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El Drama Cuando Tu Edificio Explota, Te Quedas sin Piso y Pierdes Todo en Segundos

Sucedió hace una semana en el barrio de Salamanca, en Madrid. En la explosión de gas hubo dos muertos y 11 viviendas en ruinas. La gran pregunta que queda ahora es: cuánto me pagará el seguro y quién reconstruye esto.

Diseño: Arte EE / EP

15 mayo, 2022 01:52

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*Antonio, el portero, podría haberse detenido unos segundos más y quedarse en la calle en vez de entrar en el portal. A esa hora Guillermo, el pintor, solía estar ya comiendo, pero se había empeñado en rematar un árbol que no le acababa de salir y seguía con su caballete junto al muro de carga. María, la del ático, decidió pararse a mirar el buzón en el rellano y no entró directa al ascensor. El tercer obrero, del que nadie sabe su nombre, podría haber ido al patio con Alex y Ernesto, pero se le olvidó algo en el coche y salió un momento a por ello.

Todo podría haber sucedido de otra forma. Pero ocurrió así. La vida tiene esas cosas, será; pequeñas casualidades, las moiras tejiendo en otra dirección, un ángel de la guarda… quién sabe.

El caso es que, cuando todo voló por los aires el pasado 6 de mayo en la calle General Pardiñas 35, ubicada el corazón del distrito Salamanca en Madrid, Antonio ya estaba resguardado en el portal, Guillermo no estaba en la cocina cuando el tejado se le vino abajo, María no había entrado aún en el ascensor ubicado justo en el epicentro de la explosión y el obrero no estaba junto a sus dos compañeros que quedaron sepultados por unos escombros que no sólo cayeron, sino que fueron lanzados con virulencia hacia el patio por la onda expansiva. A pesar de la amargura por las dos muertes, el "podría haber sido peor" se ha convertido en mantra, oración y alivio en los aledaños, en el distrito Salamanca.

Situación de la azotea del edificio minutos después de la explosión.

Situación de la azotea del edificio minutos después de la explosión. Policía Nacional

La desgracia comenzó en torno a una obra. Dolores, la vecina del tercero derecha, se acababa de comprar ese piso de 51 metros cuadrados junto a sus dos hermanas y otro familiar apenas unos meses antes, el 11 de febrero de 2022 según los datos del Registro de la Propiedad. Decidieron reformar el piso y para ello contrataron a la empresa Refordomus, ubicada relativamente cerca, en la calle Doctor Esquerdo. Todo parecía en orden y la licencia de la obra llevaba unos días colgando del rellano, según los vecinos.

Sin embargo, lo que iba a ser una reforma rutinaria, con ruidos molestos para los vecinos y poco más, se acabó transformando. Los detalles exactos aún están siendo investigados por la Policía Nacional, pero lo que sí se sabe es que se había producido una acumulación de gas en la parte superior de las zonas comunes del edificio. Y en unos segundos de esos que cambian tantas vidas, algo prendió la chispa. Todo, todo, voló por los aires.

La vida que tenían todos ellos antes del incidente ha quedado diluida en el pasado. Lo cuenta Guillermo: "A veces, cuando me despierto, pasan unos segundos hasta que me doy cuenta de que de verdad ha pasado". La situación se saldó con dos muertos y 18 heridos, uno de ellos grave. Y la gran pregunta que se les abre a todos los supervivientes es: ¿Y ahora qué? ¿Qué pasa cuando alguien, de la noche a la mañana, se queda sin casa?

Pues que se pone en marcha la maquinaria, la burocracia de la tragedia y su imposible engranaje. Primero le toca a la Policía Judicial investigar para depurar las responsabilidades, luego entran los técnicos del Ayuntamiento de Madrid a ver si se tira todo el edificio o no. Después entran los seguros, en la comunidad y en cada casa, y surgen nuevas dudas como a qué seguro le va a tocar pagar la reconstrucción del edificio.

Mientras, los vecinos leen detenidamente la letra pequeña de su póliza, a ver cuánto tenían asegurado, y se arrepienten de no haber pagado una tarifa algo mayor mientras echan cuentas calculando si han perdido toda su vida o van a poder recuperar parte de ella. Lo hacen a la vez que viven en casas de familiares o en hoteles. Algunos, porque hay una vecina de nacionalidad china que está en la calle a falta de lugar donde quedarse. Y todos se preguntan dónde podrán vivir dentro de una semana, dentro de dos, dentro de un mes… tienen muy claro que la cosa va para largo.

