La vida le da a una grandes estampas, grandes ocasiones cómicas y entrañables, como desayunar churros con café con José Luis Martínez Almeida -matizo: él los moja en Cola Cao-, en el mítico Brillante de Atocha, a las nueve y media de un viernes soleado.
El encanto es posible en esta ciudad folclórica y esquizofrénica cuando una se pasa la mañana haciendo placajes a las señoras pizpiretísimas que acosan al alcalde de Madrid durante la entrevista, cual estrella de rock cañí. Tres mujeres maduras le asaltan al estilo fans de Justin Bieber: “¡Que somos de Barcelona, queremos una foto, alcalde! ¿A que somos más guapas que la Colau?”. Sin miramientos.
Otra se le tira a los brazos y le asegura que sus vástagos y ella le votan: “¿Y cuántos hijos tiene usted? Por ir haciendo recuento”, dice él, con salerillo. “Tres”, responde ella. “Pues que se unan también las nueras”. Y olé. Un caballero con acento andaluz le saluda al grito de “que viva la petanca”, y otra señora con el rabillo del ojo flamenquito se pone delante la cámara, sin remilgos, para pedirle también una instantánea. Como es ya la cuarta, o la quinta, y una está trabajando y no en el bingo, me disculpo:
-Señora, perdóneme, pero es que estamos en una entrevista y tenemos un tiempo limitado...
-Después, señora, después- concede él.
Ella se queda cortada una milésima de segundo, encaja el golpe y contraataca, poniéndonos firmes con su alma de tonadillera:
-Pues me da igual, porque para una vez que lo veo, la foto me la voy a hacer, ¡ya te digo que me la voy a hacer! ¡Hombre, no…! Que yo soy populista de siempre.
Y se la hizo, con un par. Creo que ambos intuimos que quería decir “popular” o “pepera”, pero ya nunca lo confirmaremos. Hay que dejar la poesía rodar.
Una cosa que hacen mucho las señoras cuando ven a un famoso por la calle -y más a un político- es quedarse de pie a su lado en silencio, mirándolo de arriba a abajo, como las serpientes cuando miden a su presa antes de devorarla -a besos apretados que vendrán, quizá, o a peticiones para el barrio o el nieto, o a ocurrencias muy suyas, vanguardistas-. El alcalde se deja querer.
Almeida es carisma y naturalidad en movimiento, sin corsés ni retórica aplatanante. Encaja todas las preguntas con torería -hasta las más personales-, y jamás pasa palabra. Su hábitat es el bar ruidoso y alegre, con sus servilletas ásperas hechas un ovillo en el suelo, su máquina de café pitando como una locomotora y su aceitillo en las barras, como la vida supurante y espídica de la ciudad, como la gracia de la gente. Decir que parece el alcalde de un pueblo es piropo, y ese es su espíritu, esas son sus hechuras.
A él le gusta que los ciudadanos recuerden que es como ellos, que es humano y está vivo, que aquí no hay pedestal que valga, que se defiende de la crudeza del mundo con humor -y autohumor, y miren que eso es difícil-, que de vez en cuando se toma sus copillas de White Label y que las resacas cada vez son más perrunas y que le han roto el corazón varias veces y que tiene miedo de que lo hagan de nuevo. Nada que no nos pase un poco al resto. Si querían democracia sentimental, aquí tres tazas. Cargaditas.
Una vez fue un niño feliz y futbolero, un crío “un poco repelente” que leía con devoción Jeromín, del padre Coloma. “Es la vida de Juan de Austria, un personaje fascinante que luego me ha seguido interesando mucho”. También devoraba periódicos con 12 años. En su casa se compraban todos y él se los empollaba para luego poder participar en las conversaciones de los mayores. “Me gustaba dármelas”, ríe.
Le apasiona, sobre todo, la historia. Por su trayectoria política entendemos que no sólo leerla, sino también tratar de construirla con tesón, campechanía y mente jurídica a la vez, aunque tiene muy claro que un representante público no puede creerse nunca “más que nadie”, porque, como le dijo un buen amigo suyo, un día sales en casa con el coche oficial pero vuelves en metro. Y se acabó lo que se daba.
Él no quiere bustos de bronce, que ya sabemos que ahí hacen lo suyo los pájaros. Prefiere ser recordado como un buen tipo, el mismo caballero llano, inteligente y socarrón con el que hoy comparto barra y confidencias.
R.- ¿Muchas preguntas?
P.- Todas. A ver si nos da tiempo.
R.- Trataré de responder… rápido.
P.- Creí que me ibas a decir que ibas a responder… “la verdad”.
R.- La verdad… ¿qué es la verdad? (ríe).
P.- Para una vez que nos vemos, no me mientas. Empecemos suave. ¿Qué tipo de niño fue Martínez Almeida?
R.- Un niño feliz. Vengo de una familia numerosa en la que nos llevábamos bien y mal, como en todas. Comiendo había que ser rápido para llevarse lo mejor, ya sabes. Era un niño bastante prototípico: me gustaba el fútbol, me gustaba leer, sacaba mis notas en el colegio, era cumplidor pero sin volverme loco, por encima de los aprobados pero un poco por debajo de lo que podía haber conseguido.
P.- ¿Qué aprendiste de tu madre y de tu padre, qué tienes de cada uno de ellos?
R.- De mi madre, el carácter: cuando las cosas se ponen duras, tienes que enfrentarlas y sacarlas adelante. Ella tenía mucho carácter y lo sacaba. Y de mi padre, el sentido del humor. Soy más parecido a él, era más tranquilo…
P.- Así que una madre que llevaba los pantalones, como se decía. ¿Matriarcado?
