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En las zonas en guerra no se sabe muy bien si es lunes o jueves, si es laborable o festivo. Por eso, ninguno de los protagonistas de esta historia recuerda el día exacto en el que se conocieron. Era mediados de abril. Semana Santa en España. Un día más de la Guerra de Ucrania en Medyka, frontera de Polonia con Ucrania, uno de los pasillos humanitarios habilitados para escapar de la contienda.
La escena se desarrolla más o menos así: cuatro españoles miran atentos a un chico que da instrucciones precisas a un grupo de voluntarios. Por aquí las mantas, por aquí la comida. El chico se llama Winrich (46 años) y le intriga el interés de sus observadores. "¿Hola?", les dirá. "¿Puedes acompañarnos? Tenemos algo que darte", le preguntarán ellos, tras observar cómo trabaja el grupo de Winrich en la frontera.
Otro cargamento de material, genial, piensa Winrich, mientras les sigue por el aparcamiento contiguo a las carpas humanitarias. Sólo le darán unas llaves. Son las llaves de un camión. Lo han traído desde el pueblo madrileño de Leganés -a 3.000 kilómetros-, se llama Gertrudis y con sus más de 20 años, está a punto de comenzar su nueva vida. "Es para ti, buscábamos a alguien a quien dejárselo para que sea útil". A Winrich, el elegido, casi se le saltaron las lágrimas. Pero no había tiempo, había que planificar la primera ruta de Gertrudis dentro de Ucrania.
Gertrudis es un nombre alemán que significa lanza valiosa. Quizá no fue por eso que Fátima, la chica que condujo el camión desde España hasta la frontera de Polonia, decidió bautizarlo así, pero le viene como anillo al dedo. Desde el intercambio de llaves, la Nissan Cabstar ha hecho seis arriesgadísimos viajes dentro de Ucrania, repartiendo miles y miles de euros en ayuda humanitaria. Esquivando puentes volados, bombas abandonadas y zonas devastadas. Rezando, si es que los vehículos también miran hacia el cielo, para que un proyectil ruso no impacte sobre él. Cargando alimentos, medicinas, ropa y utensilios de cocina. "Nos piden mucho hornillos de gas: no hay luz, no tienen cómo cocinar en muchos sitios", explica Winrich, quien ha sido su conductor principal durante estas semanas de viajes por Ucrania.
Desde que comenzaran sus rutas, Gertrudis ha estado en Leópolis, en Bucha y en la destrozada Borodyanka. Además, ha llegado hasta la históricamente castigada Chernóbil. Y lo que le queda, confirma el grupo de ayuda español en Ucrania, que cuida de Gertrudis a sabiendas de que es su principal arma pacifista y transportadora en su particular guerra humanitaria.
"El camión está estupendo. Lo compré en el año 2000 para la empresa, pero no me acuerdo cuánto me costó"
"El camión estaba estupendo", recuerda a EL ESPAÑOL | Porfolio Antonio Prieto (77 años), su dueño, desde la misma nave industrial de la que salió Gertrudis. Él la compró en el año 2000 para su empresa de herrería y cerrajería. No se acuerda lo que le costó. "No tengo ni puñetera idea", dice, con guasa. ¿Tan bien le iba la empresa para no acordarse de la inversión?, le preguntamos. Debió de costarle, mínimo, un par de millones de pesetas. No menos de 12.000 euros de los de hoy.
Antonio Prieto, pagó entonces, en el año 2000, su camión a plazos. Como tantos empresarios de su generación, no es de los que presume de haber hecho caja, sino más bien de haber trabajado mucho. "Nunca me hizo falta hacer publicidad", señala. "Era el mejor, pero el más caro", añade.
Su empresa llegó a tener hasta 11 empleados entre fijos y esporádicos. Trabajó para El Corte Inglés y para el Círculo de Lectores. Por el cerramiento de unas naves en las que se almacenaban libros conoció, precisamente, a Iván Hernández, el abogado madrileño que hoy es su amigo, con el que come de vez en cuando y que le dijo un día: "Nos vamos a Ucrania, si tienes algo que pueda ser útil allí, nos lo llevamos". Antonio no lo dudó: el camión. "¿Va a llegar?", preguntó el abogado. "De sobra", contestó Antonio. Trato cerrado.
