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Sandra Golpe (San Fernando, 1974) no es sólo la mujer capaz de congregar a casi tres millones de españoles frente a la pantalla de sus informativos de las 3 de Antena 3: también es una criatura fascinante en las distancias cortas. Una conversadora sensible, inteligente y generosa -de naturalidad apabullante-, una lectora feroz, una escritora deseante e incipiente, una profesional autoexigente y una auténtica superviviente -de sus inseguridades de niña, de una terrible agresión sexual de joven, de la crianza en solitario de un hijo cargadita a las espaldas-. Una titana, ya me dirán ustedes. Nunca una víctima.
Sandra vive con una novela dentro y eso se nota: es un ser cosido a palabras, especialmente bello cuando las pronuncia con su acento gaditano y le sale a flote la señora andaluza y sabia que la habita. Esta charla tiene que leerse en esa clave, en ese paisaje: aunque de facto estemos sentadas, agüita mediante, bajo los focos de la cafetería de Atresmedia, por dentro acampamos en otros lares. Imagínennos a las puertas de una casa blanca en un pueblecito lejano y sureño, habiendo sacado las sillas a la calle para charlar a la fresquita y hablando de periodismo, de política, de libros y de amor; de cómo ser una mujer libre sin morir en el intento. No les vamos a mentir: también fumando algún pitillo.
Su imaginario sentimental se compone de La reina de las nieves de Martín Gaite, de Cien años de soledad de García Marquez, de El perfume de Patrick Süskind, del Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Gran Torino. Memorias de África. Whitney Houston. Frank Sinatra. Y viva el gospel. Cuánto la vemos a diario y qué poco sabíamos en verdad acerca de ella.
Docente. Columnista de La razón. Periodista, no presentadora de televisión: no sólo, porque no es meramente una cara. Golpe significa credibilidad y criterio. Su trabajo la apasiona. Se vuelca en él como una pantera negra. ¿Secretos del éxito? Pocos. Dejarse hasta las pestañas, como ella misma cuenta.
Pero es innegable su estilo, la impronta que ha dejado en su telediario: su apuesta por los temas sociales, su insonorización ante las presiones políticas y las polarizaciones, su escaso afán de protagonismo, su olfato para explotar en antena los temas que le tocan de lleno a la gente, justo esos de los que se hablan en los bares. Ese es el baremo de interés incomparable: el runrún de lo que se comenta en las cafeterías. Es lógico que España quiera que sea ella quien le cuente las noticias de toda una vida.
Pregunta.- Líder de las sobremesas durante cuatro años. Hija, vaya datos. ¿Te paran mucho por la calle?
Respuesta.- Nena, te digo: yo me pongo una coleta, me quito la raya del ojo, me pongo unas gafas y no me conoce ni mi prima.
P.- ¡Venga ya!
R.- En una gran ciudad es así: la gente va a lo suyo. Nosotros somos periodistas y no debemos ser personajes, ni debemos quererlo. Se me ha acercado alguna vez alguien y me dicen: "Oye, cómo me suenas tú. Eres de mi barrio, ¿no? (ríe). Mi carácter es pa’dentro. Aquí, famoso-famoso, es Matías [Prat]. Los demás vamos después.
P.- ¿Qué pasa si algún día no te encuentras bien anímicamente y tienes que dar la cara delante de millones de telespectadores, Sandra?
R.- Aguantamos mucho el tirón en esto porque al final es media hora en directo. Tiene que ser algo de fuerza mayor, como que te quedes sin voz. Una vez me pasó y me inyectaron corticoides, pero igualmente no pude terminar el programa. Ante el estrés o el dolor emocional, pones el piloto automático y pa’lante. La edad para eso te da aplomo. Lo que más me estresa es llevar un buen informativo al día, no meter la pata en un rótulo, no comerme nada importante, más que el hecho de cómo aparecer en cámara. Yo siempre estoy mirando el conjunto.
P.- Haces continuamente referencia a la idea del equipo.
R.- La tele sólo es equipo. Si yo no estoy en pantalla ahora, todo sale igual de bien, te lo puedo asegurar.
P.- ¿No eres imprescindible?
R.- Nadie lo es.
"Nadie tiene vida eterna delante de la pantalla: las mujeres, menos"
P.- Sandra, todos somos contingentes, tú eres necesaria.