R.- Era la que mandaba, sí. Yo vengo de un matriarcado, claramente: mi madre era la que decía lo que se hacía y no se hacía.
P.- ¿Cómo es ser el menor de seis hermanos? ¿Fuiste el mimado?
R.- Sí, vamos, claramente, no pasa nada por decirlo. Tienes la ventaja de que tus hermanos ya han transitado los caminos que tú vas a transitar. Te han abierto barreras y obstáculos. ¿Qué sentido tiene que a ti te pongan una determinada hora para llegar a casa cuando tus hermanos eso lo han superado hace mucho tiempo? En una familia numerosa repartíamos las tareas domésticas y si alguien se escaqueaba de recoger la mesa o fregar los platos era yo. Si había algo que no me gustaba para comer, me libraba.
"Mientras mi hermano estuvo en el colegio, nadie me tocó un pelo: cuando se fue, me comí varias collejas"
P.- ¿Has seguido siendo el mimado el resto de tu vida o te tuviste que despedir de aquella época dorada?
R.- Tengo que reconocer que mis hermanas me siguen cuidando como si fuera todavía el pequeño.
P.- ¡Ah! Los hermanos mayores nos suelen defender en el patio del colegio cuando alguien se mete de nosotros. Ahí hay una garantía.
R.- Ahí tuve un problema porque yo tenía un hermano mayor que me saca ocho años. Mientras él estuvo en el colegio, nadie me tocó un pelo. Ahora: se fue del colegio y yo… que tenía cierto carácter y que en lo futbolístico no me callaba mis preferencias… me comí varias collejas. Sobre todo en el autobús de ida y vuelta al colegio. La gente dijo “ahora te vas a enterar”.
P.- La gente siempre está esperando su puto momento para atacar, ¿eh?
R.- Es que es así. En el autobús había un profesor que me llamaba “La Voz”.
P.- ¿La Voz? ¿Como el programa de televisión?
R.- (Ríe). ¡Eso! Pero no por mis habilidades cantando, que son nulas, pero sí porque levantaba muy poco del suelo y mi voz era mucho más estridente que mi físico.
"Tuve un profesor que me llamaba ‘La voz’, porque levantaba muy poco del suelo y mi voz era más estridente que mi físico"
P.- Estabas en el Retamar de Pozuelo, que es del Opus. ¿Eso te influyó? ¿Tenías miedo del pecado? En esos años de la formación de la moral…
R.- No, porque por un lado tenías la formación que te daba el colegio, que me vino muy bien y estoy muy orgulloso de mi cole, pero por otro lado tenías tu casa y combinada… muy bien. Retamar no me ha dejado ningún trauma ni ningún miedo (ríe). En casa tenía una formación muy tolerante, porque en mi casa somos seis, y algunos religiosos y otros en absoluto. Y algunos que me votan, y como yo digo, alguno que si viviera en Madrid no me votaría.
P.- Hombre, tu hermano el que es de Vox, no, pero el resto…
R.- No, no, y alguno más no me votaría.
P.- ¿Tienes algún hermano de izquierdas?
R.- ¿Que si tengo algún hermano que ha votado izquierda? Sí.
P.- ¿Y qué tal esas sobremesas? ¿Le has dado por perdido?
R.- Sí, ya no le voy a convencer de eso, él tiene ideas distintas a las mías, pero está bien, porque nos llevamos estupendamente. Pero creo que una familia en la que uno te sale de Vox y otro hacia la izquierda es una familia en la que nos han dado libertad para pensar.
"Tengo hermanos que no me votarían y uno que vota a la izquierda, pero ya no le voy a convencer"
P.- ¿Has pecado siendo adulto?
R.- Por supuesto. Pecados hay en la vida.
P.- ¿Pecaditos o pecadazos?
R.- (Ríe). Yo diría que pecaditos… y algún ‘pecadazo’ también.
P.- ¿Te has confesado?
R.- Sí, sí, yo soy católico practicante y me confieso. Y me siento liberado cuando salgo del confesionario si he hecho una buena confesión.
P.- O sea, que al cielo sí irás, ¿no?
R.- Hombre… sobre todo siendo de Madrid.
"He cometido ‘pecaditos’ y algún ‘pecadazo’, pero iré al cielo, que para eso soy de Madrid"
P.- Mira, qué buena esa, parecía que la tenías estudiada.
R.- (Ríe) Pues no. De Madrid al cielo, es que no podemos ir a otro sitio.
P.- ¿Cómo fue tu primer beso?
R.- Muy nervioso.
P.- Pero cuéntame el contexto. ¿Cómo era ella, dónde fue…? No con nombre y apellidos, pero…
R.- (Ríe). Con nombre y apellidos y tal y cual no, claro (ríe). Fue en una de esas típicas barbacoas entre amigos y compañeros que traen gente y traen gente y tal, y entonces… ahí fue el primer beso. Fue bonito porque fue a la luz de la luna.
P.- Te lanzaste tú.
R.- Sí, me lancé yo, pero muy nervioso.
P.- Qué mono, ¿y ella, cómo reaccionó?
R.- Habría que preguntarle a ella. Hubo más de uno, con lo cual, sospecho que bien (reímos). Si repitió… y repetí yo también… ¡oye!
"Mi primer beso fue a la luz de la luna, tras una barbacoa: ella repitió, así que sospecho que fue bien"
P.- ¿Tú veías con naturalidad a las chicas o con el tema del colegio segregado las sentías más lejanas y exóticas?