146.000 kilómetros
En casa de Iván Hernández, el abogado que acaba de ganar el juicio a Sálvame por el despido de Antonio David Flores, exmarido de Rocío Carrasco, hay un fuerte arraigo colaborativo. Toda la familia participa anualmente en una caravana solidaria en Marruecos y su hija tiene una asociación con unas amigas, Deporte para el Futuro. "Ellas se encargaron de la recogida de comida y medicinas en clubs deportivos y universidades", cuenta Iván. Su hijo y él se ocupan de la puesta a punto de los vehículos del convoy. Junto a Gertrudis viajaron tres furgonetas más y un remolque. Todos los vehículos cargados de material.
"Vinieron un día a la nave y se llevaron el camión. Sé que le hicieron una revisión antes de salir de viaje a Ucrania"
"Aquí vinieron un día y se llevaron el camión. Sé que le hicieron una revisión antes de salir para Ucrania. El camión está estupendo, tiene 146.000 kilómetros", desgrana Antonio Prieto, el cerrajero. Con algo más de kilómetros, en webs de segunda mano pueden encontrarse Nissan del mismo año no por menos de 6.000 euros. Su equivalente actual, la Nissan NT400, con casi el doble de potencia, no baja de los 35.000 euros.
Antonio Prieto, aunque jubilado, sigue yendo cada día a su nave industrial del Polígono Prado Overa de Leganés. En ella tiene su propio huerto, una cocina y las herramientas de antaño. El coche -él vive en Madrid- lo ha aparcado fuera, pero dentro de la nave hay una furgoneta. Al lado de ésta, un hueco. El que ha dejado la Nissan Cabstar, rebautizada Gertrudis para su nueva vida en Ucrania.
Prieto se alegra cuando le contamos los viajes y la labor que está haciendo allí. Mientras hablamos, el miércoles, Gertrudis está de reparto en Bucha, una de las ciudades ucranianas más duramente masacradas por los rusos que sembraron la ciudad de cadáveres, asesinando a civiles. Por el reguero de sangre y destrucción que las tropas de Vladímir Putin dejaron allí se ha hablado de "genocidio". Como en la ultra bombardeada Borodyanka. Las imágenes sirven para entender la relevancia de lo que Gertrudis y sus conductores están haciendo en Ucrania. Una labor que comienza en Medyka.
"En Medyka está lo que yo llamo el pasillo de la vergüenza", cuenta Winrich, un mallorquín hijo de alemán que se plantó en la frontera polaca con Ucrania poco después de empezar la guerra. Intentó alistarse en la legión extranjera pero, trabas aparte, vio que había mucho que hacer en aquel punto.
Ha pasado meses ayudando a los refugiados que salen a pie de Ucrania -lo han hecho más de un millón de ucranianos- junto a un grupo de españoles que ya ha alcanzado las 80 personas. "Somos gente de Madrid, de Bilbao... tenemos dos carpas y damos comida, mantas, cepillos de dientes... La gente no se puede salir de la hilera porque pierden el turno, así que los voluntarios intentamos hacerles más llevaderos esos últimos metros antes de dejar Ucrania", relata a EL ESPAÑOL | Porfolio.
En esos dos últimos kilómetros de pasillo, los voluntarios transportan el material con carros y ayudan a la gente intentando aliviarles un rato de la carga de maletas, un asunto más que delicado: "La gente ha metido en unas pocas maletas sus pertenencias personales más valiosas, siempre recordamos que hay que ser muy respetuosos, lo que llevan ahí son los recuerdos de la vida que dejan atrás", desgrana. Recorriendo esos kilómetros, los últimos de salida, Winrich y sus compañeros tenían una idea en la cabeza: si esto es lo que vemos aquí, ¿qué pasará dentro?