R.- (Ríe). Nadie lo es, Lorena, y quien se lo crea va listo de papeles. Nadie tiene vida eterna delante de la pantalla, y yo tampoco la tendré. Pasaré a otras cosas. Las mujeres tenemos una vida más corta en pantalla, esto es así, aunque haya habido una evolución: antes estábamos siempre al lado de un señor, arropándole o contando noticias complementarias, y eso continúa, para qué vamos a negarlo. Pero menos.
P.- Tú eres niña de San Fernando. A pesar de verte tantos días, no sé nada de tus comienzos. Remontémonos. ¿Cómo fue tu infancia en Cádiz? He leído que tus padres son tus dos grandes pilares y que cuando hacías matinal, te llamaban todos los días a las dos y media de la mañana, durante cuatro años, para despertarte.
R.- A mí me parece que las familias del sur, o la mía, es pura tribu, puras puertas abiertas. Clanes. Nos juntamos todos: los primos, los tíos. Esa calidez de mi familia la sigo echando un montón en falta. Mi padre era militar, un currante; y mi madre ama de casa. Mi padre es gallego, pero a su padre le habían destinado a Cádiz y él fue pa’llá siendo un niño y ya se quedó y conoció a mi madre. Después de San Fernando nos fuimos a Puerto Real, que es más chiquitito todavía.
P.- ¿Qué tipo de niña eras tú?
R.- Patológicamente introvertida, pero muy habladora en las distancias cortas, como ahora. Todas las semanas iban mis padres a tutoría para que me cambiaran de pupitre, porque le echaba mucho palique siempre al de al lado. Sacaba buenas notas, pero nunca levantaba la mano. He sido muy insegura y he estado muy sobreprotegida en la crianza. Agradezco haberme ido a mil kilómetros de mi casa fuera, a estudiar, porque ese choque supuso aprender a palos.
P.- Ay, el nidito, con lo a gusto que estábamos allí.
R.- En la gloria. Pero yo he pasado desapercibida toda mi vida.
P.- ¡Es muy fuerte que digas eso! Siendo una mujer tan completa, exitosa, inteligente, bella…
R.- A mí me valoraban por mi cabeza. Mi seguridad sólo estaba en el intelecto, mi autoestima estaba ahí. Lo paradójico de todo es que he acabado trabajando en una televisión, en la que se valora tantísimo la imagen. Surrealista. A mí nadie me miró nunca, tampoco en la facultad. Ahora alguien me verá y dirá "yo estudié con esa", y todo es "hola, hola", pero no me hacían ni caso (ríe). Siempre deseé dedicarme a la literatura, ¿sabes? A escribir. Llenaba cuadernos enteros de estos de pasta blanca. Mi madre los guarda en un garaje aún. Quería trabajar en un periódico.
"Soy tímida y siempre he pasado desapercibida: mi autoestima estaba en el intelecto, nunca en la belleza"
P.- ¿Cuándo se hace mujer Sandra Golpe?
R.- Yo era una niña vieja.
P.- Niñas viejas andaluzas: eso no nos lo quitamos ya en la vida.
R.- Sí, es que eso pasa mucho en el sur. Yo era una niña que disfrutaba escuchando a los mayores. Mi lenguaje era el de mi abuela y mi madre. Tuve la sensación de ser mayor antes de tiempo. Con 15 años era una anciana, a pesar de las angustias de la adolescencia. Pero cuando empecé a sentirme libre y como un ser adulto e independiente verdaderamente, dueño de su destino, fue cuando llegué aquí a Madrid. Estudiando en Pamplona tuve muchos problemas: me operaron cuatro veces, mi madre también estaba mala, fueron unos años muy oscuros. Graves.
P.- En Madrid te quitaste las placentas de Cádiz y de Pamplona.
R.- Sí, hay gente que lo lleva a lo radical y dice "a tomar por culo mi familia, el mundo ya es mío", y no es que fuese eso, pero aquí me sentí libre, aunque viviese en un estudio de 20 metros cuadrados y no llegase a fin de mes y tuviese que pedirle dinero a mis padres alguna vez que otra.
P.- Estudiado en una universidad del Opus, ¿cambió tu relación con Dios? ¿Eres religiosa? ¿A quién le reza Sandra Golpe?