R.- No, no, yo con mis tres hermanas y viviendo en un matriarcado, imagínate. En el colegio tampoco nos decían “no os acerquéis a las chicas, son instrumentos de pecado”, ni esas leyendas que circulan sobre los colegios del Opus. Todo con naturalidad. Dicho lo cual: en los tiempos del colegio yo siempre pensaba en el fútbol, y salir por la noche… no salí prácticamente hasta que llegué a la carrera.
P.- Te perdiste unos años ahí…
R.- Me perdí unos buenos años. Tenía que haber salido algo más.
P.- ¿Cómo fueron esas primeras noches de juerga?
R.- Pues había un sitio muy mítico que sigue existiendo, creo, que era Cats.
P.- Joder, ahí también he ido yo. En Julián Romea.
R.- Sí. Al lado del CEU. Y al lado había otro que estaba en Guzmán El Bueno que se llamaba La Sal.
P.- ¿A qué hora te recogías, veías amanecer?
R.- Amanecer no, pero llegar a la una tampoco. Yo me situaba en el entorno de las tres o las cuatro de la mañana.
P.- Razonable.
R.- Antes de que la cosa empiece a desbarrar de verdad. Ahora sigo bebiendo la misma copa que antes, en eso no he cambiado.
P.- ¿Has mantenido el ritmo?
R.- No de ritmo, sino de "un whisky cola", que se dice. White Label. Eso ahora, en aquella época ibas a marcas más baratas.
P.- Garrafón.
R.- Algún garrafón en algún botellón ha caído, está claro. Pero con 20 años recuperas mucho mejor que con 40 y tantos.
P.- ¿Cómo son las resacas ahora?
R.- Horribles.
P.- ¿Has tenido alguna recientemente?
R.- Sí. Alguna que se me fue la mano. Pero claro, es que “irte la mano” ahora… son tres copas. Hace unos años, tres copas ni las notabas.
P.- Era empezar a vivir.
R.- Era empezar a vivir, efectivamente, era casi el comienzo de la noche, y tal. Pero ahora…
P.- ¿Días de resaca apocalípticos, pensando que va a ganar el PSOE?
R.- (Ríe). No, yo tengo dos sentimientos. Uno es: ya no eres el que eras, ¿cómo es posible que con esto estés así, joder? Y el segundo: José Luis, de verdad, vaya día de mierda vas a pasar. Me levanto con el clavo y digo “vaya día de mierda voy a pasar”. Esos domingos duros.
P.- ¿Te dejan salir ahora, echarte una nochecilla tus bailes y tus cosas, o es imposible… por razones obvias?
R.- Complicado.
"Bebo White Label, pero ahora mis resacas son horribles, me levanto con el clavo y me digo ‘vaya día de mierda voy a pasar’"
P.- Sería bonito que fuera como en los pueblos, ¿no? Que el alcalde bailase con su gente. Su verbenita, sus cosas.
R.- Sí, pero ahora la vida privada con esto (coge el móvil) es muy difícil. Tienes que tener cierto cuidado. Dicho lo cual, yo soy de los que piensa que oye, ¿quién no se ha corrido una buena juerga?
P.- ¿Que nos quiten lo bailao’?
R.- Que nos quiten lo bailao'. No pasa nada porque la gente vea que eres como ellos, que no estás al margen, que eres una persona de carne y hueso a la que le gusta pasarlo bien con sus amigos y tomar sus copitas, alguien a quien tampoco le gusta tener resaca… pero la tiene.
P.- Oye, ¿y tú por qué eres del Atleti? ¿No es eso tener vocación de perdedor?
R.- ¿Vocación de perder? Me levanto y me voy.
P.- ¡Pero bueno…!
R.- No, me levanto y me voy.
P.- Te lo digo porque mi familia es del Atlético de Madrid y he visto a mi hermano llorar mucho y decir “papá, pero, ¿por qué somos del Atleti?”. No como el anuncio ese, sino al revés. Es como elegir sufrir.
R.- Yo he llorado también, como tu hermano, ¿eh? Yo lloro muy poco. La última vez que lloré fue cuando murió mi madre, hace cuatro años. Hace cuatro años que no lloro. Y ojo, que ha habido momentos para llorar de alegría y de mucha tristeza.
P.- Mira que podías haber llorado de presión.
R.- Sí, pero no. Y la vez anterior a llorar por la muerte de mi madre fue cinco años antes cuando ganamos la liga del 14, lo reconozco, estaba solo en mi casa… y fue muy emocionante. El final contra el Barça…
P.- La vida sería más fácil si fuésemos del Real Madrid, ¿no?
R.- Y también mucho más aburrida. Sobre todo porque en el colegio, en una clase de 40, había 35 del Madrid, 3 del Barça y 2 del Atleti.
P.- Así que eres de la resistencia.
R.- Siempre. Pero bueno, fue por mi madre, fue ella quien nos inculcó el sentimiento Atlético.
P.- Naciste en el 75, el año de la muerte de Franco.
R.- Conviví seis meses con Franco, ojo, ¡no!, siete meses… no sé si se me aplica la ley de Memoria Democrática.
P.- Al decir “convivir” pensé que habíais sido vecinos o algo. Lo que nos faltaba ya, ¿no?
R.- No, no (ríe).
P.- Tu abuelo estaba siempre urdiéndola para cargarse a Franco, siendo asesor del rey Juan de Borbón. ¿Se te puede considerar antifranquista, entonces?