Es que uno suele tener planes. Uno sabe más o menos cuándo terminará de pagar la hipoteca, echa cuentas antes de tener un hijo, guarda unos cientos de euros en la cuenta por si el coche se estropea o se financia una ortodoncia. Uno crece haciendo equilibrios entre lo que es esperable y los avatares que le puede guardar la vida. Pero no tanto, no a tal nivel. Nadie está preparado para perderlo todo, de repente, y los vecinos de General Pardiñas 35 se reúnen en las cafeterías de la zona para intentar despejar, con más dudas que certezas, ese gigante "¿y ahora qué?" que pende sobre ellos como la espada de Damocles.

Relato de una catástrofe

Antonio es, a simple vista, un prototipo de hombre español. Trabaja de portero en el 33 de la calle General Pardiñas, el edificio anexo al que voló por los aires. De Albacete, de mediana edad, tiene el pelo cano peinado hacia atrás con gomina y viste un mono de trabajo azul marino del que sobresale una pulsera con la bandera nacional. A pesar de la rudeza aparente que se le presupone, a pesar de que intenta que no se le note demasiado, los ojos se le acaban poniendo llorosos cuando hace el ejercicio de recordar qué pasó.

"Cuando todo explotó… pensé que me había quedado ciego", cuenta mientras todavía limpia el portal. "Había tanto polvo en el aire que no era capaz de ver los coches de la acera de enfrente. Tardé unos minutos, pero luego me di cuenta y reaccioné. Ahí me puse rápido a sacar a la gente. A la chica de la academia de inglés le tuvimos que tapar la herida de la pierna, casi hacerle un torniquete, porque esa sí que estaba fea", recuerda. Eran las 13.30 horas del viernes 6 de mayo.

Unos minutos antes Alex y Ernesto, dos obreros de la empresa Refordomus, habían notado el olor a gas mientras le hacían la reforma a Dolores, una señora que acababa de comprar el tercero derecha en febrero. Alex, hondureño de 27 años, casado y con dos hijos, llevaba un tiempo empleado en reformas y ese día había ido a hacer un trabajo de fontanería junto a Ernesto, de 21 años y hermano de Miguel, dueño de la empresa. Este joven de Recas (Toledo) aún vivía en casa de sus padres y estaba aprendiendo el oficio.

A ambos los acompañaba un tercer operario que estaba con ellos en el momento en el que se detectó el olor a gas y decidieron bajar al patio interior a apagar la llave, pero el tercero en discordia salió un momento a por algo que se había dejado en el coche. Esa decisión le salvó la vida cuando todo explotó. Esta persona, cuyo nombre aún no ha trascendido, es ahora mismo el testigo más valioso de todo lo que sucedió.

Vecinos y curiosos alrededor del cordón policial.

Vecinos y curiosos alrededor del cordón policial. RM

"El gas se había ido acumulando en la cubierta del edificio", explica vía telefónica Roberto Moreira, el jefe de Bomberos de Madrid responsable de dicha intervención. "La explosión proyectó todo el material constructivo hacia la parte de abajo, tiró algunos muros y debilitó otros. Cuando entramos, había unas condiciones de seguridad muy, muy precarias", añade. "La fuente de ignición la desconocemos, de momento. Pudo ser el ascensor, una nevera antigua, un interruptor… cualquier cosa", dice.

En esos primeros instantes lo que se vive es un auténtico caos. Salen los que pueden y, los que no, son rescatados por los bomberos, muchos de ellos aturdidos y desubicados. Cuando todo se endereza un poco y se puede hacer un recuento, se dan cuenta de que faltan tres personas. Dos de ellos son Álex y Ernesto. Murieron en el acto, aunque en aquel momento aún no se sabía y había que buscarlos. Y una vecina del segundo izquierda, María, comenta que echa en falta a su marido, Manolo.