R.- Buena pregunta. Siempre he querido creer. Siempre quise tener fe, y le digo a mi cabeza "cree, cree", pero lo racional me pesa sobre lo emocional. En mi casa no somos del Opus ni muchísimo menos, pero el imaginario siempre acompañó: la pequeña virgen de Lourdes en el cuarto de mi madre, que es la patrona de Puerto Real, o el azulejo de la entrada… ahí se vive la religión de forma no pagana, pero sí icónica. Esas imágenes me evocan cariño.
"Siempre he querido tener fe en Dios, pero me gana el lado racional"
P.- Y raíces.
R.- Son mi infancia. Tienen que ver con la crianza, con el olor a incienso, con el solecito, y con los rituales de Semana Santa que para mí son más festivos que dolientes. Es bello, es arte, no me constriñe. Siempre tuve la cabeza amueblada, desde niña, y no me influyó la educación de los colegios o la universidad en ese sentido. Mis padres hicieron un gran esfuerzo económico para que estudiase en Pamplona.
Ay, los recuerdo a los pobres, haciendo sus cuentas para poder llevarme allí… ¿Yo creo en Dios? Sería ingrato que dijese que no. Cuando hay una situación límite, le pienso. Pero no soy católica practicante ni voy a misa los domingos. No me confieso.
P.- En la universidad te llamaban Sandra Golpe De Estado. ¿Qué eras, una revolucionaria?
R.- (Ríe). No, no. Era la broma por el apellido. Pero es que tuve una época en la universidad… muy dura, con problemas. De psicólogo. Empecé a ser consciente de mí misma y no me gustaba nada. Luego lo superé, llegué a Madrid y abusaron sexualmente de mí.
P.- Lo leí. Lo lamento tanto. Es terrorífico.
R.- Mala suerte. Como si a ti te coge un coche, ¿sabes? No sé…
P.- ¿Cuándo te reconcilias con la vida después de eso? ¿Cuándo encuentras la paz?
R.- ¿Quién está en paz? (sonríe). A mí me dijeron que la serenidad la conseguiría a partir de los 40 y tía, llegué a los 40 y no estoy serena. Voy a ver con los 50. Estoy en el camino. Sí que hay cosas que antes me costaban un mundo y ahora las verbalizo. Esto que me pasó, la agresión, lo conté en un foro en Mallorca, con mujeres a las que les había pasado lo mismo, y no fui consciente de que lo estaba diciendo, pero se me olvidó que había radio. Habían pasado más de veinte años. En mi casa, ese tema no se habló más.
P.- La ley del silencio. Pasa mucho con estos temas… por no remover… pero se enquista.
R.- Sí, yo creo que dirían "la niña, pobrecita". Pero nada…
P.- Cuanto más se habla, más se limpia. Es oxigenante. Es higiénico.
R.- Sí, nadie está libre, todos tenemos nuestras vivencias. Es verdad que la gente tiene que saber que les puede pasar. Yo lo único que hice fue mudarme de barrio en cuanto pude y coger taxi mucho tiempo, acojonadita. Los ascensores son el único tic que me ha quedado. Me da miedo cogerlos sola. Lo pasé y ya está. Yo venía del trabajo… entré a mi portal, dejé sin querer la puerta abierta, y entró esa persona.
P.- ¿Eso te ha condicionado después a la hora de hacer un periodismo más feminista? Recuerdo tus intervenciones con el caso de La Manada. Defendías que era una violación a pesar del criterio de los jueces, que, como señalabas, aplicaban una ley imperfecta y poco sensible con estas cuestiones.
R.- Yo creo que sí. Lo tengo en la mirada. Por ejemplo, decidí que el tema de apertura de hoy fuese la detención a los cinco chicos por la agresión sexual a dos niñas. Quedaron por Instagram. No es que no haya que tener redes sociales, porque no podemos ponerle puertas al campo, pero esto tenemos que regularlo para que nuestros hijos no tengan un acceso tan fácil a determinados contenidos.
Me preocupa que esto le suceda a una niña de sólo 12 años. 12 años, tío, ¿qué me estás contando? ¿Qué está pasando en la base educativa de esta sociedad? Cada vez los chavales son más agresivos. Las mujeres estamos expuestas a que nos ocurran este tipo de cosas y tenemos que apoyarnos las unas a las otras. Y muchas veces, en los trabajos, quienes nos apoyan no son mujeres, son hombres. Tristemente.