R.- Mi abuelo era profundamente monárquico, estaba con el consejo privado de Don Juan, y es cierto que nosotros… con eso… tenemos unas raíces monárquicas.
P.- Pero, ¿monárquicas o antifranquistas? Es que no es lo mismo.
R.- Es que yo estoy en contra de todas las dictaduras. Que aquí siempre se nos trata como “uy, los del PP, que son medio franquistas…”. No, mira, yo lo que digo es: estoy en contra de todas las dictaduras.
P.- Pero te imagino creciendo en esa familia, a la sombra de la idea de “joder, toda la vida intentando cargarnos a este tío…”.
R.- Mi primer recuerdo político, fíjate, es la victoria del PSOE en el 82, que yo tenía siete añitos.
P.- ¿Qué pensaste?
R.- Venía mi madre desesperada, porque ella llevaba un colegio electoral de entonces AP, y me acuerdo mucho porque la vi… totalmente desesperada: “¡Han ganado, han ganado…!”.
"Mi primer recuerdo político es la victoria del PSOE en el 82: mi madre llegó a casa desesperada, como diciendo ‘que vienen, que vienen’"
P.- “Los otros, los otros”. “Que vienen, que vienen”.
R.- Era un poco eso, “que vienen, que vienen” (ríe).
P.- Oye, ¿qué tal te llevas con el rey Felipe? ¿Sois amigos?
R.- A mí me cae muy bien el rey, pero amigos no somos. Coincidimos en muchos actos. Tuve una audiencia con él nada más ser alcalde, que es lo habitual, pero fui muy nervioso, muy nervioso.
P.- Pero vuestros abuelos eran colegas. Eso une, ¿no?
R.- (Ríe). No, no. Oye, el rey se conoce muy bien Madrid, me sorprendió mucho el nivel de detalle que manejaba, y es que es un hombre de trato muy agradable. Te lo hacen muy fácil los dos, son muy naturales. Es que no sé cómo decirte… los que somos funcionarios tenemos mentes muy jerárquicas, ¿no? Vas ahí…
P.- ¿Tienes que hacer la reverencia ésta? ¿Estás obligado?
R.- Yo lo hice porque quise, pero ellos no te piden que lo hagas, ni protocolo de Casa Real te pide que lo hagas. Yo lo hago por convicción. Ahí influyen mis raíces monárquicas, es una muestra de respeto a la persona y a la institución.
P.- ¿Es la reina Letizia tan mano de hierro como parece? Da un poco de miedo con el tema de las acelgas, y su brazo tan duro… ¿resulta tan imponente?
R.- En primer lugar, no va a un sitio sin que se sepa hasta el último detalle. Y eso no es ser cortesano. Yo he estado con ella en varios sitios y me ha impresionado el nivel de detalle, de verdad, al que llega. En Cruz Roja me dejó impresionado. ¿Mano de hierro? Eso lo tendrá que decir el marido. Ahí poco puedo decir al respecto.
"No sé si la reina Letizia es mano de hierro, eso lo tendrá que decir el marido, pero a mí nunca me ha mandado a comer acelgas"
P.- Se nota, se siente, ¿no? El espíritu militar.
R.- Bueno, a mí nunca me ha recomendado comer acelgas, no sé cómo decirte (ríe).
P.- ¿A ti te han llamado alguna vez “niño pijo”?
R.- ¡Pero vamos…!
P.- ¿Qué les dirías a los que te lo han llamado? ¿Se puede llevar una ciudad viniendo de donde vienes; se puede conocer a fondo las vulnerabilidades de la gente? ¿Hay conflicto de clase o no lo hay?
R.- A ver, me han llamado “niño pijo” muchas veces. Al final con el Retamar ibas a jugar al fútbol por todo Madrid, yo estaba en un equipo federado, imagínate lo que en determinadas zonas nos decían.
P.- ¿Te pegabas?
R.- No, siempre que he visto una pelea he huido de ella.
P.- ¿Cómo se combate esa crítica?
R.- Conociendo muy bien la realidad de Madrid y con la sensibilidad de saber que tienes que trabajar para que todo el mundo tenga las mismas oportunidades. La casilla de una salida de una sociedad es que todo el mundo tenga las mismas oportunidades, la meta ya que se la marque cada uno.
P.- ¿Crees que puedes pensar igual de adecuadamente en la gente vulnerable que alguien que haya nacido… no sé, en Vallecas?
R.- Sin que suene clasista ni pijo: he tenido una inmensa suerte en mi vida con la educación que he tenido. He ido a un gran colegio, a una gran universidad, he podido estudiar una oposición como la que he podido estudiar, y eso también hace que yo tenga una deuda de gratitud no con mi familia, sino con el conjunto de la sociedad, que también me ha dado esa oportunidad. Y yo se lo quiero devolver, esa es mi mentalidad. Yo he tenido la suerte y las oportunidades que por desgracia muchísimas personas no han tenido en esta ciudad. Y por tanto yo trabajo para que todo el mundo pueda tener oportunidades.
"Yo he tenido las oportunidades que por desgracia no han tenido muchas personas en esta ciudad y trabajo para devolvérselas"
P.- ¿Has visto mucha gilipollez en los altos círculos, mucho esnobismo, mucha tontería? ¿Has sabido alejarte elegantemente de eso? Porque es obvio que eres un tío campechano, salta a la vista. La palabrita no va a estar sólo relacionada con el emérito.