Ambos, María y Manolo, compraron el piso en General Pariñas hace 44 años, en diciembre de 1977, cuando rozaban los cuarenta años y llevan ahí desde entonces. Por esa casa que ahora han perdido han desfilado sus vidas, unidas, y en los últimos años Manolo se había convertido en el cuidador de María, en su garante ante una salud ya deteriorada por la edad. Cuando explotó todo y María salió a la calle, entró en pánico, le faltaba su Manolo.

"Yo me quedé en esos momentos iniciales con María. Por su edad, parecía la persona más vulnerable", relata Esther López, la psicóloga de guardia de Samur-Protección Civil que se trasladó hasta el lugar del accidente. "Lo normal en situaciones tan traumáticas es que las personas vivan una crisis de ansiedad, incertidumbre, miedo, bloqueo o problemas de concentración. Eso es lo que intentamos manejar, además de transmitirles la certeza de que se está haciendo todo lo posible por recuperar a sus seres queridos. Que tenemos los medios técnicos y humanos para hacerlo, y que no están solos", cuenta.

Resulta que la onda expansiva de la explosión había lanzado a Manolo desde su segundo piso izquierda hacia el patio interior. Al final le acabaron encontrando y fue trasladado al hospital, donde ingresó de gravedad por los traumatismos. Según ha podido saber esta revista, fue operado y, aunque aún no se encuentra fuera de todo peligro, los ánimos son buenos porque aguanta.

"Al margen del señor, nos comentaron que había dos trabajadores desaparecidos y fueron sus compañeros los que dijeron que habían bajado a cortar el gas. Nos indicaron la zona por la podían estar", sigue relatando Roberto Moreira. "Entonces empezamos a desescombrar. Lo tenemos que hacer a mano. No se puede meter maquinaria porque había esperanza de vida", añade.

Pregunta.- ¿Cómo se sabe si hay esperanza de vida o no?
Respuesta.- Mientras no aparezca un cadáver, siempre se espera que esté vivo.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, en los alrededores del incidente.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, en los alrededores del incidente. Europa Press

Pero pasan las horas y las horas y no hay pista de nada. Todos los que estuvieron ahí recuerdan a las familias de ambos en una agónica espera. Hasta que llegaron las siete de la tarde y se confirmó lo peor. "A esa hora vemos que sobresale una mano y ahí está uno de los cuerpos. Pero no podemos desescombrar del todo y no sabemos de quién se trata", sigue Moreira. "Se lo traslado al alcalde [José Luis Martínez Almeida], que en ese momento es la máxima autoridad presente, y él decide contárselo a la familia para que no se enteren por otro sitio. Fue una decisión valiente por su parte. Al ratito encontramos el otro cuerpo al lado…", añade.

También fue clave la participación de la Policía Municipal y el uso pionero de drones por parte de la sección de apoyo aéreo. "Una vez al año tenemos algo de este tipo y siempre que llegamos, nos ponemos a la orden de los bomberos", explica el subinspector Miguel Ángel Martínez. "Nuestra labor ese día fue ofrecer una perspectiva del patio interior, buscando los desaparecidos, pero también para ayudar a prever cualquier posibilidad de derrumbe", añade. Además, tienen drones con cámaras térmicas y para espacios confinados. Ambos se usaron en la calle Toledo, tras la explosión del año pasado, pero no hicieron falta en esta ocasión. "Por desgracia, este tipo de siniestros suele ocurrir de vez en cuando. Pero tenemos la capacidad para responder", comenta Martínez.

A pesar de la mala noticia, encontrar los cuerpos hizo que la cosa se ralentizara. Ya no había que trabajar a contrarreloj, los bomberos salieron de ahí ante la posibilidad de derrumbe y, ya asimilado lo que había pasado, todos entraron en una segunda fase. Es la del ¿y ahora qué?

Imágenes del edificio de General Pardiñas de Madrid

Policías y peritos

Estos días posteriores a la catástrofe, las cafeterías que rodean el edificio de General Pardiñas 35 se han convertido en auténticos centros de operaciones. Los vecinos que han perdido sus pisos, que en su mayoría se han esparcido por hoteles y casas de familiares, vuelven cada día al epicentro del desastre a tomar las decisiones pertinentes. La última, la de este viernes, ha sido constituirse como asociación para enfrentarse a todo unidos.