P.- Cuando empezaste a estudiar Periodismo, ¿pensaste en si eras de derechas o de izquierdas, pensaste en qué medio te gustaría trabajar según la línea editorial? Tu caso es muy pulcro porque has contado que no votas y que te mantienes alejada de los conchabeos políticos, pero tendrás tus valores, como todo el mundo.
R.- Se supone que tenemos que ser lo más neutrales posible. Si es un informativo, es un informativo. En mi equipo hay gente de todas las ideologías, esa es una de las cosas que pedí: que hubiese gente de distintas edades y de distintas ideologías editando el informativo conmigo. Quiero escuchar al simpatizante de Podemos, al de PP, al de Ciudadanos y al del PSOE.
P.- Vale, ya me he enterao’ de que no quieres meter a Vox ahí.
R.- (Ríe). No, no. También hay que escucharles, ¿por qué no? Escuchemos a todo el mundo. Yo cedo. Intento dar la palabra a unos y otros, intento que seamos equilibrados y que nos alejemos de los amiguismos y conchabeos. En cualquier caso, soy una gran descreída política.
"Soy una descreída política, busco la neutralidad: mientras dirija unos informativos, nunca votaré"
P.- ¿Cuándo volverás a votar?
R.- Mientras dirija unos informativos, siempre me abstendré en las urnas. Y si te fijas en los que duran a lo largo en pantalla, siempre han evitado significarse. Cuanto más te cueste reconocer si alguien es de derechas o de izquierdas, más vida profesional tiene y más respetado es. A mí me parece que igual que un psicólogo tiene conmigo una distancia terapéutica -me escucha, pero no se va conmigo de copas-, nosotros tenemos que hacer lo mismo con los políticos. Recibo llamadas, presiones, escucho a unos y a otros… pero ya está.
P.- ¿Cuántas llamaditas recibes?
R.- Todos los días. Todos los días hay presiones políticas. Si no me llaman a mí, llaman a otro, a mi jefe, pero lo hacen. Intentan intervenir, poner apuntes…
P.- ¿Cómo les despachas?
R.- Yo soy muy clara. Muy clara. Y el día que no soy clara, me hago muy bien la sueca. Me hago la tonta (ríe). No, no. Les digo: "Te repito: no me voy a casar con nadie". Quiero ser honesta.
P.- ¿Qué partido es el que más se ha metido contigo?
R.- Los partidos de los extremos, sobre todo. Los que tienen bots en las redes sociales. No hay que hacer mucho caso: también te digo que Twitter, en relación con los espectadores que nos ven, a lo mejor son un 2%.
P.- ¿Has padecido machismo en tu trabajo? ¿De qué manera? Desde el paternalismo al baboseo pasando por la hipersexualización o el desprecio intelectual.
R.- Lo que más me duele es el desprecio intelectual. Que me infravaloren intelectualmente me pone como una moto, no lo soporto, no lo soporto.
"Me llaman 'Sandrita' y aún me tratan con paternalismo: eso no les ocurre a mis compañeros hombres"
P.- Y te habrá pasado porque eres bella. La gente dirá, lamentablemente, "mira, Dios no da las dos cosas, o guapa, o lista, así que ella será guapa y punto".
R.- Hija, pues yo te cuento una cosa: tenía una prima que es muy guapa, un bellezón de ojos verdes, una rubia espectacular… éramos de la misma edad. Yo era la inteligente y ella era la guapa.
P.- ¿Que tú eras la prima fea? ¿Pero estamos todos locos?
R.- (Ríe). Pues sí. Vamos, fea no, pero guapa tampoco. Ya te digo que siempre he basado mi autoestima en mi intelecto, es lo que mejor me funciona, y digo "tío, no me minusvalores". Eso está ligado con el paternalismo. Me dicen "Sandrita". Eso no se les ocurre con otros queridos compañeros.
P.- ¿Cómo te defiendes de ese dichoso tonito de condescendencia?
R.- A mí me salvan los datos. Mientras tienes buenos datos, tienes buenos amigos. A nosotros nos fortalece el trabajo de cada día. Y la tele es cruel porque tenemos cada día una nota.
P.- ¿Cuándo será que tengamos una presentadora de informativos anciana?
R.- ¡Qué fantasía!
P.- ¡Cómo sería esto…!
