En Sudán viven 48.109.004 personas y sólo una es española. El madrileño Jorge Naranjo, de 50 años recién cumplidos, se halla además al frente de una universidad que ha sido capaz de seguir impartiendo clases en medio de una guerra despiadada y a las puertas de una de las mayores hambrunas registradas en el planeta durante los últimos treinta años. Algunos de sus colegas tuvieron que saltar por encima de los cadáveres para ponerse a salvo cuando, hace justamente un año, dio inicio un conflicto que ha bañado en sangre tanto la capital, Jartum, como las ciudades aledañas.
Según la BBC, la cruel disputa de poder entre el ejército del país y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) se ha cobrado por lo menos 14.000 vidas, aunque se sospecha que son muchos más los caídos en el fuego cruzado. Las estadísticas no suelen hilar muy fino cuando cuentan muertos africanos.
Que los medios de comunicación occidentales hayan pasado de puntillas sobre un conflicto civil en el que se hacinan los cadáveres no es, en realidad, algo digno de mención. Hay un patrón bien conocido que consiste en orillar las tragedias africanas y hay asimismo una especie de cliché no menos recurrente que sugiere que, en aquellos territorios donde se vacían las sedes consulares de los blancos, tal vez podría permanecer todavía un misionero con el mazo dando.
Naranjo es misionero comboniano. No es que se negara a abandonar el país cuando empezó la guerra, sino que esta le pilló de vacaciones en Madrid y se las ingenió para volver a sabiendas de lo que arriesgaba. "Así es", explica a EL ESPAÑOL | Porfolio. "Yo había viajado a España justamente un par de días antes del inicio y tenía la impresión de que duraría sólo algunos días. Pero pasaba el tiempo y la violencia crecía".
El conflicto comenzó el día 15 de abril del año pasado y el día 24, el gobierno de Madrid informaba de que un avión A400M del ministerio de Defensa había conseguido evacuar a todos los españoles que quedaban en el país. Fue justamente entonces cuando Sudán se vació de compatriotas. "Me contactó el Estado Mayor del Ejército español porque no conocían bien la zona y querían informarse sobre las mejores opciones".
"En el avión salieron unos 130, de los cuales setenta eran españoles. Entre el resto había mucha gente de Sudán del Sur que necesitaba abandonar las áreas que se habían convertido en un campo de batalla. En julio de ese mismo año, intenté regresar tomando un vuelo desde Dubái pero me impidieron abordarlo y me trasladé hasta El Cairo. Ya en Egipto me puse en contacto con muchos de los estudiantes y la mayoría me dijeron que querían continuar a pesar de que estaban en campos de desplazados o moviéndose".
Al final, Naranjo consiguió ser autorizado a regresar gracias a una carta de recomendación del ministro sudanés de Educación. Para cuando él volvió, ya no quedaban europeos, salvo unos pocos activistas de organizaciones no gubernamentales. Ha transcurrido un año desde que comenzó el enfrentamiento armado y hace sólo unos días, los estudiantes de la universidad que dirige el madrileño realizaron sus exámenes finales.
Los combonianos han mantenido a flote su universidad a pesar de la violencia. El camino no ha estado sembrado de rosas porque la principal sede de su institución académica –creada en 2001– se hallaba en el corazón del lugar donde empezó la guerra. Literalmente, han tenido que ir corriendo por delante de los ejércitos que se baten fraticidamente. "Nuestra universidad está localizada a 800 metros del palacio presidencial de Jartum donde todo empezó, de modo que en abril del pasado año se convirtió en un auténtico campo de batalla", asegura el misionero.
Naranjo fue ordenado sacerdote en 2005 y es, además, un gran conocedor de las culturas africanas y un intelectual cuyos artículos pueden ser regularmente leídos en la prestigiosa publicación africanista, Mundo Negro. Tras recibir los hábitos, pasó una temporada en Egipto estudiando la lengua y la cultura árabe y trabajando con refugiados sudaneses y sursudaneses. Comenzo a dirigir el college de los combonianos en 2012.