R.- (Ríe). Por supuesto, esto también va en el carácter de la gente. Pero si algo deberíamos aprender los que estamos en política y los que nos creemos algo por estar en política es… cuántos políticos se han ido y de cuántos ya no se acuerda nadie. Hablo de gente que tuvo una presencia brutal en la vida pública de las últimas décadas de España.
P.- ¿En quién piensas cuando me dices eso?
R.- ¿En quién piensas tú?
P.- ¡Yo hago las preguntas!
R.- Dejemos algo a la imaginación de los lectores. Pero a mí me lo dijo una vez un abogado del Estado que tuvo un cargo político también importante: “Mira, estamos en política, a veces nos podemos creer inmortales, y te das cuenta de que no eres nadie más que nadie cuando sales en coche oficial un día y te vuelves en metro a casa”. Eso le había pasado, y es verdad.
"En política te das cuenta de que no eres nadie el día que sales en coche oficial y vuelves a tu casa en metro"
P.- ¿Cómo será ese día cuando llegue?
R.- Eso va a llegar, ¿eh? Dependerá si siento que he cumplido lo que tengo que hacer o si siento que sólo “más o menos”. Puede ser un día de tristeza, porque a mí la política me gusta mucho, pero si te vas con el deber cumplido… no pasa nada. Si me voy pensando que no he aprovechado la oportunidad que he tenido… será peor.
P.- ¿Has probado las drogas?
R.- Hombre… alguna. ¿Entiendes “porros” por droga?
P.- Entiendo, sí, claro que entiendo.
R.- Entonces sí. Si entiendes “porros” por droga, sí.
P.- ¿Y qué tal ese porro? En fin, o esos porros, tampoco voy a limitarte yo.
R.- (Ríe). Bien, pero tampoco me dejaron la sensación de “uf, qué barbaridad”. No sé cómo explicarte.
P.- Que tampoco flipaste tanto.
R.- Eso es. No flipé demasiado.
P.- He leído que cuando estabas estudiando las oposiciones, se rompió una relación que tenías por esa razón. Te quedaste con la carrera y pasaste del amor. ¿Te arrepientes?
R.- Echas la vista atrás y dices: sí, me mereció la pena sacar la oposición, pero te queda el sentimiento de no saber si merece la pena… tener tanta frialdad. Conseguí lo que quería, que era la oposición, sí, pero, ¿y ese ejercicio de frialdad…? Buf.
"He probado los porros y he tenido sexo esporádico, no soy un bicho tan raro"
P.- Te ha ido después estupendamente.
R.- Estupendamente tampoco, que sigo soltero.
P.- Tampoco vamos a tenerlo todo. ¿Y a ti, te han roto el corazón? ¿Cuántas veces se puede romper el corazón de un alcalde?
R.- Ah sí, me lo han roto, varias. Varias. Eh... varias chicas de las que he estado muy prendado y que al final… nada.
P.- ¿Cómo se supera una ruptura de corazón?
R.- Con tiempo. Y amigos. Pero si de verdad tú has querido, si de verdad tú has estado enamorado… eso sólo te lo puede curar el tiempo. También está el camino corto de “una espina saca a otra” o “un clavo saca a otro clavo”. Creo que eso no da resultado.
P.- ¿Tú crees en el sexo como algo lúdico, o solamente como algo romántico?
R.- Yo creo que es mucho mejor como romántico.
P.- Sí, pero.
R.- ¡Hombre! ¡Oye! ¿Es incompatible el lúdico y el romántico? No. Pero si me das a elegir, el romántico.
P.- Pero, ¿has tenido sexo esporádico en tu vida?
R.- ¿Qué quiere decir “sexo esporádico”?
P.- Pues que no han sido parejas después, sino que ha sido… un acercamiento físico.
R.- Bueno: sí. Sí, sí (ríe). Bueno, que no soy un bicho raro. O no tan raro.
P.- Perdona, que no todo el mundo lo ha tenido, ¿eh? Que la gente es muy suya también.
R.- Sí, eso sí. También es verdad.
P.- Venga, una bonita: ¿cómo sería tu primera cita perfecta en Madrid? El día completo. Una cita para enamorar, eh.
R.- Hay que tener aficiones comunes, ¿no? Pues mira, empezamos corriendo o trotando por el Retiro. Que está maravilloso. Oye, un poquito de deporte. Luego ya vendrá… (ríe).
P.- Ya vendrá el desparrame.
R.- Eso. Primero en El Retiro, temprano, disfrutando de la luz en esos momentos, de cómo te va abriendo el parque. Luego ya te tienes que ir. Te lo has ganado. Te das tu paseíto tranquilamente hacia el Madrid de los Austrias, que además desde el Retiro no tienes demasiado y te tomas un buen aperitivo.
P.- ¿Dónde?
R.- Cualquiera de la Cava Baja, porque en eso es un lujo gastronómico brutal. Por motivos sentimentales, en Lucio. Pero vamos, que te vale la Taberna del Capitán Alatriste, te vale la Posada de la Villa, por ponerte otros ejemplos. Luego tendrás que tomar un digestivo, ¿no?
P.- Digestivo le llamamos al gintonic, ¿no?
R.- Sí, claro. Pues mira, me gustaría que fuera con unas buenas vistas. Yo creo que abajo de Madrid Río es la mejor vista de todo el Madrid de las Vistillas. Coges desde Palacio Real hasta Las Vistillas pasando por el Viaducto, bueno, ahí no estaría mal. Después del digestivo te vas a casa y descansas un poquito, y luego ya… una cena divertida. ¿Quieres cena divertida o con conversación, tú qué preferirías?