Después de las reuniones, cada uno se vuelve a dispersar ya centrado en sus batallas particulares. "Oye, me ha pedido el abogado de nuestro seguro el nombre y apellidos de la señora del tercero derecha, la de las obras ¿cuál es?", comenta uno por teléfono. Nada va a ser fácil. Pero ¿cómo se va a proceder realmente?

Aunque es algo fuera de lo común, esto ya ha pasado antes -hay que recordar la explosión de la calle Toledo, en Madrid, en enero de 2021 y otras tantas- y hay un protocolo relativamente marcado. El primer paso es, evidentemente, la intervención de los bomberos para rescatar a las personas y asegurar la zona. En este caso, la presencia de fallecidos y todos los imperfectos que se han producido obligan a que, el siguiente paso, lo tome la Policía Nacional a través de sus equipos de Judicial y Científica.

Los servicios de Emergencias socorren a dos vecinas.

Los servicios de Emergencias socorren a dos vecinas. AFP

Su labor es la de averiguar qué ha pasado y cómo. Por si hay algún culpable, sí, pero también por si la situación acaba en juicios entre las aseguradoras. Además de lo que hay dentro de cada casa, las viviendas en ese edificio tenían un valor medio de 375.536 euros, según Idealista. Si se tiene en cuenta que había 11 viviendas, eso son 4,1 millones de euros, sin contar zonas comunes ni locales comerciales. Además, tanto Comisiones Obreras como UGT han interpuesto una denuncia al tratarse de un accidente laboral mortal y consideran que, evidentemente, falló la seguridad. Las pruebas recabadas por la Policía también serán clave en ese frente.

Sin molestar a la investigación policial, que hasta este viernes todavía seguía en curso, los siguientes en actuar son los técnicos del Ayuntamiento de Madrid. Ellos son los responsables de decidir qué se hace con el edificio, mientras otros operarios apuntalan la estructura para que haya el menor peligro posible y se van retirando los escombros.

Actualmente el inmueble se encuentra en un estado de ruina parcial que afecta principalmente a los dos áticos. Estos pisos son uno propiedad de María del Carmen y Antonio, que lo adquirieron en 2003, y otro de Gabriel, que lo compró más recientemente, en 2019. Antonio es otro de los que se salvó de puro milagro, por estar sentado, y recuerda como una gran bola de fuego le pasó por encima de la cabeza.

El estado de ruina parcial en el que se encuentra el edificio obliga a demoler parte del mismo. Las obras comenzarán este martes y se empezará a demoler por arriba hacia abajo, a la espera de qué se pueden encontrar. El Ayuntamiento de Madrid será el encargado de estos trabajos, que se estima tendrán lugar a lo largo de las próximas tres semanas y, a partir de ahí tendrá que hacerse cargo de la reconstrucción la comunidad de propietarios.

Este es el último paso y el que más quebraderos de cabeza va a generar a los vecinos. El edificio hay que reconstruirlo, sí, pero, ¿quién lo paga?

Estado del edificio tras el incidente.

Estado del edificio tras el incidente. EFE

Radiografía de un edificio

El edificio sito en General Pardiñas 35, en pleno centro del distrito Salamanca, consta de bajo y cuatro plantas en los que se reparten 11 viviendas y dos locales comerciales. Hay tres viviendas por planta, de unos 50 metros cuadrados aproximados de media por piso, aunque en el cuarto hay dos áticos.

Si bien el edificio es de 1940, la mayoría de sus vecinos entraron a vivir ahí a lo largo de las últimas tres décadas del siglo XX. Los últimos tres vecinos en entrar a vivir fueron Dolores en el tercero derecha (lo compró en febrero de 2022), Carolina en el segundo centro (le fue donado en diciembre de 2021) y Gabriel en el ático derecha (lo compró en 2019). Todos ellos se encuentran actualmente reubicados en hoteles o casas de familiares, excepto una ciudadana china que se ha quedado en la calle a la espera de una nueva localización donde poder residir.