R.- En este oficio nos hacen caducar pronto a las mujeres, pero es algo cultural. Depende de la gente que te vea. Al espectador también hay que educarle. La tele tiene la función de informar, entretener y formar, y formar significa enseñarles a mujeres mayores, que además son buenísimas y tienen ese gran punto de veteranía, ese punto de profundidad. En el periodismo anglosajón, ¡con todo lo que lo miramos para otras cosas!, sucede un montón. Ayer estuve en un evento de empresarios y sólo había un 1% de mujeres.
P.- La cosa es que podéis ser todos grandes profesionales, hombres y mujeres, pero ellos tienen el derecho a ser feos y viejos.
R.- (Ríe). Mira, yo estuve en un medio progresista 10 años y una vez contratada, descubrí un buen día el papelito de un cásting que habían hecho, de chicas. No se fijaban en el currículum. Era "tetas grandes", "labios gordos"… ¡Eso estaba escrito! Y eso es verdad verdadera. Eso pasaba antes y quiero pensar que ya no pasa tanto. A ver qué pasa con el futuro, con mi futuro… aún tengo inseguridad, porque a mí nadie me ha regalado nada. ¡Na-da! Me he dejado las pestañas cada día.
A veces me da vértigo pensar en lo caprichoso que es este trabajo. Hay muchos casos de gente que ha estado en posiciones maravillosas y ahora andan pidiendo trabajo por ahí. Los tiran. Los olvidan. Se me cae el alma a los pies. Yo sólo quiero mantenerme por mí misma, crecer, seguir aprendiendo y sacar adelante a mi hijo. Me doy con un cantito en los dientes.
P.- Tú nunca habías tenido instinto maternal, pero luego tu hijo te cambió la vida. Aunque ojo, tengo entendido que estabas en la CNN+ y cuando volviste de la baja de maternidad, no te habían guardado el puesto.
R.- Aquí eso ya no pasa, ahora te respetan el puesto de trabajo. A mí me pasó que tenía 30 años. Si no hubiera sido madre ahí, no lo habría sido después, probablemente. Pero tenía una relación, me quedé embarazada, me costó asumirlo… estaba en un momento profesional muy bueno, salía, entraba, y era muy feliz. Pero no estaba centrada, llevaba vida de soltera total. Siempre me decían que ser madre "no me pegaba", y era verdad. Esa relación sentimental no funcionó y me quedé siendo madre de un hijo, de un bebé, sola, porque mi familia estaba a 700 kilómetros.
Y cuando volví a ese empleo, el puesto que yo tenía ya no estaba y no sabía dónde meterme. Fue muy desagradable para mí. Te das cuenta de que todo lo que habías trabajado antes… da igual. Era inocente. Mi inocencia se desvaneció del todo. A la vez, esta profesión me ha dado algunos de los momentos más felices de mi vida. Y mi hijo me ha hecho mejor en todos los aspectos: me ha hecho más constante, más consciente, me ha dado un rumbo, un destino. Me ha enseñado lo que es el amor puro y sin condiciones. Sólo he sentido ese amor siendo madre.
"Volví de la baja de maternidad y el medio en el que trabajaba no me guardó el puesto"
P.- Tiene 17 ya.
R.- Sí.
P.- ¿Cómo se educa a un hombre bueno?
R.- En mi caso lo tengo fácil: con estar un poco cerca de mis padres, que son unas bellísimas personas, lo haré bien. Ahí se te pega un poquito. Gente de pueblo, gente llana, entregada, generosa, buena gente. Es una manera de ver la vida que he mamado. Me tocó la lotería cuando nací en esa familia, te lo juro. Y espero que mi hijo comprenda también que la mujer con la que esté será una persona que tendrá su vida, su independencia, su autonomía… y que no va a poder anularla.
Nosotras somos mujeres que venimos de un concepto de familia muy clásico: en mi casa, la mujer era un ama de casa y frustrada de otras muchas cosas, de otros muchos deseos. Mi generación tuvo que hacer ese cambio. Mi madre y mi abuela siempre me decían "¡independiente!, lo que tienes que hacer es ser independiente". Yo creo que mi hijo ya es un buen hombre.
P.- En Tu cara me suena cantaste una canción de Amy Winehouse que dice "no voy a joderme más la cabeza con hombres estúpidos". ¿Qué sabes de ellos que no sabías con 18 años, cómo han sido los hombres estúpidos que te has encontrado en el camino?