"Si alguien entraba en Ucrania le mandábamos material porque sabíamos que la situación era muy precaria"
"Cada vez que alguien entraba en Ucrania le mandábamos material porque sabíamos que la situación era muy precaria en el interior", recuerda Winrich. Con ganas de hacer más, mientras sigue llegando ayuda humanitaria a la frontera, el grupo intentó de varias formas entrar más en el país. El problema era siempre el mismo. No tenían vehículos. "Con un coche particular es muy arriesgado y casi nadie está dispuesto. No puedes pasar con una furgoneta alquilada en Polonia, porque el contrato no te lo permite", explica.
Los vehículos extranjeros que llegaban hasta la frontera tenían que volver a sus países: no podían arriesgarse tanto a entrar. Por eso, la inesperada llegada de Gertrudis fue tan esperanzadora para el Equipo Medyka, que así se llama el grupo español.
"El trabajo del pasillo es muy loable, pero cuando ves lo que hay dentro, sabes que tienes que echar una mano también a ese lado si puedes", continúa Winrich. Algo había ido consiguiendo. Antes de toparse con Gertrudis, la primera incursión del español fue a un orfanato de niños a 15 kilómetros de Medyka. "Les llevamos potitos, ropa, juguetes". El segundo viaje, empotrado con los militares, fue hasta Lviv, Leópolis, a 80 kilómetros de la frontera.
"Buscando furgoneta como loco"
Hasta que llegaron Iván Hernández y su grupo de amigos madrileños. Para ellos era su segundo viaje a la frontera. En el primero, aunque aún no conocían a Winrich, se habían dado cuenta de lo mismo: hacían falta vehículos para entrar a Ucrania. De eso hablaron el día del intercambio de llaves, el día que el grupo de Iván conoció a Winrich.
"Cuando empezamos a hablar les expliqué que en la frontera lo que hacíamos era ayudar a los ucranianos, sobre todo mujeres y niños, que son los que pueden salir, a sobrellevar sus últimas 20 horas en el país, las que se necesitan para cruzar la frontera y tomar otros destinos", recuerda el mallorquín. Por eso, les desgranó los problemas que había dentro y les contó que él "estaba como loco buscando una furgoneta para entrar a Ucrania".
Ahí fue cuando le llevaron al parking. "Hemos dado el material que traíamos a otra gente, pero el camioncito es para ti. Si va a hacer un buen trabajo en Ucrania, que se quede en Ucrania", le dijeron. Así comenzaron las rutas. No fue fácil. El primer viaje de Winrich y el equipo español con Gertrudis fue a Lviv, Leópolis. Llevaron un cargamento que sumaba unos 2.000 euros. Salió bien y se arriesgaron a ir más lejos. Siguiente destino: Bucha. Eran 700 kilómetros. 10 horas. Con carreteras, en algunos casos, intransitables. Destrozadas. Cortadas por tanques. Con ciudades semidestruidas y "con francotiradores rusos pegando tiros desde los balcones", enumera.
No es un viaje de distribución cualquiera. Es un viaje de guerra. Winrich no conoce ninguna otra organización que haga lo que ellos hacen. "En aquella ruta nos cayó una bomba cerca, pero ya estábamos al lado y teníamos que seguir". Siguiente problema: los controles. No hay problema por llevar un camión con matrícula española, pero el ejército ucraniano vigila de cerca que no se le cuelen espías en el país. "En los checkpoints están muy susceptibles y no teníamos ningún papel". Un contacto en el Ayuntamiento de Bucha les dio su primer salvoconducto. "Desde aquel momento, se considera que trabajamos para ellos, nos dieron documentación y ya no nos ponen problemas en los retenes", recuerdan los españoles.
'Gertrudis', en la resistencia
Gertrudis pasó así de ser el camión del cerrajero madrileño a formar parte de la resistencia ucraniana. Con su sello oficial. "Nos ha recibido incluso el alcalde de Bucha", cuenta Winrich. Pero más que autoridades, los voluntarios recuerdan cómo reacciona la gente: "La primera mujer que recepcionó el material que llevamos a Bucha nos dio un abrazo. Cuando ves lo que están viviendo allí dentro aún empatizas más con su tragedia", señala.