En las fotos que nos envía del día del levantamiento armado, pueden verse desde las ventanas de las aulas el paso de los tanques. "Desde ese mismo momento, no hemos podido acceder a nuestras instalaciones porque se hallan en un territorio en disputa entre ambos ejércitos", prosigue.
"Retomamos nuestras actividades académicas en julio o en agosto del pasado año, pero con una nueva sede física en Wad Madani, que es una ciudad del estado de Gezira, situada a unos doscientos kilómetros al sur de la capital. Fue el asentamiento que recibió la primera oleada de desplazados y, entre ellos, nuestro personal docente. Nuestra intención era crear allí una nueva oficina para que, de ese modo, nuestros estudiantes tuvieran un lugar físico de referencia donde preparar sus lecciones. Planeábamos incluso crear una clínica de cuidados paliativos, pero el pasado 15 de diciembre, el ejército la abandonó y tomaron el control las milicias de las Fuerzas de Apoyo Rápido".
Causas de la guerra
¿Qué es lo que ha provocado este nuevo derramamiento sudanés de sangre? Es imposible entender lo que sucede sin retroceder al menos hasta la época en que el expresidente sudanés Omar al Bashir presidió un conflicto en el sur del país que resultó en la secesión de Sudán del Sur (2011). A él se debe también la violencia ejercida por el Estado en la región occidental de Darfur, lo que finalmente propició que fuera acusado de crímenes de guerra y genocidio.
Una revolución llevada a cabo en 2019 les derrocó, pero los militares tomaron el poder de un gobierno de unidad interino encabezado por el primer ministro Abdalla Hamdok en un golpe de Estado en octubre de 2021. Estos se comprometieron a entregar la autoridad a un gobierno liderado por civiles el 6 de abril de 2023. Sin embargo, la transición se postergó debido a las rivalidades entre dos líderes militares: el general Abdelfatah al Burhan (jefe de Estado de facto) y el comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el general Mohamed Hamdan Dagalo.
Las FAR son una organización paramilitar sudanesa heredera de las milicias Janjaweed que operaron durante el conflicto de Darfur. Hay pruebas incuestionables de que han recibido apoyo del Kremlin y de los criminales de la Wagner a cambio, como siempre, de recursos mineros (Sudán tiene una de las mayores reservas de oro del planeta).
Uno de los principales motivos de disputa que han desencadenado la guerra es su negativa a integrarse en el plazo de dos años en las fuerzas regulares del ejército. Así las cosas, el 11 de abril del pasado año, las fuerzas de las FAR se desplegaron cerca de la ciudad de Merowe y en Jartum. Colisionaron desde el primer momento.
Y en medio del conflicto se hallaba una enfermera a sueldo de los combonianos llamada Walá que a punto estuvo de perder a su familia. Su historia ilustra bien el sufrimiento que padece la gente en estas guerras ignoradas. "Ella sí que se encontraba cerca de Jartum el año pasado en uno de nuestros hospitales", nos dice Naranjo. La chica, de sólo 25 años, organizaba las prácticas de enfermería para los estudiantes de los combonianos en una clínica situada en Omdurmán, que es una ciudad situada a orillas del Nilo, tan pegada a la capital del país que algunos la consideran una barriada.
"Al empezar la guerra, ella se ofreció como voluntaria para atender a los heridos que llegaban. Desde la ventana de su casa, vio con sus propios ojos un paisaje de cadáveres que nadie se atrevía a retirar por temor a ser tiroteado", explica Naranjo a este medio. La muchacha salvó la vida e intento después crear otro centro sanitario en Wad Medani, pero la ciudad fue finalmente ocupada por las FAR, lo que originó otro infierno.
"Estuvo a punto incluso de perder a su familia. Lo que la pasa a menudo es que los mayores se resisten a dejar sus casas cuando sus vecindarios se convierten en un campo de batalla, de manera que Walá no logró al principio persuadir a su madre para que dejara la ciudad poco después de que las Fuerzas de Apoyo Rápido comenzaran a sitiarla. Cuando por fin la convenció, intentó salir con ella y los paramilitares golpearon a su hermano hasta casi matarlo en la estación de autobuses".