Los vecinos, paso a paso

En La Tapilla Sixtina, una cafetería cercana a General Pardiñas 35, uno de esos centros de mando improvisados, Guillermo Bekes recibe a esta revista para contar cuáles son los pasos que tienen que seguir a partir de ahora. En aquellas reuniones interminables que tienen los vecinos casi a diario han decidido hacerle portavoz de su situación. Fue porque salió en la televisión diciendo unas palabras con las que todos estuvieron de acuerdo, unas imágenes que se acompañaron de un vídeo que grabó en su estudio de pintor, en el que se aprecia cómo todo se desmoronó en cuestión de segundos.

Una de las cosas que más llama la atención de este caso, es que los vecinos han sabido correr a organizarse. Han sido asesorados por otras personas que han vivido situaciones similares y ya tienen una asociación con portavoz, presidente e incluso secretaria, que está registrada legalmente y a través de ahí darán la batalla en común. El proceso va a ser largo, lo saben.

"La principal prioridad ahora mismo es la cuestión del realojo. Eso no está resuelto. Se ha buscado una solución temporal, cada uno ha tirado de su seguro o de familiares. Pero esto va a llevar meses, no digo años…", cuenta. "Necesitamos que esto se resuelva porque nos hemos quedado sin nada de un momento a otro. Hemos conservado la vida, algunos, cosa que agradecemos y lamentamos muchísimo los dos chicos fallecidos. Pero ahora ya ha pasado la emergencia y tenemos que seguir adelante y no está resuelto", añade.

"El segundo paso es recuperar nuestras pertenencias", reconoce. "Ahí tenemos nuestra vida. En mi caso, todos mis cuadros, que es mi trabajo, pero también mi archivo, mi memoria, todo", apuntala. "Todo lo demás está en el aire", sigue.

Guillermo pintando en su estudio antes de que volara por los aires.

Guillermo pintando en su estudio antes de que volara por los aires. Cedida

En cuanto a las pertenencias, el Ayuntamiento se ha comprometido, aunque no por escrito, a sacar todo lo que sea posible a medida que se vaya demoliendo el edificio. Los objetos personales serán reubicados en un lugar cercano al que cada piso podrá acceder para tener sus cosas a disposición. En cuanto a la parte del realojo, todos los seguros tienen una cláusula de inhabitabilidad, por lo que correrán con los gastos de los hoteles, en caso de que los haya. Pero no será para siempre, depende de la póliza de cada uno.

La siguiente parte, quién pagará lo que se ha roto y la reconstrucción, es más compleja. Aquí coinciden dos tipos de seguros. El primero es el de la comunidad, que es de Mapfre, y luego está el seguro privado de cada uno. Además, las distintas pólizas aseguran el continente (el edificio) y el contenido (las pertenencias). Sin embargo, en este tipo de situaciones se entiende que los seguros están asegurando el mismo bien, por lo que concurren. Esto significa que los vecinos no van a poder sumar las cantidades, sino que van a recibir un monto total, según la destrucción que tenga su vivienda.

A partir de aquí ya entra en juego la calidad de la póliza de cada uno. Si una vivienda tiene un buen seguro, lo más probable es que, a pesar de lo tedioso del asunto, todos los daños o casi todos terminen cubiertos. Pero si alguien firmó una póliza mala, va a llegar el momento de arrepentirse.

Todo ello mientras se espera a dilucidar la responsabilidad civil. ¿De quién es la culpa del accidente? ¿Fue de los obreros fallecidos mientras operaban, fue de la instalación de la compañía de gas, de la comunidad por no respetar las revisiones o fue un accidente sin más? Ese elemento también será clave. Nada se sabe más que aún es pronto.

Mientras ese gigante "¿y ahora qué?" sigue pendulando por la zona, el barrio intenta volver a la normalidad. Una trabajadora del estacionamiento regulado habla por teléfono y se queja de que se aburre porque sólo tiene dos calles que revisar, lo demás está todo cortado. Unos niños que salen del colegio recogen unos cristales de la acera y uno grita "¡Mira! ¡Es un cristal de la explosión!", antes de volver a sus cromos. A través de las ventanas de General Pardiñas 35 se ve que en el edificio una vez sucedió la vida sin más. Unos juegos de mesa se amontonan sobre un armario medio partido y las cortinas de una ducha se sujetan a duras penas sobre el raíl. ¿Y ahora qué?

Bomberos de Madrid reconociendo el lugar de los hechos.

Bomberos de Madrid reconociendo el lugar de los hechos. EFE