P.- Yo soy de conversación.
R.- Pues para eso yo iría a Barrutia y el 9. Apúntalo. Se come muy bien en un comedor muy pequeñito y está ahí en la calle Santa Teresa.
P.- Paréntesis, ¿es cierto que has quedado con Tamara Falcó? Eso dicen las malas lenguas.
R.- No, no (ríe). Nos conocemos, solamente.
"La mujer de mis sueños es más morena que rubia, con sentido del humor, no hace falta que sea religiosa, pero no me gustaría que ya tuviera hijos"
P.- Pensé que sería un giro increíble con toda la movida de Onieva, la infidelidad, la reconciliación, y mientras tú por ahí… mágico.
R.- (Ríe) No, nos conocemos y tal pero no hemos quedado.
P.- ¿Cómo sería la mujer de tus sueños?
R.- Más morena que rubia.
P.- Pareces Rajoy de repente, ¿eh?
R.- Bueno, es que empezar por el físico ha estado regular, de entrada, ¿no? Tiene que tener sentido del humor. Si no me río, mantener una relación es complicado. Es fundamental. A partir de ahí, oye, podrías tú decirme: “¿Tiene que ser religiosa por tu formación?”. No, tampoco. Lo que tenemos que ser es buenas personas.
P.- ¿Podría ser divorciada? No pasa nada, ¿no?
R.- Si te enamoras, te enamoras. Sí.
P.- ¿Podría tener hijos?
R.- (Cara rara)….
P.- ¡Uf! ¿¡Eso ya...!?
R.- No, te lo reconozco. Pero no porque los haya tenido con otro, ¿eh? Si no por si yo estoy preparado.
P.- ¿Podría ser de izquierdas?
R.- Sí. Además de verdad, ¿eh? Te quiero decir: dejémoslo en rosadita.
P.- ¿Rosadita… qué es?
R.- Que roja, roja, no, “rosadita” (risas).
P.- ¿Socialista te vale?
R.- Hombre… qué quieres que te diga, podemita lo veo más complicado, porque en una relación tienes que tener puntos de vista en común. Valores en común.
P.- Así que socialista sí. Hasta ahí llegamos, ¿o qué?
R.- Sí, sí. Hasta ahí podemos llegar.
P.- ¿Podemos hacer una gran coalición, que se dice?
R.- (Ríe). Sí, sí. Una ‘great coalition’.
“De una ‘podemita’ no podría enamorarme, pero de una mujer socialista así: haríamos la gran coalición”
P.- ¿Tienes un mejor amigo? ¿En quién puede confiar alguien como tú, que tiene que ser desconfiado per se? ¿A quién le cuentas tus angustias y alegrías?
R.- Mira, eso se lo cuento a muy poca gente. Yo tengo muchos amigos, pero personas a las que yo le cuente de verdad lo que siento y pienso… no llegan a los dedos de una mano.
P.- ¿Te da miedo la traición?
R.- Mucho. A mí me da miedo que me hagan daño. Que alguien rompa mi confianza, que alguien cuente lo que le he contado… por eso a veces soy un poco refractario a empezar a una relación, ¿sabes?
P.- Por si te la traman.
R.- Por si luego me parten el corazón.
P.- Ay…
R.- Es que ya he pasado por ahí. Me da miedo que me hagan daño, de verdad.
P.- ¿Tienes psicólogo?
R.- No (ríe, como recordando). Mira, yo en 2003 aterrizo en los Juzgados de lo social aquí en Madrid, y entonces vino una psicóloga que estaba en paro y que vino a hacer las funciones de secretaria de la abogacía del Estado. Yo estaba todo el día hablando con ella, lo reconozco, ejerció de psicóloga conmigo y con otro, estábamos los dos todo el día… contándoles nuestra vida. Y cuando le expliqué lo que te he contado a ti, “mira, yo es que soy muy cerrado, confío en muy pocas personas, y tal y cual, y lo que me extraña es que cuando voy al fútbol y pego gritos y me pongo muy sentimental”… y me dijo: “Es que tus emociones las sacas ahí, en el fútbol, porque no eres capaz de sacarlas con una novia”.
P.- O sea, que estás reprimido.
R.- (Ríe). Yo no voy a decir eso. Pero vamos, que esa frase la llevo conmigo… 21 años después.
P.- ¿Cuál es tu vía de escape, sin diagnósticos clínicos?
R.- El sentido del humor. Tengo un sentido del humor… muy brutal. En exceso. Demasiado. Prácticamente no conoce límites.
"Mi sentido del humor es brutal, no conoce límites y es negro: bromeo con cualquier cosa en cualquier momento y de cualquier persona, viva o muerta"
P.- ¿Te atreves con el humor negro?
R.- Ah, claro. Yo bromeo con cualquier cosa en cualquier momento de cualquier persona. Viva o muerta. Pero la gente se ofende mucho.
P.- Hablábamos de las traiciones. Te quería preguntar si te ha dado miedo que te hagan la guerra sucia en tu partido, que ahí a veces son un poquito de navajazos, como hemos visto.
P.- Hay más leyenda que realidad en eso de los navajazos en el PP, de verdad te lo digo.
R.- Tú me dirás si son leyenda o realidad las cuchilladas que le metieron a Ayuso.
R.- Sí, hombre. Yo siempre digo que no le deseo a nadie que pase por lo que tuvimos que pasar. Tanto desde el punto de vista político como personal.
P.- Sí, pero cuando las barbas de tu vecino veas cortar… ¿confías en tus colegas al 100%? ¿Tienes la certeza de que no te van a navajear por la espalda?