El camión ha ganado una capota. No es lo mismo cargar una puerta, un cerramiento o una escalera de la herrería de Leganés para llevarla a montar o reparar, como ha sido su trabajo habitual hasta hace unos años, que transportar kilos y kilos de ropa, medicamentos y alimentos en un país en guerra, haciendo viajes mucho más largos con lluvia y frío hasta hace poco.
Con su nueva configuración, Gertrudis pasea su matrícula M 5992 ZK por Ucrania, como burlando la Z, símbolo de los rusos que apoyan la invasión. La placa puede recordar también a Zelenski, el presidente ucraniano y líder político de la resistencia.
Además de Winrich, el otro conductor habitual de la Nissan es Basel, un boliviano nacionalizado español que ha llegado esta semana hasta Bucha con otro cargamento. ¿Cómo lo hacen para llenar el camión? "Recibimos los fondos de amigos o de asociaciones". Una está haciendo un gran trabajo en este sentido, nos explican. Se trata de Aide Elkartea. En su web explica cómo son los viajes de Gertrudis para animar a la gente a que colabore. Tambien colabora muy activamente la Fundación Real Mallorca.
¿Qué transporta 'Gertrudis'?
Miles de euros. Suele llevar un cargamento que equivale a entre 2.000 y 4.500 euros.
Lo más básico. ropa, comida y medicamentos. Compran en supermercados de Polonia con el dinero que consiguen de donaciones tanto individuales como de asociaciones.
Higiene y farmacia. "Nos piden la píldora anticonceptiva e incluso la píldora del día después, porque hay muchas violaciones, pero lamentablemente no podemos comprarlas".
Comida para animales. El equipo español buscó y localizó a una señora ucraniana que había pedido ayuda en redes para alimentar a sus gatos.
La noche es uno de los problemas de la guerra. "Puedes circular de seis de la mañana a 10 de la noche, pero después hay toque de queda. Y es un toque de queda militar, no es un toque de queda Covid. Aquí te disparan", advierte Winrich. Así que tienen que llevar muy bien atada la ruta -incluidos los posibles desvíos- y el alojamiento. Suelen buscar, nos explican, hoteles alejados de las principales ciudades. "Los buscamos por Booking, pero luego te puedes encontrar que ha pasado algo y está cerrado", señala. Escuchándole, el del alojamiento le parece un problema menor. ¿Habéis pasado alguna noche en el camión? "No, nunca, siempre hemos tenido suerte, en cuanto suenan las alarmas es mejor estar a cubierto, preferiblemente en un sitio con refugio".
No hay miedo en su voz. De hecho, Winrich quería alistarse para luchar en el frente. "El 26 de febrero mandé mi primer mensaje a la Embajada para presentarme a la Legión Extranjera, pero sólo me pusieron pegas. Cuando vi la situación, me fui a la frontera", relata. En Mallorca se quedó su familia. Sus hijas, de 20 y 17 años, sus padres... "Solo dije que iba a la frontera", explica. Sabe que se han preocupado mucho.
Winrich acaba de volver a la isla. Ha comenzado la temporada turística en Mallorca y él gestiona una villa familiar en Palma, Villa Monsebo. Sigue conectado a Ucrania y a Gertrudis. La "lanza valiosa" continúa con sus peligrosas incursiones por las zonas de guerra.
Con sus dos toneladas de peso y seis metros de largo, Gertrudis no se amedrenta. A una velocidad máxima de 100 kilómetros por hora y a 3.000 de su natal Leganés, cuando llene de nuevo su tripa en Polonia, -puede llevar hasta 1.500 kilos- volverá a poner en marcha sus casi 100 caballos para recorrer un país en guerra. El rugido de su motor es así el símbolo de una lucha: la del mundo occidental más solidario contra todo un ejército ruso.