Tuvo que llorar y que implorar para que le perdonaran. Luego, regresaron de nuevo a casa y la chica salió sola de noche y caminó 15 kilómetros para encontrar un camioncito que aceptara 700.000 libras sudanesas (1.113 €) a cambio de sacar a su familia oculta entre la mercancía. "¿Puedes imaginar a esa chica de apenas 25 años abriéndose paso entre unas milicias que saquean, violan y asesinan a las mujeres?", se preguntan.
Tanto Walá como su familia se salvaron y lograron conectar con Naranjo y con el resto del personal de la universidad en Port Sudán, una ciudad de cerca de medio millón de habitantes situada a orillas del Mar Rojo. Fue allí donde el equipo que dirige el madrileño retomó sus actividades académicas. Informática, literatura inglesa, enfermería... Han conseguido seguir impartiendo online todas las asignaturas entre alumnos situados a menudo en el epícentro de la guerra.
Tampoco la situación del personal es mejor. Un exdirector de la escuela de los combonianos fue al mercado en Jartum y resultó alcanzado y muerto por una bala perdida surgida de un tiroteo entre los dos ejércitos. A otro de sus antiguos profesores de inglés le cayó una bomba en casa y ha perdido una pierna. Existen, además, otras víctimas colaterales, como un docente que tuvo que escapar a una zona rural y que murió de un cáncer porque no pudo ser tratado en un centro oncológico.
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"Es lo que tenemos, así que hemos ideado un sistema y una metodología que nos permite seguir trabajando con los móviles a pesar de que hay muy poca cobertura", afirma el español. "Nuestro profesor de contabilidad huyó también de Jartum a Wad Medani y fue secuestrado porque las milicias apresaban a los jóvenes y les forzaban a unirse al ejército o pagar un rescate. Estuvo 35 días sin comer e impartió sus últimas lecciones tras ser liberado. Anteayer [por el día 18 de este mes] envió su examen. Lo extraordinario aquí es que, después de un año de cruenta guerra, hemos conseguido celebrar las pruebas".
Amenaza de hambruna
Este horizonte truculento y espantoso a través del que se abre paso la universidad que dirige Jorge Naranjo se completa y oscurece con la amenaza de una hambruna, en parte consecuencia de la guerra. "Por un lado, hay personas que han intentado resistir en las zonas donde se mantienen los combates y carecen de los recursos para adquirir comida", nos aclara. "En ciudades como Omdurmán, donde el ejército ha logrado abrirse paso, se han hallado cadáveres de personas que se quedaron encerradas en casa y murieron de inanición".
"Hay también sudaneses que han logrado alcanzar las zonas seguras pero que carecen de trabajo y no generan ingresos. Las ONG han tenido muchas dificultades para hacer llegar la ayuda alimentaria porque ambos contendientes recelan del contrario y ponen trabas. El tercer problema es que las FAR conquistaron el pasado 15 de diciembre Wad Medani, que era el granero del país, la capital de la región de Gezira, una zona muy fértil situada entre ambos Nilos. Cuando Jartum se volvió inhabitable, las grandes organizaciones internacionales establecieron sus cuarteles en ese área para hacer frente a la emergencia, y ahora todos estos recursos han pasado a manos de las milicias".
¿Qué podría ir peor? Tal vez la mordaza de silencio que se ha urdido en torno a la tragedia. Pero la universidad no se ha rendido. Además de funcionar en medio de un cataclismo geopolítico, es la única institución de este planeta cuyo consejo de gobierno está formado por autoridades eclesiásticas como dos obispos sudaneses y su nuncio y ciudadanos musulmanes, quienes, de hecho, fueron los que presionaron durante los 90 a las autoridades del país para que autorizaran la creación, primero, de escuelas de primaria y secundaria y, más tarde, de un college donde continuar con los estudios.
Antes de la guerra, las aulas funcionaban de lunes a jueves y los sábados. De ese modo, los musulmanes podían rezar los viernes y los cristianos tenían los domingos. En su sede de Jartum tienen una capilla, además de una sala de oración para los musulmanes en cada edificio. Su calendario académico respeta tanto las festividades cristianas como las musulmanas, un ejemplo singular y único de convivencia entre religiones. Y lo más insólito es que fue creada durante el gobierno islamista de Omar al Bashir.