R.- Hombre, es que si digo “sí”, tú no te lo vas a creer, pero si digo “no”, ya tienes el titular: “Almeida piensa que los suyos le van a apuñalar”. ¿Qué respondo? Miserias hay en todos sitios, pero no sólo en la política, también en el periodismo. No somos de peor calaña que otros gremios.
P.- Es verdad que la derecha ha tenido históricamente una cohesión muy potente. Será la unidad del Antiguo Régimen.
R.- Nadie se mata como la izquierda, esto es así.
P.- Por eso fue tan cruento el cine quinqui que os montasteis en el PP. Resucitasteis a Eloy de la Iglesia.
R.- (Ríe). Repito: nadie se mata como la izquierda.
P.- ¿Pondrías la mano en el fuego de que no hay ningún Tito Berni en el PP? ¿Ningún aficionado a las prostitutas…?
R.- Bueno, bueno…
P.- ¿Y a la cocaína…?
R.- ¡A ver, a ver! Con lo de la cocaína… es que si te respondo, ya estoy prejuzgando. Es muy difícil que yo te pueda decir que hay aficionados o no hay aficionados. Ahora: que hay gente en todos sitios que se va de putas, posiblemente, ¿no?
"¿Que si hay algún Tito Berni en el PP? Bueno, hay gente en todos sitios que se va de putas"
P.- Vamos, que no pones la mano en el fuego.
R.- Es que no conviene ponerla… Es que ese tipo de expresiones son complicadas, porque luego te acaban persiguiendo. Entiendo que son muy buenas para los titulares. Pero: uf. Si dices “no la pongo”, dirás que desconfío. No, yo confío: confío en que mis compañeros de partido lo hacen lo mejor posible todo, pero… (chasquea).
P.- ¿Qué le preguntarías a Ione Belarra y a Irene Montero si te fueras un día de cañas con ellas? Tú imagínate qué cañitas por Lavapiés. Algo sin el mal rollo del Congreso.
R.- (Ríe). Sin el mal rollo del Congreso, de verdad, les preguntaría si de verdad consideran que los hombres somos tan malos. Del discurso de Irene habitualmente se entiende eso. Yo entiendo la defensa de la mujer y oye, los avances se tienen que dar porque la igualdad no ha existido durante muchísimo tiempo en esta sociedad y todavía quedan muchas batallas, pero no entiendo ese discurso en el que prácticamente se colectiviza a todos los hombres bajo una determinada forma de ver la vida. Entonces yo le diría: ¿de verdad creéis que todos los hombres somos tan malos? ¿No conviene distinguir hombres y distinguir conductas? Que habrá alguno que sí…
P.- Tú no te sientes identificado con el macho alfa, ¿no?
R.- No. Yo no soy Pablo Iglesias. Yo no soy Pablo Iglesias.
P.- Te leí una entrevista donde decías que estabas en las antípodas ideológicas de Carmena, pero que la respetabas por trayectoria y por nivel intelectual. ¿Te sucede lo mismo con Yolanda Díaz, es ese perfil político para ti?
R.- Yolanda aspira a ser Manuela pero no es Manuela.
P.- ¡Hala! ¿Y por qué?
R.- Porque aspira a tener ese perfil político transversal de Manuela, que alcanzó a mucha gente que no estaba siquiera en sus coordenadas ideológicas, pero yo considero que la trayectoria intelectual y profesional de Manuela, en mi opinión, es muy superior a la de Yolanda.
P.- Pero a ti te gusta más Yolanda que Irene, ¿no?
R.- Yo me quedo con Cuca.
"A Montero y Belarra, de cañas, les preguntaría si de verdad creen que los hombres somos tan malos. Yo no soy un macho alfa, no soy Pablo Iglesias"
P.- ¿Cuál es, dentro de tus adversarios políticos, el que más respetas intelectualmente? Alguien que incluso te gustaría invitar al PP. Un “vente pa’ cá”. Un “su inteligencia sería útil para mi partido”.
R.- ¿Pero del Ayuntamiento…?
P.- Vamos a las grandes ligas, ¿no?
R.- ¿No consideras que el Ayuntamiento sea una gran liga?
P.- Perdona, no quería ofender al alcalde de Madrid. Me refería a nombres conocidos por todos a nivel nacional, para que puedan ser más transversales para los lectores.
R.- Vamos a hacerlo por un lado ideológico y por el otro, ¿vale? Yo diría que Iván Espinosa de los Monteros: me cae bien, tiene un discurso sólido, coherente, ordenado. Y por el otro lado… a mí Inés Arrimadas me cae muy bien.
P.- Pero, ¿dónde están los socialistas y los de Podemos? Que te has ido muy cerquita…
R.- Tienes toda la razón, aunque deja que te diga una cosa, si queremos gobernar, Ciudadanos y Vox nos están quitando votos. Pero vale, estoy de acuerdo contigo. Te diría: mira, a mí me cayó muy bien, quizá porque ha sido alcaldesa, Isabel Rodríguez, la portavoz de Gobierno. No creo que viniera, porque es muy socialista, pero me cayó bien. De Podemos… complicadísimo. Mira, no es de Podemos, pero la portavoz adjunta en el Ayuntamiento, María Pilar Sánchez Álvarez, a mí me gusta cómo habla.
P.- ¿Y una Rita Maestre? No sois tan diferentes al final, ¿no?
R.- Cómo que no somos tan diferentes. Pensamos muy diferente…
P.- Sois de trato afable y cercanos a la calle.