R.- ¡Me encanta Amy! Mira, yo probablemente he tenido una inteligencia elevada para muchas cosas pero una inteligencia emocional nivel cero para tratar con los especímenes con los que me he encontrado. Estaba programada de manera muy antigua. Me acuerdo de mí misma dibujando de pequeñita muñecos de "yo, cuando sea mayor, con mi marido y mis tres hijos, en una casa…".
Yo pensaba que me casaría a los veintipocos años, ¿sabes? Pero en mi pueblo como tuvieras 23 y no tuvieras pareja, ya te quedabas para vestir santos (ríe). Esa idea desaparece rápido en un sitio grande, en una capital. Yo he dejado y me han dejado, las dos cosas, y he estado y sufrido mucho a hombres narcisistas: lo que espero que mi hijo no sea nunca es un narciso. Que no se identifique nunca con esa canción de Rocío Jurado, ¿cómo era…?
P.- "Ese hombre que tú ves ahí… que aparenta ser divino…".
R.- ¡Esa! "Es un gran necio, un estúpido engreído…". Ese prototipo de egocéntrico. Ay, nosotras, ¡que queremos intelectuales…! Y luego rascas y no hay nada. Sólo narcisismo. Ese perfil de hombre, no sé por qué, nos gusta: nos gusta a mí y a mi entorno, será que estamos cortadas por el mismo patrón.
"He estado con hombres narcisistas y los he sufrido: educo a mi hijo para que nunca lo sea"
P.- Es una atracción sexual, sobre todo. Porque luego para torearlos… agüita.
R.- Luego dices "¿esto qué es, a dónde va?". Y al que más merece la pena, le pasas por alto. Yo mi inteligencia emocional he tenido que cultivarla desde cero, ahora voy teniendo más intuición. Tenemos que intentar enamorarnos de los hombres buenos, que los hay también por ahí.
P.- ¿Tienes psicólogo?
R.- He tenido, sí. Quizá yo me preguntaba muchas cosas y el psicólogo era el único que me daba ciertas contestaciones. He tenido visitas intermitentes a los psicólogos, pero ahora mismo sólo voy al psicólogo por mi hijo. Es una psicóloga de padres de niños adolescentes. Tienen su cabecita. Tenemos que saber cómo educarlos. Es lo que más queremos. Vienen de nuestras entrañas.
Ojalá hubiéramos ido más todos al psicólogo, porque en mi generación hemos intentado ser mujeres perfectas, buenas madres, buenas trabajadoras, buenas parejas… ¡es imposible! Por algún lado haces aguas. La primera causa de muerte natural en España es el suicidio. Todos tendríamos que tener uno, ¡o varios! Y al psiquiatra también, de vez en cuando.
P.- Hombre, yo salté ya al psiquiatra hace años, el psicólogo se me quedó chico.
R.- (Ríe). A nada que pensemos un poquito y que tengamos cabecitas que bullen, que son creativas y artísticas… ¡ahí lo llevas! Es así. Yo creo en una asignatura de educación sentimental en los colegios. En ese sentido, está muy bien la demanda de Errejón, que habló de salud mental. Está muy bien tirado. Ahora empezamos a hablar de suicidios en informativos, y creo que es a raíz de llevarlo a un Parlamento. Es un dramón y hay que hablarlo.
P.- Hablemos de actualidad. Tres días de baja por dolores menstruales. Esto está molestando a muchos caballeros…
R.- Que se cojan la baja y vean Antena3 (bromea). No, ya está: yo pienso que mientras haya una baja médica, el tema es incuestionable.
"El dolor menstrual es como el amor: la que lo probó, lo sabe. Si hay baja médica, el tema es incuestionable"
P.- Bueno, el presunto problema es que se trata de un umbral del dolor incomprobable.
R.- Los dolores menstruales son como el amor: la que lo probó, lo sabe. Yo los he tenido terribles. Antes de ser madre. A partir de la maternidad, no sé qué cambió en mi cuerpo, pero me ha pasado muchas menos veces. Antes era un dolor incapacitante, de temblar, de vomitar… en la tele sólo me ha pasado una vez, pero te inhabilita completamente y necesitas una baja médica sí o sí. No hay polémica posible. Es como el que sufre de migraña. También te digo que creo que esto se saca en un momento en el que hay cosas más importantes y funciona como cortina de humo.
