerra con palmas y estrellas. El ejército francés lo calificó como un "oficial de valentía temeraria". Recibió a su vez la Legión de Honor, justificada personalmente por el propio Leclerc. "Si es verdad que Napoleón creó la Legión de Honor para premiar a los bravos, nadie la merece como usted", manifestó el general, según la declaración al respecto recopilada en el libro de Mesquida.
"Y tanto que era bravo", señala el autor. "A los estadounidenses los cautivó desde el primer día en el norte de África. Granell esperó a los blindados norteamericanos en la entrada de Orán y, andando delante de ellos, sorteando los disparos de los franceses de Pétain, esquivando las ráfagas de las ametralladoras, llevó a las fuerzas hasta el puerto. Era absolutamente fascinante", apunta Trilles.
Un homenaje en vida que sí lograron los españoles tuvo lugar en el Arco del Triunfo ante la tumba del soldado desconocido, cuando consiguieron que la frase "muertos por Francia" fuera sustituida por "muertos por la libertad". La emoción de aquellos días fue recordada dos años más tarde por el propio Granell en unas declaraciones realizadas al Heraldo de España (editado en París) con motivo del segundo aniversario.
"Las campanas de Notre-Dame nos conmovieron y se nos encogió el corazón. El combate no nos había endurecido del todo. Gritos, vivas y canciones por todos lados, sobre todo La Marsellesa, acompañaban el sonido de las campanas. Todos teníamos los ojos húmedos y una opresión en la garganta. Traté de cantar La Marsellesa con los otros, pero no pude. Bengalas, disparos al aire... Aquel entusiasmo era la libertad. Era la victoria... Ni siquiera podía pestañear, temeroso de que me brotaran las lágrimas".
De la Civil a la Mundial
El desastre de Annual (Marruecos) de 1921, donde murieron torturados y mutilados miles de soldados españoles, despertó la pulsión militar en el joven Amado Granell, nacido en Burriana en 1898. Se enroló en el tercio español de la Legión Extranjera y, el 5 de julio de 1922, con galones de sargento, se convirtió en licenciado de la Legión por el tercio Duque de Alba.
La ruina del negocio de su padre en Burriana llevó a la familia a Orihuela, en Alicante. En la ciudad participó activamente en el sindicalismo obrero y abrió un comercio de venta y alquiler de bicis y motocicletas. Cuando se proclamó la Segunda República, dio el salto a la política y se convirtió en concejal de la ciudad por Izquierda Republicana.
Con el estallido de la Guerra Civil, no dudó en tomar parte. Se incorporó al Comité Antifascista y se movilizó como soldado. Pero antes tuvo ocasión de demostrar que se trataba de un personaje concienzudo y moderado. Un reciente reportaje realizado por la radiotelevisión valenciana À Punt, titulado Amado Granell, el valenciano que liberó París, apuntó que su intervención fue clave para evitar la quema de la iglesia de Orihuela en 1936.
Basilio Trilles relata que Granell era una persona apreciada incluso por sus adversarios en plena guerra. "Su hija me contó que fueron los propios falangistas los que le invitaron a irse en 1939. Lo convencieron para que se fuera, y le prometieron que no le pasaría nada a su familia. Y así fue. No hubo represalias para su mujer y sus hijos", explica el escritor.
Su primer destino en la Guerra Civil fue el batallón Levante, en Valencia. En noviembre del 36 lo nombraron capitán, y más tarde fue destinado al llamado batallón de Hierro, una unidad de choque que después recibiría el nombre de Batallón Motorizado de Ametralladoras. En diciembre de 1938 recibió el grado de comandante y tomó el mando de la 49 Brigada Mixta, formada por cuatro batallones. Más tarde se hizo cargo de la 49 División del Ejército Popular de la República.
Amado Granell participó en importantes batallas contra el bando nacional en Teruel, Madrid, Castellón o Extremadura, pero se retiró del frente cuando supo que la flota republicana acababa de salir de Cartagena rumbo a África. El 28 de marzo de 1939, tres días antes del fin de la guerra, logró embarcarse en el célebre Stambrook, el último barco que zarpó del puerto de Alicante rumbo a Orán. "Subió a bordo con el fusil ametrallador como único bagaje", describe en su libro Evelyn Mesquida.
Su hija Aurora manifestó años más tarde que, a su llegada a África, pasó por uno de los campos de concentración en los que acabaron miles de exiliados republicanos españoles. Trilles, en cambio, sostiene que se integró en la colonia española de Orán, donde ya vivía su hermano. Transcurrieron más de tres años hasta que ingresó en el Cuerpo Franco de África en diciembre de 1942, con el que combatió en la Guerra de Túnez.