R.- Eso sí. Y yo no olvido que cuando tuve el Covid, Rita Maestre me llamó dos veces al menos para preguntarme cómo estaba.
P.- Detallazo. La respetas.
R.- Por supuesto, y lo valoro, de verdad, oye, eso demuestra que en la política las personas también cuentan.
P.- ¿Tú por qué te llevas tan a matar con Vox? Os habéis entendido muy mal, ¿eh?
R.- Nos hemos entendido muy mal, eso es cierto.
P.- ¿Te parecen un poco casposos?
R.- Yo no diría casposo, yo no diría casposo… (ríe). Yo defiendo que lo que Vox me parece es populista. Y lo digo desde el primer día que fui nombrado candidato y me decían “oye, que para ser alcalde tendrás que pactar con Vox”. “Bueno, yo no voy a ser quien ponga el cordón sanitario, ahora: también diré lo que pienso de ellos”. Son populistas. A mí me dice mucha gente por la calle “no critiques a Vox, que te vas a tener que entender con ellos”. Y yo les digo: “Vale, pues que no me critiquen ellos, reciprocidad”. Claro, pero esto…
"Yolanda Díaz aspira a ser Carmena pero no es Carmena"
P.- ¿Con qué más adjetivos les definirías, más allá de “populistas”? Una palabra.
R.- Tú quieres que diga “casposo”, pero yo tampoco lo veo…
P.- Yo no quiero nada.
R.- Diría que son proteccionistas desde el punto de vista económico.
P.- (Risas). Muy larga, muy larga.
R.- Populistas está bien.
P.- ¿Estás de acuerdo con Ayuso con que Tamames es “peliaguado” y “problemático”?
R.- Ramón Tamames fue compañero de carrera y amigo de mi padre.
P.- Y esto qué significa. ¿Que no es peliagudo ni problemático?
R.- Significa que le conozco. ¿Que si estoy de acuerdo con Ayuso…? Yo te doy mi opinión de Ramón Tamames: creo que es un tipo en lo intelectual muy formado y muy preparado… pero que quizá el ego le ha llevado a aceptar un ofrecimiento que no debió coger.
P.- ¿Por qué? ¿Por edad?
R.- A ver, claro, pero es que también esto es una cuestión de mi mentalidad y mi cabeza jurídica. La moción de censura es un instrumento constitucional que tiene que tener un carácter constructivo para elegir un nuevo presidente del Gobierno. Entonces: si ese es el objetivo de la moción de censura, Ramón Tamames no puede ser presidente del Gobierno, en mi opinión. Te quiero decir… (ríe). Lo tiene complicadísimo. La frase esta que dijo de “no, es que me arrepentiré toda mi vida”. Hombre, toda tu vida…
P.- Toda tu vida, toda tu vida… a ver, con todo el respeto del mundo…
R.- Sí. Y segundo: me estás diciendo que vote a una persona que hace planteamientos tan dispares como que Cataluña en el 2014 había que reconocerle el concepto de nación (se parte). ¿Qué más dijo? Alguna cosa más. En resumen: es una persona sólida en lo intelectual, con ideas muy distintas a las que puedo tener yo, pero su ego le ha llevado a error.
P.- ¿Cómo sería una cena tuya con Pedro Sánchez?
R.- Espero que al menos hubiese buena comida.
P.- ¿A dónde le llevabas?
R.- Mira, como el hipódromo lo gestiona el gobierno de Pedro Sánchez, lo llevaría al hipódromo para que se sintiera cómodo y pensara que no lo iba a tal…
P.- ¿Qué le ibas a hacer, tampoco?
R.- No le iba a hacer nada especial (ríe). No, y que el hipódromo tiene una de las mejores vistas de Madrid, también. Una vez allí, le preguntaría si de verdad le ha compensado llegar hasta aquí. Me diría que sí, por supuesto, y trataría de convencerme.
P.- Dices que te ha enmarronado y que el déficit del Ayuntamiento es culpa suya.
R.- Bueno, cuando una deuda que tiene el Gobierno de España con los Ayuntamientos te dicen que te la van a pagar en 3 años pero que sin embargo tienes que ajustarlo en un único año… dices, hombre, mucha lógica no tiene. Es decir, si a mí me dices que tengo que incluir esa pérdida de ingresos en un único año y que tú me la vas a compensar en 3, lo lógico es que también pudiésemos hacerla en tres años, pero… ellos sabrán.
"A Sánchez me lo llevaría a cenar al hipódromo y le preguntaría si le ha compensado llegar hasta aquí"
P.- ¿Has sido víctima de una encerrona?
R.- No. Tampoco he sido víctima de una encerrona.
P.- ¿Te gustaría que hubiera una estatua tuya en el centro de Madrid, en el futuro? ¿Qué crees que podría llevar grabado? Un epitafio de alcalde. “Fue un alcalde que…”
R.- “… acertó y se equivocó, pero hizo lo que creía que tenía que hacer”.
P.- ¿Te sentirías cómodo con esa trascendencia en bronce?
R.- No. Tampoco. Hay una galería de retratos en el Ayuntamiento, en la antigua Casa de la Villa, y colgamos el retrato de Alberto, de Ana y de Manuela, que por cierto, son muy distintos entre sí, merece la pena verlos. Y entonces había un hueco al lado del de Manuela, y mi único pensamiento fue “ya sé dónde me van a colgar”.
P.- “Colgar” es una palabra muy sugerente.
R.- Por eso. Ya sé dónde me van a colgar (ríe).