P.- ¿Qué opinas del regreso del emérito? ¿Cómo tenemos que recibirle? ¿Te parece bien que duerma en Zarzuela?
R.- Me parece otra cortina de humo, la verdad. Es irrelevante, creo que nos toman el pelo hablando de estos temas todo el rato para que rellenemos informativos. Me importa un pito si viene o si no viene, si duerme en Zarzuela… si vas a venir, ¡pues vente! (ríe). Tampoco entiendo lo de "tú vienes y no te dejamos dormir en tal sitio porque vamos a quedar peor". Ya el hecho de que venga es lo llamativo, ¿no? Si tú a una persona por la calle le preguntas "¿te importa que el rey duerma en el Palacio de tal?". Se reiría, porque es absurdo.
Tiene que haber polémica por abaratar el precio de la luz, no por dónde duerma el emérito. ¿Cómo hacemos para regular el alquiler, para poder vivir? El español medio sale de su casa a los 30 años. Es una barbaridad. Me gustaría que la gente polemizara sobre los temas que nos tocan el bolsillo. Es cierto que la Casa Real tiene el añadido del morbo, y es innegable que televisivamente funciona: somos cotillas por naturaleza los españoles, pero sin más.
P.- ¿Qué es lo mejor y lo peor que ha hecho este Gobierno nuestro?
R.- Lo bueno: la reforma laboral. Añadir ciertos matices a la reforma -como los contratos indefinidos, que es una buena idea, aunque siga habiendo precariedad- ha mejorado la vida de la gente. Todo lo que sea avanzar en los derechos de los trabajadores es positivo. Lo malo: no me gusta lo que han hecho con el CNI. Si tú conoces a la gente que trabaja ahí dentro, gente que dedica su vida entera a ello, gente que incluso la arriesga por su trabajo y que aun así malvive… es gente muy sacrificada, por nosotros. El Gobierno ha dejado en pelotas al CNI.
P.- Lo han despreciado públicamente.
R.- Sí. Y ese era uno de los valores que tenía este país, una de sus insignias más prestigiosas. El CNI. No me ha gustado que no se les haya protegido, me parece horrible. Y ya de entrada… a ver. Yo soy hija de los atentados de ETA. Los he vivido, y en la facultad, y me han matado a gente muy cercana, así que el hecho de ver cómo ETA entra en las instituciones primero y se normaliza… (resopla). Puedo convivir con esa idea, pero el hecho de que haya un Gobierno sostenido con los votos de Bildu me resulta bastante esquizofrénico.
Es lo que tenemos y a partir de ahí necesitamos estabilidad. Digamos que los socios del Gobierno no me parecen los más adecuados y me da pena, ya a nivel general, que los principales partidos de este país no sean capaces de llegar a un acuerdo entre ellos por el bien de España. Aquí no ocurre como en Alemania. Un PSOE, un PP, un Ciudadanos… que se junten por el bien de todos. Pues no. Cada vez llegan más bajo en el lenguaje que emplean… "mangante", no sé qué.
"ETA me mató a gente cercana: no me gusta tener un Gobierno sostenido por Bildu"
P.- Esto es una peli de navajeros.
R.- Ni una reyerta callejera, hija: en eso se ha convertido la política. No están a la altura de las circunstancias. Lamento que hayan tenido que recurrir a gente que busca el fin de lo que ellos representan. En el propio Gobierno de coalición tienes un socio que está todo el rato llevándote la contraria en temas fundamentales -me refiero a PSOE y Podemos-. Desde fuera, no lo entiendo. Es bipolar. Intentemos cuidar lo nuestro. El Gobierno nunca debió lanzar al CNI a los leones y para defender esto sólo hace falta conocer un poco su funcionamiento.
P.- ¿Cuál es la noticia que más ilusión te daría dar?
R.- Desde luego, que se acabe esta guerra y las demás, pero no quiero sonar a Miss Universo pidiendo la paz en el mundo. Desearía contar que una mujer ha llegado a presidenta del Gobierno en España. Para mí país me gustaría una mujer del carisma de Merkel. O del carisma de mi madre o de mi abuela, que todo lo hacen bien y todo lo llevan para adelante. Creo en el matriarcado.