Allí logró los galones de teniente, y coincidió con muchos de los que pronto serían sus compañeros en
"De una valentía rayana en la temeridad, siempre en cabeza de sus hombres, con desprecio total del peligro. Se ha destacado en todo el curso de la campaña desde el desembarco hasta Estrasburgo, de Ecouché a París, Andelot, Remoncurt, Chatel-sur-Moselle, Vaxancourt, Vacqueville, se ha impuesto al enemigo, consiguiendo victoria tras victoria", llegó a decir.
Amado Granell, tras participar en tres guerras, dejó el frente el 28 de noviembre de 1944, a los 46 años de edad. Lo hizo con un simbólico gesto: lavándose las manos en el río Rin, tal y como había prometido que haría años atrás. En la decisión pesaron las numerosas muertes en sus filas y las maniobras políticas en el ejército francés, que apartaron de la batalla al general Leclerc.
En efecto, la política se impuso pronto a la guerra tras la derrota del nazismo. La Nueve combatía el fascismo en Europa con la promesa de los Aliados de que, tras caer Hitler, Franco sería un objetivo. Pero en absoluto fue así. La dictadura española supo moverse en un contexto internacional donde el comunismo soviético emergió como el nuevo enemigo. Interesaba una España anticomunista.
Los militares españoles todavía acumularon una nueva gesta. Participaron en el asalto al denominado Nido del Águila, la fortaleza donde Hitler pasó algunas de sus últimas semanas. Y la caída del Führer y su régimen fue el punto final a las andanzas de La Nueve. "La guerra ha terminado", trasladaron los Aliados de forma taxativa a los guerreros republicanos, que sintieron esta decisión como "la traición más absoluta", según describe Mesquida.
Contactos con Don Juan
Amado Granell abandonó la guerra, pero no el sueño de devolver la democracia a España. Ya retirado del frente, retomó al máximo nivel su vertiente política. "Lo hizo tras rechazar un ascenso a comandante del ejército francés, porque implicaba renunciar a la nacionalidad española", relata Basilio Trilles. "Al respecto, Granell dijo una de sus frases más cinematográficas: 'Francia es mi novia, pero España es mi madre'", apunta.
Como ciudadano raso, mientras impulsaba distintos negocios en París, "mantenía estrechas relaciones con diversas personalidades políticas, con el fin de intentar restaurar una democracia en España", recoge en su ensayo Evelyn Mesquida. Curiosamente, un republicano como Granell apostó por restaurar la monarquía para lograrlo.
"Cercano a Francisco Largo Caballero, inició contactos con el círculo de la monarquía de Don Juan para trasladarle la propuesta socialista de una reinstauración monárquica y democrática", recoge la autora. "Después fue también cercano a Indalecio Prieto", apunta Trilles.
Granell se reunió con Don Juan en Estoril, y llegó incluso a postularse como ministro de la Guerra en un hipotético gobierno de Miguel Maura, cuando este soñó con presidir España tras la caída de Alemania. Pero todo quedó en agua de borrajas. Como es sabido, Don Juan pactó con Franco en 1948 y renunció a sus derechos dinásticos a cambio de que su hijo Juan Carlos sucediera al dictador.
La frustración fue inmensa para Granell, que permaneció durante varios años más en Francia antes de volver a España de forma clandestina en 1952. Trilles defiende que sus lazos con el entorno de Don Juan le otorgaron cierto amparo en pleno franquismo. Se reencontró con su familia en Santander, pero "se enamoró de Marcelina Gaubeca, una amiga de su hija 25 años menor que él", explica el autor.
Con esta mujer pasó los últimos años de su vida. A los 71 años se instaló en Alicante, donde montó una pequeña tienda de electrodomésticos. Vivió una vida holgada, pero también humilde, muy lejos de los honores dignos de su personaje. Tanto fue así que murió de un accidente de coche camino de Valencia en 1972 cuando acudía al consulado francés para protestar porque había dejado de cobrar su pensión.
Su sepultura es una gran metáfora de su vida. La pagó el Gobierno de la República Francesa, y en su lápida lucen los honores que recibió: la inscripción de la Legión de Honor y una hoja de palma. Pero no es más que un humilde nicho, inadvertido entre el resto, como lo fue el propio Granell durante sus últimos días en España.
En el presente 2022 se han cumplido 50 años de su muerte sin que el Gobierno de España ni la Generalitat Valenciana le hayan realizado grandes homenajes. A nivel autonómico han consistido en otorgar su nombre a una avenida y a una parada de metro en Valencia. Nada más. "El gran reconocimiento a Amado Granell está todavía por realizarse", concluye Evelyn Mesquida.